Era de mañana cuando, en la mansión ubicada en Áurea, Débora dio unos golpes a la puerta del estudio de Dannon.
—Alfa, ¿puedo pasar?
—Adelante —articuló Dannon, hallándose sentado en su asiento y mirando hacia su ventana. Luego, giró en dirección a su escritorio para recibir a Débora—. ¿Necesitas algo?
—No… —se colocó frente a él—. Bueno, en realidad sí. Necesito a mi mate a mi lado.
—Estamos viviendo en la misma casa —dijo, indiferente.
—Pero nos parecemos a un completo par de extraños.
—No, no nos parecemos. Somos un completo par de extraños —afirmó—. Eres mi mate, pero jamás te había visto antes. No puedo sentirme cercano a ti de un momento a otro.
—Tiene razón, pero ni siquiera lo está intentando. No compartimos el lecho, apenas me habla y se la pasa encerrado aquí la mayor parte del tiempo. ¿Cree que el amor se dará por arte de magia? —reprochó—. Además, he oído de la servidumbre que la sustituta se fue, y que usted está desesperado por encontrarla. ¿Qué explicación tiene para eso? ¿Porqué le importa tanto que la híbrida se haya marchado? Ya no tiene nada que hacer en Áurea.
Dannon se mantuvo callado por un rato, procurando contener toda su rabia dentro de sí. La desaparición de Kallen tenía sus nervios caminando sobre cuerda floja y no quería llegar al extremo de levantarse de su asiento para gritarle a su mate como si fuera uno de sus sirvientes. La llevó a vivir con él y, aunque no la amaba, era consciente de que merecía respeto.
—Escucha, Débora —pronunció calmado, pero con firmeza—. No quiero que vuelvas a usar la palabra "sustituta" para referirte a ella. Su nombre es Kallen, y espero que no lo olvides. Por otro lado, aunque seas mi mate, no estás en posición de hacer reclamos. No eres mi esposa y aún no te he marcado, así que date cuenta de cuál es tu lugar. No quiero que cuestiones ninguna decisión mía, ni que hagas ninguna clase de berrinche. ¿Fui lo bastante claro?
—Usted es tan frívolo —inquirió—. En vez de sangre, corren cubos de hielo por sus venas. ¿Cómo puede tratar a su mate de esta forma y poner a una híbrida insignificante por encima de mí?
—No te permito que la degrades en mi presencia, Débora —se puso de pie—. Mantengo la serenidad precisamente porque se trata de ti, pero si buscas una confrontación conmigo, la tendrás y te aseguro que no será agradable.
Débora se encogió ante la intimidante expresión del Alfa. Sabía que saldría perdiendo, así que prefirió no dar pie a una discusión. Cuanto más se opusiera a él, más lo alejaría y eso no era lo que deseaba.
—Lo siento —manifestó—. No quiero pelear con usted, pero, por favor, entiéndame. Quiero estar cerca de mi mate.
—No puedo tenerte pegada a mí durante todo el día, tengo trabajo que hacer.
—No le pido mucho, Alfa. Solo que me brinde un poco de su atención —rodeó el escritorio y acortó toda distancia entre ellos—. ¿O es que a usted le molesta mi cercanía? ¿No… le atrae mi aroma? —añadió, levantando la mano para acariciar la mejilla del Alfa.
Dannon no permitía que los demás le pusieran una mano encima, así que estaba por apartarse cuando Débora empezó a tocarlo; sin embargo, definitivamente, el olor dulce que la rodeaba, el aroma a canela, era tan hechizante que perdía toda facultad de resistirse a ella.
En cuanto percibió el tacto de la joven, cerró los párpados y dejó que su fragancia inundara todo su sistema, acelerando su ritmo cardiaco y volviendo loco a su lobo interno.
—¡Hazla tuya, Dannon! ¡Proclámate su dueño, márcala! —insistió.
Siguiendo sus impulsos, el Alfa la tomó del rostro y la besó con frenesí. Pero, a los pocos segundos, una sensación incómoda recorrió por su cuerpo y los latidos de su corazón disminuyeron abruptamente. En ese momento, detuvo el beso y se alejó para observar su tez.
De pronto, hizo memoria de la tarde en que la vio por primera vez. La loba estaba tratando de pasar al territorio de Áurea, pero los lobos centinelas la detuvieron y se lo comunicaron inmediatamente a Dannon, quien se dirigió para allá con el fin de resolver el dilema.
Ni siquiera se había acercado por completo cuando su olfato captó el aroma de Débora.
"¡Mate!" exclamó su lobo y el Alfa, en ese instante, ni siquiera lo dudó.
—Me he marchado de mi manada para buscar a mi mate, vengo de un bosque lejano y sin intención de armar una revuelta —explicó Débora, siendo rodeada por los centinelas—. Solo quiero saber si mi pareja destinada se encuentra en este territorio. Si no está aquí, me marcharé de nuevo.
Dannon se aproximó a la hembra, incrustando sus intimidantes ojos en ella.
—Lo has encontrado —expuso—. Eres mi mate, la compañera que la Diosa Luna eligió para mí.
Después de aquel flashback, Dannon volvió a colocar los pies sobre la tierra. No cabía duda de que su olor despertaba sus ansias de poseerla, pero no lograba estar tranquilo a pesar de tener a su mate tan cerca y aquellos sentimientos tan contradictorios hacían que se le enredara la cabeza.
Débora llevó los dedos a sus labios y los rozó con suavidad.
—Ahora entiendo el poderoso efecto que tiene mi aroma en usted —sonrió victoriosa.
Dannon la miró confundido, pero decidió restarle relevancia a lo que acababa de decir.
—Tu presencia no me molesta —comentó—. Simplemente estoy muy ocupado.
—Entonces, hagamos un trato —indicó—. No volveré a cuestionar ninguna acción ni decisión suya, a cambio de que duerma a mi lado a partir de hoy.
El Alfa no encontró nada extraño en su condición, pues era muy comprensible que la mujer quisiera compartir tiempo con él. Por esa razón, accedió.
—De acuerdo —dijo con sequedad.
—Perfecto —se puso de puntillas para depositar un casto beso en la boca de Dannon—. Nos vemos esta noche.
Mientras tanto, en el mundo humano, Kallen se acercaba a cada negocio de comidas o a algún puesto de frutas para pedir alimento.
—Por favor, se lo ruego —suplicó—. No es necesario que me dé demasiado, solo le pido un poco de comida para poder mantenerme de pie. Si le sobra algo del día anterior que ya no usará…
—¡Fuera, pordiosera! ¡No tengo nada para ti! —respondió la señora del quinto puesto de comidas al que se aproximó. El hambre empezaba a quemar sus entrañas y aquello la preocupó, pues debía alimentarse para que su bebé creciera fuerte y sano. Si no lo conseguía, podría perderlo.
De esa forma, transcurrió una semana entera en la que se esforzó por sobrevivir en la calle, alimentándose de las sobras que los negocios desechaban o de la caridad de algunos hogares.
No quería tener que llegar al extremo de robar, pero si la situación la obligaba, lo haría por su hijo.
Los rastreadores de Áurea seguían buscando a Kallen en el mundo humano, pero les era imposible captar su aroma debido a la mezcla que ella había utilizado y el cual poseía un efecto bastante duradero dependiendo de la cantidad de su uso. La híbrida se había rociado por completo con la mezcla y por esa razón permanecía camuflada.
Kallen se hallaba caminando por la acera con un pequeño cesto de frutas que le había dado una mujer que se apiadó de ella. De pronto, se quedó mirando fijamente a una dama que tenía puesta una camisa azul con dibujos de caballos en toda la prenda. Aquello llamó su atención y no pudo evitar recordar a Tsar.
Dijeron que la policía se lo llevó, pero ¿a dónde? ¿Había manera de recuperarlo? Aunque, de todos modos, no serviría de nada ya que no tendría siquiera para darle de comer.
Kallen siguió a la joven con la mirada y la vio cruzar la avenida mientras atendía una llamada. No se fijó a los lados antes de atravesar la calle, así que no notó que un vehículo venía a toda prisa hacia su dirección.
Por una cuestión de impulso, Kallen soltó su cesto de frutas, corrió hacia ella y la empujó hacia la otra acera para impedir que el coche la atropellara, pero como no le dio tiempo de esquivarlo, el auto la derribó.
—¡Dios mío! —la joven de la camisa azul se aproximó a Kallen, quien estaba tendida en el piso y había perdido la consciencia—. ¡Oye, oye! ¡Despierta!