4. DAN.

— ¿De qué se trata esto? — Dan aparcó su auto frente al edificio en el que vivía Lucía.

— ¿Quieres entrar? — le respondió ella, omitiendo la pregunta de su acompañante.  

Dan tenía la firme intención de aclarar su situación con Lucía, pero no podía negar que su corazón estaba demasiado dolorido y herido.

Nunca pudo ver a Lucía con los ojos de una simple amistad. Desde que eran unos niños, la admiro, no solo por su belleza que la diferenciaba muy por encima de las chicas de su edad o las más maduras si no también por su actitud, por su rebeldía y por su carácter fuerte.

— Gracias — Dan recibió la taza caliente con el café.

Dejó que el olor lo invadiera y se sintió complacido por la atención de Lucía, sin embargo la pesadez en su pecho y la decepción no desaparecieron.

— Debiste… Tú pudiste decirme que tu y Sebastián, seguían… 

— ¿No confías en mí? — La pregunta de Lucía lo tomó por sorpresa. 

— Lucía, estás embarazada y tu ex esposo dijo delante de muchas personas que era suyo.

— Ni siquiera sé de quién es — Dan no pudo evitar escupir el café que tenía en la boca por la impresión de las palabras de Lucía y ella no pudo evitar soltar una sonora carcajada para luego entregarle las servilletas de tela. 

Todo en su mundo estaba de cabeza, pero reírse podía ayudar a pensar con claridad. 

— ¿De qué hablas? ¿Con quién… ¿Cuándo…

— Con nadie —respondió secamente —. Yo… Cuando me case con Sebastián seguía siendo virgen, un par de meses después, salí con mis amigas de la universidad y bebí lo suficiente como para dejarme seducir por su estúpida sonrisa, pero fue algo demasiado ocasional, tal vez una noche al año y fueron 4 años — ella parecía estar haciendo cuentas en su cabeza —. El punto es que la última vez que me acosté con él, fue unas cuantas noches antes de pedirle el divorcio. Y desde entonces nosotros no… — Ella suspiró como recordando, tal vez recordaba que aunque solamente había sido tocada por un hombre en su vida, había sido un deleite en las pocas ocasiones que eso había sucedido —. Entre nosotros no volvió a suceder nada, y tú mejor que nadie sabe que del divorcio se encargaron los abogados y no lo tuve que volver a ver.

— Sigo sin comprender — Dan la miró fijamente y la tomó de la mano, quería creerle, pero es que era una situación demasiado complicada.

— Yo tampoco — Lucía suspiró y continuó —. Fui por unos chequeos médicos, no me sentía muy bien, cansada, mareada, náuseas, dolores de cabeza, visión borrosa, en fin, me hicieron los exámenes médicos pertinentes y un cuando volví al control el doctor simplemente lo dijo “Lucía estás embarazada” — ella soltó un risa triste.

— Puedes hacerte más exámenes, ya sabes, ecografías, descartar un tumor, no lo sé.

— Ya hicieron todo, Dan. Todo lo que es humanamente posible lo hicieron. Y cuando vi esa pequeña vida en mi interior, yo simplemente no pude…

— Siempre has asistido al mismo centro médico, verdad.

— Sí, siempre he… — Lucía se quedó en silencio meditando su respuesta, recordando y analizando. 

Sus ojos se abrieron de par en par y se puso de pie, caminó en círculos y empezó a sentir que una presión pesada caía sobre sus hombros. 

Entendió entonces que el que Sebastián estuviese en el hospital el mismo día que recibió la noticia, no fue una casualidad, así como tampoco lo fue el que se atreviera a asistir al desayuno tradicional que su padre y su madre brindaban a su círculo cercano.

— Fue él — susurró.

— ¿De qué hablas?

— Fue Sebastian, no sé cómo, pero fue Sebastián. El estuvo en el hospital el día que me dieron la noticia, estaba sentado demasiado casual en la sala de espera, que hoy fuera a casa de mis padres, las flores…

— ¿Crees que pagó para que…

— Es la única explicación lógica que encuentro a todo esto, Dan. Si no fue él, nadie más pudo haberlo hecho, la última vez que fui al médico fue para un control con mi ginecóloga, la que siempre me había tratado, ella no estaba en el país para ese momento, así que había una doctora nueva, no sentí nada extraño en el procedimiento y luego… Luego empezaron los síntomas.

— Podemos demandar al hospital — dijo el muy soñador y Lucía sonrió.

— ¿De verdad crees que vamos a lograr algo con una simple demanda? 

— Sebastián no está por encima de la justicia — se puso de pie y tomó la mano de Lucía.

— Sebastián está por encima de todos, él no pierde, nunca pierde. 

— No eres un trofeo, no eres algo que pueda tomar y dejar a su antojo. ¿Por qué haría algo así? Si quería un hijo, podía tenerlo de cualquier mujer, él mejor que nadie sabe que medio mundo está dispuesto a abrirle las piernas. 

— Eso es lo que tengo que averiguar.

— Lucía, tenemos que hacerlo pagar.

— Primero quiero saber que tan implicado está el hospital y luego… Luego me encargaré de Sebastián.

— Yo te ayudaré — dijo firme y Lucía volvió a mirarlo.

Ella lo quería, ella sentía por él cosas que se había negado en nombre de su amistad, pero no podía ser injusta y atarlo a ella que estaba ahora metida en un embrollo del que tendría que salir a como diera lugar.

— Dan, no puedo pedirte eso.

— No me lo estas pidiendo.

— Tampoco puedo permitir que lo hagas. 

— No me estás obligando.

— Dan, eres un hombre joven, libre, hermoso, adinerado, tienes todo para conseguir una mujer que…

— Tú eres esa mujer Lucía — dijo firme y tomando las manos de ella mientras no dejaba de mirarla con amor —. Aún no sabemos si el niño es de Sebastián, pero lo que sí sabemos es que podemos hacer todo para que sus planes salgan tan mal como podrían salir y él tiene que saber que no estás sola en esto.

— No puedo condenarte a una guerra que no es tuya.

— Y aún así puedo jurarte que seré tu más fiel soldado.

Dan se tomó el atrevimiento que en otro momento no había podido, se lanzó a los labios de Lucía y la beso con una pasión desenfrenada, la pego a su pecho y se afirmó sobre ella. 

La deseaba, la adoraba, ese hombre realmente la amaba y ella pudo sentir todo el amor en aquel beso que la dejó sin aire cuando se separaron.

— Vamos con calma — dijo con una sonrisa y acomodó su cabeza en el pecho de Dan.

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