Alessandro estaba inquieto. Había pasado toda la tarde anterior preparando a Luna para lo que estaba por venir. Él conocía bien a su familia y sabía que esta cena sería un reto tanto para ella como para él. La fachada que habían construido juntos iba a ser puesta a prueba, y aunque confiaba en la capacidad de Luna para salir airosa, no podía
Luna, por su parte, estaba serena por fuera, pero por dentro un torbellino de pensamientos la abrumaba. Llevaba un vestido elegante pero sencillo, con un estilo que Alessandro había aprobado, resaltando su naturalidad sin intentar aparentar algo que no era. Cuando llegaron a la enorme mansión de los Moretti, ella sintió cómo su corazón latía con fuerza. Alessandro la miró de reojo y, como si adivinara sus pensamientos, tomó su mano con firmeza. —Recuerda, estamos juntos en esto —le susurró antes de abrir la puerta del auto. Fueron recibidos por Paolo, el hermano menor de Alessandro, quien acababa de regresar de Alemania. Su entusiasmo era contagioso. —¡Hermano! —exclamó Paolo, abrazándolo con efusividad—. Y tú debes ser Luna. Luna le devolvió una sonrisa tímida mientras Paolo tomaba su mano y la saludaba con calidez, un abrazo y un beso en la mejilla —Es un placer conocerte —dijo ella, agradeciendo internamente el recibimiento. Sin embargo, la atmósfera cambió rápidamente cuando entraron al comedor. Sofia, la hermana mayor de Alessandro, los esperaba sentada en la cabecera de la mesa, con una copa de vino en la mano. Sus ojos escrutaron a Luna de arriba abajo con una curiosidad que se sentía más como un examen. —Así que tú eres la famosa Luna de la que Alessandro no para de hablar —dijo Sofia con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Luna mantuvo la compostura y respondió con cortesía: —Asi es, soy yo. Espero que lo que ha dicho sea bueno. Sofia soltó una ligera carcajada. —Bueno, eso depende de a quién le preguntes. —Un placer conocerte, te llamas igual que una de mis primas — dijo Luna restandole importancia a la actitud de Sofia La tensión aumentó cuando Massimo Moretti, el patriarca de la familia, entró al comedor. Su presencia imponía respeto, y sus ojos se fijaron inmediatamente en Luna. Por un momento, su expresión fue indescifrable, pero algo en su mirada cambió cuando escuchó su apellido. —Luna... ¿Luna de Romano? —preguntó, su voz más severa de lo esperado. Luna asintió con cautela. —Sí, señor. Mi padre era Giovanni Romano. Massimo frunció el ceño, y Alessandro dio un paso adelante, interponiéndose ligeramente entre su padre y Luna. —¿Sucede algo? —preguntó Alessandro, con una firmeza que dejó claro que no permitiría ninguna falta de respeto. Massimo tomó asiento lentamente, sin apartar la mirada de Luna. —Tu padre y yo éramos amigos hace muchos años. Era un hombre brillante, pero siempre se rodeaba de problemas. Luna sintió un nudo en la garganta, no sabía eso, pero se obligó a mantener la calma. —Mi padre siempre habló con admiración de usted, señor Moretti. Massimo la estudió por unos segundos más antes de responder con un tono más frío: —Espero que tengas algo de su inteligencia. Esta familia tiene estándares altos. —Que estoy segura que sobrepaso — fue la respuesta de Luna, dejando a todos sorprendidos El comentario dejó un silencio incómodo en el comedor. Alessandro apretó la mano de Luna bajo la mesa, en un gesto de apoyo. La cena continuó con Paolo intentando aliviar la tensión con historias sobre su vida en Alemania, mientras Sofia lanzaba preguntas que parecían inocentes, pero claramente buscaban poner a Luna en aprietos. —¿Y cómo se conocieron? —preguntó Sofia, con una ceja levantada. Luna respondió con la historia que habían ensayado, detallando un encuentro casual en una galería de arte. Alessandro intervino en los momentos clave, complementando la narrativa con detalles que la hacían más creíble. —Luna tiene un talento especial para encontrar belleza en lo cotidiano —dijo Alessandro, mirando a Luna con una sonrisa que, por un instante, pareció genuina. Cuando la cena terminó, Massimo llamó a Alessandro a su despacho, dejando a Luna con Paolo y Sofia. —Eres diferente a las chicas que Alessandro suele traer —dijo Sofia, inclinándose ligeramente hacia Luna—. ¿Qué es lo que realmente buscas? Luna sostuvo su mirada sin titubear. - No busco nada más que estar a su lado. Paolo sonrió, claramente impresionado por su respuesta, mientras Sofia simplemente asintió, como si evaluara su sinceridad. En el despacho, Massimo enfrentó a Alessandro con dureza. —Esa chica... ¿estás seguro de que es adecuada para ti? Alessandro, con una paciencia que parecía al límite, respondió: —Luna es más de lo que tú puedes ver en una primera impresión. Massimo lo miró fijamente antes de inclinarse hacia atrás en su silla. —Espero que tengas razón. Cuando Alessandro regresó al comedor para reunirse con Luna, la encontró hablando con Paolo, riendo suavemente ante una de sus historias. Al verla tan natural, sintió una extraña mezcla de orgullo y alivio. —¿Nos vamos? —le preguntó, ofreciéndole su brazo. Luna asintió, despidiéndose cortésmente de Paolo y Sofia. De camino a casa, Alessandro rompió el silencio. —Manejaste la situación mejor de lo que esperaba. Luna sonrió con cansancio. —No fue fácil, pero creo que logré sobrevivir. —Más que sobrevivir —dijo Alessandro, mirándola de reojo—. Hoy diste un paso importante. Luna miró por la ventana, sintiendo que, aunque la batalla apenas comenzaba, había ganado una pequeña victoria.. —No debí dejarte pasar por esto tan pronto —dijo Alessandro, apoyándose contra la pared mientras se pasaba una mano por el cabello—. Mi familia puede ser demasiado intensa, especialmente mi padre. Luna lo miró, intentando recomponerse. Aún sentía las miradas de Paolo y Sofía clavadas en ella, como si quisieran diseccionarla. —Sabía que no sería fácil —respondía ella con una voz más segura de lo que realmente se sentía—, pero también sabía en lo que me estaba metiendo. Alessandro la observó en silencio durante unos segundos antes de asentir. Había algo en la forma en que Luna sostenía su postura que lo hacía admirarla más. A pesar de todo, ella no se había dejado intimidar. —De todos modos —continuó Luna—, creo que tu hermana Sofía es alguien con quien podría llevarme bien, si es que la oportunidad se presenta. Alessandro dejó escapar una risa seca. —No te dejes engañar. Sofía puede ser curiosa, pero también sabe ser feroz si encuentra una razón para desconfiar. Paolo, en cambio... —¿Siempre es así? —Luna interrumpió, recordando cómo el padre de Alessandro había comenzado a interrogarla con dureza una vez que mencionó el apellido de su familia. —Siempre —confirmó Alessandro con un suspiro—. Especialmente cuando cree que hay algo que ocultar. Luna asintió, aunque las palabras de Alessandro no le brindaron consuelo. Había algo en la forma en que Massimo había reaccionado al mencionar a su padre que la inquietaba profundamente. Lo que había comenzado como una cena incómoda se había transformado en una velada cargada de significados ocultos. —Quiero que sepas —dijo Alessandro, interrumpiendo sus pensamientos— que no voy a dejar que te ataquen. Si mi padre sigue comportándose así, hablaré con él directamente. Luna lo miró sorprendida. Agradeció sus palabras, pero también notó una chispa de tensión en su voz. Algo estaba perturbándolo también, y Luna tenía la sensación de que no se trataba solo del comportamiento de Paolo. —Gracias —dijo ella al fin, tratando de ignorar el nudo en su estómago—. Pero creo que también es mi responsabilidad demostrarle que no tiene motivos para preocuparse. Él cree que no estoy a la altura, y tengo que probarle que está equivocado. Alessandro pareció debatirse entre insistir y respetar su decisión. Finalmente, asintió. —Como quieras. Pero recuerda que estamos en esto juntos. Si las cosas se ponen más complicadas, quiero que me lo digas. Luna asintió, agradecida por su apoyo. En la residencia Moretti, Massimo estaba sentado en su despacho, mirando fijamente un vaso de whisky mientras el eco de la conversación en la cena resonaba en su mente. La mención del apellido de Luna había removido recuerdos que había preferido enterrar. El rostro de su viejo amigo, el padre de Luna, apareció en su mente. Habían sido compañeros inseparables en su juventud, hasta que las ambiciones y los secretos los separaron. Y ahora, su hija estaba aquí, entrando en su vida de una manera que jamás había previsto. —¿Estás seguro de lo que crees haber visto en ella? —preguntó Sofía desde la puerta, interrumpiendo sus pensamientos. Massimo alzó la vista, sorprendido de ver a su hija mayor allí. —¿A qué te refieres? Sofía cerró la puerta tras ella y se acercó con paso firme. —A Luna. Hay algo en ella que me intriga, pero también me desconcierta. Parece sincera, pero al mismo tiempo... no sé, es difícil de leer. Massimo dejó escapar un suspiro. —Tal vez porque está ocultando algo —dijo con frialdad—. O tal vez porque su presencia aquí nos recuerda cosas que preferiríamos olvidar. Sofía frunció el ceño, pero no presionó más. Sabía que su padre no era alguien que compartiera sus pensamientos con facilidad. Seguimos con esta historia. Los caps se actualizarán a diario. Gracias por leer.Gracias por leer mis amores. Los caps recuerden que se suben a diario, asi que nunca estaran sin historia. Recuerden que en redes estoy como Genemua.Libros, les espero alla. Nos leemos despues.
El despertador sonó a las cinco en punto de la mañana. Luna alargó la mano para apagarlo, soltando un suspiro pesado mientras el eco de las campanadas resonaba en el cuarto pequeño que llamaba "su espacio". Apenas era un rincón en el fondo de la casa de su tía, donde las paredes desnudas parecían encerrar más los sueños rotos que ella misma se atrevía a guardar. La joven se sentó en la cama, pasando las manos por su cabello negro y largo, todavía revuelto por el sueño. Cerró los ojos un segundo, como si buscara fuerzas de algún lugar oculto dentro de sí misma, y luego se levantó. No había tiempo que perder. Las tareas empezaban antes de que el sol asomara en el cielo. Como cada día, su tía Rosa había dejado una lista sobre la mesa de la cocina: lavar la ropa, preparar el desayuno, barrer el patio, y por supuesto, dejar todo en perfecto orden antes de salir a trabajar. Luna tomó la lista y la dobló en silencio, sin molestarse en leerla por completo. Ya se la sabía de memoria. Para cu
Luna miraba el techo de su pequeña habitación, incapaz de conciliar el sueño. La imagen del hombre herido seguía rondando su mente. Había algo en la forma en que sus ojos la habían buscado, como si quisiera grabar su voz y su rostro en su memoria antes de perder el conocimiento. Pero más allá de eso, había algo que la perturbaba: ¿qué hacía un hombre como él en un barrio tan peligroso?Cerró los ojos, intentando apartar esos pensamientos, pero en lugar de encontrar calma, los recuerdos de su padre comenzaron a llenar su mente.Era una tarde soleada cuando ambos subieron juntos al cerro Monteluce. Su padre siempre decía que ese lugar tenía un nombre tan elegante como las vistas que ofrecía. Desde allí, podían ver la ciudad extendiéndose como un tapiz interminable, con los rayos del sol tiñendo todo de tonos dorados y naranjas.—Algún día, todo esto será tuyo, pequeña estrella —le había dicho su padre, señalando hacia el horizonte.Luna había reído, creyendo que se refería al paisaje, pe
Mientras Alessandro cerraba acuerdos, Isabella Montanari estaba con Vittorio, compartiendo una copa de vino.—¿Estás segura de que puedes convencerlo? —preguntó Vittorio, observándola con atención.—Alessandro siempre ha sido terco, pero nunca ha podido resistirse a lo que quiere, aunque no lo admita. Y yo sé que, en el fondo, puede verme como la compañera perfecta.—Espero que tengas razón —respondió Vittorio—. Nuestro futuro depende de ello.A la mañana siguiente, Luna estaba en la cafetería de la empresa, sirviendo café para sus compañeros. Su turno en la línea de producción había terminado, pero como siempre, se ofrecía a ayudar donde pudiera.—Luna, ¿puedes llevar esta bandeja a la sala de juntas? —le pidió una compañera.—Claro, no hay problema.Caminó hacia la sala de juntas, equilibrando la bandeja con cuidado. No sabía que, al cruzar esas puertas, estaría frente a Alessandro Moretti por segunda vez, aunque ninguno de los dos lo supiera aún.Dentro, Alessandro estaba revisando
Luna caminaba por los pasillos de la planta con el corazón aún latiendo a toda velocidad. No podía creer lo que acababa de pasar. Alessandro Moretti, el nuevo dueño de la empresa, no solo había leído su propuesta, sino que también había decidido que quería implementarla. Era como si todo el esfuerzo que había puesto en ese proyecto finalmente hubiera valido la pena. —¿Qué te pasó? —preguntó Clara, quien la esperaba ansiosa cerca de las máquinas. Luna se detuvo un momento para recuperar el aliento antes de responder —El nuevo dueño… me llamó a su oficina. Clara abrió los ojos como platos. —¿El Moretti? ¿Qué quería? —Le gustó mi propuesta. Dijo que quiere que empiece a trabajar en ella de inmediato. Clara soltó un grito ahogado y la abrazó con fuerza. —¡Luna, eso es increíble! Sabía que lo lograrías. Luna sonrió, aunque aún le costaba procesar lo que estaba pasando. Por un momento, se permitió imaginar que tal vez, solo tal vez, las cosas finalmente empezarían a cambiar para ell
Luna había pasado toda la noche preparando un cronograma detallado para el proyecto. Quería asegurarse de que cada detalle estuviera perfectamente organizado antes de que Alessandro le pidiera resultados. No podía permitirse fallar, no después de haber llegado tan lejos. Aunque también no dejaba de pensar en la otra conversación, si ella quería salir de ahí, ese dinero le podría ayudar mucho para empezar desde cero. ¿En serio estaba considerando casarse por dinero? —Luna, baja a desayunar —gritó su tía desde la cocina, lo que le sorprendió, ya que a ninguna de ellas le importaba si Luna comía o no —Ya voy —respondió, mientras cerraba su cuaderno y lo guardaba en su mochila. Bajó las escaleras con rapidez, encontrándose con la habitual escena en la mesa sus primas, , charlando sobre frivolidades mientras su tía las servía. Cuando Luna llegó, apenas la miraron. —¿Y tú qué? —dijo Andrea, observándola con desdén—. ¿Otra noche de trabajo en ese proyecto ridículo? Luna respiró hondo
Días después. Alessandro estaba sentado en su oficina, revisando documentos, cuando escuchó el sonido de pasos firmes acercándose. Antes de que pudiera mirar hacia la puerta, su padre, Massimo Moretti, entró sin anunciarse. Como siempre, su porte impecable y la mirada autoritaria llenaron la sala. —¿No deberías tocar antes de entrar? —dijo Alessandro, levantando la vista apenas un segundo antes de volver a sus papeles. Massimo ignoró el comentario y se sentó frente a él, cruzando las piernas con elegancia. —He estado pensando en nuestra última conversación. —¿Cuál de todas? —preguntó Alessandro con tono sarcástico. —La que realmente importa —respondió Massimo, sin inmutarse—. Isabella sigue siendo una opción viable para ti. Es una joven con buen apellido, educada, y sus padres están ansiosos por reforzar nuestra alianza comercial, además la conoces desde q ud era un niño Alessandro cerró el expediente con un chasquido seco y se reclinó en su silla, enfrentándolo con una mirada