Luna caminaba por los pasillos de la planta con el corazón aún latiendo a toda velocidad. No podía creer lo que acababa de pasar. Alessandro Moretti, el nuevo dueño de la empresa, no solo había leído su propuesta, sino que también había decidido que quería implementarla. Era como si todo el esfuerzo que había puesto en ese proyecto finalmente hubiera valido la pena.
—¿Qué te pasó? —preguntó Clara, quien la esperaba ansiosa cerca de las máquinas. Luna se detuvo un momento para recuperar el aliento antes de responder —El nuevo dueño… me llamó a su oficina. Clara abrió los ojos como platos. —¿El Moretti? ¿Qué quería? —Le gustó mi propuesta. Dijo que quiere que empiece a trabajar en ella de inmediato. Clara soltó un grito ahogado y la abrazó con fuerza. —¡Luna, eso es increíble! Sabía que lo lograrías. Luna sonrió, aunque aún le costaba procesar lo que estaba pasando. Por un momento, se permitió imaginar que tal vez, solo tal vez, las cosas finalmente empezarían a cambiar para ella. En el lado opuesto del edificio, Alessandro se encontraba en su oficina revisando los detalles de la adquisición de la empresa. Aunque su mente debería estar en los números, no podía dejar de pensar en Luna. Había algo en ella que lo intrigaba más allá de su propuesta. Su pasión y determinación eran admirables, pero había algo más, algo que no lograba identificar. Su teléfono sonó, sacándolo de sus pensamientos. Al ver el nombre de su padre en la pantalla, Alessandro soltó un suspiro y respondió. —¿Qué necesitas ahora, papá? —preguntó con evidente cansancio en su voz. —¿Esa es la manera de hablarle a tu padre? —respondió la voz severa de Giovanni Moretti al otro lado de la línea—. Necesitamos hablar sobre tu futuro, Alessandro. Alessandro se recostó en su silla, preparándose para lo que venía. —¿Qué pasa ahora? —Sabes muy bien lo que pasa. La dinastía Moretti necesita un heredero, y tú no estás haciendo nada para asegurarla. —¿Otra vez con eso? —Sí, otra vez. Ya tienes 32 años, Alessandro. Es hora de que te cases y formes una familia. Alessandro cerró los ojos, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su pecho. —No necesito que me digas cómo vivir mi vida, papá. —No es solo tu vida. Es el legado de nuestra familia. Y he encontrado a alguien que sería una pareja perfecta para ti. Alessandro se sentó derecho, su atención completamente enfocada en las palabras de su padre. —¿De qué estás hablando? —Se llama Bianca Ferrara. Es hija de los Ferrara, una de las familias más influyentes de Italia. Ha crecido a nuestro nivel social y entiende lo que significa manejar una dinastía como la nuestra. —¿Quieres que me case con alguien que apenas conozco solo porque creció con dinero? —No es una sugerencia, Alessandro. Es una expectativa. La conexión se cortó antes de que Alessandro pudiera responder. Se quedó mirando su teléfono, sintiendo cómo la presión en su pecho aumentaba. Su padre siempre había sido así: controlador, manipulador y obsesionado con mantener el "legado familiar". Pero Alessandro no estaba dispuesto a seguir ese camino y en su mente de empezó a tejer un plan. Era descabellado, pero si lo ponía en marcha no solo le beneficiaria a él. De regreso en la planta, Luna estaba en el comedor revisando los primeros borradores de su proyecto. Alessandro había solicitado que le entregara una versión más detallada al día siguiente, y Luna quería asegurarse de que estuviera perfecta. —¿Qué estás haciendo? —preguntó Clara, sentándose a su lado con una bandeja de comida. —Trabajando en la propuesta. No puedo arruinar esta oportunidad. Clara la observó en silencio por un momento antes de hablar. —¿Sabes, Luna? Siempre he pensado que mereces algo mejor que esto. —¿Qué quieres decir? —Este lugar. Este trabajo. Todo. Eres demasiado inteligente y trabajadora para quedarte aquí. Luna sonrió débilmente. —No tengo muchas opciones, Clara. —Tal vez no las tenías antes, pero ahora sí. El señor Moretti te dio una oportunidad. Quizás sea el comienzo de algo grande. Luna miró los papeles frente a ella, permitiéndose soñar por un instante. —Tal vez tengas razón. Esa noche, Alessandro no podía dormir. Las palabras de su padre seguían resonando en su mente. Casarse con Bianca Ferrara era una idea absurda, pero sabía que Giovanni no iba a ceder fácilmente. Mientras caminaba por su apartamento, su mirada se detuvo en un cuadro que colgaba en la pared: una pintura de su madre, quien había fallecido cuando él era niño. Su madre siempre le había dicho que siguiera su corazón, que nunca permitiera que nadie lo obligara a hacer algo que no quisiera. —No voy a dejar que él me controle —murmuró para sí mismo. Se detuvo frente a su escritorio y tomó un bolígrafo. Si su padre quería jugar sucio, él también podía hacerlo. A la mañana siguiente, Luna llegó al edificio principal con su proyecto terminado. Su supervisora la acompañó hasta la oficina de Alessandro, quien la estaba esperando con una sonrisa. —Buenos días, señorita Romano. —Buenos días, señor Moretti. Aquí está la propuesta que me pidió. Alessandro tomó los documentos y comenzó a leerlos. Cuanto más avanzaba, más impresionado estaba por la atención al detalle y la pasión de Luna. —Esto es excelente, Luna. Pero tengo una pregunta: ¿qué te motivó a crear este proyecto? Luna dudó por un momento antes de responder. —Mi madre siempre decía que la educación y las oportunidades podían cambiar vidas. Crecí viendo a muchas mujeres en mi barrio luchar para mantener a sus familias sin ninguna ayuda. Siempre he querido hacer algo para ayudarlas. Alessandro asintió, admirando su sinceridad. —Tu motivación es admirable. Estoy seguro de que este proyecto será un éxito. Luna no pudo evitar sonreír, sintiendo un destello de esperanza en su pecho. —Gracias, señor Moretti. En ese momento Alessandro agarró su taza de café, pero se le derramó cayendo un poco en su pierna. —¿Esta bien? — al oír esas palabras Alessandro y recordó esa noche cuando una mujer lo salvó, era la misma voz, entonces vió su collar y de repente se dió cuenta que fue Luna que lo había rescatado esa noche. —¿Esta bien señor? — parpadeo varias veces y miro a Luna quien lo miraba preocupada y le tendía un paño frío, él lo tomó y colocó en la zona afectada y miro a su salvadora. —Estoy bien, no te preocupes — ella asintió —Tengo algo que preguntarte — Luna lo miraba expectante —¿Podrías ser mi esposa por seis meses? — los ojos de Luna se abrieron —¿Qué? — es lo único que pudo decir —Papá insiste en que debo casarme y tener un bebé, para darme lo que merezco y por lo que tanto tiempo he trabajado. Me ha conseguido dos mujeres que según él son perfectas para mi, pero yo no me casaré por negocios, lo haré por amor — Luna aun no entendía nada, un lado de ella pensaba que estaba soñando, así que se pellizco, pero el dolor le demostró que estaba en la realidad —¿Por qué yo? — pregunto —De que tú me salvaste esa noche, ese robo podría haber terminado en tragedia, pero tu llegaste y por eso estoy aquí — Luna bajó la mirada — Además confío en ti, y te pagaré, no te preocupes. Solo serán seis meses, luego nos divorciaremos — Luna de empezó a reír porque para ella aun era una broma todos esto. Solo se puso de pie, se despidió y se fue. Mientras Luna salía de la oficina, Alessandro se quedó mirando el lugar donde había estado, reflexionando sobre la conversación. Había algo en ella que lo intrigaba profundamente, algo que no podía ignorar y con mucha más razón ahora que sabía que ella evitó que esa noche sucediera una tragedia. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba frente a alguien que no solo tenía pasión, sino también un propósito genuino. Y eso, más que cualquier otra cosa, lo hacía querer saber más sobre ella.Luna había pasado toda la noche preparando un cronograma detallado para el proyecto. Quería asegurarse de que cada detalle estuviera perfectamente organizado antes de que Alessandro le pidiera resultados. No podía permitirse fallar, no después de haber llegado tan lejos.Aunque también no dejaba de pensar en la otra conversación, si ella quería salir de ahí, ese dinero le podría ayudar mucho para empezar desde cero. ¿En serio estaba considerando casarse por dinero? —Luna, baja a desayunar —gritó su tía desde la cocina, lo que le sorprendió, ya que a ninguna de ellas le importaba si Luna comía o no—Ya voy —respondió, mientras cerraba su cuaderno y lo guardaba en su mochila.Bajó las escaleras con rapidez, encontrándose con la habitual escena en la mesa sus primas, , charlando sobre frivolidades mientras su tía las servía. Cuando Luna llegó, apenas la miraron.—¿Y tú qué? —dijo Andrea, observándola con desdén—. ¿Otra noche de trabajo en ese proyecto ridículo?Luna respiró hondo y se
El despertador sonó a las cinco en punto de la mañana. Luna alargó la mano para apagarlo, soltando un suspiro pesado mientras el eco de las campanadas resonaba en el cuarto pequeño que llamaba "su espacio". Apenas era un rincón en el fondo de la casa de su tía, donde las paredes desnudas parecían encerrar más los sueños rotos que ella misma se atrevía a guardar.La joven se sentó en la cama, pasando las manos por su cabello negro y largo, todavía revuelto por el sueño. Cerró los ojos un segundo, como si buscara fuerzas de algún lugar oculto dentro de sí misma, y luego se levantó. No había tiempo que perder.Las tareas empezaban antes de que el sol asomara en el cielo. Como cada día, su tía Rosa había dejado una lista sobre la mesa de la cocina: lavar la ropa, preparar el desayuno, barrer el patio, y por supuesto, dejar todo en perfecto orden antes de salir a trabajar. Luna tomó la lista y la dobló en silencio, sin molestarse en leerla por completo. Ya se la sabía de memoria.Para cuan
Luna miraba el techo de su pequeña habitación, incapaz de conciliar el sueño. La imagen del hombre herido seguía rondando su mente. Había algo en la forma en que sus ojos la habían buscado, como si quisiera grabar su voz y su rostro en su memoria antes de perder el conocimiento. Pero más allá de eso, había algo que la perturbaba: ¿qué hacía un hombre como él en un barrio tan peligroso?Cerró los ojos, intentando apartar esos pensamientos, pero en lugar de encontrar calma, los recuerdos de su padre comenzaron a llenar su mente.Era una tarde soleada cuando ambos subieron juntos al cerro Monteluce. Su padre siempre decía que ese lugar tenía un nombre tan elegante como las vistas que ofrecía. Desde allí, podían ver la ciudad extendiéndose como un tapiz interminable, con los rayos del sol tiñendo todo de tonos dorados y naranjas.—Algún día, todo esto será tuyo, pequeña estrella —le había dicho su padre, señalando hacia el horizonte.Luna había reído, creyendo que se refería al paisaje, p
Mientras Alessandro cerraba acuerdos, Isabella Montanari estaba con Vittorio, compartiendo una copa de vino.—¿Estás segura de que puedes convencerlo? —preguntó Vittorio, observándola con atención.—Alessandro siempre ha sido terco, pero nunca ha podido resistirse a lo que quiere, aunque no lo admita. Y yo sé que, en el fondo, puede verme como la compañera perfecta.—Espero que tengas razón —respondió Vittorio—. Nuestro futuro depende de ello.A la mañana siguiente, Luna estaba en la cafetería de la empresa, sirviendo café para sus compañeros. Su turno en la línea de producción había terminado, pero como siempre, se ofrecía a ayudar donde pudiera.—Luna, ¿puedes llevar esta bandeja a la sala de juntas? —le pidió una compañera.—Claro, no hay problema.Caminó hacia la sala de juntas, equilibrando la bandeja con cuidado. No sabía que, al cruzar esas puertas, estaría frente a Alessandro Moretti por segunda vez, aunque ninguno de los dos lo supiera aún.Dentro, Alessandro estaba revisando