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CAP 5 - Preguntas incómodas

Luna había pasado toda la noche preparando un cronograma detallado para el proyecto. Quería asegurarse de que cada detalle estuviera perfectamente organizado antes de que Alessandro le pidiera resultados. No podía permitirse fallar, no después de haber llegado tan lejos.

Aunque también no dejaba de pensar en la otra conversación, si ella quería salir de ahí, ese dinero le podría ayudar mucho para empezar desde cero.

¿En serio estaba considerando casarse por dinero?

—Luna, baja a desayunar —gritó su tía desde la cocina, lo que le sorprendió, ya que a ninguna de ellas le importaba si Luna comía o no

—Ya voy —respondió, mientras cerraba su cuaderno y lo guardaba en su mochila.

Bajó las escaleras con rapidez, encontrándose con la habitual escena en la mesa sus primas, , charlando sobre frivolidades mientras su tía las servía. Cuando Luna llegó, apenas la miraron.

—¿Y tú qué? —dijo Andrea, observándola con desdén—. ¿Otra noche de trabajo en ese proyecto ridículo?

Luna respiró hondo y se sirvió un café sin responder. Sabía que discutir con ellas era inútil.

—Andrea, Camila —intervino su tía, Rosa —, recuerden que Luna trabaja para mantener esta casa. Si no fuera por ella, no tendríamos ni para pagar la luz.

Aunque Rosa trataba de sonar agradecida, Luna sabía que sus palabras estaban cargadas de sarcasmo. Siempre era igual: la trataban como una simple herramienta para su beneficio.

—Pues que trabaje más, necesito comprar algunas cosas y no me alcanza con lo que gana — Luna miró a Camila

—Lo que yo gano debería ser para mi, no para sus gastos. Que syo sepa tenemos casi la misma edad, también deberían trabajar — las primas se miraron con expresiones horrorizadas

Justo cuando Luna se disponía a irse, el sonido de un motor fuera de la casa llamó la atención de todas. Andrea y Camila corrieron a la ventana como si hubieran visto a una celebridad.

—¡Es un auto de lujo! —exclamó Camila

Luna se levantó para ver qué pasaba, pero antes de que pudiera asomarse, alguien tocó la puerta.

—Yo abro —dijo su tía, acomodándose el cabello y su vestido con rapidez.

Rosa abrió la puerta con una sonrisa exageradamente amable, encontrándose con Alessandro Moretti en el umbral.

—Buenos días —dijo él, con una voz firme pero cortés—. Estoy buscando a Luna Romano.

Rosa parpadeó, sorprendida por su presencia.

—Oh, claro, ella vive aquí… Pero, por favor, pase. Es un honor tenerlo en nuestra humilde casa, señor…

—Moretti. Alessandro Moretti.

Ella se hizo a un lado, permitiéndole entrar. Luna lo miró, sorprendida, mientras sus primas intercambiaban miradas emocionadas.

—Señor Moretti —dijo Luna, avanzando hacia él—. ¿Qué lo trae por aquí?

—Quería discutir algunos detalles del proyecto contigo —respondió Alessandro, observando a su alrededor. La casa era pequeña y modesta, pero estaba impecablemente limpia, algo que él intuía era obra de Luna.

Antes de que Luna pudiera responder, Rosa intervino.

—Oh, qué considerado de su parte venir hasta aquí. Por favor, tome asiento. ¿Le gustaría un café?

—No, gracias.

—Bueno, al menos déjeme presentarle a mis hijas. Esta es Andrea, y esta es Camila —dijo, señalándolas con orgullo.

Andrea y Camila sonrieron coquetamente, aprovechando la oportunidad para acercarse.

—Es un placer conocerlo, señor Moretti —dijo Andrea, extendiendo su mano.

Alessandro la estrechó brevemente, notando el esfuerzo evidente de las chicas por llamar su atención. Sin embargo, su mirada pronto regresó a Luna, quien parecía incómoda con toda la situación.

—Luna, ¿podemos hablar en privado? —preguntó, ignorando a las demás.

—Por supuesto. Podemos ir a la terraza.

Luna lo guió hacia la parte trasera de la casa, donde una pequeña mesa de madera estaba rodeada de plantas que ella misma cuidaba.

—Lamento lo de mi tía y mis primas —dijo Luna una vez que estuvieron a solas—. No están acostumbradas a recibir visitas.

—No te preocupes. Estoy aquí para hablar de trabajo, no para hacer vida social.

Luna sonrió levemente, aliviada por su respuesta.

—¿Entonces? —preguntó, sentándose frente a él—. ¿Qué necesitabas discutir?

Alessandro colocó su maletín sobre la mesa y sacó algunos documentos.

—Quiero que empecemos con el proyecto de inmediato. Necesitamos un plan claro y un equipo que pueda ejecutarlo.

Luna asintió, tomando nota mental de sus palabras.

—Ya trabajé en un cronograma inicial. Podríamos empezar con una fase piloto en una comunidad cercana para medir el impacto antes de expandirnos.

Alessandro la observó mientras hablaba, impresionado por su enfoque organizado y su conocimiento del tema.

—Eso suena bien. También quiero que pienses en posibles aliados estratégicos. Empresas o fundaciones que puedan colaborar con nosotros.

—Claro, lo incluiré en la próxima versión del plan.

Alessandro asintió, satisfecho con su respuesta.

—Perfecto. Y, por cierto, quiero que sepas que estás haciendo un trabajo excepcional.

Luna lo miró, sorprendida por el cumplido.

—Gracias, señor Moretti. Eso significa mucho para mí.

—Llámame Alessandro.

Por un momento, ambos se quedaron en silencio, mirándose a los ojos. Luna se preguntó qué estaría pensando él, pero no se atrevió a preguntar.

—¿Has pensado en mi propuesta? — ingado Alessandro

—Si, solo que no se si aceptar. Yo no se nada de su mundo, de la sociedad, además yo... —

—Tranquila — le interrumpió Alessandro — Yo te enseñaré, y como veo aprenderás rápido, confío que harás un excelente trabajo — Luna no sabia que decir —¿Entonces? —

Luna miro al suelo, pensando en su vida, era miserable en esa casa, le gustaba su trabajo, pero en el fondo sabía que lo que Claudia le dijo era verdad, ella estaba para cosas mejores y tal vez el matrimonio falso le abriría las puertas para eso.

El sonido de pasos interrumpió el momento. Andrea y Camila aparecieron en la terraza, fingiendo casualidad.

—Oh, no sabíamos que estaban aquí —dijo Camila mirando a Alessandro con una sonrisa.

—Queríamos ofrecerles algo de comer recién hechas por nosotras —agregó Andrea, sosteniendo una bandeja con galletas y jugo.

Luna sintió cómo la irritación se acumulaba en su pecho, esa mentira era algo normal. Todo se acreditan an ellas, el esfuerzo de Luna era en vano y ya estaba harta.

Era hora de cambiar su vida.

—Gracias, pero no necesito nada —dijo, devolviendo su atención a Luna—. Bueno, creo que ya hablamos lo suficiente por hoy. Nos vemos mañana en la oficina para revisar los avances — la mirada le hizo saber que quería una respuesta, pero luna no espero más.

—Claro, acepto. Mi respuesta es si —

Alessandro se quedo sorprendido y sonrió de lado, ambos se vieron por varios segundos, luego se levantó y se despidió con un breve asentimiento antes de salir de la casa. Luna lo acompañó hasta la puerta, donde Rosa lo estaba esperando con otra sonrisa exagerada.

—Espero que vuelva pronto, señor Moretti —dijo su tía.

—Tal vez lo haga —respondió Alessandro, lanzando una última mirada a Luna antes de irse.

Cuando el auto desapareció en la distancia, Luna regresó a la casa, preparándose para las preguntas y comentarios de su tía y primas, pero feliz de que había tomado la decisión.

—¿Por qué no le dijiste que tenías primas solteras? —espetó Rosa —. ¡Ese hombre podría cambiar nuestras vidas!

—Él está interesado en el proyecto, no en otra cosa —mintió Luna, tratando de mantener la calma.

—Pues deberías intentar que se interese en algo más. Un hombre como ese no aparece todos los días.

Luna no respondió. En su interior, sabía que lo suyo con Alessandro Moretti era mucho más complicado de lo que su tía podía imaginar.

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