Lucía tenía una herida que no sanaba, una rabia que no se apagaba, durante sus 4 años de matrimonio había sido fiel, leal, respetuosa y Sebastián no le había dado nada.
Mucho la señalaron a pesar de ser la mujer honorable y respetada, rápidamente Lucía pasó de ser una dama casada de alta sociedad a ser la culpable absoluta de su divorcio y sobre todo de dejar a un hombre tan increíble y casi perfecto como parecía ser Sebastián, eso solo porque la mayoría no lo conocía de verdad.
Y aunque así era la sociedad sin importar el nivel social, la mujer siempre sería tachada sin importar las circunstancias, a Lucía poco a nada le importaron los rumores y chismes que se generaron en torno a su divorcio, ella simplemente levantó su cabeza y se recordó que era mucho más que solo una mujer divorciada. Que si ella quería, se podía adueñar del mundo.
Ella no podía dejar de recordar aquel día en el que sintió la humillación más grande de su vida, cuando por primera vez vio con sus propios ojos la traición de Sebastián, pero sobre todo no podía olvidar la facilidad con la que Sebastián aceptó el divorcio.
4 años perdidos, 4 años de infelicidad.
Pudo entregar su corazón a un hombre que la amará y la tratará como una reina, que pusiera su mundo a sus pies, pero ella prefirió ser fiel a su familia y entonces se dio cuenta que probablemente no iba a poder confiar en un hombre de nuevo.
Con sus ojos fijos en el precioso paisaje intentaba entender las razones por las que Sebastián apareció de la nada en ese hospital y supo sobre su embarazo.
—Hija —su madre la llamó y ella simplemente tomó la copa con su mimosa y sonrío.
—Lo siento mamá, estaba…
—No se que está pasando contigo, pero no olvides nunca que eres una mujer grandiosa y fuerte, que tiene todo en las manos para hacer lo que quiera y que nada nunca jamás ha sido un obstáculo, sólo han sido pruebas y de cada una has salido victoriosa y fuerte —la voz de su madre se suavizó, llenando el espacio con una mezcla de preocupación y amor maternal—.
Lucía apenas tuvo tiempo de procesar las palabras de su madre cuando escuchó un sonido en la puerta del comedor. Giró la cabeza justo a tiempo para ver a Sebastián entrar con un ramo de flores y una caja de chocolates, sus chocolates favoritos.
—Hola, Lucía —dijo Sebastián, sus ojos brillando con una mezcla de arrogancia y emoción.
Definitivamente estaba ignorando a todos allí.
Lucía sintió un nudo en el estómago. No esperaba verlo allí, no después de todo lo que había pasado.
—¿Qué haces aquí? —ella ya se había puesto de pie furiosa y había tirado del hombre a un lado del salón.
—Es el desayuno de domingo de tus padres, el gran desayuno de la familia Waldorf.
—Exacto, es un desayuno familiar y tú dejaste de ser parte de esta familia cuando firmaste el divorcio.
—Eso… —se quedó como meditando y tomando una limonada de la bandeja de un mozo que pasaba por su lado—. Eso fue solo papeleo, querida —ahí estaba esa sonrisa de arrogancia que ella tanto detestaba.
Sebastián se dio cuenta de la molestia de Lucía porque su mandíbula parecía que iba a estallar.
—No sé a qué quieres jugar, Sebastián, pero quiero que me dejes en paz.
—Pasaste 4 años junto a mi Lucía —se acercó a ella peligrosamente y susurró—, sabes que yo no juego.
—Hijo de…
—Sebastián, querido —la madre de Lucía lo saludo haciendo que Lucía se tragara sus malas palabras.
—Eleonora, que placer volver a verte.
—Estoy bastante sorprendida —dijo la elegante mujer.
—Lo sé, pero estoy seguro de que las cosas se aclararán muy pronto.
Eleonora sonrió, pero no creía por completo en las palabras de Sebastián.
En el elegante lugar, no solo había familia, también habían personas importantes y contactos que Lucía necesitaba, inversionistas que le ayudarían a continuar expandiéndose y definitivamente lo que menos necesitaba era un escándalo.
Se alejó lo que mejor pudo de su madre y Sebastián para mezclarse con sus familiares y personas de su intereses en los negocios. Una de sus primas, Vanessa, acababa de tener a su pequeña hija y estaba junto a la niñera arrullando a la pequeña, su corazón se aceleró un poco y de pronto sintió una presencia a su espalda.
—¿Es preciosa verdad?
—Pudrete Sebastián.
—No me trates así, Lucía, creo que puedo ser de más ayuda que cualquiera aquí.
—¿De qué hablas?
—Ese niño necesita un padre y tú necesitas expandirte por Asia, yo tengo los contactos y puedo ser un maravilloso padre.
—No se como lo sabes, pero te juro que…
Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió nuevamente y Dan, su amigo de toda la vida y pretendiente, entró con una sonrisa y una bolsa de papel en la mano.
—¡Buenos días a todos! —saludó Dan, caminando hacia Lucía y dándole un beso en la mejilla—. Traje tus croissants favoritos.
La tensión en la sala era palpable. Lucía miró a Sebastián, luego a Dan, y finalmente a su madre, que observaba la escena con una mezcla de sorpresa y confusión.
Pero ella no era la única que observaba allí.
—Sebastián —Lucía habló con una fuerza y determinación que Sebastián nunca había visto en ella—, te presento a Dan, mi novio.
—Novio —respondió Sebastián, avanzando un paso y extendiendo las flores hacia ella, flores que no le había entregado porque era un estratega mordaz, él sabía que debía entregarlas en el momento correcto—. Y quería disculparme. Sé que te hice mucho daño y… bueno, ahora que sé sobre el bebé, quiero estar aquí para ti, para ustedes.
Dan frunció el ceño y miró a Sebastián con desconfianza.
—¿Bebé? —preguntó, girándose hacia Lucía—. ¿De qué está hablando?
Lucía apretó sus dientes, frunció su ceño dándose cuenta de lo que Sebastián quería lograr. Había esperado poder tener esta conversación en un momento más adecuado, pero la vida parecía tener otros planes.
—Dan, no es momento, te lo explicaré cuando estemos a solas —le dijo con firmeza sin quitar sus ojos casi violentos de la cara cínica y llena de felicidad de Sebastián.
—Es mío —intervino Sebastián, con una voz firme pero cargada de emoción—. El bebé es mío, Dan.
El silencio que siguió fue desgarrador.
Lucía miró a su madre en busca de apoyo, y ella simplemente asintió, dándole el valor que necesitaba para hablar.
—Dan, este no es el momento adecuado, por favor confía en mí—dijo Lucía, tomando su mano—. Sí, estoy embarazada, pero eso no significa que…
Dan soltó la mano de Lucía lentamente, como si el peso de la revelación fuera demasiado para soportar.
—Necesito un momento —dijo, dando un paso atrás—. Esto es… demasiado.
Sebastián aprovechó la pausa para acercarse a Lucía, le tomó la mano y ella se soltó bruscamente.
—Por favor, Lucía, no seas esquiva, sabes que nadie más que yo te conviene. Quiero ser parte de tu vida, de la vida de nuestro hijo.
Lucía lo miró, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza. Antes de que pudiera responder, su madre intervino.
—Creo que todos necesitamos un momento para procesar esto —dijo firmemente sonriendo y enviando a los invitados al comedor del jardín—. Dan, Sebastián, ¿podrían darme un momento a solas con mi hija?
Ambos hombres asintieron y salieron del comedor, dejando a Lucía y su madre en silencio.
—Mamá… —comenzó Lucía a hablar caminando de una lado a otro en el salón, estaba molesta.
—Todo estará bien, hija —dijo su madre, abrazándola con fuerza—. Eres fuerte y encontrarás la manera de manejar esto. Estoy aquí para apoyarte, siempre.
Lucía se aferró a su madre, sintiendo por primera vez en mucho tiempo un rayo de esperanza entre la tormenta de emociones que la rodeaba.
—Dime que esto es una mala broma —el padre de Lucía entró con una cara de pocos amigos interrumpiendo la conversación.
—Papá, yo…
—¿Quién es el padre? —pregunto molesto.
Lucía tenía un vacío entre el pecho que machacaba su corazón, ella sabía la verdad, pero era más fácil negar que admitir las cosas, conocía a Sebastián y sus alcances.
—¡NO LO SÉ! —Gritó molesta y exasperada, se sentó con violencia en la silla y soltó el aire en sus pulmones.
—¿Qué clase de mujer eres, Lucía? ¿En qué mujer te has convertido?
—¡Soy tu hija! ¡¿Me conoces desde que estaba en el vientre de mi madre y me preguntas qué clase de mujer soy?! ¡No se si estar ofendida o dolida, padre!
La chica se puso de nuevo de pie y se acercó a su madre, su padre estaba un poco contrariado, amaba y admiraba a su hija, pero no entendía qué estaba pasando.
—Yo me haré responsable —Sebastián interrumpió mientras no dejaba de mirar a Lucía.
—Denos unos minutos —pidió ella con rabia y sin quitarle los ojos a Sebastián.
Cuando sus padres se fueron y quedaron nuevamente solos, Sebastián creyó que Lucía le iba a saltar directo al cuello.
—No tengo pruebas, pero se que tu estás detrás de todo esto y no se con que intenciones, pero cuando lo descubra, yo te voy a…
—Lucía —Dan la interrumpió y se puso junto a ella, tomándola de la mano—. Estoy contigo.
La mirada de Sebastián fue todo, menos amable, dio dos pasos al frente y se acercó peligrosamente a Dan, pero este habló primero.
—Me la quitaste una vez, Sebastián, no voy a permitir que lo hagas dos —susurró con los dientes muy apretados.
Sebastián río con suficiencia y se acercó a Lucía, demasiado para el gusto de Dan.
—Recuerda que yo no juego Lucía.
— ¿De qué se trata esto? — Dan aparcó su auto frente al edificio en el que vivía Lucía.— ¿Quieres entrar? — le respondió ella, omitiendo la pregunta de su acompañante. Dan tenía la firme intención de aclarar su situación con Lucía, pero no podía negar que su corazón estaba demasiado dolorido y herido.Nunca pudo ver a Lucía con los ojos de una simple amistad. Desde que eran unos niños, la admiro, no solo por su belleza que la diferenciaba muy por encima de las chicas de su edad o las más maduras si no también por su actitud, por su rebeldía y por su carácter fuerte.— Gracias — Dan recibió la taza caliente con el café.Dejó que el olor lo invadiera y se sintió complacido por la atención de Lucía, sin embargo la pesadez en su pecho y la decepción no desaparecieron.— Debiste… Tú pudiste decirme que tu y Sebastián, seguían… — ¿No confías en mí? — La pregunta de Lucía lo tomó por sorpresa. — Lucía, estás embarazada y tu ex esposo dijo delante de muchas personas que era suyo.— Ni si
* * * FLASHBACK— ¡Hijo! — Gritó una mujer elegante y con el pelo rubio perfectamente peinado.— ¡Madre! — el pequeño niño se bajó del caballo en el que estaba practicando y corrió a los brazos de la elegante dama.— Eres tan hermoso mi pequeño — le besó la cabeza. Se fueron juntos, tomados de la mano y caminando por un sendero lleno de árboles y flores, se podía escuchar el sonido perfecto de las aves y para ese niño aquel momento era el último recuerdo de felicidad que tenía.Ese niño ya no era un niño, ahora era un hombre y uno muy poderoso, uno que no supo de felicidad desde aquella última tarde que pasó junto a su madre cuando apenas tenía 7 años. — Estas son las carpetas con la programación para los nuevos contratos, si desea puedo hacerlas llegar a su apartamento para esta noche y…— No, no envíe nada de trabajo a casa hoy, tengo cosas que hacer.— Señor, si no tengo que enviar esto, entonces puedo…— Sí, puede salir ya si así lo desea.Sebastián volvió su mirada fría a la pa
Lucía estaba petrificada, asustada, nerviosa, intentó sonreír, pero las nauseas y un mareo producto de un golpe de calor la tomó por sorpresa, dejándola con la guardia baja, sintió como Sebastián se aferraba a su cintura para no dejarla caer y el olor de la loción del hombre la invadió al punto de ayudarla a calmarse.Se maldijo por eso.— Sácame de aquí, bastardo — le susurro casi sobre el rostro.— Claro que sí, preciosa.El auto de Sebastián, no tardó mucho más en llegar frente al tumulto de personas, abrirse paso y con ayuda de varios hombres despejar el camino para que Lucía y él subieran al lujoso vehículo.— ¡¿Qué hiciste cabrón?! — Lucía le dio golpes por todo el cuerpo a Sebastián y este solo podía reír suavemente.— Cuando te calmes…— ¿Cuándo me calme? Eres el colmo del descaro Sebastián, no te soporto, te deje libre hace un año, no tome un solo centavo de tu fortuna, ni las casas en las que vivimos, ni la ropa que me diste, ni las joyas, nada, porque yo no quería volver a
—Lucía —Dan estaba del otro lado de la puerta, mientras ella vaciaba su estómago por tercera vez en esa mañana—. Dejame entrar, puedo ayudarte.Pero Lucía estaba tan cansada de sentirse así de enferma que no pudo siquiera responderle, dejó resbalar una pequeña lagrima y se maldijo infinitamente. Sí, se maldijo porque se dio cuenta que su nariz extrañaba el olor masculino de Sebastián, tan pronto como estuvo cerca de él su cuerpo se sintió más relajado, más cómodo, las náuseas constantes desaparecieron y entonces se dio cuenta de que él tenía razón. —Salgo enseguida Dan, no es para tanto.—Lucía, déjame entrar —la frase podría parecer por el momento, pero tenía un peso más grande.En realidad Dan no le estaba pidiendo que lo dejará entrar solo al baño para ayudarle, él le estaba pidiendo que lo dejará entrar en su vida, que lo dejará hacer parte de su día a día, que lo dejará ser su compañero. Y no era la primera vez que lo pedía.—Salgo enseguida —repitió suavemente.Lucía se pu
— ¿Lo dices en serio? — Carmen, la mejor amiga de Lucia estaba bebiendo una copa de champaña mientras acababa de escuchar la historia completa.— Carmen, no sé qué busca de mí, pero yo…— Te quiere manipular.— ¿Por qué? Es Sebastián Carter, puede tener a la mujer que quiera, no me necesita.— No eres cualquier mujer — dijo riendo.— Solo fuí una transacción que duró 4 años y ahora solamente soy una transacción que lleva su hijo en el vientre.— ¿Nunca lo contemplaste? — Carmen pocas veces se ponía sería y mucho menos cuando sus mejillas estaban sonrojadas por el licor.— ¿Qué cosa?— No tener el bebé, Lucía. Sabes perfectamente que pudiste simplemente no tenerlo.— Carmen, yo…— Sé que tu sueño siempre fue tener una familia y muchos hijos, un jardín enorme y todo, pero…— No, nunca lo contemple, cuando el doctor lo dijo, cuando dijo que yo estaba embarazada, simplemente mi mente se quedó en blanco y yo… Me emocione y de algún enfermizo y loco modo me puse tan feliz y estoy feliz por
POV. SEBASTIÁN.Apreté el vaso de Whiskey que estaba en mis manos, solté el aire con suavidad y luego levanté los ojos para volver a mirar esas fotografías. Estaba lleno de ira y frustración. Lucía me estaba tomando por tonto y quería jugar un juego que yo no estaba dispuesto a perder.— Señor, el padre de la señorita Lucía lo busca.— Señora — dije con tanta furia que mi asistente palideció, porque además ni siquiera lo estaba mirando.— La señora Lucía.— Llevalo a la sala de juntas y en un minuto estaré allí.— Sí señor.Estaba demasiado molesto, tenía las fotos y el reportaje de esa tonta revista rosa sobre el escritorio, fue lo primero que me entregaron los hombres a los que les pagaba para que se encargaran de respirarle en la nuca a Lucía sin que ella lo sospechará, cada foto era aún más sugerente que la anterior.Pero que ella estuviese besando al estúpido de Dan me hizo estallar de rabia.Salían del hospital y Dan estaba en una silla de ruedas mientras esperaban por el auto,
POV. SAMUEL.Tome el rumbo a casa con la clara y vívida imagen de un Sebastián destruido y devastado por lo que mi insensata hija estaba haciendo, verlo con la cabeza entre las piernas, tan amilanado y tan desolado que yo seguía sin poder entender a Lucía.Al llegar a casa, mi amada esposa fue la primera en recibirme, como lo hacía desde el día en que nuestro matrimonio comenzó a funcionar. Desde entonces nunca me cansé de que ella fuese lo primero que veía al regresar a casa pues era la persona más buena y leal que había conocido y tenía la fortuna de que fuera mi esposa. Eleonora siempre tenía una sonrisa para mí y un abrazo para hacer que mis días largos fueran más llevaderos y Eleonora lo hace aunque sus días no siempre fueran felices. Supongo que de alguna manera yo también he sido su consuelo.— Querida.— Samuel — Yo sabía que un saludo de esa índole no tenía nada bueno, probablemente estaba molesta por algo en la decoración. — ¿Qué hice para que mi esposa me saludara de esa
POV. LUCÍA.— ¿Dónde estás? — Voy a casa — no podía hablar muy bien.— Prepararon unos deliciosos camarones y se que… — Dan, voy a mi casa — le dije simple y sin muchas arandelas, yo siempre preferí ser directa y no prudente.—¿Sucedió algo con tus padres?¿Cómo decirle que había sucedido algo no solo con mis padres, si no también con Sebastián? — No, nada especial, pero quiero pasar la noche en mi casa.— De acuerdo, ¿nos veremos mañana? — Sí, por supuesto, yo iré mañana a tu casa de nuevo y…— Lucía, no importa que sucedió, puedes contarme y lo sabes.— Sí, pero esta noche no. Cada palabra que mi padre dijo, estaba tallada en mi alma, el dolor y la decepción que sentí cuando me contó que su matrimonio había sido algo muy parecido al mío, con la gran diferencia de que lo de ellos había terminado bien, fue por decir lo menos, decepcionante.Ni mi padre, ni mi madre se amaron y al contrario, terminé enterándome de que mi madre amaba a otro hombre y mi padre la humilló enfrente mio.