Días después.
Alessandro estaba sentado en su oficina, revisando documentos, cuando escuchó el sonido de pasos firmes acercándose. Antes de que pudiera mirar hacia la puerta, su padre, Massimo Moretti, entró sin anunciarse. Como siempre, su porte impecable y la mirada autoritaria llenaron la sala. —¿No deberías tocar antes de entrar? —dijo Alessandro, levantando la vista apenas un segundo antes de volver a sus papeles. Massimo ignoró el comentario y se sentó frente a él, cruzando las piernas con elegancia. —He estado pensando en nuestra última conversación. —¿Cuál de todas? —preguntó Alessandro con tono sarcástico. —La que realmente importa —respondió Massimo, sin inmutarse—. Isabella sigue siendo una opción viable para ti. Es una joven con buen apellido, educada, y sus padres están ansiosos por reforzar nuestra alianza comercial, además la conoces desde q ud era un niño Alessandro cerró el expediente con un chasquido seco y se reclinó en su silla, enfrentándolo con una mirada fría. —Te lo dije la última vez, papá. No estoy interesado en Isabella. —¿Por qué no? —Massimo levantó una ceja—. Es una mujer adecuada para alguien de tu posición. —¿Adecuada para mí o para tus negocios? —replicó Alessandro con un filo en la voz que cortó el aire. Massimo se enderezó en su asiento, pero no perdió la compostura. —No veo por qué deberían ser mutuamente excluyentes. Alessandro bufó, hastiado. —Porque yo no pienso basar mi vida en alianzas estratégicas ni en acuerdos comerciales disfrazados de matrimonio, yo quiero hacer esto por amor Massimo lo observó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando sus palabras. Finalmente, se inclinó hacia adelante. —Entonces, ¿estás viendo a alguien? — le preguntó —Porque sería la única razón por la que rechazas a toda candidata perfecta que encuentro para ti La pregunta lo tomó por sorpresa, pero Alessandro no lo dejó ver, y aprovecho la oportunidad para empezar el plan. —Sí, lo estoy. Los ojos de Massimo se estrecharon ligeramente, tratando de medir si su hijo decía la verdad. —¿Y su apellido? Alessandro apretó los dientes, ya sabía a donde iba su padre. —Eso no tiene importancia. —Todo tiene importancia, Alessandro. Si piensas que voy a ignorar... —¡Basta! —interrumpió Alessandro, golpeando la mesa con la palma de la mano. Su tono era bajo, pero cargado de una rabia contenida que hizo callar a Massimo —Ya estoy harto de que veas a las personas como simples piezas de ajedrez en tus negocios. Massimo levantó las manos en un gesto conciliador. —No quise insinuar nada. Solo quiero saber más sobre ella. —No. Solo quieres saber cómo puedes usarla para tus intereses. Massimo suspiró, como si estuviera cansado del enfrentamiento. —Dejemos este tema por ahora. Solo quería informarte que tu hermano menor, Paolo, regresa de Alemania esta semana, y tu hermana, Sofia, también estará aquí desde Suecia. Alessandro lo miró con desconfianza. —¿Y? —Habrá una cena para celebrar su regreso. Quiero que asistas... con tu acompañante —añadió Massimo poniendo énfasis en las últimas palabras. —¿Y si no quiero llevarla? —No es una opción —respondió Massimo, su tono firme—. Será una excelente oportunidad para conocerla mejor. Alessandro sabía que discutir no serviría de nada. Massimo había dejado claro que esperaba ver a su "misteriosa" pareja, y faltar sería un error estratégico que no estaba dispuesto a cometer. —Está bien —dijo finalmente, aunque su voz estaba cargada de resignación—. Pero no esperes que hable de más. Massimo esbozó una leve sonrisa, satisfecho. —Eso es todo lo que pido. Horas después, Alessandro estaba sentado frente a Luna en un café discreto, lejos de las miradas indiscretas. Ella lucía nerviosa, moviendo una cuchara en su taza de café mientras escuchaba atentamente. —Entonces, ¿debo ir a esa cena? —preguntó ella, insegura. —Sí. Mi padre insistió, y si no lo hacemos, empezará a investigar más de lo que queremos. Luna asintió, aunque su incomodidad era evidente. —¿Qué le dijiste de mí? —Que estoy saliendo contigo, pero no di detalles. Por eso necesitamos planear lo que diremos si nos preguntan. Ella lo miró, un poco preocupada. —¿Qué deberíamos decir? —Lo básico. —Alessandro tomó un sorbo de su café antes de continuar—. ¿Cómo nos conocimos? ¿Cuánto tiempo llevamos juntos? ¿Qué nos gusta el uno del otro? Luna dejó la cuchara a un lado y lo miró directamente. —Si me preguntan a qué me dedico, ¿qué digo? —Diles que trabajas en algo relacionado con la administración, pero no menciones que es en mi empresa. Es mejor evitar preguntas complicadas. Luna suspiró. —De acuerdo. Alessandro se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa. —¿Cómo te gustaría que dijéramos que nos conocimos? Ella pensó un momento antes de responder. —Podríamos decir que nos encontramos en un evento benéfico. Eso suena plausible, ¿no? Él asintió. —Perfecto. Y para el tiempo juntos, digamos que llevamos saliendo unos tres meses. —Está bien. —Luna tomó su taza y bebió un sorbo, tratando de calmar sus nervios—. ¿Algo más? —Sí. Si alguien te pregunta qué te gusta de mí, ¿qué dirás? Ella se ruborizó ligeramente y desvió la mirada. —No lo sé... Que eres amable, inteligente... —Eso debería bastar. —Alessandro sonrió ligeramente, divertido por su incomodidad — Esa noche debes ir más arreglada de lo normal, te advierto que estarán pendientes de ti en cada movimiento —Sin presiones, ¿eh? — dijo Luna tratando de animizar sus nervios —Te enviaré el atuendo y pasaré por ti — —Esta bien — Pasaron los siguientes minutos afinando detalles, preparándose para cualquier pregunta que pudiera surgir. A medida que hablaban, Luna notó que Alessandro, aunque distante a veces, estaba comprometido a protegerla en esta farsa. Cuando finalmente se despidieron, Luna sintió que había dado un paso más hacia un mundo que aún le resultaba extraño y aterrador, pero también emocionante. Al entrara a casa encontró a su tía Rosa y sus primas en la ventana. Era obvio que se fueron cuenta de quien la trajo y suspirando saludo y pasó a la cocina. —¿Qué son estas horas de llegar Luna? — pregunto su tía — Aun no hemos cenado, por esperarte A pesar de que Luna deseaba responderle, solo guardó silencio y se puso el delantal. —Además todo aquí esta sucio, debes limpiar — —Ya hago la comida y les sirvo — respondió dando la espalda —¿Qué hacías en el auto de Alessandro Moretti? - pregunto tiempo después —Me trajo a casa ya era muy tarde y no hay transporte hasta acá — no mintió en realidad —Esta bien — dijo Rosa — Para la próxima lo invitas a pasar, así tus primas pueden hablar con él — El comentario le causó cierta molestia, pero guardó silencio. Esa madrugada cuando hubo acabado, cayó rendida en la cama, y por un momento sonrió pensando en su padre. Gracias por leer. Te espero en mis redes.Alessandro estaba inquieto. Había pasado toda la tarde anterior preparando a Luna para lo que estaba por venir. Él conocía bien a su familia y sabía que esta cena sería un reto tanto para ella como para él. La fachada que habían construido juntos iba a ser puesta a prueba, y aunque confiaba en la capacidad de Luna para salir airosa, no podía Luna, por su parte, estaba serena por fuera, pero por dentro un torbellino de pensamientos la abrumaba. Llevaba un vestido elegante pero sencillo, con un estilo que Alessandro había aprobado, resaltando su naturalidad sin intentar aparentar algo que no era. Cuando llegaron a la enorme mansión de los Moretti, ella sintió cómo su corazón latía con fuerza. Alessandro la miró de reojo y, como si adivinara sus pensamientos, tomó su mano con firmeza. —Recuerda, estamos juntos en esto —le susurró antes de abrir la puerta del auto. Fueron recibidos por Paolo, el hermano menor de Alessandro, quien acababa de regresar de Alemania. Su entusiasmo era contag
El despertador sonó a las cinco en punto de la mañana. Luna alargó la mano para apagarlo, soltando un suspiro pesado mientras el eco de las campanadas resonaba en el cuarto pequeño que llamaba "su espacio". Apenas era un rincón en el fondo de la casa de su tía, donde las paredes desnudas parecían encerrar más los sueños rotos que ella misma se atrevía a guardar. La joven se sentó en la cama, pasando las manos por su cabello negro y largo, todavía revuelto por el sueño. Cerró los ojos un segundo, como si buscara fuerzas de algún lugar oculto dentro de sí misma, y luego se levantó. No había tiempo que perder. Las tareas empezaban antes de que el sol asomara en el cielo. Como cada día, su tía Rosa había dejado una lista sobre la mesa de la cocina: lavar la ropa, preparar el desayuno, barrer el patio, y por supuesto, dejar todo en perfecto orden antes de salir a trabajar. Luna tomó la lista y la dobló en silencio, sin molestarse en leerla por completo. Ya se la sabía de memoria. Para cu
Luna miraba el techo de su pequeña habitación, incapaz de conciliar el sueño. La imagen del hombre herido seguía rondando su mente. Había algo en la forma en que sus ojos la habían buscado, como si quisiera grabar su voz y su rostro en su memoria antes de perder el conocimiento. Pero más allá de eso, había algo que la perturbaba: ¿qué hacía un hombre como él en un barrio tan peligroso?Cerró los ojos, intentando apartar esos pensamientos, pero en lugar de encontrar calma, los recuerdos de su padre comenzaron a llenar su mente.Era una tarde soleada cuando ambos subieron juntos al cerro Monteluce. Su padre siempre decía que ese lugar tenía un nombre tan elegante como las vistas que ofrecía. Desde allí, podían ver la ciudad extendiéndose como un tapiz interminable, con los rayos del sol tiñendo todo de tonos dorados y naranjas.—Algún día, todo esto será tuyo, pequeña estrella —le había dicho su padre, señalando hacia el horizonte.Luna había reído, creyendo que se refería al paisaje, pe
Mientras Alessandro cerraba acuerdos, Isabella Montanari estaba con Vittorio, compartiendo una copa de vino.—¿Estás segura de que puedes convencerlo? —preguntó Vittorio, observándola con atención.—Alessandro siempre ha sido terco, pero nunca ha podido resistirse a lo que quiere, aunque no lo admita. Y yo sé que, en el fondo, puede verme como la compañera perfecta.—Espero que tengas razón —respondió Vittorio—. Nuestro futuro depende de ello.A la mañana siguiente, Luna estaba en la cafetería de la empresa, sirviendo café para sus compañeros. Su turno en la línea de producción había terminado, pero como siempre, se ofrecía a ayudar donde pudiera.—Luna, ¿puedes llevar esta bandeja a la sala de juntas? —le pidió una compañera.—Claro, no hay problema.Caminó hacia la sala de juntas, equilibrando la bandeja con cuidado. No sabía que, al cruzar esas puertas, estaría frente a Alessandro Moretti por segunda vez, aunque ninguno de los dos lo supiera aún.Dentro, Alessandro estaba revisando
Luna caminaba por los pasillos de la planta con el corazón aún latiendo a toda velocidad. No podía creer lo que acababa de pasar. Alessandro Moretti, el nuevo dueño de la empresa, no solo había leído su propuesta, sino que también había decidido que quería implementarla. Era como si todo el esfuerzo que había puesto en ese proyecto finalmente hubiera valido la pena. —¿Qué te pasó? —preguntó Clara, quien la esperaba ansiosa cerca de las máquinas. Luna se detuvo un momento para recuperar el aliento antes de responder —El nuevo dueño… me llamó a su oficina. Clara abrió los ojos como platos. —¿El Moretti? ¿Qué quería? —Le gustó mi propuesta. Dijo que quiere que empiece a trabajar en ella de inmediato. Clara soltó un grito ahogado y la abrazó con fuerza. —¡Luna, eso es increíble! Sabía que lo lograrías. Luna sonrió, aunque aún le costaba procesar lo que estaba pasando. Por un momento, se permitió imaginar que tal vez, solo tal vez, las cosas finalmente empezarían a cambiar para ell
Luna había pasado toda la noche preparando un cronograma detallado para el proyecto. Quería asegurarse de que cada detalle estuviera perfectamente organizado antes de que Alessandro le pidiera resultados. No podía permitirse fallar, no después de haber llegado tan lejos. Aunque también no dejaba de pensar en la otra conversación, si ella quería salir de ahí, ese dinero le podría ayudar mucho para empezar desde cero. ¿En serio estaba considerando casarse por dinero? —Luna, baja a desayunar —gritó su tía desde la cocina, lo que le sorprendió, ya que a ninguna de ellas le importaba si Luna comía o no —Ya voy —respondió, mientras cerraba su cuaderno y lo guardaba en su mochila. Bajó las escaleras con rapidez, encontrándose con la habitual escena en la mesa sus primas, , charlando sobre frivolidades mientras su tía las servía. Cuando Luna llegó, apenas la miraron. —¿Y tú qué? —dijo Andrea, observándola con desdén—. ¿Otra noche de trabajo en ese proyecto ridículo? Luna respiró hondo