GRIS
Paso con delicadeza la mano entre toda mi ropa colgada, hace mucho que no uso algo bonito o que salgo, desde que me enteré que Oliver venía al mundo, me dediqué solo a él, y ahora me sentía como la primera vez que Hans me invitó al cine. Esa fue nuestra primera cita, comimos palomitas de caramelo hasta hartarnos.
Al final me decido por unos jeans oscuros ajustados, unas flats del mismo color y una blusa de manga larga con lazo negro, dejo mi cabello rubio suelto y por primera vez me maquillo, no suelo usar mucho, debido a que no es mi prioridad verme bonita.
—¡Woooow!
Volteo y Oliver está en pijama con un tazón lleno de cereal.
—¡Te ves bonita, mami!
Sonrío y me pongo en cuclillas para estar a su altura.
—Y tú te ves muy guapo —le doy un dulce beso en su nariz respingona—. Voy a salir un momento, así que quiero que te portes bien con tu tía Prim.
—¿Puedo ver el concierto de papá?
Me cambia la conversación y asiento con la cabeza.
—Sí.
Me despido de él y salgo, veo como enciende el televisor y la imagen de Hans con un micrófono cantando, le endulza el oído y lo hace tararear sus canciones.
—¿Estás bien? —me pregunta en tono bajo Prim.
—No, es decir, hace tres años que no nos vemos, estoy nerviosa ¿y sí no me quiere apoyar con las quimioterapias de Oliver? —me remuevo inquieta sobre mi eje.
—Tiene que hacerlo, es su padre, por ley tiene que apoyarte.
—Lo sé, pero…
—Eh —pone sus manos sobre mis hombros—. Todo irá bien, solo van a hablar, y si se pone en plan chulo me llamas y juntas le pateamos el culo.
Sonrío.
—Eso es —me abraza—. Hace mucho que no veía esa sonrisa Gris.
Mi nombre es Griselda, pero siempre me han llamado Gris.
—Cuida de él, no dudes en llamarme por cualquier cosa —balbuceo—. Su comida está en la nevera y si quiere helado…
—Tranquila, llevo tres años cuidando a ese niño, estaremos bien —me vuelve a abrazar.
—Deséame suerte.
—Suerte.
Le doy un último beso a mi hijo y para cuándo salgo, un auto color negro con vidrios blindados ya me espera al otro lado de la acera. Un chófer me espera, me abre la puerta y entró luego de saludarlo.
—¿A dónde vamos? —inquiero tratando de no verme tan nerviosa.
Pero no me responde, solo arranca y el resto del trayecto memorizo todo lo que le tengo que decir a Hans, llevo en mi bolso una foto de Oliver y una en donde salimos los dos, tengo la esperanza de que haya cambiado y que sea una mejor persona.
El tiempo pasa y me pierdo en el paisaje hasta que el auto se detiene frente a un enorme edificio de azulejos. Salgo del auto y alzo la mirada, hasta arriba hay enormes letras grises que forman el nombre "Ashleys"
—Señora Watson.
Una voz masculina me hace dar un respingo, a las afueras de la puerta principal se acerca un hombre alto, cabello oscuro y ojos cafés, una ligera barba de días adorna su perfecto rostro. Se acerca y estira la mano en mi dirección.
—Soy Milo Rivers, representante y abogado del señor Hans, hablamos ayer por la noche —dice rápidamente sin darme tiempo de procesar cada una de las palabras—. Sígame por favor.
Asiento y con los nervios a flor de piel camino detrás de él. Subimos a un elevador, la gente me mira mal y entiendo por qué, todos los que trabajan en esta empresa van vestidos con ropa de marca, elegantes, en cambio yo… me avergüenzo y para cuando salimos del ascensor, recuerdo respirar.
—Espere aquí por favor —me pide el señor Rivers y eso hago.
Me quedo de pie esperando, viendo como entra a una oficina que lleva el título de "Presidente" Estoy tan adentrada en mis pensamientos, que no me doy cuenta del repiqueteo detrás de mí, hasta que alguien choca contra mí, tirándome café caliente sobre la blusa.
—¡Oh, lo siento tanto! —dice una de las recepcionistas desatando la risa de todas alrededor.
El ardor en la piel es doloroso por segundos, y estoy a nada de arrancarle los cabellos, cuando la puerta se abre y dicen mi nombre.
—¿Señora Watson? Puede pasar.
Cierro los ojos e intento tranquilizarme, asiento y doy la media vuelta, los ojos del señor Milo se fijan en la enorme mancha de café que quedó sobre mi blusa blanca, niega con la cabeza y les lanza una mirada amenazante que hace callar a todas, luego me da el paso y con el mentón arriba, entro.
Aunque me congelo al instante al ver a un hombre que está de espaldas mirando por la ventana, sus hombros son anchos y vienen a mí los recuerdos de cuando hicimos el amor por primera vez.
—¿Hans?
La puerta se cierra a mis espaldas y sigue igual, solo que ahora se mira más hombre… su cabello color caramelo hace contraste con sus ojos azules, idénticos a los de Oliver. Sonrío e intento irme sobre él para abrazarlo, cuando me detengo en seco al ver que me lanza sobre el escritorio una carpeta amarilla.
—Hola, Griselda —su tono frío baja mis defensas.
—¿Qué es eso? —pregunto sin apartar la mirada de la carpeta.
—Sabes perfectamente qué es.
La mirada que me lanza no me gusta, jamás me había visto así.
—Son los papeles del divorcio. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Levanto la vista, el alma se me cae a los pies y entonces dice:
—Me quiero divorciar de ti, Griselda.
GRIS Siento que estoy dentro de una nueva pesadilla cuando me dejo caer sobre la silla frente a su escritorio, él suelta un suspiro cargado de impaciencia pero toma asiento y sube sus piernas en una de las esquinas del fino mueble. —El divorcio —susurro. —Sí, debí haberlo hecho hace años, pero estaba en dos giras importantes y tenía conciertos en puerta, contratos y muchas cosas más —dice. —¿Por eso me llamaste? —levanto la mirada. —Sí, ¿por qué más sería? —enarca una ceja con incredulidad. —Tememos un hijo, hace meses que no me ingresas pensión y… —Ah, eso
HANSEl parloteo que brota de la garganta de Ashley hace que me dé jaqueca, si no la amara como lo hago, probablemente ya la hubiera mandado a la mierda. Las cosas son así, mientras bebo el vino y ella habla de sus nuevos zapatos de diseñador, no dejo de pensar en Griselda.Haberla visto hoy por primera vez luego de tres años, colisionó mi pecho e hizo que la rabia recorriera mis venas, no es más que una zorra, una cazafortunas, mentirosa y embustera, la única razón por la que me atreví a volverla a buscar, fue porque necesito el maldito divorcio para casarme con Ashley, la mujer que ahora amo, admiro e idolatro.Sé que piensa que soy el malo del cuento, pero es que no puede caber ta
GRIS—¿Está seguro doctor? —la voz me tiembla.—Sí, es necesario que ya comencemos con las quimioterapias, pero por desgracia este es un hospital comunitario, necesitará trasladarse a uno en el que tenga todo lo que se requiere.Mis manos siguen en puños cerrados, no tengo dinero, me han corrido de ambos trabajos, no me siento bien y no cuento con el apoyo de mi familia, solo de Prim.—Su hijo necesita de todo su apoyo —finaliza el doctor.No logro escuchar más las palabras que brotan de su boca, ya que mi mente está en lo que me queda por hacer, la única salida que tenemos Oliver y
HANS—¡Esto es una mierda! —bramo lanzando lo que se me cruce en el camino.—Señor, no se altere —me dice Milo.—¿Cómo me puedes decir eso? Esa perra solo busca dinero, solo…—El niño sí está realmente enfermo, hablé con los doctores y confirmaron que su hijo…—¡No es mí hijo!—Bueno, que el niño tiene leucemia, lo que dijo la chica pelirroja a la prensa sobre la enfermedad, es cierto, como su abogado a representante debo informarle que de resultar cierto, tiene que hacerse respons
GRIS—Hace mucho que no nos vemos —dice Alexander con voz átona—. ¿No te parece, Gris?Quiero responderle, pero las palabras se atoran en mi garganta y me es imposible no apartar la mirada de Oliver, quien no deja de asombrarse con la enorme pantalla de plasma en la que ve caricaturas al otro extremo de la estancia, donde apenas y nos puede escuchar.—Supongo que sí —respondo con voz apenas audible—. Escuché…—Dejemos de lado los modales, Gris, eres mi nuera, la madre de mi nieto, sé que no he sido el mejor suegro, pero me temo que mi estado de salud me impidió poder venir antes, con la bruja de mi esposa, creo que ya me hubiera ido de este mundo hace años —musita regalándome una sonrisa cálida.—Tal vez no esté enterado, pero Dylan y yo&h
GRISSiento que el piso se me mueve, el aire colapsa en mis pulmones y el nerviosismo que hace unos minutos me dominaba, ahora me lleva a un oscuro hoyo negro, la mirada de Dylan, el chico que creí amar, es hostil, llena de odio, sentado frente a mí, con el ceño ligeramente fruncido y sin apartar sus ojos azules de mí, se inclina hacia adelante mientras Alexander atiende una llamada importante. No me preocupaba Oliver, ya que por órdenes de su abuelo, una de las chicas a su servicio se lo llevó.—Dylan…—No digas mi nombre —murmura con voz alterada—. No tienes derecho a llamarme cuando solo has sido una puta molestia todo este tiempo, un jodido error, tú y ese maldito niño que supuestamente es mío. GRISMiro cada una de las paredes de la enorme habitación en la que me indicaron que esperara las instrucciones de Alexander, y me siento como un pequeño grano de arroz en medio de caviar, no encajo en nada de aquí, pero él prometió que ayudaría a mi bebé, eso es lo único que necesito en estos momentos, apoyo para las quimioterapias.La puerta se abre y entra una chica de servicio, es morena y ojos esmeralda que contrastan de una manera maravillosa con el color de su piel, me mira y sonríe, trae en manos una enorme caja con un moño dorado, la coloca sobre la mesa y hace una ligera reverencia como si fuera de la realeza, cosa que no la veo necesaria.—El señor ha ordenado que esto es suyo, para la cena de hoy —dice—. Su amiga vendr&aCapítulo 9
HANS La rabia me consume, no lo puedo evitar ¿por qué mierda me siento de este modo? Es como si me estuvieran clavando mil navajas en el pecho, como si Gris me importara tanto como desde el primer momento en el que la vi, no me doy cuenta de lo que hago hasta que entramos a la biblioteca de mi padre, cierro la puerta y como un hambreado o falta de amor, me abalanzo sobre ella y la beso. Joder, estoy besando a la mujer que me rompió el corazón, la que solo jugó con mis sentimientos, la que me engañó y solo me buscó por mi dinero, me cabrea tanto lo que me dijo mi madre que la estrecho contra mi cuerpo, ella accede a abrir su boca y le meto la lengua hasta la garganta, no entiendo nada, no sé por qué lo hago, solo la beso como en el pasado. Mis manos viajan por sus caderas y estrujo sus nalgas. —Dylan… Huele bien, paso mi atención a su cuello, y luego a sus pechos. —Dylan, detente —me empuja con sus manos y no accedo—.