—Encontré a mi mate —expuso Dannon con el semblante impasible. No había manera de saber si estaba feliz por haber hallado a su alma gemela, pues su rostro no demostraba emoción alguna.

Kallen, quien lo escuchaba atentamente mientras se sentaba en el borde de la cama, no pudo hacer nada más que mirarlo. Luego, bajó la vista y se tornó pensativa.

—¿Qué… sucederá ahora? —preguntó ella, procurando que el nudo en su garganta y la incertidumbre que había aflorado en su interior no le cortara la voz.

—Tú sabes cómo es esto. No podemos continuar, debo estar con mi Luna —agregó Dannon—. De todos modos, entre tú y yo nunca hubo ningún sentimiento romántico. Tú nunca me amaste.

Kallen guardó un silencio sepulcral, para después cerrar los ojos y respirar hondo, aceptando su destino.

—Tiene razón —suspiró. Asumió que aquella era la respuesta que Dannon esperaba, y eso fue lo que le otorgó.

—Es todo. Ya puedes irte —impuso.

—Está bien —dijo en un murmuro y se puso de pie, saliendo de la habitación.

Caminó dando pasos lentos a lo largo del pasillo hasta llegar a un cuarto vacío, en donde ingresó y cerró la puerta con seguro. Apenas lo hizo, sus piernas perdieron fuerza y se derrumbó en el suelo. Finalmente, en la soledad de aquella recámara, pudo manifestar toda su frustración.

¿Qué haría ahora? Kallen era una híbrida que debía cumplir con solo un papel: Ser la sustituta de la mate del Alfa Dannon.

Su madre, una loba, casi fue expulsada del Clan Mordou debido a que, no solo había cruzado al mundo humano, sino que se dejó preñar por uno. Pero, lo reconsideraron con una condición: Si resultaba ser un macho, debía convertirse en el fiel guerrero del futuro Alfa de por vida; y, si resultaba ser una hembra, debía ser preparada para ser la sustituta de la mate del futuro Alfa, en caso de que éste no encontrara a su otra mitad.

Era la única forma de que su madre no quedara desamparada, ya que el humano que le había prometido el cielo y las estrellas terminó siendo un patán que la abandonó en cuanto supo de su estado. Por esa razón, accedió a la condición.

Entonces, nació Kallen, una híbrida y la única en el Clan. Criada para ser la sustituta, debió conocer todos los gustos de Dannon, aprenderse las etiquetas de ser la esposa de un Alfa, estudiar acerca de la historia de los antepasados y comprender sus responsabilidades y deberes para con la manada. Debió alcanzar la perfección para opacar el hecho de ser una híbrida.

Su lugar como la esposa del Alfa no era seguro, pues era simplemente una sustituta. Solo se convertiría en una Luna en el caso de que Dannon se hiciera cada vez más maduro y no encontrara a su alma gemela. Sin embargo, si la hallase, Kallen podía seguir viviendo dentro del Clan, pero sin la posibilidad de tener otra pareja, ya que nadie se atrevería a poner los ojos en alguien que, además de ser una híbrida, alguna vez fue la prometida del Alfa.

Kallen dedicó su vida entera a Dannon, solo había vivido por él y para él. Pero ahora que ya no podía cumplir con el objetivo que le habían impuesto, ¿qué sería de ella? ¿Qué le deparaba el destino? ¿Estaba condenada a vivir en soledad, sumiéndose por siempre en la amargura?

"Tú nunca me amaste", aquellas palabras que fueron dichas por Dannon, actual Alfa de los Mordou, resonaron en su cabeza como un eco. ¿Que nunca lo amó? ¿Cómo pudo pensar tal cosa?

Kallen lo sabía todo acerca de Dannon, lo conocía desde que tenía memoria, se concentró y se reservó exclusivamente para él, y algo que empezó como una obligación, acabó siendo un acto placentero. Kallen se había enamorado perdidamente de Dannon y nada de lo que hizo fue un sacrificio, pues todo lo había hecho por amor.

Empero, ahora que el Alfa había encontrado a su mate, ¿qué debía hacer? Su vida perdió todo sentido, todo valor, pues ya ni siquiera era la sustituta. Era una pobre híbrida que jamás tendría la oportunidad de formar una familia.

¿Quizás llegó el momento de partir? ¿Debía buscar otro camino?