—¿No hay nada que se pueda hacer, doctor? —pregunté removiendo mis manos nerviosa.
—Lo siento —niega destrozándome por completo—. Lo recomendable es iniciar con las quimioterapias cuanto antes.
—Pero es tan pequeño —la voz me tiende de un hilo y el dolor en mi pecho se transforma en filosas dagas que me rebanan el alma.
—El cáncer no distingue edades señora Watson.
—Está bien —musito mirando a mi hijo.
Meto los dedos de mi mano entre las hebras color caramelo de su cabello, solo tiene tres años y verlo postrado en una cama del Hospital comunitario, me hace temblar de miedo.
—¿Está usted bien? —pregunta el doctor viéndome de arriba abajo con preocupación.
Sé lo que debe estar pensando, traigo hecha tirones el uniforme que suelo usar en la taberna, mi cabello está enredado, tengo golpes en el rostro y me duele todo el cuerpo, mi blusa está manchada de sangre y tengo arañazos por todo el rostro y parte del cuello, sin contar que mi sexo ha sido lastimado.
Hace cinco horas que acababa de salir del trabajo, había doblado turno para poder acumular completar el dinero de la renta, la semana pasada fue el cumpleaños de Oliver, mi pequeño, y quería comprarle algo digno, comimos helado y pasamos la tarde juntos, la triste realidad llegó después, cuando su papá no me depositó dinero, no responde mis llamadas y me ha bloqueado de todo.
Mi idea era llegar a tiempo para mañana ir a una entrevista de trabajo, tener dos empleos sería una locura, en uno laboraría por la mañana y en otro por la noche. Pero quería que mi bebé estuviera orgulloso de su mamá. Lástima que todo no siempre sale como uno quiere, fui abordada por cinco hombres ebrios que me violaron y me aventaron en un callejón como costal de b****a, no reconocí el rostro de ninguno, era muy noche y había poca luz.
Se llevaron mi dinero y solo dejaron mi móvil porque era un modelo muy viejo al que ni la cámara le funcionaba, fue ese momento en el que recibí la llamada de Prim, mi mejor amiga y niñera de Oliver diciendo alarmada que mi hijo había escupido sangre y que lo había llevado al hospital. Lo demás es historia, lo cierto es que a mis veintitrés años he pasado por tanto que incluso el ser violada y golpeada no es importante cuando de la vida de mi hijo se trata.
—Estoy bien —los ojos se me llenan de lágrimas por el dolor físico—. Voy a estar bien.
—Mandaré a que la revisen por si acaso —añade el doctor de sonrisa amable.
—Gracias —respondo en un tono apenas audible.
Sale de la pequeña y deteriorada habitación, sin poder contener un minuto más el tumulto de emociones que se acumulan en mi pecho y hace doler el nudo que se atora en mi garganta, sollozo.
—Vas a estar bien, cariño, lo prometo —acaricio su mejilla.
La puerta se abre enseguida, entra Prim con cara de pocos amigos, es una pelirroja hermosa de ojos grises a la que le pago por cuidar a mi hijo mientras trabajo, nos conocimos en la Universidad, cuando estudiábamos juntas un taller de repostería.
—Son unos malditos, ¿puedes creerlo? —resopla—. Me cobraron hasta las gasas, los hijos de perra.
—Te voy a pagar todo, en cuanto...
—¡Dios! —se horroriza al verme.
Prim no me había visto porque cuando llegué al hospital ella estaba en el área de caja, pagando, porque aunque sea un hospital comunitario, lo cierto es que te cobran hasta el agua.
—¿Pero qué te ha pasado? —se acerca y me toca los golpes del rostro.
—¿Me creerías si te digo que solo me asaltaron? —sonrío con ojos llorosos.
—No.
—Entonces no hagas preguntas, solo diré eso. Es lo que necesitas saber.
—Somos amigas, puedes contarme lo que sea —toma mis manos entre las suyas.
—Me violaron cinco hombres cuando salía del trabajo, no les vi el rostro, así que…
—No puede ser —me envuelve entre sus brazos y agradezco el que Oliver esté dormido. No quiero que vea a su mamá derrumbada—. Tienes que denunciar…
Niego con la cabeza.
—No tengo tiempo ni dinero, apoyo o energías para eso, ahora lo importante es Oliver, es lo único que me importa —me tiembla la voz.
Y es que es imposible no derrumbarme, mis padres me echaron cuando me enamorada como una ilusa, me casé con un chico tres años mayor que yo, Dylan Hans, alguien de quien no sabía hasta que me reveló su verdadera identidad, luego de eso lo obligaron a hacerse responsable y asumir las consecuencias, pero nunca imaginé que se trataba de un famoso cantante de pop, y que era billonario.
Los primeros meses fuimos felices, hasta que un día hizo las maletas argumentando que se iría de gira, jamás regresó, no lo volví a ver, luego me enteré que estaba embarazada y mandó a sus abogados para que desalojara su lujosa mansión, así que aún casada con él, regresé a Manhattan, cuando pedí el apoyo de mi familia, quienes tenían dinero y una posición acomodada, me dieron la puerta, argumentando que el dinero que tenían era para costear la carrera de modelo de Isabell, mi hermana mayor de veintiocho años.
Así que sola, embarazada y sin un centavo, tuve que apañármelas para salir adelante sola. Hasta que un día me encontré con Prim y ella fue mi salvación. Me ayudó. Y lo sigue haciendo. Intenté muchas veces contactar al padre de Oliver, lo logré apenas el año pasado, no habló conmigo, fueron sus abogados, y es como llegamos a un acuerdo en el que me depositaria cierta cantidad para Oliver, los primeros cuatro meses fueron bien, pero después, de la noche a la mañana dejó de depositar, me contacté con los abogados y nunca me respondieron.
"Interrumpimos la transmisión especial para avisarles que los boletos para el concierto de Hans, están agotados"
Dice el conductor del programa televisivo. Alzo la mirada oara ver la imagen del viejo televisor, detrás del hombre aparecen muchas chicas gritando eufóricas.
—Tienes que decirle, es su padre, tiene que hacerse responsable —dice Prim apagando el televisor.
—No tengo idea de dónde buscarlo o cómo hacer para que me ayude.
Oliver ni siquiera tiene su apellido, no se lo quiso dar, está registrado con el mío y no lo conoce, pero él a su padre sí, sea lo que sea, no dejo que nuestros problemas influyan en él, es su fan, y pese a tener solo tres años, habla bien y entiende que el hombre que sale en la tele es su papá.
—Yo sí.
La voz de mi mejor amiga me hace salir de mi ensimismamiento.
—Prim…
—Tranquila, tú déjamelo a mí.
—¿Qué piensas hacer? —pregunto con temor.
Entonces me mira y llena de rabia me dice:
—Creo que ya es momento de que conozca a su hijo, ese maldito de Hans.
GRISCierro con fuerza los ojos, estoy sudando y mi corazón está acelerado, mi pecho sube y baja por el subidón de adrenalina que recorre todo mi torrente sanguíneo. Enciendo la lámpara que está al lado de la cajonera, tuve una pesadilla en la que revivía una y otra vez lo que me pasó. Saco del cajón aledaño uno de los analgésicos que me dieron en el hospital, luego de hablar con Prim y de decirle que era una locura lo que pensaba hacer.Me revisaron, no permití más, pero hice lo debido para no salir embarazada y me hice estudios de sangre más los necesarios para descartar alguna enfermedad por transmisión sexual. Bebo el agua del vaso que está al lado de un libro de la autora Monika Bennett, y me pongo de pie
GRIS Paso con delicadeza la mano entre toda mi ropa colgada, hace mucho que no uso algo bonito o que salgo, desde que me enteré que Oliver venía al mundo, me dediqué solo a él, y ahora me sentía como la primera vez que Hans me invitó al cine. Esa fue nuestra primera cita, comimos palomitas de caramelo hasta hartarnos. Al final me decido por unos jeans oscuros ajustados, unas flats del mismo color y una blusa de manga larga con lazo negro, dejo mi cabello rubio suelto y por primera vez me maquillo, no suelo usar mucho, debido a que no es mi prioridad verme bonita. —¡Woooow! Volteo y Oliver está en pijama con un tazón lleno de cereal. —¡Te ves bonita, mami! <
GRIS Siento que estoy dentro de una nueva pesadilla cuando me dejo caer sobre la silla frente a su escritorio, él suelta un suspiro cargado de impaciencia pero toma asiento y sube sus piernas en una de las esquinas del fino mueble. —El divorcio —susurro. —Sí, debí haberlo hecho hace años, pero estaba en dos giras importantes y tenía conciertos en puerta, contratos y muchas cosas más —dice. —¿Por eso me llamaste? —levanto la mirada. —Sí, ¿por qué más sería? —enarca una ceja con incredulidad. —Tememos un hijo, hace meses que no me ingresas pensión y… —Ah, eso
HANSEl parloteo que brota de la garganta de Ashley hace que me dé jaqueca, si no la amara como lo hago, probablemente ya la hubiera mandado a la mierda. Las cosas son así, mientras bebo el vino y ella habla de sus nuevos zapatos de diseñador, no dejo de pensar en Griselda.Haberla visto hoy por primera vez luego de tres años, colisionó mi pecho e hizo que la rabia recorriera mis venas, no es más que una zorra, una cazafortunas, mentirosa y embustera, la única razón por la que me atreví a volverla a buscar, fue porque necesito el maldito divorcio para casarme con Ashley, la mujer que ahora amo, admiro e idolatro.Sé que piensa que soy el malo del cuento, pero es que no puede caber ta
GRIS—¿Está seguro doctor? —la voz me tiembla.—Sí, es necesario que ya comencemos con las quimioterapias, pero por desgracia este es un hospital comunitario, necesitará trasladarse a uno en el que tenga todo lo que se requiere.Mis manos siguen en puños cerrados, no tengo dinero, me han corrido de ambos trabajos, no me siento bien y no cuento con el apoyo de mi familia, solo de Prim.—Su hijo necesita de todo su apoyo —finaliza el doctor.No logro escuchar más las palabras que brotan de su boca, ya que mi mente está en lo que me queda por hacer, la única salida que tenemos Oliver y
HANS—¡Esto es una mierda! —bramo lanzando lo que se me cruce en el camino.—Señor, no se altere —me dice Milo.—¿Cómo me puedes decir eso? Esa perra solo busca dinero, solo…—El niño sí está realmente enfermo, hablé con los doctores y confirmaron que su hijo…—¡No es mí hijo!—Bueno, que el niño tiene leucemia, lo que dijo la chica pelirroja a la prensa sobre la enfermedad, es cierto, como su abogado a representante debo informarle que de resultar cierto, tiene que hacerse respons
GRIS—Hace mucho que no nos vemos —dice Alexander con voz átona—. ¿No te parece, Gris?Quiero responderle, pero las palabras se atoran en mi garganta y me es imposible no apartar la mirada de Oliver, quien no deja de asombrarse con la enorme pantalla de plasma en la que ve caricaturas al otro extremo de la estancia, donde apenas y nos puede escuchar.—Supongo que sí —respondo con voz apenas audible—. Escuché…—Dejemos de lado los modales, Gris, eres mi nuera, la madre de mi nieto, sé que no he sido el mejor suegro, pero me temo que mi estado de salud me impidió poder venir antes, con la bruja de mi esposa, creo que ya me hubiera ido de este mundo hace años —musita regalándome una sonrisa cálida.—Tal vez no esté enterado, pero Dylan y yo&h
GRISSiento que el piso se me mueve, el aire colapsa en mis pulmones y el nerviosismo que hace unos minutos me dominaba, ahora me lleva a un oscuro hoyo negro, la mirada de Dylan, el chico que creí amar, es hostil, llena de odio, sentado frente a mí, con el ceño ligeramente fruncido y sin apartar sus ojos azules de mí, se inclina hacia adelante mientras Alexander atiende una llamada importante. No me preocupaba Oliver, ya que por órdenes de su abuelo, una de las chicas a su servicio se lo llevó.—Dylan…—No digas mi nombre —murmura con voz alterada—. No tienes derecho a llamarme cuando solo has sido una puta molestia todo este tiempo, un jodido error, tú y ese maldito niño que supuestamente es mío.Último capítulo