Lucía estaba perpleja mirando a Sebastián mientras que se alejaba de ella de la manera más tranquila.
¿Cómo sabía que estaba embarazada? ¿No había nada oculto entre el cielo y la tierra para ese hombre?
Lucía se quedó allí, luchando por procesar lo que acababa de suceder. La intrusión de Sebastián en su vida en un momento tan vulnerable solo añadía más sombras a su ya complicado panorama. Pero una cosa era segura: debía descubrir la verdad.
Sebastián caminó hasta la oficina del director, se sentó cómodamente en la silla principal y esperó a que el calvo y anciano hombre entrara.
— Señor Waldorf — dijo casi con miedo el director del hospital.
— Vengo a recompensarlo.
— Yo... Por favor, si lo que hice por usted se llega a saber, mi vida profesional estará destrozada.
— ¿Lo que yo le hice hacer? ¿O será más bien lo que usted hace por dinero? Ambos sabemos que no soy el primero en venir a ofrecerle dinero por una que otra jugada sucia — dijo con arrogancia y una sonrisa —. No seamos hipócritas, director.
— Hice todo lo que me pidió, la señorita Lucía…
— Señora — lo corrigió Sebastián casi con ira y dándole una mirada llena de desprecio.
— Creí que se habían divorciado.
— Son solo papeles — sonrió —. En fin, director, vengo a traer el cheque que le prometí y los papeles para empezar la construcción de la nueva ala pediátrica en su hospital, donada por mí y mi familia.
El director estaba casi temblando de miedo. Puso un blanco a su cabeza por no desobedecer a Sebastián, pero era eso o desaparecer de la tierra; ese hombre tenía demasiado poder. Sebastián dejó un cheque y un sobre de documentos sobre el escritorio del director, inclinándose ligeramente hacia adelante, disfrutando del terror en los ojos del hombre.
Así era él, disfrutaba con el miedo ajeno.— Asegúrese de que todo salga según lo planeado. No quiero sorpresas.
— Sí, señor Waldorf. Todo se maneja con la máxima discreción.
Sebastián se levantó, ajustándose la chaqueta con un aire de satisfacción. Antes de salir, se giró y miró al director una última vez.
— Director, su vida profesional depende de mí. No lo olvide.
El director asintió, incapaz de decir algo más. Sebastián salió de la oficina, dejando una estela de tensión y miedo tras de sí.
Lucía decidió visitar a su amiga más cercana, Carmen, una abogada que había conocido en su época universitaria. Carmen siempre había sido astuta y de confianza. Si alguien podía ayudarle a desentrañar este misterio, era ella.
Al llegar a la oficina de Carmen, fue recibida con un cálido abrazo.
— Lucía, ¿qué te trae por aquí? Pareces preocupada.
— Carmen, yo... — Lucía rompió en llanto —. Estoy embarazada.Lucía llego a casa, luego de verse con su amiga y se sentó en el sofá mirando a la nada y recordando tantas cosas.
* * * FLASHBACK.
— ¿Estás lista? Te casas en 5 minutos.
— Sí — la respuesta fue firme y casi parecía que sonreía.
Lucía observaba la opulencia que la rodeaba, con una sensación de vacío en el corazón.
Las paredes decoradas con obras de arte y los muebles elegantes no lograban llenar el hueco que sentía desde que aceptó su destino junto a Sebastián. Sabía que su matrimonio era una transacción, un acuerdo que beneficiaba a ambas familias financieramente. Y la verdad es que esperaba, quizás ingenuamente, que con el tiempo pudieran encontrar algo de amor o, al menos, respeto mutuo.
Ella sabía que le era completamente indiferente a Sebastián, pues desde el primer encuentro, Sebastián la había despreciado.
Sin embargo estaban por casarse en una lujosa ceremonia que era la envidia de todos, pero detrás de las sonrisas y las felicitaciones, había un abismo de indiferencia y hostilidad. Su sueño de tener una gran familia y ser una esposa y madre ejemplar parecía desvanecerse frente a sus ojos y ser reemplazado por la amargura de un matrimonio infeliz.
Camino con seguridad hacía el altar, tomada de la mano de su amable y gentil padre, su madre dejaba ver unas sinceras lágrimas de felicidad por ver a su hermosa hija en un vestido soñado para cualquier chica de su edad.
Busco los ojos de Sebastián y cuando se cruzaron, el elegante, fornido y atractivo hombre le dio una mirada cargada de desprecio y casi fastidio. Se sintió pequeña, pero quiso creer que todo era producto de los nervios de ambos.
— Tienes la oportunidad de irte.
— Soy una mujer de palabra.
Sebastián bufó como si no creyera lo que ella acababa de decir.
— Serán solo 4 años — le susurró mientras el fotógrafo los capturaba con una perfecta sonrisa a cada uno.
— Lo sé.
— ¿No te preocupa?
— ¿Qué cosa? — le respondió sonriente mientras saludaba a una de las invitadas que le entregaba un pequeño presente que valía millones.
— Enamorarte y que no puedas corresponder por estar conmigo.
— No — la rubia fue firme en su respuesta.
— ¿Por qué no?
— Soy una mujer leal y aunque nuestro matrimonio sea un simple acuerdo, no tengo intención de mancillar tu lugar, Sebastián — Lucía lo miró fijamente y por un segundo creyó que había logrado intimidar al frío Sebastián —. No todas las mujeres somos como esas mujerzuelas con las que te revuelcas.
Sebastián frunció el ceño, pero no respondió.
Lucía sabía que él la despreciaba, pero había hecho una promesa, y ella era una mujer de palabra. Durante los primeros meses, su vida juntos fue un baile de apariencias, lleno de cenas de gala y eventos de alta sociedad. Siempre con sonrisas ensayadas y palabras vacías.
Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. El matrimonio se volvió un infierno para Lucía. Sebastián no hacía ningún esfuerzo por ocultar sus infidelidades. A menudo llegaba tarde a casa, con el olor a perfume ajeno impregnado en su ropa, y la despreciaba abiertamente.
Una noche, mientras Lucía revisaba los estados financieros de su empresa de joyas en su estudio, Sebastián entró tambaleándose, visiblemente ebrio. Ella lo miró con desaprobación pero no dijo nada, sabiendo que cualquier confrontación sería inútil.
— ¿Qué haces aquí, tan tarde? — preguntó él, con voz cargada de sarcasmo.
— Trabajo, Sebastián. No me gano el dinero por el puro placer de tener el apellido de mis padres — respondió ella, manteniendo la calma.
Él se rió amargamente.
— Siempre tan perfecta, ¿verdad, Lucía? Siempre tan correcta en tus modos.
— No estoy aquí para competir contigo, Sebastián. Solo estoy cumpliendo con mi parte del acuerdo — Sebastián se acercó, sus ojos llenos de desprecio.
— ¿Sabes qué? A veces me pregunto por qué aceptaste este matrimonio en primer lugar. Sabías que nunca ibas a ser feliz conmigo.
Lucía lo miró con frialdad.
— Acepté porque soy una mujer de palabra. Algo que tú nunca entenderías.
Sebastián la miró fijamente por un momento, casi parecía que se le iba a lanzar encima, pero luego se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Lucía sola con sus pensamientos.
Porque parecía que desde que se habían casado lo único que la acompañaba eran sus locos pensamientos.
Pasaron los años y el matrimonio siguió deteriorándose. Lucía se refugiaba en su trabajo, logrando que su empresa de joyas creciera y prosperara. Cada pieza que diseñaba era un escape, una forma de canalizar su dolor y frustración en algo hermoso.
Solo veía a Sebastián cuando era la hora del desayuno, se había acostumbrado al perfecto y masculino perfume de él.
— ¿Pasaste buena noche? — Era la pregunta que todas las mañanas sin falta y antes de beber el café le hacía.
— No tan acompañada como tú, pero sí — y esa era la respuesta que ella siempre le daba, pues sabía que rara vez el hombre estaba solo en las noches.
Sus vidas eran rutinarias, se besaban frente a las cámaras, era más bien un beso sencillo, tierno, romántico, coqueto, un beso que los medios y sus admiradores envidiaban, querían, anhelaban, pero no podemos culparlos, pues nadie sabía la realidad que ellos vivían.
— Hoy tenemos el evento en la embajada japonesa — Lucía interceptó a Sebastián que caminaba por el mismo pasillo que ella rumbo a su habitación.
— No quiero ir.
— Tus padres te quieren allí.
— No quiero…
— Entonces llamales y diles que no irás, cuando tengas los pantalones de actuar como un hombre — Lucía estaba cansada de ser la mensajera entre sus padres y Sebastián.
Desde que se había pactado aquel matrimonio, Sebastián dejó de hablarles por completo a sus padres.
— Gracias, bruja.
— Fue un placer, medio hombre — le dijo Lucía antes de meterse en su estudio a trabajar.
Un par de horas pasaron y su celular vibró.
“Nos iremos en 15 minutos, te espero en la salida”
15 minutos no era tiempo suficiente para que una mujer como ella se arreglará para un evento de gala como ese, pero sin importar como, ella lo lograría, pues no le daría el gusto a Sebastián.
Se metió entre el vestido rojo de seda más ceñido al cuerpo que tenía, con un escote en v sencillo al frente, pero profundo, muy profundo en la espalda, una cola alta y un maquillaje cargado en los labios.
Pudo ser la mejor noche de sus vidas, lo que pasó en el estudio de Sofía dejaría marcas en su piel y su alma que nunca borraría, sin embargo, al presentarse un nuevo día, todo cambió.
Desde esa noche, Sebastián parecía otro hombre. La saludaba en las mañanas y le preguntaba durante el día como se encontraba, así que Lucía creyó que luego de tantos años era momento de al menos intentarlo. Y al tratar de intentarlo, le llevó el almuerzo a Sebastián a la oficina, sin contar con que al abrir la puerta del gran despacho, esté estaría con su secretaría sobre él y ella con la falda enrollada a la cintura.
— ¡Carajo, Lucía! — Se puso de pie, lanzando a la exótica mujer al suelo.
— Sebastián — él no supo si eso fue un saludo o una reprimenda.
— Yo… ¿Qué haces aquí? — el pecho de Lucía se vio lastimado, estaba agotada y cansada. Espero todo, menos aquella pregunta.
Tal vez una disculpa en su lugar hubiese sido más sana.
— Quiero el divorcio, los 4 años se cumplen en dos días — la secretaría soltó una sonrisa de triunfo y Sebastián la miró como si fuera a degollarla.
— Tu lo has dicho, se cumplen en dos días.
— Exacto, es el tiempo suficiente para que nuestros abogados preparen los documentos.
— ¿A eso viniste? — definitivamente Sebastián no hacía las preguntas correctas ese día.
Al menos eso creía Lucía.
— Sí, ¿por qué preguntas eso? ¿Acaso en estos 4 años de feliz matrimonio me viste asomar las narices por aquí para ver con mis propios ojos como pisoteaste mi fidelidad y respeto?
— De acuerdo. Acepto. En dos días estaremos divorciados Lucía.
Lucía tenía una herida que no sanaba, una rabia que no se apagaba, durante sus 4 años de matrimonio había sido fiel, leal, respetuosa y Sebastián no le había dado nada. Mucho la señalaron a pesar de ser la mujer honorable y respetada, rápidamente Lucía pasó de ser una dama casada de alta sociedad a ser la culpable absoluta de su divorcio y sobre todo de dejar a un hombre tan increíble y casi perfecto como parecía ser Sebastián, eso solo porque la mayoría no lo conocía de verdad. Y aunque así era la sociedad sin importar el nivel social, la mujer siempre sería tachada sin importar las circunstancias, a Lucía poco a nada le importaron los rumores y chismes que se generaron en torno a su divorcio, ella simplemente levantó su cabeza y se recordó que era mucho más que solo una mujer divorciada. Que si ella quería, se podía adueñar del mundo. Ella no podía dejar de recordar aquel día en el que sintió la humillación más grande de su vida, cuando por primera vez vio con sus propios ojos la
— ¿De qué se trata esto? — Dan aparcó su auto frente al edificio en el que vivía Lucía.— ¿Quieres entrar? — le respondió ella, omitiendo la pregunta de su acompañante. Dan tenía la firme intención de aclarar su situación con Lucía, pero no podía negar que su corazón estaba demasiado dolorido y herido.Nunca pudo ver a Lucía con los ojos de una simple amistad. Desde que eran unos niños, la admiro, no solo por su belleza que la diferenciaba muy por encima de las chicas de su edad o las más maduras si no también por su actitud, por su rebeldía y por su carácter fuerte.— Gracias — Dan recibió la taza caliente con el café.Dejó que el olor lo invadiera y se sintió complacido por la atención de Lucía, sin embargo la pesadez en su pecho y la decepción no desaparecieron.— Debiste… Tú pudiste decirme que tu y Sebastián, seguían… — ¿No confías en mí? — La pregunta de Lucía lo tomó por sorpresa. — Lucía, estás embarazada y tu ex esposo dijo delante de muchas personas que era suyo.— Ni si
* * * FLASHBACK— ¡Hijo! — Gritó una mujer elegante y con el pelo rubio perfectamente peinado.— ¡Madre! — el pequeño niño se bajó del caballo en el que estaba practicando y corrió a los brazos de la elegante dama.— Eres tan hermoso mi pequeño — le besó la cabeza. Se fueron juntos, tomados de la mano y caminando por un sendero lleno de árboles y flores, se podía escuchar el sonido perfecto de las aves y para ese niño aquel momento era el último recuerdo de felicidad que tenía.Ese niño ya no era un niño, ahora era un hombre y uno muy poderoso, uno que no supo de felicidad desde aquella última tarde que pasó junto a su madre cuando apenas tenía 7 años. — Estas son las carpetas con la programación para los nuevos contratos, si desea puedo hacerlas llegar a su apartamento para esta noche y…— No, no envíe nada de trabajo a casa hoy, tengo cosas que hacer.— Señor, si no tengo que enviar esto, entonces puedo…— Sí, puede salir ya si así lo desea.Sebastián volvió su mirada fría a la pa
Lucía estaba petrificada, asustada, nerviosa, intentó sonreír, pero las nauseas y un mareo producto de un golpe de calor la tomó por sorpresa, dejándola con la guardia baja, sintió como Sebastián se aferraba a su cintura para no dejarla caer y el olor de la loción del hombre la invadió al punto de ayudarla a calmarse.Se maldijo por eso.— Sácame de aquí, bastardo — le susurro casi sobre el rostro.— Claro que sí, preciosa.El auto de Sebastián, no tardó mucho más en llegar frente al tumulto de personas, abrirse paso y con ayuda de varios hombres despejar el camino para que Lucía y él subieran al lujoso vehículo.— ¡¿Qué hiciste cabrón?! — Lucía le dio golpes por todo el cuerpo a Sebastián y este solo podía reír suavemente.— Cuando te calmes…— ¿Cuándo me calme? Eres el colmo del descaro Sebastián, no te soporto, te deje libre hace un año, no tome un solo centavo de tu fortuna, ni las casas en las que vivimos, ni la ropa que me diste, ni las joyas, nada, porque yo no quería volver a
—Lucía —Dan estaba del otro lado de la puerta, mientras ella vaciaba su estómago por tercera vez en esa mañana—. Dejame entrar, puedo ayudarte.Pero Lucía estaba tan cansada de sentirse así de enferma que no pudo siquiera responderle, dejó resbalar una pequeña lagrima y se maldijo infinitamente. Sí, se maldijo porque se dio cuenta que su nariz extrañaba el olor masculino de Sebastián, tan pronto como estuvo cerca de él su cuerpo se sintió más relajado, más cómodo, las náuseas constantes desaparecieron y entonces se dio cuenta de que él tenía razón. —Salgo enseguida Dan, no es para tanto.—Lucía, déjame entrar —la frase podría parecer por el momento, pero tenía un peso más grande.En realidad Dan no le estaba pidiendo que lo dejará entrar solo al baño para ayudarle, él le estaba pidiendo que lo dejará entrar en su vida, que lo dejará hacer parte de su día a día, que lo dejará ser su compañero. Y no era la primera vez que lo pedía.—Salgo enseguida —repitió suavemente.Lucía se pu
— ¿Lo dices en serio? — Carmen, la mejor amiga de Lucia estaba bebiendo una copa de champaña mientras acababa de escuchar la historia completa.— Carmen, no sé qué busca de mí, pero yo…— Te quiere manipular.— ¿Por qué? Es Sebastián Carter, puede tener a la mujer que quiera, no me necesita.— No eres cualquier mujer — dijo riendo.— Solo fuí una transacción que duró 4 años y ahora solamente soy una transacción que lleva su hijo en el vientre.— ¿Nunca lo contemplaste? — Carmen pocas veces se ponía sería y mucho menos cuando sus mejillas estaban sonrojadas por el licor.— ¿Qué cosa?— No tener el bebé, Lucía. Sabes perfectamente que pudiste simplemente no tenerlo.— Carmen, yo…— Sé que tu sueño siempre fue tener una familia y muchos hijos, un jardín enorme y todo, pero…— No, nunca lo contemple, cuando el doctor lo dijo, cuando dijo que yo estaba embarazada, simplemente mi mente se quedó en blanco y yo… Me emocione y de algún enfermizo y loco modo me puse tan feliz y estoy feliz por
POV. SEBASTIÁN.Apreté el vaso de Whiskey que estaba en mis manos, solté el aire con suavidad y luego levanté los ojos para volver a mirar esas fotografías. Estaba lleno de ira y frustración. Lucía me estaba tomando por tonto y quería jugar un juego que yo no estaba dispuesto a perder.— Señor, el padre de la señorita Lucía lo busca.— Señora — dije con tanta furia que mi asistente palideció, porque además ni siquiera lo estaba mirando.— La señora Lucía.— Llevalo a la sala de juntas y en un minuto estaré allí.— Sí señor.Estaba demasiado molesto, tenía las fotos y el reportaje de esa tonta revista rosa sobre el escritorio, fue lo primero que me entregaron los hombres a los que les pagaba para que se encargaran de respirarle en la nuca a Lucía sin que ella lo sospechará, cada foto era aún más sugerente que la anterior.Pero que ella estuviese besando al estúpido de Dan me hizo estallar de rabia.Salían del hospital y Dan estaba en una silla de ruedas mientras esperaban por el auto,
POV. SAMUEL.Tome el rumbo a casa con la clara y vívida imagen de un Sebastián destruido y devastado por lo que mi insensata hija estaba haciendo, verlo con la cabeza entre las piernas, tan amilanado y tan desolado que yo seguía sin poder entender a Lucía.Al llegar a casa, mi amada esposa fue la primera en recibirme, como lo hacía desde el día en que nuestro matrimonio comenzó a funcionar. Desde entonces nunca me cansé de que ella fuese lo primero que veía al regresar a casa pues era la persona más buena y leal que había conocido y tenía la fortuna de que fuera mi esposa. Eleonora siempre tenía una sonrisa para mí y un abrazo para hacer que mis días largos fueran más llevaderos y Eleonora lo hace aunque sus días no siempre fueran felices. Supongo que de alguna manera yo también he sido su consuelo.— Querida.— Samuel — Yo sabía que un saludo de esa índole no tenía nada bueno, probablemente estaba molesta por algo en la decoración. — ¿Qué hice para que mi esposa me saludara de esa