Imran sacude la cabeza un tanto preocupado.
—No es tan fácil, soy hombre. No es por excusarme, pero Hana dura hasta meses sin querer tener intimidad conmigo. Siento que algo pasa, y no es solo el embarazo. Desde hace un año actúa raro... no sé qué pensar. Thabo asiente con gravedad. —Tal vez deberías hablar con ella, en lugar de estar pensando en cosas que no deberías. Espero que no creas que tiene a otro. —Se que tienes razón, pero a veces siento que ella me aleja. Imran llega a casa más temprano de lo habitual ese día, con la mente revuelta tras su conversación con Thabo. Al entrar, encuentra a Hana en su habitación, sentada frente al espejo mientras comienza a hacerse una trenza. Lleva un camisón sencillo, y su cabello cae como una cascada oscura sobre su hombro. Él se detiene un momento en la puerta, observándola con una mezcla de admiración y culpa. Luego, de saludarla y darle un beso en la cabeza, se dirige al baño. El sonido del agua corriendo llena el silencio mientras Hana termina su trenza y se acomoda en la cama, dejando la luz del encendida. Cuando Imran sale del baño, con el cabello húmedo y una toalla alrededor de la cintura, se acerca a ella. Su mirada es intensa, pero hay algo vulnerable en sus ojos. —Amor, ¿cómo te sientes? —pregunta mientras se sienta junto a ella en la cama. Hana lo mira, sorprendida por su tono suave, casi inseguro. Deja a un lado el libro que tenía entre las manos y sonríe levemente. —Cansada, pero bien. ¿Por qué preguntas? Imran se inclina, besa su vientre luego coloca una mano en su mejilla, y acaricia su piel con el pulgar. Su mirada baja hasta sus labios, y su voz se torna más baja, más íntima. —Porque te he extrañado... Y tengo deseos de ti. Hana siente un calor recorrer su cuerpo, pero también un destello de duda. Hace meses que su relación se ha visto afectada por la distancia emocional, pero el deseo en los ojos de Imran parece tan genuino que sus defensas se desmoronan. Él se acerca más, rozando sus labios con los de ella en un beso suave que pronto se vuelve más profundo. Hana cierra los ojos, dejándose llevar por la pasión contenida. Imran desliza sus manos hasta su cintura, y juntos se hunden en el momento, dejando de lado las preocupaciones, aunque solo sea por esa noche. El amor que hacen es intenso, una mezcla de necesidad y deseo reprimido. Sin embargo, cuando todo termina y Hana duerme a su lado, Imran queda despierto, mirando al techo. A pesar del calor del momento, su mente se llena de incertidumbre. Algo no se siente del todo bien, y la sombra de sus dudas lo sigue, incluso en sus momentos más íntimos. Esa noche, Imran decidió hacerle el amor a su esposa. Pero, por alguna razón, mientras la besaba y la acariciaba, su mente divaga hacia Jazmín. Se odia por ello, pero no puede evitarlo. Cada curva que vio, cada mirada furtiva que compartieron... todo regresa a él en oleadas. Mientras Hana duerme a su lado ajena a sus pensamientos. Sabe que algo debe cambiar antes de que todo se desmorone. Al día siguiente luego de regresar a la casa más temprano que de costumbre, Imran camina con pasos firmes por el jardín de la casa, al no encontrar a su mujer en la casa, su mirada recorría cada rincón en busca de Hana. Su mente está inquieta, aún dándole vueltas a sus pensamientos del día anterior. Cuando llega al jardín trasero, encuentra a Jazmín agachada, con las manos llenas de tierra mientras riega las plantas con delicadeza. —¿Has visto a Hana? —pregunta Imran, tratando de sonar casual. Jazmín levanta la vista, con una sonrisa suave, y sacude las manos llenas de tierra. —Salió de compras con el chofer —responde sin darle mucha importancia. Imran frunce el ceño de inmediato, sintiendo un escalofrío de celos recorriendo su cuerpo. ¿porqué no le dijo nada? Se cruza de brazos y observa a Jazmín, pero su mente está en otra parte. ¿Por qué Hana había salido con el chofer? Nunca lo hacía sin avisarle antes. —¿Salió con el chofer? —repite, como si no lo hubiera escuchado bien. Jazmín asiente mientras vuelve a concentrarse en las plantas. —Sí, dijo que necesitaba comprar algunas cosas para la casa. Imran aprieta la mandíbula, sintiendo que la sospecha crece dentro de él. Hana llevaba meses actuando de manera extraña, distante. Y ahora, saliendo con el chofer... Se da la vuelta bruscamente, pero en su prisa, choca con una maceta grande de cerámica. El golpe es fuerte, la maceta tambalea y termina cayendo al suelo con un estrépito. —¡Dios mío! —exclama Jazmín, sobresaltada. De inmediato corre hacia él, arrodillándose para recoger los pedazos rotos. —Maldita sea...— murmura Imran. Imran, se inclina al mismo tiempo también para ayudar. Sus manos se rozan por accidente mientras recogen los fragmentos dispersos. El roce es eléctrico, un instante que los deja congelados en su lugar. Jazmín levanta la mirada, encontrándose con los intensos ojos oscuros de Imran. Él toma su mano conscientemente cuando ella la iba a retirar. Su corazón late desbocado, recordando que ningún hombre la había tocado desde Omar. —Deja, yo lo hago. Te puedes herir—le dice él. Imran siente su respiración detenerse por un momento, la sensación de la suave piel de Jazmín contra la suya lo deja inmóvil. Su mente se llena de imágenes que no debería tener. —Suelta mi mano por favor. —Lo siento... —murmura, apartando la mirada rápidamente y soltando su mano al ver su rostro tornarse rojo. —No pasa nada —responde Jazmín con un hilo de voz, volviendo a concentrarse en la maceta rota. —Tengo guantes, los buscaré. Él se pone de pie con torpeza, sintiendo un calor incómodo, subir por su cuello. —Deberías tener más cuidado con estas cosas... —dice Imran, tratando de recuperar la compostura. Jazmín se endereza lentamente, limpiándose las manos en su delantal. —Debes tener más cuidado. Pudo haberte caído en un pie—responde con una leve sonrisa, intentando aligerar la tensión. Imran se rasca la nuca, sintiéndose ridículo por su torpeza. Su mirada se fija en Jazmín y sus enormes pechos por un momento más de lo necesario, luego sube la vista notando cómo su cabello se mueve suavemente con la brisa. —Bueno... tengo que volver al trabajo —dice finalmente, dándose la vuelta rápidamente. Solo quería llevarla a comer fuera. Debí llamarla primero. Jazmín asiente y le sonríe con timidez. —Asi es, debiste. Cuídate, Imran. Él hace un gesto con la cabeza y se aleja a paso apresurado, pero su mente sigue atrapada en aquel instante, en la sensación de las manos de Jazmín y en la creciente inquietud que siente por su esposa. ¿Estaba viendo cosas donde no las había? ¿O realmente Hana le estaba ocultando algo? ¿Y porque empezaba a ser más consciente de la prima de su esposa? ¿Será que se debe por haberla visto semi desnudä? Por otro lado, Imran empieza a notar los hábitos de Hana con más atención. Se da cuenta de que, cada semana, ella sale con el chofer y no tiene idea de a dónde va. La incertidumbre comienza a crecer en su pecho como una espina que no puede arrancarse. Pero la realidad era que Hana, con una sonrisa forzada, sigue adelante con su vida. Su embarazo avanza, pero las amenazas de aborto la acechan constantemente. A pesar de los malestares, no dice nada. No quiere que nadie la mire con lástima, especialmente Imran. Sabe que su esposo la ama, pero también sabe que él no entendería su decisión de continuar con el embarazo pese a su diagnóstico de cáncer cerebral. Ese día, de camino a la clínica, en el asiento trasero del auto, Hana mira por la ventanilla con la mirada perdida. El chofer, Tadeo, un hombre alto y de piel oscura de 45 años de porte elegante, aunque con arrugas marcadas por los años, la observa por el espejo retrovisor. Él ha sido su confidente desde hace años, prácticamente un hermano mayor. Muy amigo de sus difuntos padres. —Hana, debes decírselo a Imran —dice Tadeo con su voz grave y pausada. Hana suspira y desvía la mirada, observando las calles de Ciudad del Cabo mientras la brisa marina entra por la ventanilla. Ve las llamadas perdidas de su esposo pero no se las devuelve. —No puedo, Tadeo. No quiero que él me vea como una mujer débil. Tadeo hace un sonido de desaprobación y estaciona el coche frente a la clínica. Apaga el motor y se gira para mirarla con seriedad. —Se trata de tu vida, Hana. Y la de tu bebé. Hana baja la mirada a su vientre. Apenas se nota su embarazo, pero lo siente con cada fibra de su ser. Se aferra a la esperanza, aunque sabe que la quimioterapia no perdona. —Déjame manejarlo a mi manera —dice ella con voz queda. Tadeo asiente con resignación y baja del auto para abrirle la puerta. Hana toma su bolso y entra en la clínica. Mientras ella está en su cita, luego de terminar de sus compras, Imran estaba en la oficina de la constructora, revisa planos con la mente dispersa. Su amigo y colega sudafricano, Thabo, se sienta a su lado con una taza de café y lo observa con curiosidad. —Hermano, ¿qué te pasa? Estás ausente —pregunta Thabo. Imran se pasa la mano por el cabello y suspira. —Hana... Sale todas las semanas con el chofer. No sé a dónde va, y está distante. No sé qué pensar. Thabo frunce el ceño y le da un sorbo a su café. —Tal vez es algo personal. ¿Has intentado preguntarle directamente? Imran sacude la cabeza. —No quiero parecer controlador. Pero siento que algo anda mal. Thabo lo mira con seriedad. —Confía en ella, hermano. Si hay algo, tarde o temprano te lo dirá. Mientras tanto, en la clínica, Hana está sentada frente a su médico. Él revisa sus resultados con el ceño fruncido. —Hana, tu estado es delicado. La amenaza de aborto sigue presente estás últimas semanas, te dije que no podías tener relaciones ¿me estás siguiendo al pie de la letra? Hana aprieta los labios y asiente. —Si, doctor. El médico la mira con compasión. —Tienes que descansar más. Reducir el estrés. Hana sonríe con tristeza. —Lo intento. Pero mi esposo sospecha que algo pasa. No quiero preocuparlo. El médico asiente con comprensión. —Es tu decisión, Hana. Pero recuerda que no tienes que enfrentarlo todo sola. Al salir de la clínica, Tadeo la espera en el auto. Cuando ella sube, la mira por el retrovisor. —¿Cómo te fue? —Lo mismo de siempre —responde Hana con voz cansada. Mientras vuelven a casa, Imran llega temprano y se sienta en la sala con Jazmín. Ella está escribiendo un nuevo libro. —Imran, ¿te pasa algo? —pregunta con suavidad. Imran la observa y duda antes de responder. —Hana ha estado actuando... diferente. No sé si soy yo o si realmente algo anda mal. Jazmín sonríe con comprensión. —Tal vez solo necesita espacio. El embarazo cambia muchas cosas. Imran asiente, pero en el fondo no está convencido. Cuando Hana llega a casa, Imran la observa detenidamente, tratando de descifrar lo que oculta. Ella le sonríe cansadamente y sube a la habitación luego de besarlo y saludar a Jazmín. —Un día a la vez—dice ella. Mientras tanto, Imran sigue inquieto, sintiendo que hay algo más detrás de la distancia de su esposa.El rugido de las olas en la playa de Clifton, una de las más famosas de Ciudad del Cabo, daban la bienvenida al grupo en cuanto bajaron del auto.El aroma a sal y arena caliente llena el aire, transportando a Jazmin un lugar completamente distinto del que había dejado atrás. Mientras observaba el vasto océano Atlántico extendiéndose ante ella, no pudo evitar sentirse diminuta, pero también ligeramente liberada.Hana, vestida con un traje de baño de una pieza con colores vibrantes y un sombrero de ala ancha, baja del auto con energía. Imran la sigue, cargando una sombrilla y una gran bolsa llena de toallas, protector solar y lo que parecía ser un pequeño picnic. Llevaba un short y una camiseta ligera que pronto se quitó para revelar su torso moreno, causando que Jazmín desviara la mirada rápidamente, sintiéndose fuera de lugar en su modesta ropa tradicional. Mientras que Zaid trae shorts rojos y unas sandalias.—¿Estás segura de que estarás cómoda con eso, Jazmín? —pregunta Hana con un
Ella aparta la mirada, pero él la tomó suavemente del rostro, obligándola a enfrentarlo.—No puedo sacarte de mi mente —continua él, susurrando cerca de sus labios—. Tu cuerpo... tus labios... Cada vez que te veo, pierdo el control.Imran volvió a besarla con desesperación, y Jazmín, aunque intentaba resistirse, terminó cediendo a la pasión que también la consumía.—Imran, esto... esto no está bien —susurra una última vez, con los ojos cerrados, sintiendo que su fuerza de voluntad se desmoronaba mientras abre las piernas.—Déjame demostrarte lo que siento —rogó él, con su voz temblando por la intensidad de sus emociones—. Por favor, Jazmín.Imran sentía la adrenalina recorriendo su cuerpo mientras avanzaba con Jazmín en brazos. La cueva que había divisado entre las rocas parecía un refugio perfecto, un espacio donde nadie los encontraría. Las olas rompían contra la costa con fuerza, y el sol daba su calor.Jazmín aún respiraba agitada, su piel húmeda por el agua salada y el roce del c
El sonido de las olas rompen en la orilla resonando dentro de la pequeña cueva, envolviendo a Jazmín e Imran en una burbuja fuera del tiempo. Sus respiraciones entrecortadas fueron disminuyendo poco a poco, hasta que el peso de la realidad cayó sobre ellos.Imran se separa con cuidado y comienza a vestirse apresuradamente. Mira a Jazmín, que aún estaba sentada en la arena, con la mirada perdida en la roca húmeda frente a ella.—Perdóname —susurra, con un deje de culpa en la voz—. Fue un arrebato… no debió pasar. No así.Jazmín tarda en responder, pero cuando lo hizo, su tono fue frío y decidido.—Será mejor que olvidemos esto. Hana no puede saberlo.Imran asintió, terminando de ajustarse el traje de baño antes de extenderle la mano para ayudarla a levantarse. Ella la ignora y se puso de pie por sí misma, sacudiendo la arena de su trasero, mientras siente un líquido caliente deslizarse por su entrepierna. Sin más palabras, ambos salieron de la cueva y nadaron de regreso.El sol estaba
Al terminar y saciar sus deseos Imran se levantó de la cama con movimientos rápidos, casi automáticos, salió de adentro de ella derramando todo lo que sale de ella en la cama.La habitación aún estaba envuelta en una quietud incómoda, con el aire cargado de lo que había sucedido. Jazmín, en la oscuridad, sentía cómo su corazón latía acelerado, su mente agitada por una tormenta de emociones contradictorias mientras llora.Imran no miró atrás al salir de la habitación, aunque su presencia parecía aún colarse entre las sombras. Cerró la puerta con un suave click y se adentró en los pasillos oscuros de la mansión.Jazmín, ahora sola, se quedó inmóvil, su respiración irregular y su cuerpo cubierto de sudor frío y semën. Sentía que la vulnerabilidad la envolvía como una capa densa, pesada. Su mente daba vueltas a lo que acababa de pasar, cuestionándose cómo había llegado hasta allí.¿Por qué no había hecho nada para detenerlo? ¿cómo piensas acabar con aquello?Su mente vaga hacia Hana, haci
Al día siguiente, con una respiración agitada, Jazmín se levanta de la cama y camina hasta la ventana.El día está despejado, como si nada hubiera sucedido la noche anterior."El sol no sabe lo que pasó aquí", pensó amargamente. "El mundo sigue su curso mientras yo me ahogo en mis propios errores"—piensa Jazmín.Mira a su alrededor, los muebles de la habitación, el lujo que la rodeaba. Todo le parecía ajeno, como si estuviera en una pesadilla que no podía despertar. Sin embargo, sabía que no podía quedarse allí. No podía soportar la mirada de Hana, la bondad en sus ojos, sin que la culpa la carcomiera por dentro. Tenía que irse.Se acercó al baño, tratando de tomar aire, de calmarse, pero las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin previo aviso. Se cubrió la cara con las manos y lloró en silencio, temiendo lo que el futuro deparaba para ella. La vergüenza era insoportable, y cada segundo que pasaba en esa casa la ahogaba más.—Voy a salir. Voy a irme. No tengo otra opción— se dij
Jazmín despertó sobresaltada, sintiendo el mismo vacío en el pecho que la había acompañado en los últimos días. Se quedó unos minutos observando el techo, luchando contra esa sensación de ahogo que parecía haberse instalado en su interior.—Debo salir para conseguir un trabajo que me dé un ingreso—murmura para sí misma, con la voz apenas un susurro, pero cargada de una determinación nueva.Se levanta de la cama, se ducha con agua tibia y se mira al espejo. Su reflejo parecía ajeno, como si la persona que la observaba desde el otro lado del cristal no fuera ella. A pesar de los días aún tenía las marcas que Imran le había dejado en su cuerpo lo que la llena de más irá. Pero detrás de esos ojos cansados había una chispa de algo más: la necesidad de cambio.Mientras desayuna sola en la cocina, su mente trabajaba a toda velocidad.“Necesito hacer algo, distraerme, alejarme de estos pensamientos que me persiguen todo el día. No puedo seguir encerrada en esta casa.”—piensaToma su bolso apr
La cafetería se había convertido en un refugio para Jazmín, un lugar donde sus pensamientos se disiparon entre el aroma del café recién hecho y el murmullo constante de los clientes deseables e indeseables.Cada día que pasaba, sentía que recuperaba un poco de control sobre su vida, aunque la sombra de Imran aún rondaba en su mente. Había dejado el fajo de dinero que él le dio en su mesita de noche, como una especie de recordatorio silencioso de que no quería depender de él. No lo había tocado, ni pensaba hacerlo.Sin embargo, el peso de ese secreto y su nuevo trabajo empezaban a hacerse más difíciles de ocultar. Hana, su prima, había notado su ausencia durante las mañanas, y aunque no había dicho nada directamente, Jazmín sabía que las preguntas no tardarían en llegar.Aquella tarde, después de regresar a casa cansada pero con la mente despejada, Jazmín encontró a Hana esperándola en la sala, sentada con los brazos cruzados y una ceja levantada.—¿Dónde has estado? —pregunta Hana, co
La noche se cuela sobre la casa con un silencio casi ominoso. El aire estaba cargado de una tensión que parecía filtrarse por las paredes, una energía invisible pero evidente que hacía que cada sonido, cada crujido del suelo, resonara con más fuerza en la oscuridad.Imran estaba en su despacho, como de costumbre, pero esa noche no podía concentrarse. Los documentos frente a él eran solo una excusa para quedarse sentado, intentando distraer su mente de un solo pensamiento: Jazmín. Desde que había descubierto que ella estaba trabajando, su mente no había encontrado descanso. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué estaba buscando? ¿Era una forma de alejarse de él, de marcar una distancia? La idea le quemaba por dentro.El reloj marcaba la medianoche cuando finalmente se rinde. Cierra la carpeta con un golpe seco y se levanta de su silla. Sus pasos resonaron en el pasillo mientras se dirigía hacia la habitación de Jazmín, guiado por un impulso que no podía controlar. Necesitaba verla, aunque solo fuera