5. SEBASTIÁN.

* * * FLASHBACK

— ¡Hijo! — Gritó una mujer elegante y con el pelo rubio perfectamente peinado.

— ¡Madre! — el pequeño niño se bajó del caballo en el que estaba practicando y corrió a los brazos de la elegante dama.

— Eres tan hermoso mi pequeño — le besó la cabeza. 

Se fueron juntos, tomados de la mano y caminando por un sendero lleno de árboles y flores, se podía escuchar el sonido perfecto de las aves y para ese niño aquel momento era el último recuerdo de felicidad que tenía.

Ese niño ya no era un niño, ahora era un hombre y uno muy poderoso, uno que no supo de felicidad desde aquella última tarde que pasó junto a su madre cuando apenas tenía 7 años. 

— Estas son las carpetas con la programación para los nuevos contratos, si desea puedo hacerlas llegar a su apartamento para esta noche y…

— No, no envíe nada de trabajo a casa hoy, tengo cosas que hacer.

— Señor, si no tengo que enviar esto, entonces puedo…

— Sí, puede salir ya si así lo desea.

Sebastián volvió su mirada fría a la pantalla de su computador y apretó con fuerza su mandíbula, las venas del cuello se podían ver, estaba molesto. 

Lo que veía poco o nada le agradaba, en realidad que aquello fuese tan reciente, simplemente le demostraba que su plan no estaba saliendo como él quería y la verdad es que por primera vez en su vida quería las cosas a las buenas, aunque sus métodos no eran precisamente los más cuerdos y cordiales, aunque tampoco es que quisiera pelear con Lucía, pero ella estaba jugando con su paciencia.

Pudo llamar a su asistente en ese momento para que regresará, pero sabía que el pobre hombre no había tenido una cena familiar en meses y que sus hijos necesitaban verlo.

“Hijos”

Sonrío con ese único pensamiento en su cabeza y cerró los ojos mientras se recostaba en su silla.

— Lucía, Lucía, Lucía, obstinada Lucía.

Sebastian era muchas cosas, menos paciente y había esperado que Lucía acudiera a él por su propia voluntad, pero en vista de que prefería continuar pasando los días con Dan, se dio cuenta que tendría que darle un empujón a su ex esposa para que acudiera a él en menos tiempo del necesario.

— Doctor — habló Sebastián por el teléfono —. Quiero que solicite un control para Lucia.

— Pero ella no lo nece…

— En dos días, a las 4, ese horario es perfecto para mi agenda — colgó la llamada y dejó al pobre hombre angustiado y en shock.

¿Qué excusa se supone que tendría que inventarse? 

A Sebastián no le importaba y tampoco era su problema, él solo necesitaba terminar de organizar la mejor manera de tener a Lucía entre sus manos y sacar a Dan del camino, Lo iba a sacar de una u otra manera y esperaba que fuera por las buenas, porque no quería romperle el corazón a Lucía con su patetico y ridiculo capricho.

Pues para él Dan no era más que eso, un capricho para Lucía.

Desde los grandes ventanales de su oficina se podía ver perfectamente cómo caía el sol y llegaba el atardecer, era de sus cosas favoritas para ver, pues le recordaba a su madre, a sus momentos felices, pero luego llegaba la noche y Sebastián se transformaba en una especie de ser oscuro, frío, casi maligno. Por no decir que en realidad lo era.

Poco tenía que ofrecer a los demás, salvo sus negocios y nada más, ni siquiera una amistad, porque para Sebastian todo giraba en torno a los negocios y nada era más importante que eso.

Entonces Lucía también era un negocio más. 

Definitivamente era la transacción más grande de su vida y no iba a permitir que nada ni nadie se la arrebatará de las manos. 

Por esa razón tenía a todo y a todos tan controlados, los días pasaron y justo cuando Lucía entró al hospital seguida de Dan, sonrío. Los estaba observando desde su auto no muy lejos de allí. 

— Demasiado predecibles — dijo con una arrogancia casi amarga —. Ya saben que deben hacer, quiero despejado el camino para cuando sea la hora de salir —les dijo a sus hombres. 

— Sí señor — respondió su asistente. 

Sebastián entró por la puerta trasera, subió un par de escaleras, tomó el ascensor y camino por el pasillo correcto poniéndose frente a la puerta correcta, miró su reloj y sonrió. 

“Justo a tiempo”

Quedaban tan solo dos minutos más de la improvisada consulta, entonces la puerta se abriría y el espectáculo comenzaría. 

No levantó la vista del reloj hasta que el minutero marcó la hora exacta, volvió sus ojos justo cuando escuchó el click de la puerta abriéndose y Dan fue el primero en aparecer frente a sus ojos.

Gruño un poco por el desprecio que le causaba ver el rostro de aquel hombre, pero sonrío enseguida que Lucía se paró en medio de ellos dos.

— ¿Qué haces aquí? — estaba molesta.

— Bueno, es triste que me tenga que enterar de los controles de mi hijo por terceros, pero pretendo ser un padre responsable — sonrió y dio dos pasos firmes dentro del consultorio.

— No eres el padre de mi hijo.

— Tal vez sí, tal vez no. Creo que aún no estás segura de quién es el padre de tu hijo, de lo que si estamos seguros — recalco aquellas dos ultimas palabras—, es que no es del idiota de Dan — lo nombro como si él no estuviera allí presente y al mismo tiempo le daba dos palmada sobre el hombro.

— Sebastian, déjame en paz, tú y yo estamos divorciados.

— Y aún así esperamos un precioso bebé —hablo de lo más normal, poniendo de los nervios a Lucía.

— ¿Qué quieres?

— Al fin haces la pregunta correcta — Sebastián se enderezó, sonrió cínicamente y soltó el aire —. Hablemos — miró a Dan —, en privado.

— No voy a dejarla — Sebastián rodó los ojos mientras el hombre decía aquello, pero Lucía lo interrumpió.

— Dan, espérame en el auto, esto no tomará más tiempo que del camino de aquí al estacionamiento — Lucía nunca dejo de mirar fijamente a Saebastián.

El simplemente se movió para darle paso a Dan y que saliera de allí, todo el tiempo con sus ojos clavados en Lucía, después de todo ella lo conocía muy bien y sabía que él no iba a hablar ni a ceder con la presencia de Dan en medio de ellos dos.

— Ya se subió al ascensor, habla antes de que…

— Una cena, es todo lo que pido.

— ¿Qué quieres? 

— Si cenamos, yo podría…

— Llevo días pensándolo y aún no encuentro una razón válida para todo esto, por mi dinero no es, porque tienes igual o tal vez un poco más que yo, poder tampoco porque mi familia no se mueve en la política, por imagen menos, el divorcio no te afectó en nada, por amor mucho menos, nunca hubo nada entre nosotros y entonces no me queda nada.

— Lucía, una cena — repitió Sebastián mientras estaban cada vez más cerca de la recepción y extrañamente había un alboroto inusual.

— ¿Qué sucede afuera?

— Sabes que solo tengo dos modos de hacer las cosas.

— Por las buenas o por las malas — respondió Lucía, porque lo conocía bien.

— Una cena por las buenas o una cena por las malas — ella sabía que él le estaba dando a elegir.

— Será por las malas entonces, no pienso permitir que hagas con mi vida lo que te dé la gana, Sebastián.

Lucía dio dos pasos lejos de él, colocó su pequeña mano sobre la puerta y como un reloj Suizo preciso y exacto, Sebastián se colocó tras ella y con fuerza evitando que se zafara de su agarre, la tomó de la mano enredando sus dedos con firmeza.

— Entonces será por las malas, querida Lucía — le susurró al oído y sonrío.

No era esa sonrisa que siempre usaba con ella en la privacidad.

Era una sonrisa siniestra, calculadora, una sonrisa de fotografía, esa que usaba cuando tenía que salir ante camarógrafos, entrevistas o alguna beneficencia.

Y exactamente eso era lo que estaba frente a Lucía, una manada de camarógrafos y reporteros, clamando su nombre, su apellido y el porque estaban allí.

— ¿Es cierto que está embarazada?

— ¿Es verdad que van a regresar?

— ¿Cuánto tiempo de embarazo tiene?

— ¿Hace cuánto decidieron retomar la relación?

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