Cala se sentía prácticamente abandonada.
El abuelo murió. Min se encerró en un silencio hermético y Léndula se pasaba el día tratando de animarla. Kasa y Namid se ocupaban de la caza, para suministrar al clan, y a Cala le daba la sensación de que todo el mundo tenía un plan en su vida, excepto ella.
Antes de que Yuma se fuera, y a pesar de que su relación ya no era la misma, ella nunca se había parado a pensar en su futuro, ni en su vida, ni en nada que no tuviera que ver con el clan. Pero, ahora, se daba cuenta de que se acercaba a una edad en la que los tupis comenzaban a pensar en tener pareja y a ella se le hacía impensable que ningún chico quisiera estar con ella. Tampoco le parecía que ella pudiera estar con un chico de cualquier otro clan. Sasa se convirtió en su confidente y sobre ella descargaba sus miedos y sus dudas.
—Me quedaré sola &
Yuma regresó con su pareja un día lluvioso, ya entrada la noche, y les sorprendió a todos durmiendo. Era mucho menos peligroso desplazarse en la noche.Cala, aún en duermevela, se olvidó de todas sus diferencias y se lanzó en sus brazos bajo la asombrada mirada de su pareja. Al separarse, Yuma la miró y quedó helado al ver en sus ojos tanta tristeza.Léndula ya los estaba separando y abrazando a su hijo y Min esperaba emocionada su turno mientras los otros hombres contenían su emoción y le daban golpecitos en la espalda.Las mujeres pasaron a centrar su atención en la chica tupi, que ya era mujer de Yuma, y ella agachaba la vista en una actitud tímida.Sin embargo, cuando Yuma acercó a Cala para presentarlas, ésta vio un brillo en sus ojos que la asustó e hizo retroceder.—Venga Cala, Ona viene dispuesta a ser tu amiga, casi tiene t
Yuma comenzó a enseñarle a Ona los alrededores del bosque, los lugares seguros, sitios en los que poder cazar y pescar y también lugares a los que no debía ir, sitios peligrosos y límites establecidos por el clan que no debía traspasar.Al principio, Cala les acompañaba animada por Yuma, pero pronto dejó de hacerlo porque no conseguía sentirse cómoda al lado de Ona.El primer día que Cala decidió quedarse con Léndula, Ona le pidió a Yuma que le enseñara el lugar donde había encontrado a Cala.—No puedo, está fuera de los límites —contestó Yuma. Su mujer sonrió de medio lado.—Venga, Yuma —gimoteó mimosa—, sólo siento curiosidad, no pienso ir nunca más.Yuma pensó en lo que podía hacer. No pensaba llevar a Ona hasta los contenedores, a fin de cuent
Sólo había pasado una semana desde la marcha de Sasa y Cala ya la echaba terriblemente de menos. Los días se volvían largos, la monotonía la consumía, estar en el mismo lugar con Yuma y Ona la hacía sentir incómoda, todo parecía marchar mal.A veces, le parecía que era como una niña castigada, todo el día tras las faldas de Léndula, aburrida y pesada, no dejándola ni respirar.—Al menos haz algo útil, niña —le dijo Léndula un día, harta de su apatía—. Voy a enseñarte a cocinar.Se pusieron manos a la obra y Cala demostró una notable incapacidad para el arte de la cocina que terminó por destrozar los nervios de Léndula.—¡Oh, Cala, así nunca encontrarás pareja! —masculló fuera de sí, y, al instante, se arrepintió de haberlo dich
Cuando Namid y Sasa regresaron, el vientre de ésta parecía a punto de estallar. Cala se pasaba el día acariciándoselo y recuperó la serenidad en parte, pero la tensión que existía entre Yuma y ella crecía cada día más.Cala miraba a su alrededor consciente de que todos, incluso Sasa y Ona, conocían su origen y ella había sido la última en enterarse, la única engañada, y se sentía rabiosa y les odiaba a todos, en especial a Yuma. Luego veía a Léndula trajinando con sus cacharros, totalmente ignorante de que ella conocía aquel secreto, a Kasa que pasaba a su lado y la revolvía el pelo, o pensaba en el abuelo y sus largas charlas y sentía un agradecimiento tan grande por todo lo que habían hecho que tenía que buscar un lugar apartado y allí lloraba entre ahogos.La relación entre ella y Yuma hab&iacu
Si a Ona le hubieran dicho que iba a convivir con una humana se hubiese reído, pero si además le hubieran dicho que iba a sentir celos hacia ella, jamás se lo hubiera creído.Sin embargo, empezó a sospechar que era así cuando le empezó a doler oír el nombre de Cala en los labios de Yuma, incluso antes de haberla conocido en persona. Mientras aún estaba en el clan de su propia familia ya ese nombre le producía un sentimiento confuso y adverso. El brillo en los ojos del muchacho cuando hablaba de ella no era el mismo que el de cuando hablaba de cualquier otro miembro de su clan.Luego, las cosas fueron aún a peor cuando tuvo frente a ella a aquella muchacha menuda, con su cabello castaño, los ojos claros, límpidos, y una boca pequeña pero de labios bonitos. Era hermosa. No era de su especie, pero por más que quisiera engañarse no podía dejar de pensar qu
—¿Por qué yo? —protestó Cala de forma enérgica.Léndula acababa de mandarla a buscar a Ona al arroyo. Hacía demasiado tiempo que la chica se había marchado y Léndula comenzaba a preocuparse.—Porque lo digo yo —contestó Léndula, malhumorada—. Yuma está cazando, si no iría él.Aquello irritó aún más a Cala.—Pues si no sabe volver sola que no vaya —se quejó.La promesa de acercarse a Ona había quedado en el olvido desde que había descubierto su origen. Hacía más de tres horas que la tupi había anunciado que iba al arroyo y aún no había vuelto. Léndula comenzaba a preocuparse y ahora le tocaba a ella ir a buscarla. Estaba harta de aquella situación tan incómoda, y Léndula, ignorante de todo, se lo ponía a&uacu
Al llegar de vuelta a su cabaña, lo primero que hizo Manuel fue sentarse con un lápiz en la mano y un folio en blanco. Su mente recordaba a la perfección cada uno de los rasgos, y, en un momento, tenía un fiel retrato de Ona sobre la mesa. Ese ser maravilloso le había permitido observarle durante unos segundos preciosos.Manuel no podía dejar de dar vueltas en su cabeza, como si de una película se tratara, al momento en el que escuchó el primer golpe contra una de las paredes de la cabaña.En ese momento, no había prestado atención, ocupado en hacer un estofado no fue hasta que sonó el ruido de cristal roto que Manuel dejó la cocina y se acercó a la ventana. Entonces la vio, quieta, a la entrada del bosque. Él también se quedó inmóvil, observándola y temiendo asustarla. Se miraban, cara a cara, y poco a poco Manuel se atrevió a ace
Ona atravesó el bosque a gran velocidad y llegó sofocada al arroyo. Era tarde, sabía que llevaba demasiado tiempo fuera y que estarían preocupándose por dónde estaría, pero tenía que recomponerse antes de volver al clan. Se detuvo junto al arroyo, se agachó y se lavó la cara. Bebió agua y levantó la cabeza asustada cuando oyó la voz de Yuma tras ella.—¡Ona! —gritó él.Llegaba también fatigado, como si hubiese llegado corriendo a gran velocidad. Se acercó a ella y la sujetó por los hombros.—¿Qué te ha pasado? Es muy tarde, ¿por qué no has vuelto al clan?Ona le miraba dubitativa ¿cuánto sabía él? Le pareció obvio que acababa de llegar al arroyo, estaba incluso más fatigado que ella, o, al menos, él no se molestaba en disimularlo. A