La mañana siguiente, Luna se despertó con el incesante sonido de su alarma. Con un suspiro profundo, se incorporó en su cama, sintiendo el peso de la conversación de la noche anterior con Alessandro. Había algo en su forma de mirarla, en el modo en que sus palabras parecían esconder más de lo que revelaban, que seguía rondando en su mente. Sin embargo, no tenía tiempo para divagaciones; un día lleno de trabajo y sorpresas la esperaba.
Al salir de su habitación, la casa ya estaba llena de movimiento. Rosa, su tía, estaba en la cocina, removiendo un café mientras sus primas, Camila y Sofía, cuchicheaban en la mesa del comedor. El murmullo cesó tan pronto como Luna entró.
—Buenos días —saludó Luna con un tono neutro, intentando ignorar las miradas que sus primas le lanzaban.
—Buenos días —respondieron al unísono, demasiado dulces para parecer sinceras.
Camila, con su característico tono condescendiente, rompió el silencio.
—¡Vaya, Luna! Alessandro Moretti te llevó a casa anoche, ¿o me equivoco?
Aqui van de nuevo. Pensó Luna pingresando a la cocina y encontrandose con el desayuno hecho.
—¿Qué sucede aquí?— pregunto confundida
—De ahora en adelante cada quien se hará de comer — Luna se sorprendió por la spalabras de su ti y sus primas se quedaron calladas, lo que la sorprendió más
Sofía se inclinó hacia adelante, su sonrisa cargada de malicia.
—Asi es primita, pero regresando al otro tema... Debe ser lindo que un hombre tan importante te preste atención. Aunque claro, ¿qué podría ver en ti?
Luna sintió cómo sus mejillas se calentaban, pero mantuvo la calma.
—Solo fue un gesto amable. Alessandro es mi jefe, y se preocupa por su equipo.
Rosa soltó una carcajada desde la cocina.
—¿Tu jefe? ¡Por favor, Luna! Ese hombre no hace gestos amables sin motivo. Seguro que quiere algo más.
Luna apretó los labios. Sabía que cualquier intento de defenderse solo alimentaría las habladurías.
—Es mejor que me vaya al trabajo —dijo, tomando su bolso y dirigiéndose hacia la puerta.
Sin embargo, las palabras de Rosa la detuvieron.
—Recuerda que esta es tu casa, Luna. No importa cuánto intentes volar, siempre regresarás aquí, no tienes nada, asi que no puedes huir —
Luna sintió un nudo en el estómago, pero no se volvió. Salía de la casa con la cabeza en alto, aunque por dentro se sentía vulnerable.
El corazón de Luna se aceleró. No era común que Alessandro la involucrara en asuntos tan importantes. Ajustó su blusa, tomó su cuaderno y se dirigió a la sala de juntas.
Cuando entró, Alessandro ya estaba allí, revisando unos documentos. Al verla, levantó la vista y esbozó una ligera sonrisa.
—Puntual, como siempre. Adelante, siéntate.
Luna obedeció, sintiéndose un poco fuera de lugar. Alessandro colocó frente a ella una carpeta con detalles sobre el proyecto que habían discutido.
—Quiero que me acompañes a una reunión con posibles inversionistas. Este es tu proyecto, y creo que deberías estar presente.
Luna se quedó sin palabras por un momento. Era una oportunidad enorme, pero también una gran responsabilidad.
—¿Estás segura de que soy la persona indicada? —preguntó con humildad.
Alessandro la miró directamente a los ojos.
—Nadie conoce este proyecto mejor que tú. Confío en ti, Luna.
La reunión se llevó a cabo en un lujoso restaurante del centro de la ciudad. Alessandro y Luna llegaron juntos, y aunque intentaron mantener una actitud profesional, no pudieron evitar los intercambios de miradas que delataban una conexión más profunda.
Durante la presentación, Luna se mostró segura y articulada. Alessandro observó con orgullo cómo respondía a las preguntas de los inversionistas con firmeza y conocimiento.
Al final de la reunión, uno de los empresarios se acercó a Alessandro.
—Tiene un excelente equipo, Moretti. Su colaboradora es impresionante.
Alessandro miró a Luna, quien estaba al otro lado de la sala, recogiendo sus notas.
—Sí, lo es —dijo, más para sí mismo que para el empresario.
—Hiciste un gran trabajo hoy. Estoy seguro de que este proyecto será un éxito gracias a ti.
Luna sonrió, sintiéndose más cómoda con él.
—Gracias por confiar en mí. Significa mucho.
Hubo un breve silencio entre ellos, cargado de tensión. Alessandro finalmente rompió el momento.
—Por cierto, ¿qué tal si cenamos esta noche? Me gustaría discutir algunos detalles adicionales sobre el proyecto.
Luna lo miró con sorpresa, pero asintió.
—Claro, suena bien.
La verdad es que el proyecto ya habia sido aceptado, pero Alessandro necesitaba verla, había algo en Luna que llamaba su atención, a pesar de ser una mujer hermosa, su mirada cargaba mucha pena y sabía que en casa no la trataban bien, asi que decició mejorar sus dias como pudiera.
Esa noche, Alessandro la llevó a un restaurante íntimo y elegante. La cena comenzó con charlas sobre el trabajo, pero poco a poco la conversación derivó en temas personales.
—Dime, Luna, ¿qué sueños tienes más allá de este proyecto? —preguntó Alessandro, genuinamente interesado.
Luna se detuvo un momento a pensar.
—Sueño con una vida tranquila. Una casa propia, tal vez una familia. Pero sobre todo, quiero sentir que pertenezco a algo, que soy valorada por quien soy.
Alessandro la observó con una expresión que Luna no logró descifrar. Hizo ademán de responder, pero su teléfono sonó, interrumpiendo el momento.
Luna aprovechó para desviar la mirada y ordenar sus pensamientos. Había algo en Alessandro que la desconcertaba, pero también la atraía de una forma que nunca había experimentado.
Cuando Alessandro colgó, volvió a mirarla.
—Disculpa, era algo urgente. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Creo que eres mucho más fuerte de lo que crees, Luna. Y esa fuerza es lo que te hace especial.
Luna sintió cómo su corazón latía con fuerza, ella iba a hablar pero una voz les interrumpió.
— Hola Alessandro — ambos giraron el rostro
Ante ellos estaba una mujer pelirroja, vestida con un vestido carisimo y joyas que valian más que todo lo que Luna habia ganado en su vida, la mujer tenia la vista fija en Alessandro.
—Isabella — dijo Alesandro poniendose de pie — ¿Cómo estas?— se dieron un beso y Luna apartó la mirada — Te presento a Luna, una gran amiga — Luna sonrió ante la pelirroja, pero ella solo la barrio con la mirada y la ignoró
— Estan tan guapo como siempre — acarició el pecho de Alesandro, Luna miró el movimiento — Me debes una cita, ¿Cuándo será?— Alessandro miro de reojo a Luna
—Yo te llamaré— se despidió de Isabella que volvió a ignorar a Luna y se sentó frente a ella — Lo siento, Isabella es una amiga de la infancia — Luna solo asintió
— Que bueno, se ve que son muy unidos — le sonrió — ¿Nos vamos? — preguntó sin tener ganas de seguir en ese lugar
¿Por qué se sentía asi? Ella y Alessandro no eran nada, de hecho el janás se fijaría en una mujer como ella, era obvio que entre Alessandro e Isabella habia algo y ella no iba a hacer de detective para averiguarlo.
—¿Te quieres ir?— cuestionó Alessandro quien queria seguir mas a su lado
— Si, estoy cansada, ademas debo llegar a casa a hacer algunas cosas — eso molestó a Alessandro porque se imaginaba que tendría que hacer
— Esta bien, vamos — se subieron al auto y no dijeron nada hasta que estaban cerca de la casa.
—Déjame aqui por favor — pidió Luna sosprendiendo a Alessandro, faltaban aun unas cinco cuadras para llegar a la casa de Luna — Muchas gracias por la cena, fue deliciosa y como siempre me divertí. Saluda a tus hermanos y a tu abuelo — apenas Alessandro se estacionó Luna se bajó de inmediato y comenzó a caminar sin esperar respuesta.
Debia ordenar su emnte, ella no debia fijarse en elaguien como Alessandro Moretti.
Hola, seguimos con esta historia, recuerden que los caps son diarios.
Nos leemos despues.El despertador sonó a las cinco en punto de la mañana. Luna alargó la mano para apagarlo, soltando un suspiro pesado mientras el eco de las campanadas resonaba en el cuarto pequeño que llamaba "su espacio". Apenas era un rincón en el fondo de la casa de su tía, donde las paredes desnudas parecían encerrar más los sueños rotos que ella misma se atrevía a guardar. La joven se sentó en la cama, pasando las manos por su cabello negro y largo, todavía revuelto por el sueño. Cerró los ojos un segundo, como si buscara fuerzas de algún lugar oculto dentro de sí misma, y luego se levantó. No había tiempo que perder. Las tareas empezaban antes de que el sol asomara en el cielo. Como cada día, su tía Rosa había dejado una lista sobre la mesa de la cocina: lavar la ropa, preparar el desayuno, barrer el patio, y por supuesto, dejar todo en perfecto orden antes de salir a trabajar. Luna tomó la lista y la dobló en silencio, sin molestarse en leerla por completo. Ya se la sabía de memoria. Para cu
Luna miraba el techo de su pequeña habitación, incapaz de conciliar el sueño. La imagen del hombre herido seguía rondando su mente. Había algo en la forma en que sus ojos la habían buscado, como si quisiera grabar su voz y su rostro en su memoria antes de perder el conocimiento. Pero más allá de eso, había algo que la perturbaba: ¿qué hacía un hombre como él en un barrio tan peligroso?Cerró los ojos, intentando apartar esos pensamientos, pero en lugar de encontrar calma, los recuerdos de su padre comenzaron a llenar su mente.Era una tarde soleada cuando ambos subieron juntos al cerro Monteluce. Su padre siempre decía que ese lugar tenía un nombre tan elegante como las vistas que ofrecía. Desde allí, podían ver la ciudad extendiéndose como un tapiz interminable, con los rayos del sol tiñendo todo de tonos dorados y naranjas.—Algún día, todo esto será tuyo, pequeña estrella —le había dicho su padre, señalando hacia el horizonte.Luna había reído, creyendo que se refería al paisaje, pe
Mientras Alessandro cerraba acuerdos, Isabella Montanari estaba con Vittorio, compartiendo una copa de vino.—¿Estás segura de que puedes convencerlo? —preguntó Vittorio, observándola con atención.—Alessandro siempre ha sido terco, pero nunca ha podido resistirse a lo que quiere, aunque no lo admita. Y yo sé que, en el fondo, puede verme como la compañera perfecta.—Espero que tengas razón —respondió Vittorio—. Nuestro futuro depende de ello.A la mañana siguiente, Luna estaba en la cafetería de la empresa, sirviendo café para sus compañeros. Su turno en la línea de producción había terminado, pero como siempre, se ofrecía a ayudar donde pudiera.—Luna, ¿puedes llevar esta bandeja a la sala de juntas? —le pidió una compañera.—Claro, no hay problema.Caminó hacia la sala de juntas, equilibrando la bandeja con cuidado. No sabía que, al cruzar esas puertas, estaría frente a Alessandro Moretti por segunda vez, aunque ninguno de los dos lo supiera aún.Dentro, Alessandro estaba revisando
Luna caminaba por los pasillos de la planta con el corazón aún latiendo a toda velocidad. No podía creer lo que acababa de pasar. Alessandro Moretti, el nuevo dueño de la empresa, no solo había leído su propuesta, sino que también había decidido que quería implementarla. Era como si todo el esfuerzo que había puesto en ese proyecto finalmente hubiera valido la pena. —¿Qué te pasó? —preguntó Clara, quien la esperaba ansiosa cerca de las máquinas. Luna se detuvo un momento para recuperar el aliento antes de responder —El nuevo dueño… me llamó a su oficina. Clara abrió los ojos como platos. —¿El Moretti? ¿Qué quería? —Le gustó mi propuesta. Dijo que quiere que empiece a trabajar en ella de inmediato. Clara soltó un grito ahogado y la abrazó con fuerza. —¡Luna, eso es increíble! Sabía que lo lograrías. Luna sonrió, aunque aún le costaba procesar lo que estaba pasando. Por un momento, se permitió imaginar que tal vez, solo tal vez, las cosas finalmente empezarían a cambiar para ell
Luna había pasado toda la noche preparando un cronograma detallado para el proyecto. Quería asegurarse de que cada detalle estuviera perfectamente organizado antes de que Alessandro le pidiera resultados. No podía permitirse fallar, no después de haber llegado tan lejos. Aunque también no dejaba de pensar en la otra conversación, si ella quería salir de ahí, ese dinero le podría ayudar mucho para empezar desde cero. ¿En serio estaba considerando casarse por dinero? —Luna, baja a desayunar —gritó su tía desde la cocina, lo que le sorprendió, ya que a ninguna de ellas le importaba si Luna comía o no —Ya voy —respondió, mientras cerraba su cuaderno y lo guardaba en su mochila. Bajó las escaleras con rapidez, encontrándose con la habitual escena en la mesa sus primas, , charlando sobre frivolidades mientras su tía las servía. Cuando Luna llegó, apenas la miraron. —¿Y tú qué? —dijo Andrea, observándola con desdén—. ¿Otra noche de trabajo en ese proyecto ridículo? Luna respiró hondo
Días después. Alessandro estaba sentado en su oficina, revisando documentos, cuando escuchó el sonido de pasos firmes acercándose. Antes de que pudiera mirar hacia la puerta, su padre, Massimo Moretti, entró sin anunciarse. Como siempre, su porte impecable y la mirada autoritaria llenaron la sala. —¿No deberías tocar antes de entrar? —dijo Alessandro, levantando la vista apenas un segundo antes de volver a sus papeles. Massimo ignoró el comentario y se sentó frente a él, cruzando las piernas con elegancia. —He estado pensando en nuestra última conversación. —¿Cuál de todas? —preguntó Alessandro con tono sarcástico. —La que realmente importa —respondió Massimo, sin inmutarse—. Isabella sigue siendo una opción viable para ti. Es una joven con buen apellido, educada, y sus padres están ansiosos por reforzar nuestra alianza comercial, además la conoces desde q ud era un niño Alessandro cerró el expediente con un chasquido seco y se reclinó en su silla, enfrentándolo con una mirada
Alessandro estaba inquieto. Había pasado toda la tarde anterior preparando a Luna para lo que estaba por venir. Él conocía bien a su familia y sabía que esta cena sería un reto tanto para ella como para él. La fachada que habían construido juntos iba a ser puesta a prueba, y aunque confiaba en la capacidad de Luna para salir airosa, no podía Luna, por su parte, estaba serena por fuera, pero por dentro un torbellino de pensamientos la abrumaba. Llevaba un vestido elegante pero sencillo, con un estilo que Alessandro había aprobado, resaltando su naturalidad sin intentar aparentar algo que no era. Cuando llegaron a la enorme mansión de los Moretti, ella sintió cómo su corazón latía con fuerza. Alessandro la miró de reojo y, como si adivinara sus pensamientos, tomó su mano con firmeza. —Recuerda, estamos juntos en esto —le susurró antes de abrir la puerta del auto. Fueron recibidos por Paolo, el hermano menor de Alessandro, quien acababa de regresar de Alemania. Su entusiasmo era contag
El reloj marcaba las ocho de la noche cuando Alessandro estacionó su auto frente a la casa de Luna. Había insistido en llevarla hasta su puerta después de un largo día de trabajo, a pesar de las protestas de ella. Sabía que las miradas de su tía Rosa y sus primas Camila y Sofía estarían clavadas en cada movimiento que hiciera, pero Alessandro, con su habitual seguridad, no mostraba ni una pizca de incomodidad.—No tenías que traerme —murmuró Luna, bajando la mirada mientras abría la puerta del auto.—Ya te lo dije, Luna, no es negociable —replicó Alessandro con una sonrisa leve. Sus ojos se suavizaron por un instante antes de agregar—: Cuida lo que dices dentro, ¿de acuerdo? No es momento de levantar sospechas.Luna asintió, aunque su estómago se retorcía de nervios. Sabía que su familia había estado sospechando desde que Alessandro había aparecido en su vida, y ahora que la había llevado a casa, las preguntas serían inevitables.Al entrar, las miradas cargadas de Rosa, Camila y Sofía