HANS
Me siento confundido, quiero gritar, ahogarme en el mar, cuestiono incluso mi existencia mientras muevo el vaso de vidrio que contiene agua. Estoy encerrado en mi estudio, no quiero hablar con nadie, he apagado el móvil y mientras cierro los ojos, los recuerdos de Griselda vienen a mi mente, hace media hora que Milo me ha enviado las últimas pruebas que necesitaba, donde en efecto, ella jamás me fue infiel, nunca me falló, en cambio, yo a ella sí, la herí, insulté, la dejé en el olvido con mi hijo.
—Joder.
Me pongo de pie, incapaz de estar tranquilo conmigo cuando todo este tiempo… soy una mierda, lo sé, no merezco su perdón, pero ahora que ya sé la verdad, mi único objetivo es recuperar a mi hijo, han sido tres años e
GRIS El agua caliente cae sobre mi cuerpo, relajando mis muslos, hace mucho que no me daba una buena ducha, en especial cuando para economizar yo prefería que mi bebé tuviera el agua caliente y por lo regular yo me bañaba con agua a temperatura media o fría, Oliver está en la estancia principal con su abuelo, viendo programas televisivos, por lo que aproveché para darme una ducha. Enjabono mi cuerpo mientras no dejo de pensar en el beso que me dio Nathaniel, y en su disculpa en cuanto lo aparté, sé que es un buen hombre, solo que no me puedo dar el lujo de dejar entrar a nadie en mi vida, mi mundo es Oliver, no cuenta con su padre, por lo que nuevamente tendré que hacer el papel de ambos. No es que me molesté, solo resulta ser un poco pesado. De cualquier modo, mañana Oliver tiene su primera quimioterapia, el abuelo le ha
GRISMis piernas fallan cuando veo a Dylan con Oliver, la barbilla me quiere temblar, he perdido la cuenta de cuántas veces soñé con este momento, el que reconociera a su hijo, lo abrazara, lo… abrazara. Trago grueso y es Nathaniel quien me da una palmada en la espalda mientras Alexander mira la escena con cautela, con desconfianza y lo comprendo.—¡Mami, papá ha venido a verme! —Oliver tiene enrollado sus bracitos alrededor de su cuello y siento que cada segundo que pasa, me rompo un poco más.Asiento en silencio. No me atrevo a ver a Dylan a los ojos, no luego de todo lo que pasó entre los dos y de que me dijera todo lo que siente hacia mí, de hecho me siento un poco reacia con él.—Gris
GRIS Cuando abro los ojos, lo primero que veo es a Nathaniel, el cuerpo me duele y al principio me asusto con la mascarilla de oxígeno que tengo encima, intento quitarla pero él me lo impide, me quiero incorporar y hace lo mismo. —No, Griselda —niega. En su mirada hay enfado, preocupación y… confusión. —Oliver —digo quitándome la máscara. —Él está bien —suelta un suspiro—. En casa de Alexander con Hans. Me las tuve que arreglar para que no se dieran cuenta de que estabas en el mismo hospital ¿tienes idea de la gente que tuve que comprar para que no dijeran nada? Fue un caos. —¿Y qué les dijiste? —inquiero con voz cansada. —Que te había invitado a comer —confiesa con lentitud—. A mi casa, también avisé que te quedarías conmigo, así que hoy no llegas. —Pero tengo que ver a Oliver, no puedo… —me quito las sábanas para ponerme de pie. —Que no —Nathaniel vuelve a empujarme leve. Per
HANSAshley no deja de llorar y yo de caminar de un lado a otro, luego de que Alexander sacara al paparazzi de la casa y de que Gris se llevara con ella a mi hijo, traje a mi prometida a la que es mi habitación.—¿Es por ella?La pregunta me inquieta y ver su nariz respingona y rojiza hace que el corazón me lata con fuerza, dándome cuenta de que es la mujer que amo, la que necesito a mi lado, pero el hecho de que hubiese dejado entrar a un paparazzi en la casa de mi padre, no deja de causarme resquemor.—No sé de qué hablas, nena —me acerco a ella, o al menos hago el intento porque de un manotazo intenta hacer que no la toque—. Ella solo es la madre de mi hijo. GRISMe quedo congelada un instante al ver al padre de mi hijo con ojos llenos de rabia, Nathaniel se separa de mí y yo carraspeo ligero recobrando mi postura, el que siga viéndome como un bicho al que debe aplastar, me sigue recordando que me odia pese a saber las cosas. Algo que nunca cambiaré, no importa lo que haga o cuanto me esfuerce, Dylan me odia y tengo que aprender a vivir con ello.—Buenos días —susurro.—Que hay, Hans —lo saluda Nathaniel tomando asiento.La tensión es tanta que no lo soporto y me giro dándoles la espalda para seguir con lo mío.Capítulo 20
NATHANIEL Miro los resultados de los últimos análisis de Alexander y me preocupan, es decir, no soy doctor, pero no hace falta ser un especialista para darse cuenta de lo que está ocurriendo y de que no pintan nada bien. Estoy dentro de su oficina junto con Milo, el representante de Hans, Alexander nos mira apacibles desde su escritorio al tiempo que Milo le entrega los documentos con las cifras de todo lo que ha gastado su hijo últimamente. —Ha gastado mucho los últimos meses. Alexander revisa atento todo, hace una mueca soltando un largo suspiro, yo mejor que nadie sé de lo que es capaz Dylan cuando de gastar dinero comprando cosas para Ashley, se trata, sus gastos innecesarios van desde joyas que la chica deja de usar a cada nada, hasta una casa en la playa, capricho que le cumplió, hasta un carro último modelo que mantiene derrumbado en su lujosa mansión. Pero Dylan es así, él le concede todo. —No puedo creer que
HANS Doy una vuelta a la cama, luego dos, quiero decir que no me importa, eso es lo que trato de convencerme, sin embargo, no deja mi cabeza la imagen de Griselda abrazando a Nathaniel, me arde y creo que es porque antes me abrazaba así. Me incorporo de la cama siendo incapaz de conciliar el sueño, volteo y veo a la mujer de mi vida, dormida, con la espalda desnuda. Sonriendo la cubro con la sábana y me incorporo por completo, hace unas horas, luego de haber recibido la bofetada de Griselda, la madre mi hijo, vine con Ashley y la follé como nunca lo había hecho, con rabia, con… —Mierda. Me pongo de pie y bajo hasta la cocina por un vaso de agua, mi casa es amplia y salgo al patio trasero, la madrugada es fresca y no dejo de pensar en las palabras que dijo ella cuando miraba las estrellas. Recuerdo que en el pasado hacíamos algo parecido, pero han pasado tres años y pese a que no tiene la culpa de nada, eso no cambia
GRIS Observo el menú y lo cierto es que no se me antoja nada, a más de que todos los platillos que aparecen en la carta son demasiado costosos, con uno de estos sobrevivía una semana, Nathaniel le pide lo suyo a la mesera, la cual no deja de mirarlo como si fuera un panquecito a punto de devorar. El que me invitara se debe a lo mal que se siente por haberme dicho esas palabras. No lo culpo, es normal, una chica como yo no es para tipos como Dylan y él. Ellos merecen a su lado a mujeres hermosas, poderosas, como Ashley Green. —¿Has elegido? —me pregunta con amabilidad. —La verdad es que no tengo mucha hambre —niego. A veces me siento como una anciana cuando apenas tengo veintitrés años. —Si quieres puedo pedir por ti… —No sé italiano —confieso con un poco de vergüenza. Y es cierto, pese a no entender nada, con solo ver la imagen colocada a un lado del nombre y el precio, es suficiente para sabe