Capítulo 16. Fanática de las rosas.

Una hora después, Jimena entraba en su habitación con los hombros caídos. Le dolían los huesos, tenía frío, cansancio y miedo.

Sin embargo, nada de eso resultaba suficiente para que decidiera lanzarse sobre el colchón a desahogar las penas con el llanto.

Estaba tan agotada que no tenía ánimos ni para llorar.

—Mamá, ¿qué abrías hecho tú en mi lugar? —preguntó al aire.

Se sentó en el borde de la cama y miró los alrededores como si en ellos escondieran las respuestas. De esa forma detalló los adornos ubicados sobre las repisas, las fotografías (casi todas de ella) y las tablitas con imágenes de santos acompañadas de mensajes fortificantes colgadas de las paredes.

Su inspección se detuvo en un gran rosario de madera atornillado a la pared, encima del cabecero de la cama. Era lo primero que se divisaba al abrir la puerta. Su madre en vida había sido una gran devota, rezaba a diario a la Virgen del Carmen, quien decían que amparaba las causas difíciles.

El objeto estaba conformado por cuent
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