6. EL SHOW PERFECTO.

Lucía estaba petrificada, asustada, nerviosa, intentó sonreír, pero las nauseas y un mareo producto de un golpe de calor la tomó por sorpresa, dejándola con la guardia baja, sintió como Sebastián se aferraba a su cintura para no dejarla caer y el olor de la loción del hombre la invadió al punto de ayudarla a calmarse.

Se maldijo por eso.

— Sácame de aquí, bastardo — le susurro casi sobre el rostro.

— Claro que sí, preciosa.

El auto de Sebastián, no tardó mucho más en llegar frente al tumulto de personas, abrirse paso y con ayuda de varios hombres despejar el camino para que Lucía y él subieran al lujoso vehículo.

— ¡¿Qué hiciste cabrón?! — Lucía le dio golpes por todo el cuerpo a Sebastián y este solo podía reír suavemente.

— Cuando te calmes…

— ¿Cuándo me calme?  Eres el colmo del descaro Sebastián, no te soporto, te deje libre hace un año, no tome un solo centavo de tu fortuna, ni las casas en las que vivimos, ni la ropa que me diste, ni las joyas, nada, porque yo no quería volver a saber nada de ti, quería hacer de cuenta que eras solo una amarga y fea pesadilla, una que duró cuatro años, pero que ya había pasado y ahora tú… — Lucía tuvo que tomar un respiro porque entre las lágrimas y sus palabras apresuradas, se estaba ahogando.

Y eso realmente impactó a Sebastián.

— ¿Tanto me despreciabas, Lucía? — La pregunta la tomó por sorpresa y no supo qué decir. 

— Yo… Sebastián, nuestro matrimonio fue solo un…

— Un contrato, lo sé, pero nunca creí que me despreciaras tanto — Sebastián parecía realmente contrariado.

— Nunca fuimos un matrimonio real.

El auto se detuvo de repente, Lucía miró por la ventana y vio el restaurante, el nombre del lugar la hizo buscar los ojos de Sebastián.  

— ¿Qué hacemos aquí? — la pregunta pareció sacarlo de sus tribulaciones.

— Una cena —suspiro —, eso fue lo que te pedí, una cena.

Lucía trago el grueso nudo de su garganta y volvió a mirar al restaurante, era un lugar especial, no se lo había mencionado a nadie, salvo a Sebastián y no creyó que él lo recordara. 

— Aquí vinimos para nuestro primer aniversario — dijo Sebastián con aspereza.

— Sí, lo recuerdo.

— Entonces creí que te sentirías cómoda si teníamos la conversación en un lugar familiar para ti.

— ¿Se supone que debo darte las gracias? 

El teléfono de Lucía no paraba de sonar y entonces ella miró la pantalla, habían 10 llamadas solo de su padre.

— ¿Qué se supone que debo decirle? 

— La verdad.

— ¿Cuál es la verdad, Sebastián? — Lucía escudriño en esos ojos fríos y duros, pero como siempre, no hubo respuesta.

— Entremos.

Sebastián se bajó del auto y le tendió la mano a Lucia, ella prefirió no tomarla, porque estaba demasiado molesta y dolida, se había sentido completamente burlada. 

— Supongo que debo darte las gracias — dijo cuando Sebastián le ofreció asiento.

— No soy tan despreciable como quieres hacerme ver.

— Lo eres y estoy segura de que eres aún peor de lo que me estoy imaginando.

— Lucía…

— Lo que hiciste fue retorcido, ¿lo sabes, verdad? — Ella tomó un sorbo de agua y pidió un platillo de la carta sin mirar al mesero, no quitaba sus ojos de los de Sebastián.

— ¿Qué hice?

— Estaba perfectamente con Dan.

— Él no puede tomar mi lugar.

— ¿Qué lugar? ¿De qué carajos hablas? 

— Soy el padre, él no puede tomar mi lugar — dijo firme mientras bebía vino.

— Y simplemente llegaste con tu parafernalia y tus fotógrafos, con tus hombres y tu seguridad y me expusiste frente a miles de personas que no tienen que saber nada de mi vida privada.

— Fue el show perfecto, ¿no lo crees? — sonrío y suspiro.

— Cabrón — Lucía parecía no poder soportarlo.

— ¿Cómo están tratandote las náuseas matutinas? 

— No muy bien, algunos días…

Lucía se detuvo rápidamente, cuando se dio cuenta de la soltura con la que estaba por comenzar a hablar con Sebastián. Eso no era lo normal, eso no estaba bien, no tenía porqué saber nada sobre ella.

— ¿Qué te detuvo?

— No es tu problema — dijo con desgano, mientras bebía la crema de tomate que tenía al frente.

— Lo es.

— Sebastián deja de decir que…

— Y deja de mentirte, me conoces y sabes que ese hijo es mío.

Lucía resignada lanzó el plato de sopa lejos y haciéndolo estallar en el suelo.

— ¡Te odio! — dijo mirando al suelo y con una mano hecha un puño duro y en la otra empuñando con fuerza la servilleta de tela —. Te odio tanto que no alcanzas a imaginar, te desprecio y detesto todo lo que tiene que ver contigo, no se que te hice para que quieras arruinar mi vida de esta manera, pero ni en mil vida estaré dispuesta a admitir que mi bebé es tuyo, prefiero morir, antes de que…

— Ya entendí — la silla de Sebastián rodó hacia atrás, ella sin tener que mirarlo se dio cuenta que estaba de pie porque era un hombre imponente —. Tal vez no sea hoy, pero algún día querrás saber la verdad — Sebastián se inclinó cerca del rostro de Lucía y susurró enviando una corriente poderosa que la descolocó —, no tengas duda de que estaré complacido de recibirte.

— Yo no…

— Se que ahora estás encaprichada — se ajustó los botones de su saco a medida y dejó sobre la mesa una caja de terciopelo —. Y que Dan es todo perfección, pero me vas a necesitar Lucía, porque el show debe continuar, nuestro show.  

Sebastián le dio la espalda a Lucía y ella se quedó observando mientras se marchaba, tomó la caja entre sus manos y la guardó en su bolso.

Al regresar a su casa se derrumbó en el sofá, se abrazó y se puso a llorar, presa de la confusión y de las ganas de saber que era todo lo que estaba pasando con su vida y con Sebastián.

— Tal vez la única manera de averiguarlo es con la verdad — dijo su madre que salía de la cocina con una taza de té.

— ¡Mamá! — Lucía se emocionó y se limpió las lágrimas rápidamente.

— Tu padre está demasiado molesto, dice que le has mentido y que si regresaste con Sebastián debiste anunciarlo.

— Pero yo no…

— Yo lo sé y lo tengo claro, hable con Dan y me lo contó todo. Pero tu padre adora a Sebastián, así que…

— Prefiere creer lo que vio en las noticias.

— Prefiere creer — suspiro la madre de Lucía que dejó ver que en su taza de té, no había precisamente té. 

— ¿De qué me sirve la verdad?

— Te puede dar una perspectiva diferente de las cosas.

— ¿Las cosas? Estoy embarazada mamá y ni siquiera se como paso.

— En este momento, tenemos dos opciones, o tuviste sex0 con un hombre o te inseminaron contra tu voluntad. Pero la verdad no la tengo yo.

— La tiene Sebastián y no tuve sex0 con él. 

— Entonces ya sabes que debes hacer.

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