Luna había pasado toda la noche preparando un cronograma detallado para el proyecto. Quería asegurarse de que cada detalle estuviera perfectamente organizado antes de que Alessandro le pidiera resultados. No podía permitirse fallar, no después de haber llegado tan lejos.
Aunque también no dejaba de pensar en la otra conversación, si ella quería salir de ahí, ese dinero le podría ayudar mucho para empezar desde cero. ¿En serio estaba considerando casarse por dinero? —Luna, baja a desayunar —gritó su tía desde la cocina, lo que le sorprendió, ya que a ninguna de ellas le importaba si Luna comía o no —Ya voy —respondió, mientras cerraba su cuaderno y lo guardaba en su mochila. Bajó las escaleras con rapidez, encontrándose con la habitual escena en la mesa sus primas, , charlando sobre frivolidades mientras su tía las servía. Cuando Luna llegó, apenas la miraron. —¿Y tú qué? —dijo Andrea, observándola con desdén—. ¿Otra noche de trabajo en ese proyecto ridículo? Luna respiró hondo y se sirvió un café sin responder. Sabía que discutir con ellas era inútil. —Andrea, Camila —intervino su tía, Rosa —, recuerden que Luna trabaja para mantener esta casa. Si no fuera por ella, no tendríamos ni para pagar la luz. Aunque Rosa trataba de sonar agradecida, Luna sabía que sus palabras estaban cargadas de sarcasmo. Siempre era igual: la trataban como una simple herramienta para su beneficio. —Pues que trabaje más, necesito comprar algunas cosas y no me alcanza con lo que gana — Luna miró a Camila —Lo que yo gano debería ser para mi, no para sus gastos. Que syo sepa tenemos casi la misma edad, también deberían trabajar — las primas se miraron con expresiones horrorizadas Justo cuando Luna se disponía a irse, el sonido de un motor fuera de la casa llamó la atención de todas. Andrea y Camila corrieron a la ventana como si hubieran visto a una celebridad. —¡Es un auto de lujo! —exclamó Camila Luna se levantó para ver qué pasaba, pero antes de que pudiera asomarse, alguien tocó la puerta. —Yo abro —dijo su tía, acomodándose el cabello y su vestido con rapidez. Rosa abrió la puerta con una sonrisa exageradamente amable, encontrándose con Alessandro Moretti en el umbral. —Buenos días —dijo él, con una voz firme pero cortés—. Estoy buscando a Luna Romano. Rosa parpadeó, sorprendida por su presencia. —Oh, claro, ella vive aquí… Pero, por favor, pase. Es un honor tenerlo en nuestra humilde casa, señor… —Moretti. Alessandro Moretti. Ella se hizo a un lado, permitiéndole entrar. Luna lo miró, sorprendida, mientras sus primas intercambiaban miradas emocionadas. —Señor Moretti —dijo Luna, avanzando hacia él—. ¿Qué lo trae por aquí? —Quería discutir algunos detalles del proyecto contigo —respondió Alessandro, observando a su alrededor. La casa era pequeña y modesta, pero estaba impecablemente limpia, algo que él intuía era obra de Luna. Antes de que Luna pudiera responder, Rosa intervino. —Oh, qué considerado de su parte venir hasta aquí. Por favor, tome asiento. ¿Le gustaría un café? —No, gracias. —Bueno, al menos déjeme presentarle a mis hijas. Esta es Andrea, y esta es Camila —dijo, señalándolas con orgullo. Andrea y Camila sonrieron coquetamente, aprovechando la oportunidad para acercarse. —Es un placer conocerlo, señor Moretti —dijo Andrea, extendiendo su mano. Alessandro la estrechó brevemente, notando el esfuerzo evidente de las chicas por llamar su atención. Sin embargo, su mirada pronto regresó a Luna, quien parecía incómoda con toda la situación. —Luna, ¿podemos hablar en privado? —preguntó, ignorando a las demás. —Por supuesto. Podemos ir a la terraza. Luna lo guió hacia la parte trasera de la casa, donde una pequeña mesa de madera estaba rodeada de plantas que ella misma cuidaba. —Lamento lo de mi tía y mis primas —dijo Luna una vez que estuvieron a solas—. No están acostumbradas a recibir visitas. —No te preocupes. Estoy aquí para hablar de trabajo, no para hacer vida social. Luna sonrió levemente, aliviada por su respuesta. —¿Entonces? —preguntó, sentándose frente a él—. ¿Qué necesitabas discutir? Alessandro colocó su maletín sobre la mesa y sacó algunos documentos. —Quiero que empecemos con el proyecto de inmediato. Necesitamos un plan claro y un equipo que pueda ejecutarlo. Luna asintió, tomando nota mental de sus palabras. —Ya trabajé en un cronograma inicial. Podríamos empezar con una fase piloto en una comunidad cercana para medir el impacto antes de expandirnos. Alessandro la observó mientras hablaba, impresionado por su enfoque organizado y su conocimiento del tema. —Eso suena bien. También quiero que pienses en posibles aliados estratégicos. Empresas o fundaciones que puedan colaborar con nosotros. —Claro, lo incluiré en la próxima versión del plan. Alessandro asintió, satisfecho con su respuesta. —Perfecto. Y, por cierto, quiero que sepas que estás haciendo un trabajo excepcional. Luna lo miró, sorprendida por el cumplido. —Gracias, señor Moretti. Eso significa mucho para mí. —Llámame Alessandro. Por un momento, ambos se quedaron en silencio, mirándose a los ojos. Luna se preguntó qué estaría pensando él, pero no se atrevió a preguntar. —¿Has pensado en mi propuesta? — ingado Alessandro —Si, solo que no se si aceptar. Yo no se nada de su mundo, de la sociedad, además yo... — —Tranquila — le interrumpió Alessandro — Yo te enseñaré, y como veo aprenderás rápido, confío que harás un excelente trabajo — Luna no sabia que decir —¿Entonces? — Luna miro al suelo, pensando en su vida, era miserable en esa casa, le gustaba su trabajo, pero en el fondo sabía que lo que Claudia le dijo era verdad, ella estaba para cosas mejores y tal vez el matrimonio falso le abriría las puertas para eso. El sonido de pasos interrumpió el momento. Andrea y Camila aparecieron en la terraza, fingiendo casualidad. —Oh, no sabíamos que estaban aquí —dijo Camila mirando a Alessandro con una sonrisa. —Queríamos ofrecerles algo de comer recién hechas por nosotras —agregó Andrea, sosteniendo una bandeja con galletas y jugo. Luna sintió cómo la irritación se acumulaba en su pecho, esa mentira era algo normal. Todo se acreditan an ellas, el esfuerzo de Luna era en vano y ya estaba harta. Era hora de cambiar su vida. —Gracias, pero no necesito nada —dijo, devolviendo su atención a Luna—. Bueno, creo que ya hablamos lo suficiente por hoy. Nos vemos mañana en la oficina para revisar los avances — la mirada le hizo saber que quería una respuesta, pero luna no espero más. —Claro, acepto. Mi respuesta es si — Alessandro se quedo sorprendido y sonrió de lado, ambos se vieron por varios segundos, luego se levantó y se despidió con un breve asentimiento antes de salir de la casa. Luna lo acompañó hasta la puerta, donde Rosa lo estaba esperando con otra sonrisa exagerada. —Espero que vuelva pronto, señor Moretti —dijo su tía. —Tal vez lo haga —respondió Alessandro, lanzando una última mirada a Luna antes de irse. Cuando el auto desapareció en la distancia, Luna regresó a la casa, preparándose para las preguntas y comentarios de su tía y primas, pero feliz de que había tomado la decisión. —¿Por qué no le dijiste que tenías primas solteras? —espetó Rosa —. ¡Ese hombre podría cambiar nuestras vidas! —Él está interesado en el proyecto, no en otra cosa —mintió Luna, tratando de mantener la calma. —Pues deberías intentar que se interese en algo más. Un hombre como ese no aparece todos los días. Luna no respondió. En su interior, sabía que lo suyo con Alessandro Moretti era mucho más complicado de lo que su tía podía imaginar.El despertador sonó a las cinco en punto de la mañana. Luna alargó la mano para apagarlo, soltando un suspiro pesado mientras el eco de las campanadas resonaba en el cuarto pequeño que llamaba "su espacio". Apenas era un rincón en el fondo de la casa de su tía, donde las paredes desnudas parecían encerrar más los sueños rotos que ella misma se atrevía a guardar.La joven se sentó en la cama, pasando las manos por su cabello negro y largo, todavía revuelto por el sueño. Cerró los ojos un segundo, como si buscara fuerzas de algún lugar oculto dentro de sí misma, y luego se levantó. No había tiempo que perder.Las tareas empezaban antes de que el sol asomara en el cielo. Como cada día, su tía Rosa había dejado una lista sobre la mesa de la cocina: lavar la ropa, preparar el desayuno, barrer el patio, y por supuesto, dejar todo en perfecto orden antes de salir a trabajar. Luna tomó la lista y la dobló en silencio, sin molestarse en leerla por completo. Ya se la sabía de memoria.Para cuan
Luna miraba el techo de su pequeña habitación, incapaz de conciliar el sueño. La imagen del hombre herido seguía rondando su mente. Había algo en la forma en que sus ojos la habían buscado, como si quisiera grabar su voz y su rostro en su memoria antes de perder el conocimiento. Pero más allá de eso, había algo que la perturbaba: ¿qué hacía un hombre como él en un barrio tan peligroso?Cerró los ojos, intentando apartar esos pensamientos, pero en lugar de encontrar calma, los recuerdos de su padre comenzaron a llenar su mente.Era una tarde soleada cuando ambos subieron juntos al cerro Monteluce. Su padre siempre decía que ese lugar tenía un nombre tan elegante como las vistas que ofrecía. Desde allí, podían ver la ciudad extendiéndose como un tapiz interminable, con los rayos del sol tiñendo todo de tonos dorados y naranjas.—Algún día, todo esto será tuyo, pequeña estrella —le había dicho su padre, señalando hacia el horizonte.Luna había reído, creyendo que se refería al paisaje, p
Mientras Alessandro cerraba acuerdos, Isabella Montanari estaba con Vittorio, compartiendo una copa de vino.—¿Estás segura de que puedes convencerlo? —preguntó Vittorio, observándola con atención.—Alessandro siempre ha sido terco, pero nunca ha podido resistirse a lo que quiere, aunque no lo admita. Y yo sé que, en el fondo, puede verme como la compañera perfecta.—Espero que tengas razón —respondió Vittorio—. Nuestro futuro depende de ello.A la mañana siguiente, Luna estaba en la cafetería de la empresa, sirviendo café para sus compañeros. Su turno en la línea de producción había terminado, pero como siempre, se ofrecía a ayudar donde pudiera.—Luna, ¿puedes llevar esta bandeja a la sala de juntas? —le pidió una compañera.—Claro, no hay problema.Caminó hacia la sala de juntas, equilibrando la bandeja con cuidado. No sabía que, al cruzar esas puertas, estaría frente a Alessandro Moretti por segunda vez, aunque ninguno de los dos lo supiera aún.Dentro, Alessandro estaba revisando
Luna caminaba por los pasillos de la planta con el corazón aún latiendo a toda velocidad. No podía creer lo que acababa de pasar. Alessandro Moretti, el nuevo dueño de la empresa, no solo había leído su propuesta, sino que también había decidido que quería implementarla. Era como si todo el esfuerzo que había puesto en ese proyecto finalmente hubiera valido la pena.—¿Qué te pasó? —preguntó Clara, quien la esperaba ansiosa cerca de las máquinas.Luna se detuvo un momento para recuperar el aliento antes de responder—El nuevo dueño… me llamó a su oficina.Clara abrió los ojos como platos.—¿El Moretti? ¿Qué quería?—Le gustó mi propuesta. Dijo que quiere que empiece a trabajar en ella de inmediato.Clara soltó un grito ahogado y la abrazó con fuerza.—¡Luna, eso es increíble! Sabía que lo lograrías.Luna sonrió, aunque aún le costaba procesar lo que estaba pasando. Por un momento, se permitió imaginar que tal vez, solo tal vez, las cosas finalmente empezarían a cambiar para ella.En el