Capítulo 18. Una repentina propuesta.

Jimena entró en la cocina con intención de pasar un rato con Malena y sacarle algo de información, pero se cohibió al encontrar a un hombre robusto, de mediana edad y piel trigueña sentado a la mesa, comiendo con gusto de un plato de guiso ubicado frente a él.

Después de saludar se percató que había un segundo hombre en la cocina. Se trataba de un joven de unos dieciocho años, delgado, blanco, de nariz recta y cabellos negros algo encrespados, quien engullía con afán una banana parado a un costado de la encimera cerca de la puerta que daba al patio trasero.

—Caramba, tú debes la señorita Jimena —expresó el sujeto sentado en la mesa. Dejó la comida para levantarse y ofrecerle una mano a la chica. Ella la estrechó como saludo.

—Sí, lo soy.

—Yo soy Guillermo Aurelio Torrecillas —se presentó, al tiempo que sacudía con energía la mano de la joven—, pero puede llamarme Goyo, así me conocen en cada rincón de esta región.

Jimena sonrió. Aquel era el esposo de Malena que aún no había conocido.
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