GRIS
Cierro con fuerza los ojos, estoy sudando y mi corazón está acelerado, mi pecho sube y baja por el subidón de adrenalina que recorre todo mi torrente sanguíneo. Enciendo la lámpara que está al lado de la cajonera, tuve una pesadilla en la que revivía una y otra vez lo que me pasó. Saco del cajón aledaño uno de los analgésicos que me dieron en el hospital, luego de hablar con Prim y de decirle que era una locura lo que pensaba hacer.
Me revisaron, no permití más, pero hice lo debido para no salir embarazada y me hice estudios de sangre más los necesarios para descartar alguna enfermedad por transmisión sexual. Bebo el agua del vaso que está al lado de un libro de la autora Monika Bennett, y me pongo de pie para revisar a mi bebé.
Veo la hora en el reloj roto que cuelga de una de las viejas paredes, son las seis de la tarde, apenas he dormido dos horas, en pequeño departamento donde vivimos solo tiene tres habitaciones pequeñas, una en donde duermo yo, otra Oliver y un baño, un pequeño espacio donde a falta de comedor, usamos una mesita de tatami al estilo japonés, una parrilla eléctrica y un viejo televisor.
Salgo y me quedo congelada al ver a mi bebé de tres años, casi cuatro, sentado en el suelo viendo uno de los conciertos de su papá.
—Cariño.
Las piernas me tiemblan mientras me acerco a él.
—¡Mira! —exclama con sus ojos azules, herencia de su padre—. ¡Mi papá es genial!
El corazón se me apachurra cuando de su rostro se desvanece la sonrisa que tanto ilumina mi vida.
—¿Qué pasa cariño? —lo cargo en brazos y apago la tele.
Se parece demasiado a Dylan Hans.
—Mi papá ¿no me quiere? —baja la mirada y esconde su rostro entre la curvatura de mi cuello—. ¿Es porque estoy enfermo?
El nudo de mi garganta se hace más grande impidiéndome hablar. Pero hago un esfuerzo sobrehumano y como siempre, empujo mi dolor hasta el fondo impidiendo que sea quien me domine y mostrándole una enorme sonrisa que va de oreja a oreja.
—¡Claro que te ama, cariño! —lo lleno de besos reteniendo las lágrimas—. Eres su adoración, es solo que esta muy ocupado, trabajando duro para que no te falte nada y para que seas un gran hombre cuando crezcas.
—No le dijiste que vomité sangre ¿verdad? —hace un tierno puchero—. No quiero que me odie por estar enfermo.
Mis labios tiemblan al igual que mi barbilla.
—Oh, cariño, eso jamás, tu papá te ama y siempre lo hará, es solo que está muy ocupado, pero sabes —lo acerco a mi pecho y lo abrazo con fuerza, dejando que mis ojos se llenen de agua—. Ayer me llamó por teléfono, preguntó por ti, me dijo que eres la luz de su vida y que te ama, también me prometió que te compraría ese carro de control que vimos en el súper ¿recuerdas?
Se aleja y abre sus ojos como platos.
—¡El carro!
—Sí,
—¡Mi papá es mi héroe! —me abraza y me mira fijamente—. ¿Por qué lloras?
Niego con la cabeza.
—Porque te amo, y porque estoy feliz de tenerte en mi vida.
—¿También amas a papá? —me pregunta y limpio mis ojos encharcados con el dorso de mi mano—. Sí, lo amo mucho porque él me dio algo que nunca nadie más me dará. Tú.
Le hago cosquillas en la pancita desatando la risa que tanto me gusta escuchar en momentos como estos. No sé hasta cuando podré sostener tantas mentiras, pero ahora lo único que me importa es conseguir el dinero para sus quimioterapias.
De pronto tose sangre y me alarmo.
—Mami —me mira con miedo.
—Vamos, no es nada, ven —lo cargo y lo llevo hasta el baño, en donde me encargo de asearlo, le doy el medicamento que me dio el doctor y tardo más de dos horas en dormirlo.
Me habla sobre su papá, es parte de él aunque solo lo vea a través de una pantalla, cuando se queda dormido, salgo de su habitación y reviso las cuentas, todo está mal y ya no queda nada en la alacena.
Me siento perdida y tomo el móvil con manos temblorosas. Marco el número de mi familia y espero cinco timbres hasta que responden.
—¿Y ahora qué quieres? —la voz de mi hermana Isabell hace que se me detenga el corazón por un par de segundos.
—¿Está mamá?
—Sí, ahora te la paso.
Espero por lo que son cinco minutos, al fondo escucho risas y pláticas hasta que responde.
—Mamá…
—¿Y ahora qué?
Ni siquiera pregunta cómo estoy. Su tono es arisco como siempre.
—¿Cómo has estado? Los extraño…
—¿Cuánto quieres? Siempre que llamas es oara pedirnos dinero, eres una mal agradecida, ¿no se supone que estás casada con Hans? El famoso cantante —ironiza lo último—. Pus bien, quédate con él.
—No, escucha, necesito que me apoyen, le detectaron a Oliver leucemia y…
—¡Hans es su padre, qué él se haga cargo! —exclama y me cuelga.
El nudo en mi garganta duele una m****a, pero no me doy por vencida, no cuando la vida de mi hijo peligra. Hago un par de llamadas a tíos y primos suplicando ayuda, pero todos me dan la patada en el culo, al parecer mi madre los ha envenenado con cosas que no son ciertas. Estoy cansada, adolorida y llena de deudas.
Me pongo de pie, estoy a nada de irme a dormir con mi hijo, cuando mi móvil suena, diviso el nombre que parpadea y casi me caigo de bruces al ver de quien se trata, vuelvo a sentarme en el suelo y sin pensarlo dos veces respondo.
—Me desbloqueaste…
—¿Señora Watson?
La desilusión cae sobre mis hombros aplastando mis esperanzas, no era Hans, sino, uno de sus abogados.
—¿Diga?
—Habla Milo Rivers, representante del señor Dylan Hans, llamo para citarnos mañana, él quiere tratar un tema importante con usted —me dice y todo me da vueltas.
Miro el anillo desgastado que adorna mi dedo, es de cobre, sencillo, uno que me dio cuando nos casamos, pensando que era como cualquier chico normal y no un famoso cantante de pop.
—¿Él quiere verme? —casi lloro de felicidad.
—Así es, el señor Hans quiere saber si le parece bien mañana a las diez de la mañana, un chófer pasará por usted y la llevará de regreso —me informa.
—Sí, me parece bien ¿Está con usted? ¿Puedo hablar con él? Tiene que saber que Oliver…
—El señor está ocupado, nos veremos mañana, que tenga una buena noche.
Cuelga dejándome con la palabra en la boca, pero no importa, no cuando mañana, luego de tres años, vería de nuevo al padre de mi hijo, al hombre que amé, mañana estaríamos frente a frente, Dylan Hans y yo.
GRIS Paso con delicadeza la mano entre toda mi ropa colgada, hace mucho que no uso algo bonito o que salgo, desde que me enteré que Oliver venía al mundo, me dediqué solo a él, y ahora me sentía como la primera vez que Hans me invitó al cine. Esa fue nuestra primera cita, comimos palomitas de caramelo hasta hartarnos. Al final me decido por unos jeans oscuros ajustados, unas flats del mismo color y una blusa de manga larga con lazo negro, dejo mi cabello rubio suelto y por primera vez me maquillo, no suelo usar mucho, debido a que no es mi prioridad verme bonita. —¡Woooow! Volteo y Oliver está en pijama con un tazón lleno de cereal. —¡Te ves bonita, mami! <
GRIS Siento que estoy dentro de una nueva pesadilla cuando me dejo caer sobre la silla frente a su escritorio, él suelta un suspiro cargado de impaciencia pero toma asiento y sube sus piernas en una de las esquinas del fino mueble. —El divorcio —susurro. —Sí, debí haberlo hecho hace años, pero estaba en dos giras importantes y tenía conciertos en puerta, contratos y muchas cosas más —dice. —¿Por eso me llamaste? —levanto la mirada. —Sí, ¿por qué más sería? —enarca una ceja con incredulidad. —Tememos un hijo, hace meses que no me ingresas pensión y… —Ah, eso
HANSEl parloteo que brota de la garganta de Ashley hace que me dé jaqueca, si no la amara como lo hago, probablemente ya la hubiera mandado a la mierda. Las cosas son así, mientras bebo el vino y ella habla de sus nuevos zapatos de diseñador, no dejo de pensar en Griselda.Haberla visto hoy por primera vez luego de tres años, colisionó mi pecho e hizo que la rabia recorriera mis venas, no es más que una zorra, una cazafortunas, mentirosa y embustera, la única razón por la que me atreví a volverla a buscar, fue porque necesito el maldito divorcio para casarme con Ashley, la mujer que ahora amo, admiro e idolatro.Sé que piensa que soy el malo del cuento, pero es que no puede caber ta
GRIS—¿Está seguro doctor? —la voz me tiembla.—Sí, es necesario que ya comencemos con las quimioterapias, pero por desgracia este es un hospital comunitario, necesitará trasladarse a uno en el que tenga todo lo que se requiere.Mis manos siguen en puños cerrados, no tengo dinero, me han corrido de ambos trabajos, no me siento bien y no cuento con el apoyo de mi familia, solo de Prim.—Su hijo necesita de todo su apoyo —finaliza el doctor.No logro escuchar más las palabras que brotan de su boca, ya que mi mente está en lo que me queda por hacer, la única salida que tenemos Oliver y
HANS—¡Esto es una mierda! —bramo lanzando lo que se me cruce en el camino.—Señor, no se altere —me dice Milo.—¿Cómo me puedes decir eso? Esa perra solo busca dinero, solo…—El niño sí está realmente enfermo, hablé con los doctores y confirmaron que su hijo…—¡No es mí hijo!—Bueno, que el niño tiene leucemia, lo que dijo la chica pelirroja a la prensa sobre la enfermedad, es cierto, como su abogado a representante debo informarle que de resultar cierto, tiene que hacerse respons
GRIS—Hace mucho que no nos vemos —dice Alexander con voz átona—. ¿No te parece, Gris?Quiero responderle, pero las palabras se atoran en mi garganta y me es imposible no apartar la mirada de Oliver, quien no deja de asombrarse con la enorme pantalla de plasma en la que ve caricaturas al otro extremo de la estancia, donde apenas y nos puede escuchar.—Supongo que sí —respondo con voz apenas audible—. Escuché…—Dejemos de lado los modales, Gris, eres mi nuera, la madre de mi nieto, sé que no he sido el mejor suegro, pero me temo que mi estado de salud me impidió poder venir antes, con la bruja de mi esposa, creo que ya me hubiera ido de este mundo hace años —musita regalándome una sonrisa cálida.—Tal vez no esté enterado, pero Dylan y yo&h
GRISSiento que el piso se me mueve, el aire colapsa en mis pulmones y el nerviosismo que hace unos minutos me dominaba, ahora me lleva a un oscuro hoyo negro, la mirada de Dylan, el chico que creí amar, es hostil, llena de odio, sentado frente a mí, con el ceño ligeramente fruncido y sin apartar sus ojos azules de mí, se inclina hacia adelante mientras Alexander atiende una llamada importante. No me preocupaba Oliver, ya que por órdenes de su abuelo, una de las chicas a su servicio se lo llevó.—Dylan…—No digas mi nombre —murmura con voz alterada—. No tienes derecho a llamarme cuando solo has sido una puta molestia todo este tiempo, un jodido error, tú y ese maldito niño que supuestamente es mío. GRISMiro cada una de las paredes de la enorme habitación en la que me indicaron que esperara las instrucciones de Alexander, y me siento como un pequeño grano de arroz en medio de caviar, no encajo en nada de aquí, pero él prometió que ayudaría a mi bebé, eso es lo único que necesito en estos momentos, apoyo para las quimioterapias.La puerta se abre y entra una chica de servicio, es morena y ojos esmeralda que contrastan de una manera maravillosa con el color de su piel, me mira y sonríe, trae en manos una enorme caja con un moño dorado, la coloca sobre la mesa y hace una ligera reverencia como si fuera de la realeza, cosa que no la veo necesaria.—El señor ha ordenado que esto es suyo, para la cena de hoy —dice—. Su amiga vendr&aCapítulo 9