El despertador sonó a las cinco en punto de la mañana. Luna alargó la mano para apagarlo, soltando un suspiro pesado mientras el eco de las campanadas resonaba en el cuarto pequeño que llamaba "su espacio". Apenas era un rincón en el fondo de la casa de su tía, donde las paredes desnudas parecían encerrar más los sueños rotos que ella misma se atrevía a guardar.
La joven se sentó en la cama, pasando las manos por su cabello negro y largo, todavía revuelto por el sueño. Cerró los ojos un segundo, como si buscara fuerzas de algún lugar oculto dentro de sí misma, y luego se levantó. No había tiempo que perder. Las tareas empezaban antes de que el sol asomara en el cielo. Como cada día, su tía Rosa había dejado una lista sobre la mesa de la cocina: lavar la ropa, preparar el desayuno, barrer el patio, y por supuesto, dejar todo en perfecto orden antes de salir a trabajar. Luna tomó la lista y la dobló en silencio, sin molestarse en leerla por completo. Ya se la sabía de memoria. Para cuando su prima mayor, Camila, apareció en la cocina envuelta en una bata de seda, el desayuno estaba listo: huevos revueltos, café caliente, y pan fresco. Luna dejó el último plato sobre la mesa y se dispuso a recoger su mochila para salir a su trabajo en la cafetería del centro. —¿Ya te vas? —preguntó Camila, con un tono que oscilaba entre la burla y la indiferencia. Luna asintió, mientras acomodaba la correa de su mochila sobre su hombro. —Tengo que llegar temprano. —No olvides que hay que lavar los vestidos para la fiesta del sábado —intervino Andrea, la menor de las primas, entrando en la cocina con el teléfono en la mano. No levantó la vista de la pantalla ni una sola vez—. Y no vayas a usar mucha agua caliente, que ya sabes que se acaba rápido. Luna apretó los labios, reprimiendo la respuesta que le quemaba la lengua. Sabía que no valía la pena. Si respondía, la acusarían de ser grosera o ingrata, como siempre. Así que simplemente salió de la casa, cerrando la puerta tras de sí con cuidado. El aire frío de la mañana la golpeó al instante, despejando un poco su mente. La caminata hasta la cafetería le daba un respiro, aunque fuera breve. Mientras avanzaba por las calles aún medio desiertas, Luna dejó que sus pensamientos vagaran hacia los recuerdos que solían reconfortarla: su padre. Había sido un hombre bondadoso, siempre sonriente, con una mirada cálida que la hacía sentir segura. Recordaba las tardes en las que solían sentarse juntos en el jardín, él leyéndole historias mientras ella dibujaba figuras torpes en un cuaderno. "Eres mi pequeña estrella", solía decirle, besando su frente. Era su frase favorita. Pero todo eso había cambiado cuando él murió. Un accidente automovilístico, dijeron. Y con su partida, la vida de Luna se había desmoronado. La casa familiar pasó a manos de su tía Rosa, quien, con lágrimas falsas en los ojos, aseguró que cuidaría de Luna como si fuera su propia hija. Lo que nadie le dijo fue que ese "cuidado" vendría con condiciones: obediencia, trabajo duro y ninguna queja. Cuando llegó a la cafetería, la rutina del día comenzó. Luna atendió a los clientes con su sonrisa amable, aunque cansada, mientras servía cafés y limpiaba mesas. La dueña del lugar, la señora Marta, era una mujer amable que siempre le decía lo mismo: —Eres una trabajadora incansable, Luna. Algún día, la vida te devolverá todo lo que das. Luna quería creerle, pero era difícil. Al final de su turno, el sueldo apenas alcanzaba para cubrir lo esencial: la comida de la casa, los recibos, y los caprichos de sus primas. No quedaba nada para ella. El reloj marcó las siete de la noche cuando finalmente pudo salir de la cafetería. Estaba agotada, pero todavía tenía que regresar a casa y enfrentarse a las tareas pendientes. Mientras caminaba por una calle poco iluminada, algo llamó su atención: un hombre forcejeaba con dos sujetos frente a un auto de lujo. Luna se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza. Todo en su interior le decía que se alejara, que no se metiera en problemas. Pero entonces escuchó un grito ahogado, y algo dentro de ella se encendió. Sin pensarlo demasiado, corrió hacia la escena. —¡Déjenlo en paz! —gritó, su voz firme y decidida. Los dos asaltantes se giraron hacia ella, sorprendidos. Antes de que pudieran reaccionar, Luna lanzó una patada que derribó a uno de ellos. El otro intentó atacarla, pero ella lo esquivó con rapidez, utilizando las habilidades de karate que había aprendido años atrás en un curso gratuito de la comunidad. El enfrentamiento duró apenas unos segundos. Los asaltantes, al darse cuenta de que no sería fácil enfrentarse a ella, huyeron, dejando al hombre tirado en el suelo. Luna se arrodilló a su lado, observando cómo la sangre empapaba la manga de su camisa. —¿Está bien? —preguntó, su voz ahora temblorosa. El hombre abrió los ojos con dificultad, enfocándola por un instante. Su mirada estaba desenfocada, pero logró distinguir el brillo de un collar en el cuello de Luna. Una media luna dorada que parecía brillar bajo la tenue luz de la farola cercana. —Tu voz... —susurró, antes de desmayarse. Luna buscó su teléfono y llamó a una ambulancia, intentando mantener la calma mientras daba las indicaciones necesarias. Una vez que estuvo segura de que el hombre recibiría ayuda, se levantó y se alejó rápidamente. No podía permitirse involucrarse más. Mientras caminaba de regreso a casa, sus pensamientos estaban revueltos. Había hecho lo correcto, ¿verdad? Pero una parte de ella no podía dejar de preguntarse quién era ese hombre y por qué su imagen, herido y vulnerable, seguía tan presente en su mente. Cuando llegó a la casa, la voz de su tía la recibió como un balde de agua fría. —¡Luna! ¿Por qué tardaste tanto? Tenemos cosas que hacer, y tú desapareces como si no tuvieras responsabilidades. Luna no respondió. Subió las escaleras hacia su cuarto, cerrando la puerta tras de sí. Esa noche, mientras se acostaba en su cama, sus pensamientos volvieron al hombre que había salvado. Sin saberlo, acababa de cruzar el camino de alguien que cambiaría su vida para siempre Gracias por leer este capitulo. No olviden que estoy en redes sociales como Genemua.Libros y en mis historias destacadas encontrarán a los personajes como yo me los imagino. Espero se puedan pasar por ellas y disfrutar de estos personajes. Nos leemos despues.Luna miraba el techo de su pequeña habitación, incapaz de conciliar el sueño. La imagen del hombre herido seguía rondando su mente. Había algo en la forma en que sus ojos la habían buscado, como si quisiera grabar su voz y su rostro en su memoria antes de perder el conocimiento. Pero más allá de eso, había algo que la perturbaba: ¿qué hacía un hombre como él en un barrio tan peligroso?Cerró los ojos, intentando apartar esos pensamientos, pero en lugar de encontrar calma, los recuerdos de su padre comenzaron a llenar su mente.Era una tarde soleada cuando ambos subieron juntos al cerro Monteluce. Su padre siempre decía que ese lugar tenía un nombre tan elegante como las vistas que ofrecía. Desde allí, podían ver la ciudad extendiéndose como un tapiz interminable, con los rayos del sol tiñendo todo de tonos dorados y naranjas.—Algún día, todo esto será tuyo, pequeña estrella —le había dicho su padre, señalando hacia el horizonte.Luna había reído, creyendo que se refería al paisaje, p
Mientras Alessandro cerraba acuerdos, Isabella Montanari estaba con Vittorio, compartiendo una copa de vino.—¿Estás segura de que puedes convencerlo? —preguntó Vittorio, observándola con atención.—Alessandro siempre ha sido terco, pero nunca ha podido resistirse a lo que quiere, aunque no lo admita. Y yo sé que, en el fondo, puede verme como la compañera perfecta.—Espero que tengas razón —respondió Vittorio—. Nuestro futuro depende de ello.A la mañana siguiente, Luna estaba en la cafetería de la empresa, sirviendo café para sus compañeros. Su turno en la línea de producción había terminado, pero como siempre, se ofrecía a ayudar donde pudiera.—Luna, ¿puedes llevar esta bandeja a la sala de juntas? —le pidió una compañera.—Claro, no hay problema.Caminó hacia la sala de juntas, equilibrando la bandeja con cuidado. No sabía que, al cruzar esas puertas, estaría frente a Alessandro Moretti por segunda vez, aunque ninguno de los dos lo supiera aún.Dentro, Alessandro estaba revisando
Luna caminaba por los pasillos de la planta con el corazón aún latiendo a toda velocidad. No podía creer lo que acababa de pasar. Alessandro Moretti, el nuevo dueño de la empresa, no solo había leído su propuesta, sino que también había decidido que quería implementarla. Era como si todo el esfuerzo que había puesto en ese proyecto finalmente hubiera valido la pena.—¿Qué te pasó? —preguntó Clara, quien la esperaba ansiosa cerca de las máquinas.Luna se detuvo un momento para recuperar el aliento antes de responder—El nuevo dueño… me llamó a su oficina.Clara abrió los ojos como platos.—¿El Moretti? ¿Qué quería?—Le gustó mi propuesta. Dijo que quiere que empiece a trabajar en ella de inmediato.Clara soltó un grito ahogado y la abrazó con fuerza.—¡Luna, eso es increíble! Sabía que lo lograrías.Luna sonrió, aunque aún le costaba procesar lo que estaba pasando. Por un momento, se permitió imaginar que tal vez, solo tal vez, las cosas finalmente empezarían a cambiar para ella.En el
Luna había pasado toda la noche preparando un cronograma detallado para el proyecto. Quería asegurarse de que cada detalle estuviera perfectamente organizado antes de que Alessandro le pidiera resultados. No podía permitirse fallar, no después de haber llegado tan lejos.Aunque también no dejaba de pensar en la otra conversación, si ella quería salir de ahí, ese dinero le podría ayudar mucho para empezar desde cero. ¿En serio estaba considerando casarse por dinero? —Luna, baja a desayunar —gritó su tía desde la cocina, lo que le sorprendió, ya que a ninguna de ellas le importaba si Luna comía o no—Ya voy —respondió, mientras cerraba su cuaderno y lo guardaba en su mochila.Bajó las escaleras con rapidez, encontrándose con la habitual escena en la mesa sus primas, , charlando sobre frivolidades mientras su tía las servía. Cuando Luna llegó, apenas la miraron.—¿Y tú qué? —dijo Andrea, observándola con desdén—. ¿Otra noche de trabajo en ese proyecto ridículo?Luna respiró hondo y se