GRIS
—Hace mucho que no nos vemos —dice Alexander con voz átona—. ¿No te parece, Gris?Quiero responderle, pero las palabras se atoran en mi garganta y me es imposible no apartar la mirada de Oliver, quien no deja de asombrarse con la enorme pantalla de plasma en la que ve caricaturas al otro extremo de la estancia, donde apenas y nos puede escuchar.—Supongo que sí —respondo con voz apenas audible—. Escuché…—Dejemos de lado los modales, Gris, eres mi nuera, la madre de mi nieto, sé que no he sido el mejor suegro, pero me temo que mi estado de salud me impidió poder venir antes, con la bruja de mi esposa, creo que ya me hubiera ido de este mundo hace años —musita regalándome una sonrisa cálida.—Tal vez no esté enterado, pero Dylan y yo…—Sé lo que está pasando entre ustedes, lo sé todo, así como el estado actual de mi nieto —su semblante cambia fugazmente, ahora su mirada está llena de rabia y seriedad—. Me gustaría decirte que mi hijo es una buena persona, pero no lo es, su madre se ha encargado de hacerlo a su imagen y semejanza, convirtiéndolo en un monigote que solo sirve para cantar, ganar dinero y hacerle creer al mundo entero que es de los buenos, pero no lo es.Las manos me sudan, la última vez que estuve aquí fue hace tres años, cuando Dylan me trajo en vacaciones de verano, y me folló.—No entiendo que hago aquí, no quiero problemas, en estos momentos no estoy pasando por un buen momento y solo quiero…—No estás sola.Son esas dos simples palabras las que me derrumban, hace mucho que nadie me las dice, pese a tener a Prim a mi lado. Mis ojos se llenan de agua y me muerdo el labio inferior tratando de amortiguar el sollozo que me niego a dejar escapar.—Oh, cariño —Alexander se pone de pie y se acerca a mí, mermando el espacio que nos separaba, se sienta a mi costado y extiende sus brazos—. Ven.Como si fuese una niña pequeña me embriagó de su colonia masculina y permito que me abrace, el afecto que sustituye lo que nunca recibí de mis padres. Entonces, a espaldas de mi hijo, me dejo querer, derrumbo las barreras que desde pequeña me había atrevido a construir para evitar ser débil ante el mundo.—Sola, es una palabra muy dura para alguien tan joven como tú —recalca con un hilo de voz.Alexander no es un anciano, es un hombre de cincuenta años, cabello oscuro y ojos azules, tez clara y apuesto. Sé que es millonario, dueño de varias disqueras que firman a los mejores artistas del momento, entre los cuales se encuentra su propio hijo, sí, me enteré demasiado tarde de quién era la familia de Hans.Quisiera estar de acuerdo con Alexander, pero no puedo, porque desde muy pequeña tuve que cuidar de mí misma, mientras mamá estaba demasiado ocupada con la carrera de mi hermana Isabell. Tuve que trabajar y adquirir responsabilidades que me hicieron madurar a temprana edad, sin tener la oportunidad de salir como las demás chicas de mi edad, tener novios, embriagarse y más, luego por arte de magia conocí a Dylan, me enamoré y me embaracé del hombre que creí que me amaba.Solo han pasado tres años y se sienten como toda una vida entera, pero no me quejo, porque desde que supe que Oliver venía en camino, dediqué cada segundo de mi existencia a amarlo por los dos.—Lo siento… yo… —hipeo apartándome de él.Limpio los surcos que dejaron mis lágrimas en mis mejillas con el dorso de la mano.—Escúchame bien, y quiero que pongas atención a cada una de mis palabras —me sonríe a modo tranquilizador—. Estuve fuera del país por tres años, y eso tiene una razón, tengo cáncer de pulmón, estoy muriendo.Un corriente eléctrica recorre mi espina dorsal, voy lenta, pero intento pensar que se trata de una broma de mal gusto.—Antes de morir, quiero dejar claras algunas cosas que espero aceptes, de hecho te conozco bien, por ello me voy a ver en la penosa necesidad de amenazar para que aceptes —sigue.—¿Amenazar? —me pongo de pie—. Escuche, yo…—Shhhh —me indica con una mano que vuelva a tomar asiento y dudosa lo hago—. Voy a hacerme cargo de todo lo que necesite mi nieto, es mi sangre y no pienso volverlo a abandonar, ni a él ni a tí, ya han sufrido mucho por la cobardia de mi hijo, influido por la avaricia y egoísmo de la madre.Escuchar que mi bebé tiene una oportunidad de salir adelante, me llena y aterra al mismo tiempo.—¿A cambio de qué? —pregunto con cautela.—Chica lista.—De donde vengo ningún rico da algo sin nada a cambio —respondo—. Mucho menos si este tiene el apellido Hans.Asiente en silencio mientras me observa con detalle.—Yo me haré cargo de todo, medicamentos, hospitales, quiero que un doctor con más reconocimiento le haga los exámenes requeridos, pero a cambio quiero que él y tú vengan a vivir conmigo aquí, en la mansión, hasta que muera.Las piernas me tiemblan, la palabra "muerte" Me repugna, más si viene enlazada a una enfermedad. Estudio su rostro para descubrir la trampa, sin embargo, no la hay, sus ojos… sus ojos me dicen que hablan con la verdad.—¿Por qué querría eso?—Porque estoy muriendo y no quiero hacerlo solo, porque esta mansión es tan enorme como la soledad que me engulle cada noche, porque Oliver es mi nieto y tú mi nuera, puedo darte más explicaciones pero en todas ellas quiero la misma respuesta —coloca sus manos sobre las mías—. Siempre quise una hija, y ahora la tengo, en ti veo a esa pequeña que deseé cuidar, dale la oportunidad a este maldito millonario de pasar mis últimos meses o años, con ustedes. ¿Qué dices?—Yo…Estoy a nada de responder, cuando se escucha ruido de voces, enseguida la puerta se abre y siento que el corazón se me acelera cuando veo que un par de ojos azules como los de mi hijo, me observan.—¡Tú, m*****a zorra, ya me decían que eras una ramera!Me señala con el dedo y la sonrisa que se dibuja en mi rostro se esfuma.—¡Como no pudiste conmigo, ahora le quieres abrir las piernas a mi padre, verdad, mal nacida de m****a!Chas.De pronto y en menos de un segundo, el rostro de Dylan se gira. La mano de Alexander se alza y lo mira con rabia.—¡Mi casa la respetas, a ella la respetas!Se agita y me siento mal por Alexander.—¡Pero padre, qué no ves que te está engatusando!—Dylan, podrás ser apuesto, tener fortuna, mujeres y fama, pero eres un idiota, un títere que tu madre maneja a su antojo —niega con la cabeza—. Ella está aquí porque yo la he mandado llamar.—¿Qué? ¿Por qué? —los puños de Dylan se cierran con fuerza y su vena carótida se nota visible—. Padre, ella solo busca dinero, ella…—Estoy muriendo, Dylan.El color se le ha ido del rostro al padre de mi hijo y me remuevo inquieta.—Qué… no… tú…—Ya es hora de que te hagas un hombre, Dylan.—¿Qué quieres decir? —inquiere con incredulidad.Alexander vuelve a tomar asiento y me toma la mano con cariño, como lo hace un padre con su hija.—Qué de ahora en adelante Griselda es parte de esta familia, te guste o no, ella vivirá aquí, trabajará en la disquera, y es la dueña de toda mi fortuna, ella y tú hijo Oliver.«No puede ser»GRISSiento que el piso se me mueve, el aire colapsa en mis pulmones y el nerviosismo que hace unos minutos me dominaba, ahora me lleva a un oscuro hoyo negro, la mirada de Dylan, el chico que creí amar, es hostil, llena de odio, sentado frente a mí, con el ceño ligeramente fruncido y sin apartar sus ojos azules de mí, se inclina hacia adelante mientras Alexander atiende una llamada importante. No me preocupaba Oliver, ya que por órdenes de su abuelo, una de las chicas a su servicio se lo llevó.—Dylan…—No digas mi nombre —murmura con voz alterada—. No tienes derecho a llamarme cuando solo has sido una puta molestia todo este tiempo, un jodido error, tú y ese maldito niño que supuestamente es mío. GRISMiro cada una de las paredes de la enorme habitación en la que me indicaron que esperara las instrucciones de Alexander, y me siento como un pequeño grano de arroz en medio de caviar, no encajo en nada de aquí, pero él prometió que ayudaría a mi bebé, eso es lo único que necesito en estos momentos, apoyo para las quimioterapias.La puerta se abre y entra una chica de servicio, es morena y ojos esmeralda que contrastan de una manera maravillosa con el color de su piel, me mira y sonríe, trae en manos una enorme caja con un moño dorado, la coloca sobre la mesa y hace una ligera reverencia como si fuera de la realeza, cosa que no la veo necesaria.—El señor ha ordenado que esto es suyo, para la cena de hoy —dice—. Su amiga vendr&aCapítulo 9
HANS La rabia me consume, no lo puedo evitar ¿por qué mierda me siento de este modo? Es como si me estuvieran clavando mil navajas en el pecho, como si Gris me importara tanto como desde el primer momento en el que la vi, no me doy cuenta de lo que hago hasta que entramos a la biblioteca de mi padre, cierro la puerta y como un hambreado o falta de amor, me abalanzo sobre ella y la beso. Joder, estoy besando a la mujer que me rompió el corazón, la que solo jugó con mis sentimientos, la que me engañó y solo me buscó por mi dinero, me cabrea tanto lo que me dijo mi madre que la estrecho contra mi cuerpo, ella accede a abrir su boca y le meto la lengua hasta la garganta, no entiendo nada, no sé por qué lo hago, solo la beso como en el pasado. Mis manos viajan por sus caderas y estrujo sus nalgas. —Dylan… Huele bien, paso mi atención a su cuello, y luego a sus pechos. —Dylan, detente —me empuja con sus manos y no accedo—.
GRIS —Es un hijo de p**a, eso es lo que es —replica Prim caminando de un lado a otro, con la rabia consumiendo su sistema. Miro por la ventana, la noche es fría y no dejo de pensar una y otra vez en lo ocurrido hace dos horas, las palabras que me dijo Dylan rompieron algo en mi pecho que no me puedo quitar, la agonía de la incertidumbre me hace querer volver al pasado. —¡Es que ni siquiera puedo creer lo que te dijo! Trago duro, me odia, Cindy le mintió y lo peor es que antes de consultarme las cosas prefirió hacerle caso a su madre como un niño pequeño, se convirtió en su títere y tal vez Alexander tiene razón, Dyaln es un monstruo. No hay regreso. Paso dos dedos por mis labios y la huella de los suyos me pica, me besó como lo hacía en el pasado, lo pero es que sentí lo mismo y eso no resulta ser nada bueno en estos momentos. —Es un idiota, no puedo creer que no reconozca a Oliver, es su viva imagen —sigue P
GRIS No dejo de mover mis manos con impaciencia, estando frente a Alexander al hablar sobre estos temas es una cosa, pero frente a un nuevo desconocido… es otra historia. Sus ojos grises me sonríen y creo que he de parecer un fenómeno porque suelta una pequeña risilla que hace que quiera salir corriendo. —No me mires así, Griselda —dice con voz ronca—. No soy un monstruo y tampoco un violador. —Yo no dije eso —replico. Alexander había tenido la grandiosa idea de encerrarnos en su oficina para conocernos mejor. —Pero tú mirada lo dice todo y no eres una buena mentirosa. Me quedo callada, es amable, apuesto y hasta ahora me siento cómoda con su presencia, a excepción del hecho de que me hable solo para molestar a Hans. —Vamos, tenemos que conocernos mejor si vamos a ser prometidos —me guiña un ojo haciendo que mis mejillas se sientan calientes. —Pero eso no es cierto. —Pero es lo que ten
HANSLa rabia me consume, sin embargo, no sé por qué, no quiero averiguarlo, bajo las escaleras con prisa cuando escucho la voz amortiguada de alguien a mis espaldas, no me detengo, no quiero saber nada de Griselda y mucho menos de estos buitres que solo buscan la herencia de mi padre, salgo de la casa, me subo al auto y enciendo rechinando las llantas, ya no tengo la intención de hablar con mi padre, acelero buscando algo que me tranquilice.Mi madre tuvo la razón todo este tiempo, ella solo se me acercó por mi fama y dinero, ¿cómo puede haber tanta crueldad en una mujer? Joder, golpeo el volante, mi móvil no deja de sonar, no deseo hablar con nadie, no obstante es tanta la insistencia que termino por estacionarme a la orilla y respondo de malas al ver que se trata de mi padre. GRISEl doctor me mira con lástima, cosa que no necesito, no en este momento cuando yo no importo y cuando mi única prioridad es Oliver. Nathaniel no deja de mirar por la ventana dándonos la espalda, sé que quiere darme mi espacio.—Es necesario que hagamos más estudios —sigue el doctor mostrándome placas, informes y resultados que gracias a que Alexander es millonario, llegan antes de lo esperado.He pasado un día entero aquí desde que ayer discutí con el padre de mi hijo, no quiero ver a nadie, aunque bueno, tampoco es como que tenga mucha gente que me visite.—Me voy a cuidar —le aseguro.Sus ojos me detallan el rostro, en silencio me observCapítulo 14
HANSMe siento confundido, quiero gritar, ahogarme en el mar, cuestiono incluso mi existencia mientras muevo el vaso de vidrio que contiene agua. Estoy encerrado en mi estudio, no quiero hablar con nadie, he apagado el móvil y mientras cierro los ojos, los recuerdos de Griselda vienen a mi mente, hace media hora que Milo me ha enviado las últimas pruebas que necesitaba, donde en efecto, ella jamás me fue infiel, nunca me falló, en cambio, yo a ella sí, la herí, insulté, la dejé en el olvido con mi hijo.—Joder.Me pongo de pie, incapaz de estar tranquilo conmigo cuando todo este tiempo… soy una mierda, lo sé, no merezco su perdón, pero ahora que ya sé la verdad, mi único objetivo es recuperar a mi hijo, han sido tres años e