Capítulo 2

Desperté un poco apurado ya que había dormido más de la cuenta y por nada del mundo quería llegar tarde al almuerzo de los Varcarnyo y dejar una pésima primera impresión.

Mientras me vestía y tomaba un poco de café no podía evitar pensar en Julieta, la chica de anoche. No sé la razón, pero tenía profundo interés en conversar con ella sobre temas de nuestras familias y que me contara su historia de vida. Quizás esos ojos enigmáticos hacían que mi interés floreciera.

—Buenos días Sñr. Wintt  —dijo una sirvienta al verme salir de la habitación.

—Buenos días, señorita.

—¿Ha pensado en lo que quiere para la hora de comer? —dijo de manera concentrada.

—Ehh...no, no, dile al resto del personal que hoy saldré a comer a otro lugar ya que me invitaron, así que si llega algo de correo déjalo en mi habitación —expresé mientras bajaba las escaleras.

—Como ordene señor, que tenga buen día

Una vez salí a la calle decidí caminar hacia la mansión de los Varcarnyo ya que no quedaba lejos de la mía, sumándole a que el día estaba perfecto para pasear y apreciarlo.

Llegué a una eminente puerta y me fijé que tenía un diseño de rosas haciéndome recordar inmediatamente en la carta que recibí al llegar aquí. También tenía diseño de rosas.

Toqué a la puerta y una sirvienta me recibió diciéndome que me estaban esperando y que la siguiera por el camino que ella me indicara.

Llegamos a lo que parecía ser un jardín y estaba lleno de rosas amarillas. Al centro de todo había una pileta que tiraba agua como si se tratara de una danza acuática y el basto césped que cubría todo el exterior era de un verde tan llamativo y bien cuidado que daba placer y satisfacción visual poder observarlo. Más lejos del jardín podía visualizar otras rosas, algunas blancas y algunas rojas, pero nada que destacara fuera de lo normal.

De repente detrás de la pileta veo que sale una chica toda empapada usando un vestido blanco y no paraba de tener una enorme sonrisa en su rostro.

—¿Julieta? —dije con asombro—. Parecería una pregunta estúpida, puesto que en efecto parecía ser la cara de Julieta la que veían mis ojos, pero aun así sentía una energía diferente.

—Así que ya conociste a mi hermana —dijo mientras reía—. Lo siento, pero no soy ella. Es mi gemela.

—Espera, espera ¿Julieta tiene una gemela? —dije con expresión expectante.

—Soy Juliett —dijo mientras extendía su mano.

—¡Ay! aquí estas —sonó una voz acercándose un poco furiosa.

Pude ver que esta vez sí se trataba de Julieta y al verlas juntas se podía notar muchas diferencias en ellas a pesar de compartir el mismo rostro.

—Ven, Jacob, te presentaré a mi padre—dijo Julieta mientras me tomaba del brazo.

—¿Y Juliett no viene? —pregunté con un poco de curiosidad.

—Se escapó del almuerzo para meterse aquí en el agua. Es muy inmadura para algunas cosas —se quejó Julieta.

—No sé si inmadura sea la palabra correcta, solo que no te sabes divertir lo suficiente —replicó Juliett.

Al final Juliett se quedó sola mojándose en la pileta y de vez en cuando yo no podía evitar mirar hacía donde estaba ella. Tenía una sonrisa que me llamaba mucho la atención y un espíritu revoltoso que se notaba a kilómetros.

Su vestido blanco se perdía de vez en cuando con aquella piel pálida que tenía, pero aun así sabía resaltarlo bien con su figura y ese cabello oscuro liso que le llegaba por debajo de los hombros.

Al fijarme en sus características que la hacían destacar me di cuenta de lo diferente que podía llegar a ser al lado de Julieta ya que desde que la conocí en la exposición de arte me llamaron la atención sus ojos que transmitían misterio y perspicacia. Julieta no tenía una actitud tan explosiva como Juliett pero también es verdad que trasmitía más elegancia. Juliett tenía el pelo oscuro y liso también, pero la diferencia es que Julieta lo tenía un poco más largo.

—¿Por qué viniste aquí sin tu familia? —me preguntó el jefe de los Varcarnyo , sacándome de mi análisis mental acerca de las gemelas.

—Quería cambiar de aires y decidí elegir este pueblo ya que tengo buenos recuerdos de cuando niño —dije calmado.

El señor Varcarnyo era un hombre ya de edad, se le podían ver sus canas pronunciarse en su cabeza y utilizaba un bastón para estabilizar su caminar. Pero no lucía como un viejito indefenso, en realidad no aparentaba su edad y si no fuera por las canas y el bigote blanco fácilmente aparentaría unos 40/50 años. En realidad, tenía 65.

Lo que también llamaba la atención es que su presencia imponía respeto y miedo, como esa clase de persona a la que quieres caer bien para obtener alguna especie de aprobación y te preocupa darle alguna respuesta incorrecta.

A veces me cuestiono mucho mi actuar cuando reacciono así frente a una persona solo porque su apariencia me indica que tiene poder ¿El cerebro funciona de esa manera inconscientemente? ¿Nos atrae aquella persona que demuestra ser el más fuerte y tiene el poder por sobre los demás? ¿Queremos gozar de ese poder e importancia también? ¿La existencia del ser humano se basa en la competencia de privilegios? ¿Por qué a veces buscamos aprobación de personas como estas?

Podría seguir toda la tarde cuestionándome la existencia e incluso escribir un artículo sobre esto, pero no me encontraba en la comodidad de mi escritorio y debía adecuarme a la situación actual.

—Jacob ¿Quisieras que te dé un recorrido por la mansión? —dijo Julieta levantándose de la mesa.

—Claro, me encantaría —respondí mientras le daba las gracias al señor Varcarnyo por la comida.

Mientras Julieta me mostraba los distintos rincones del lugar, podía notar lo bien cuidada que estaba la casa. Todo estaba en una posición perfecta, cada escultura, cuadro o fotografía encajaban y armonizaban el lugar. Daba gusto vivir en un lugar así y los colores que manejaba la mansión eran en tonos cafés, blanco y un poco de amarillo en donde algunas partes de la casa tenía cerámica blanca y otros lugares madera refinada. 

—¿Te puedo decir un secreto? —dijo Julieta de manera inesperada.

—Claro, si eso es lo que quieres.

—Tenía un poco de miedo de que conocieras a mi gemela —confesó.

—¿Miedo? Ese no es un sentimiento que me demuestre tu personalidad —le dije.

—Me refiero a que, mi padre y yo trabajamos bastante para mantener una buena imagen en la familia y ella... —se detuvo cuando llegamos al frente de un cuadro muy grande en un pasillo.

—¿No se lo toma enserio? —pregunté tratando de adivinar.

—A ella no le importa nada de esto, ella no pasa mucho en la mansión, viaja bastante y solo... —se detiene otra vez.

—Solo vive su vida ¿No? —dije tratando de buscarle la mirada.

—Si... Podríamos decirlo de esa manera, solo vive su vida sin ver el esfuerzo de los demás —dijo mirándome fijamente.

—¿Y tu madre? No sé si es correcto preguntarte sobre eso —dije al momento que me di cuenta de que en voz alta esa pregunta sonaba muy invasiva.

—Ella murió y por eso mi padre siempre quiere que nos unamos y apoyemos como familia siempre, por eso odio que Juliett se comporte como una niña —dijo mientras miraba el cuadro gigante al frente de nosotros.

—¿Este cuadro es significativo para ti? Siento que lo ves de una manera muy especial —lo miré también.

—Fue el último que pintó mi madre —expresó mientras se retiraba del lugar y con sus gestos me hacía entender que la siguiera.

Llegamos a la sala principal de la mansión y nos sentamos un momento a descansar ya que después de todo literalmente me había mostrado cada rincón de su casa y esta no era para nada pequeña.

Hablamos un buen rato sobre varios aspectos. En esta conversación descubrí que Julieta ama todo lo que tenga relación con el arte porque de esa forma es como se mantiene conectada a su madre, al igual que el color rojo, aunque no indagó mucho sobre esto último. Julieta demostraba mucho conocimiento y cultura al momento de hablar, sabía muchos datos interesantes y siempre tenía tema de conversación cuando se sentía relajada. Siempre adoptó una postura recta y elegante mientras conversamos e incluso a pesar de transmitir una energía estricta siempre saludaba al personal que trabajaba en la casa y caminaban por el lugar que estábamos de vez en cuando. Era delicada, pero sin temer a decir lo que piensa. 

De repente el celular de Julieta sonó y se apartó un instante para poder contestar.

—Lo siento me acaban de llamar de la oficina —dijo un poco apenada

—¡Oh! No te preocupes, ve tranquila, de todos modos, ya es tarde y debo trabajar también —dije tratando de calmarla.

Llegamos a la salida de su mansión y nos despedimos tomando caminos separados.

Antes de llegar a mi casa pensé en pasar por alguna librería y comprarme un par de cositas esenciales para mí trabajo, entre ellos artículos de papelería que me hacía falta.

Me encantaba la librería de Clicktons , a pesar de ser un pueblo pequeño, sus tiendas eran bastante completas.

Tomé todo lo necesario y antes dirigirme a la cajera para pagar, choqué con otra persona que se encontraba en el mismo pasillo de libros que yo.

—Discúlpame, no me fijé que había alguien más —respondí rápidamente de forma educada.

—¡Vaya! Nos volvemos a encontrar —dijo la persona con entusiasmo.

Era Juliett.

Era raro y un poco fantasioso de mi parte, pero sentía que los encuentros de parte de ambas gemelas no eran por casualidad y de verdad era algo que debía pasar.

Es como si mi cuerpo me dijera que se sentía cómodo con eso, que sabía que pasaría y ahora mis ojos y mente lo estaban comprobando.

Eran enigmáticas y quería saber todo sobre su extraña familia.

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