Lucía estaba petrificada, asustada, nerviosa, intentó sonreír, pero las nauseas y un mareo producto de un golpe de calor la tomó por sorpresa, dejándola con la guardia baja, sintió como Sebastián se aferraba a su cintura para no dejarla caer y el olor de la loción del hombre la invadió al punto de ayudarla a calmarse.
Se maldijo por eso.
— Sácame de aquí, bastardo — le susurro casi sobre el rostro.
— Claro que sí, preciosa.
El auto de Sebastián, no tardó mucho más en llegar frente al tumulto de personas, abrirse paso y con ayuda de varios hombres despejar el camino para que Lucía y él subieran al lujoso vehículo.
— ¡¿Qué hiciste cabrón?! — Lucía le dio golpes por todo el cuerpo a Sebastián y este solo podía reír suavemente.
— Cuando te calmes…
— ¿Cuándo me calme? Eres el colmo del descaro Sebastián, no te soporto, te deje libre hace un año, no tome un solo centavo de tu fortuna, ni las casas en las que vivimos, ni la ropa que me diste, ni las joyas, nada, porque yo no quería volver a saber nada de ti, quería hacer de cuenta que eras solo una amarga y fea pesadilla, una que duró cuatro años, pero que ya había pasado y ahora tú… — Lucía tuvo que tomar un respiro porque entre las lágrimas y sus palabras apresuradas, se estaba ahogando.
Y eso realmente impactó a Sebastián.
— ¿Tanto me despreciabas, Lucía? — La pregunta la tomó por sorpresa y no supo qué decir.
— Yo… Sebastián, nuestro matrimonio fue solo un…
— Un contrato, lo sé, pero nunca creí que me despreciaras tanto — Sebastián parecía realmente contrariado.
— Nunca fuimos un matrimonio real.
El auto se detuvo de repente, Lucía miró por la ventana y vio el restaurante, el nombre del lugar la hizo buscar los ojos de Sebastián.
— ¿Qué hacemos aquí? — la pregunta pareció sacarlo de sus tribulaciones.
— Una cena —suspiro —, eso fue lo que te pedí, una cena.
Lucía trago el grueso nudo de su garganta y volvió a mirar al restaurante, era un lugar especial, no se lo había mencionado a nadie, salvo a Sebastián y no creyó que él lo recordara.
— Aquí vinimos para nuestro primer aniversario — dijo Sebastián con aspereza.
— Sí, lo recuerdo.
— Entonces creí que te sentirías cómoda si teníamos la conversación en un lugar familiar para ti.
— ¿Se supone que debo darte las gracias?
El teléfono de Lucía no paraba de sonar y entonces ella miró la pantalla, habían 10 llamadas solo de su padre.
— ¿Qué se supone que debo decirle?
— La verdad.
— ¿Cuál es la verdad, Sebastián? — Lucía escudriño en esos ojos fríos y duros, pero como siempre, no hubo respuesta.
— Entremos.
Sebastián se bajó del auto y le tendió la mano a Lucia, ella prefirió no tomarla, porque estaba demasiado molesta y dolida, se había sentido completamente burlada.
— Supongo que debo darte las gracias — dijo cuando Sebastián le ofreció asiento.
— No soy tan despreciable como quieres hacerme ver.
— Lo eres y estoy segura de que eres aún peor de lo que me estoy imaginando.
— Lucía…
— Lo que hiciste fue retorcido, ¿lo sabes, verdad? — Ella tomó un sorbo de agua y pidió un platillo de la carta sin mirar al mesero, no quitaba sus ojos de los de Sebastián.
— ¿Qué hice?
— Estaba perfectamente con Dan.
— Él no puede tomar mi lugar.
— ¿Qué lugar? ¿De qué carajos hablas?
— Soy el padre, él no puede tomar mi lugar — dijo firme mientras bebía vino.
— Y simplemente llegaste con tu parafernalia y tus fotógrafos, con tus hombres y tu seguridad y me expusiste frente a miles de personas que no tienen que saber nada de mi vida privada.
— Fue el show perfecto, ¿no lo crees? — sonrío y suspiro.
— Cabrón — Lucía parecía no poder soportarlo.
— ¿Cómo están tratandote las náuseas matutinas?
— No muy bien, algunos días…
Lucía se detuvo rápidamente, cuando se dio cuenta de la soltura con la que estaba por comenzar a hablar con Sebastián. Eso no era lo normal, eso no estaba bien, no tenía porqué saber nada sobre ella.
— ¿Qué te detuvo?
— No es tu problema — dijo con desgano, mientras bebía la crema de tomate que tenía al frente.
— Lo es.
— Sebastián deja de decir que…
— Y deja de mentirte, me conoces y sabes que ese hijo es mío.
Lucía resignada lanzó el plato de sopa lejos y haciéndolo estallar en el suelo.
— ¡Te odio! — dijo mirando al suelo y con una mano hecha un puño duro y en la otra empuñando con fuerza la servilleta de tela —. Te odio tanto que no alcanzas a imaginar, te desprecio y detesto todo lo que tiene que ver contigo, no se que te hice para que quieras arruinar mi vida de esta manera, pero ni en mil vida estaré dispuesta a admitir que mi bebé es tuyo, prefiero morir, antes de que…
— Ya entendí — la silla de Sebastián rodó hacia atrás, ella sin tener que mirarlo se dio cuenta que estaba de pie porque era un hombre imponente —. Tal vez no sea hoy, pero algún día querrás saber la verdad — Sebastián se inclinó cerca del rostro de Lucía y susurró enviando una corriente poderosa que la descolocó —, no tengas duda de que estaré complacido de recibirte.
— Yo no…
— Se que ahora estás encaprichada — se ajustó los botones de su saco a medida y dejó sobre la mesa una caja de terciopelo —. Y que Dan es todo perfección, pero me vas a necesitar Lucía, porque el show debe continuar, nuestro show.
Sebastián le dio la espalda a Lucía y ella se quedó observando mientras se marchaba, tomó la caja entre sus manos y la guardó en su bolso.
Al regresar a su casa se derrumbó en el sofá, se abrazó y se puso a llorar, presa de la confusión y de las ganas de saber que era todo lo que estaba pasando con su vida y con Sebastián.
— Tal vez la única manera de averiguarlo es con la verdad — dijo su madre que salía de la cocina con una taza de té.
— ¡Mamá! — Lucía se emocionó y se limpió las lágrimas rápidamente.
— Tu padre está demasiado molesto, dice que le has mentido y que si regresaste con Sebastián debiste anunciarlo.
— Pero yo no…
— Yo lo sé y lo tengo claro, hable con Dan y me lo contó todo. Pero tu padre adora a Sebastián, así que…
— Prefiere creer lo que vio en las noticias.
— Prefiere creer — suspiro la madre de Lucía que dejó ver que en su taza de té, no había precisamente té.
— ¿De qué me sirve la verdad?
— Te puede dar una perspectiva diferente de las cosas.
— ¿Las cosas? Estoy embarazada mamá y ni siquiera se como paso.
— En este momento, tenemos dos opciones, o tuviste sex0 con un hombre o te inseminaron contra tu voluntad. Pero la verdad no la tengo yo.
— La tiene Sebastián y no tuve sex0 con él.
— Entonces ya sabes que debes hacer.
—Lucía —Dan estaba del otro lado de la puerta, mientras ella vaciaba su estómago por tercera vez en esa mañana—. Dejame entrar, puedo ayudarte.Pero Lucía estaba tan cansada de sentirse así de enferma que no pudo siquiera responderle, dejó resbalar una pequeña lagrima y se maldijo infinitamente. Sí, se maldijo porque se dio cuenta que su nariz extrañaba el olor masculino de Sebastián, tan pronto como estuvo cerca de él su cuerpo se sintió más relajado, más cómodo, las náuseas constantes desaparecieron y entonces se dio cuenta de que él tenía razón. —Salgo enseguida Dan, no es para tanto.—Lucía, déjame entrar —la frase podría parecer por el momento, pero tenía un peso más grande.En realidad Dan no le estaba pidiendo que lo dejará entrar solo al baño para ayudarle, él le estaba pidiendo que lo dejará entrar en su vida, que lo dejará hacer parte de su día a día, que lo dejará ser su compañero. Y no era la primera vez que lo pedía.—Salgo enseguida —repitió suavemente.Lucía se pu
— ¿Lo dices en serio? — Carmen, la mejor amiga de Lucia estaba bebiendo una copa de champaña mientras acababa de escuchar la historia completa.— Carmen, no sé qué busca de mí, pero yo…— Te quiere manipular.— ¿Por qué? Es Sebastián Carter, puede tener a la mujer que quiera, no me necesita.— No eres cualquier mujer — dijo riendo.— Solo fuí una transacción que duró 4 años y ahora solamente soy una transacción que lleva su hijo en el vientre.— ¿Nunca lo contemplaste? — Carmen pocas veces se ponía sería y mucho menos cuando sus mejillas estaban sonrojadas por el licor.— ¿Qué cosa?— No tener el bebé, Lucía. Sabes perfectamente que pudiste simplemente no tenerlo.— Carmen, yo…— Sé que tu sueño siempre fue tener una familia y muchos hijos, un jardín enorme y todo, pero…— No, nunca lo contemple, cuando el doctor lo dijo, cuando dijo que yo estaba embarazada, simplemente mi mente se quedó en blanco y yo… Me emocione y de algún enfermizo y loco modo me puse tan feliz y estoy feliz por
POV. SEBASTIÁN.Apreté el vaso de Whiskey que estaba en mis manos, solté el aire con suavidad y luego levanté los ojos para volver a mirar esas fotografías. Estaba lleno de ira y frustración. Lucía me estaba tomando por tonto y quería jugar un juego que yo no estaba dispuesto a perder.— Señor, el padre de la señorita Lucía lo busca.— Señora — dije con tanta furia que mi asistente palideció, porque además ni siquiera lo estaba mirando.— La señora Lucía.— Llevalo a la sala de juntas y en un minuto estaré allí.— Sí señor.Estaba demasiado molesto, tenía las fotos y el reportaje de esa tonta revista rosa sobre el escritorio, fue lo primero que me entregaron los hombres a los que les pagaba para que se encargaran de respirarle en la nuca a Lucía sin que ella lo sospechará, cada foto era aún más sugerente que la anterior.Pero que ella estuviese besando al estúpido de Dan me hizo estallar de rabia.Salían del hospital y Dan estaba en una silla de ruedas mientras esperaban por el auto,
POV. SAMUEL.Tome el rumbo a casa con la clara y vívida imagen de un Sebastián destruido y devastado por lo que mi insensata hija estaba haciendo, verlo con la cabeza entre las piernas, tan amilanado y tan desolado que yo seguía sin poder entender a Lucía.Al llegar a casa, mi amada esposa fue la primera en recibirme, como lo hacía desde el día en que nuestro matrimonio comenzó a funcionar. Desde entonces nunca me cansé de que ella fuese lo primero que veía al regresar a casa pues era la persona más buena y leal que había conocido y tenía la fortuna de que fuera mi esposa. Eleonora siempre tenía una sonrisa para mí y un abrazo para hacer que mis días largos fueran más llevaderos y Eleonora lo hace aunque sus días no siempre fueran felices. Supongo que de alguna manera yo también he sido su consuelo.— Querida.— Samuel — Yo sabía que un saludo de esa índole no tenía nada bueno, probablemente estaba molesta por algo en la decoración. — ¿Qué hice para que mi esposa me saludara de esa
POV. LUCÍA.— ¿Dónde estás? — Voy a casa — no podía hablar muy bien.— Prepararon unos deliciosos camarones y se que… — Dan, voy a mi casa — le dije simple y sin muchas arandelas, yo siempre preferí ser directa y no prudente.—¿Sucedió algo con tus padres?¿Cómo decirle que había sucedido algo no solo con mis padres, si no también con Sebastián? — No, nada especial, pero quiero pasar la noche en mi casa.— De acuerdo, ¿nos veremos mañana? — Sí, por supuesto, yo iré mañana a tu casa de nuevo y…— Lucía, no importa que sucedió, puedes contarme y lo sabes.— Sí, pero esta noche no. Cada palabra que mi padre dijo, estaba tallada en mi alma, el dolor y la decepción que sentí cuando me contó que su matrimonio había sido algo muy parecido al mío, con la gran diferencia de que lo de ellos había terminado bien, fue por decir lo menos, decepcionante.Ni mi padre, ni mi madre se amaron y al contrario, terminé enterándome de que mi madre amaba a otro hombre y mi padre la humilló enfrente mio.
POV. LUCÍA. Ver el video me dejó algo descolocada, no tenía recuerdos muy vividos de esa noche y saber que me comporte de esa manera, solamente me llevó a un pasado que no había olvidado para nada, una noche que estaba tallada con fuego en mi piel y en mi interior. Cerré mis ojos y me dejé caer sobre la cama, sonreí un poco porque no podía negar que fue divertido verme ebria y actuando tan descuidadamente, más considerando que yo siempre fui una mujer muy puesta en mi lugar y pocas veces me pasaba las normas, pero supongo que hacerlo una vez no hizo daño.Mi cuerpo se estremeció con la imagen de Sebastián sobre mi, es un hombre realmente atractivo, no demasiado musculoso, más bien está muy elegantemente formado y yo no puedo evitar mirarlo como una mujer mira a un hombre que le gusta, en definitiva Sebastián es ese tipo de hombre que toda mujer voltea a mirar en la calle. Y entonces la noche, nuestra primera noche llegó a mi cabeza.* * * FLASHBACK * * * — ¡LUCÍA! — Escuché como e
POV. LUCÍA.Mis labios estaban palpitando, mi cuerpo estaba ardiendo y mis ojos estaban fijos en los de Sebastián.El camino a casa había sido bastante corto, o al menos a mi me lo pareció porque no pude despegarme de sus labios y podía sentir como sus manos se aferraban a mis caderas y mi trasero, sentir la delicadeza con la que sus manos rodaron por entre mi falda y tiraron de la pequeña tanga que cubría mi intimidad hasta que la rompió.— Lucía, ¿estás segura? — la pregunta la hizo mientras sus dedos jugaban con mi humedad y me besaba intensamente.— Sí —no había palabras para mi en ese momento. Sebastián volvió a colocar el saco de su traje sobre mis hombros y sin soltarme se bajó del auto conmigo enredada en su cuerpo. Sus besos no pararon nunca, sus pasos tampoco, creí que se detendría en la sala o la cocina tal vez, pero contrario a eso caminamos directo a su habitación.Sentí una pequeña espina atravesando mi orgullo, la noche anterior había metido una mujer a su cama y ahora
POV. LUCÍA.Abrí mis ojos abruptamente cuando me di cuenta que mis manos habían tomado vida propia, sí, me estaba acariciando mientras el recuerdo de esa noche se apoderaba de mi mente.La blusa blanca estaba abierta y mis pechos por fuera de mi sostén, acariciaba mis pez0nes y un dedo masajeaba casi detenidamente mi clítoris, estaba empapada y mi mente metida de lleno en los recuerdos. Me llene de caricias y placer hasta que mis piernas sintieron esa electricidad propia de un orgasm0. — ¡Carajo! — gemí, cerré mis ojos con fuerza y lo primero que vino a mi mente fue el torso desnudo de Sebastián sobre mí.Y para mi mala suerte eso fue todo lo que necesite para correrme de inmediato en la soledad de mi cama. — ¡Tonta, Lucía!Me quedé mirando al techo y a la nada al mismo tiempo, se supone que al hacer algo así debería tener metido a Dan en mis pensamientos, pero tampoco me quería dar latigazos en la espalda pues Sebastián israel único hombre del que tenía referencia.Poco a poco mi c