Capítulo 11. El gran cedro.

El sujeto que hablaba con los turistas pronto reparó en ellos.

—Pero, ¡mira qué sorpresa! —exclamó el hombre trigueño al notar la presencia de David. Enseguida se acercó—. ¡Sabías que vendrías a verme! —le dijo y lo recibió con un abrazo— ¡Deborah! —gritó con energía, haciendo sobresaltar a Jimena.

Una mujer de piel negra y con el cabello poblado de delgadas trenzas atadas en las puntas con elásticos de colores, salió del interior del local mientras tomaba el contenido de una taza humeante que tenía entre las manos.

La dama sonrió complacida al ver a David y le lanzó un beso desde la distancia.

—Bienvenido a Venezuela —lo saludó. Él le agradeció el gesto lanzándole otro beso.

—Por favor, explícale a los turistas en inglés el tour hacia Puerto Maya —pidió el sujeto trigueño a la mujer—, creo que no comprenden mi español.

Deborah, con simpatía, comenzó a conversar con los británicos. Pronunciaba cada palabra como si fuera una azafata que daba instrucciones dentro de un avión comercial.
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