HANS
El parloteo que brota de la garganta de Ashley hace que me dé jaqueca, si no la amara como lo hago, probablemente ya la hubiera mandado a la m****a. Las cosas son así, mientras bebo el vino y ella habla de sus nuevos zapatos de diseñador, no dejo de pensar en Griselda.
Haberla visto hoy por primera vez luego de tres años, colisionó mi pecho e hizo que la rabia recorriera mis venas, no es más que una zorra, una cazafortunas, mentirosa y embustera, la única razón por la que me atreví a volverla a buscar, fue porque necesito el maldito divorcio para casarme con Ashley, la mujer que ahora amo, admiro e idolatro.
Sé que piensa que soy el malo del cuento, pero es que no puede caber tanto cinismo en ella luego de haberme puesto los cuernos con su profesor de repostería en la Universidad, yo amaba con locura a Gris, la adoraba, y me casé enamorado sabiendo que ella me veía a mí, no a mis millones. Bueno, estaba equivocado. Ella solo quería mi dinero y pude alejarme de sus garras a tiempo.
El tema del hijo es otra cosa, Milo se va a encargar de todo, si es mío la apoyaré hasta que cumpla la mayoría de edad, puede que incluso vaya y lo vea un par de veces, pero solo eso, si la madre es así, no quiero ni imaginar como está criando a ese niño.
—¿Te sientes bien?
La voz de Ashley me hace volver a la realidad.
—Por supuesto —miento.
—¿Estás seguro? Desde que salimos de la empresa has estado un tanto extraño —frunce el ceño.
—Tonterías.
—No, hablo en serio, pareces de mal humor ¿es por esa mujer que estaba en tu despacho? ¿Quién es? —me pregunta y comienzo a analizar la situación, buscando una salida.
—Una vieja amiga de Ana, mi nana, es como de la familia, estaba necesitada y quise ayudarle —suelto sin remordimiento.
—Ya, pero ¿viste los moretones en su rostro? Debe usar maquillaje del barato, porque no se los cubrió bien —comenta sacándole una foto a su platillo de ensalada para sus redes sociales.
¿Traía golpes? La verdad es que ni siquiera me fije bien en ella, ya que la enorme mancha de café en su blusa, opacaba toda su aura melancólica.
—No me di cuenta —respondo restándole importancia.
—¡Y luego ese anillo horrible! Joder ¿quién en su sano juicio aceptaría una cosa espantosa como esa? —chilla.
—Probablemente alguien que amaba a esa persona, o que al menos fingía bien —me doy cuenta del error de mis palabras y cambio de conversación—. Bueno, tú me amas ¿aceptarías un anillo como ese? ¿No?
Suelta a reírse.
—Ni en mil años, amor, a más ¿por qué me darías algo tan feo? Tú me adoras.
—Tienes razón.
Me quedo callado. Paso las dos siguientes horas molesto, odiando a Gris por hacerme sentir como un m****a, así que cuando me despido de Ashley y voy directo a mi departamento, le marco a Milo, a quien encomendé seguir a Gris.
—Señor.
—¿Y bien? Por favor, dime que la has encontrado en un prostíbulo o mejor aún, en algo ilegal, eso facilita las cosas y no tendría que darle dinero a esa zorra —arguyo abriendo una lata de cerveza y cerrando la nevera con el pie.
—No señor, la he seguido como ha pedido, pero no está en ningún lugar del que usted menciona —responde y me dejo caer en mi costoso sofá—. De hecho, ha entrado rápido a un hospital comunitario de la zona.
—¿Por qué? —frunzo el ceño—. ¿Acaso se está muriendo? ¿Tan rápido me voy a quedar viudo?
Río. Seguramente busca algo, cualquier cosa para retenerme, pero sus artimañas no me van a hacer cambiar de opinión.
—¿Quiere que la espere y siga viendo? —inquiere.
—No, bueno sí, pero investiga qué hace en ese lugar ¿hospital comunitario? No creo nada, averígualo y me llamas.
—Como ordene, señor.
Paso las siguientes horas viendo los programas televisivos que hablan de lo bien que me fue en mi concierto, hasta que pierdo la noción del tiempo y me quedo dormido.
—Te amo, Hans.
Levanto la mirada y me pierdo en esos ojos que tanto me gustan, Gris…
—Te amo —repito.
—¿Juntos por siempre?
—Siempre.
Me levanto exaltado, mi pecho sube y baja, siento como la adrenalina recorre todo mi torrente sanguíneo, había tenido una pesadilla… ¿o un recuerdo del pasado? No lo sé. El televisor sigue encendido y subo el volumen al ver la imagen de Ashley hablando alegremente con los medios, le hacen preguntas sobre su carrera, el móvil no deja de sonar y con molestia subo más el volumen, en estos momentos no me interesa nada más que la que pronto va a ser mi mujer, la única madre de mis hijos, con la que voy a formar una familia.
—Cuéntanos más acerca de tu boda con Hans —iré pregunta una reportera.
—¡Oh, por Dios, claro, pide una exclusiva a mi agente y hablamos! —responde mi chica animadamente.
El móvil no deja de sonar y harto, respondo sin apartar la mirada de la enorme pantalla.
—Qué.
—Señor Hans, ya sé porqué su esposa está en el hospital comunitario.
—Aja.
—Su hijo Oliver tiene leucemia, al parecer ha ingresado un par de noches para…
La sangre se me pudre ¿hasta donde es capaz de llegar esa arpía?
—¿Puede hacer algo legalmente con eso? —le interrumpo.
—¿Disculpe?
—Eres mi abogado, el mejor del país, quiero saber si ella puede demandar o alguna m****a con eso.
—¿Señor, me escuchó? Le he dicho que su hijo tiene leucemia.
—Sí, no soy idiota, te he escuchado, y te digo desde ya que esto es una mentira, esa arpía está jugando porque quiere más dinero, pero sabes qué —me pongo de pie—. No se lo voy a dar, comprueba que ese bastardo tenga mi sangre realmente, luego llegaré a un acuerdo con ella para que de el puto divorcio y me deje vivir en paz.
—Pero señor…
—¡Haz lo que te pido, que para eso te pago!
Cuelgo. Enseguida tocan el timbre y con mala cara abro.
—¡Cariño! —mi madre se me viene encima envolviéndome en un abrazo lleno de posesión.
—Madre, ahora no es un buen momento.
—¡Tiene que serlo!
Entra echa una furia.
—¡Creí que hace tres años habías arreglado el asunto de tu maldito error con esa cazafortunas! —brama echando fuego por los ojos.
—Lo hice —respondo con seguridad.
—Pues no lo parece.
Agarra el control remoto y enciende la pantalla cambiando de canal.
—¡Escucha y mira hasta donde es capaz de llegar esa m*****a perra con tal de tener tu dinero!
Sube el volumen. En la imagen aparece una chica hablando con los medios afuera de un hospital de cuarta.
—Así es, Hans tiene un hijo de tres años con leucemia, y no se ha querido hacer responsable del él, ha mantenido oculta a su esposa, Griselda Watson, y ahora no los quiere apoyar, el niño necesita ayuda —sus ojos se llenan de lágrimas.
Los medios comienzan a desatar una ola de preguntas a la pelirroja y enseguida es transmitido por toda la televisión nacional.
—¡Puta madre! —exclamo.
—Tranquilo, cariño, déjamelo a mi —sonríe mi madre.
—¿Qué quieres decir?
—Que mami se va a encargar de esa perra, ya verás.
GRIS—¿Está seguro doctor? —la voz me tiembla.—Sí, es necesario que ya comencemos con las quimioterapias, pero por desgracia este es un hospital comunitario, necesitará trasladarse a uno en el que tenga todo lo que se requiere.Mis manos siguen en puños cerrados, no tengo dinero, me han corrido de ambos trabajos, no me siento bien y no cuento con el apoyo de mi familia, solo de Prim.—Su hijo necesita de todo su apoyo —finaliza el doctor.No logro escuchar más las palabras que brotan de su boca, ya que mi mente está en lo que me queda por hacer, la única salida que tenemos Oliver y
HANS—¡Esto es una mierda! —bramo lanzando lo que se me cruce en el camino.—Señor, no se altere —me dice Milo.—¿Cómo me puedes decir eso? Esa perra solo busca dinero, solo…—El niño sí está realmente enfermo, hablé con los doctores y confirmaron que su hijo…—¡No es mí hijo!—Bueno, que el niño tiene leucemia, lo que dijo la chica pelirroja a la prensa sobre la enfermedad, es cierto, como su abogado a representante debo informarle que de resultar cierto, tiene que hacerse respons
GRIS—Hace mucho que no nos vemos —dice Alexander con voz átona—. ¿No te parece, Gris?Quiero responderle, pero las palabras se atoran en mi garganta y me es imposible no apartar la mirada de Oliver, quien no deja de asombrarse con la enorme pantalla de plasma en la que ve caricaturas al otro extremo de la estancia, donde apenas y nos puede escuchar.—Supongo que sí —respondo con voz apenas audible—. Escuché…—Dejemos de lado los modales, Gris, eres mi nuera, la madre de mi nieto, sé que no he sido el mejor suegro, pero me temo que mi estado de salud me impidió poder venir antes, con la bruja de mi esposa, creo que ya me hubiera ido de este mundo hace años —musita regalándome una sonrisa cálida.—Tal vez no esté enterado, pero Dylan y yo&h
GRISSiento que el piso se me mueve, el aire colapsa en mis pulmones y el nerviosismo que hace unos minutos me dominaba, ahora me lleva a un oscuro hoyo negro, la mirada de Dylan, el chico que creí amar, es hostil, llena de odio, sentado frente a mí, con el ceño ligeramente fruncido y sin apartar sus ojos azules de mí, se inclina hacia adelante mientras Alexander atiende una llamada importante. No me preocupaba Oliver, ya que por órdenes de su abuelo, una de las chicas a su servicio se lo llevó.—Dylan…—No digas mi nombre —murmura con voz alterada—. No tienes derecho a llamarme cuando solo has sido una puta molestia todo este tiempo, un jodido error, tú y ese maldito niño que supuestamente es mío. GRISMiro cada una de las paredes de la enorme habitación en la que me indicaron que esperara las instrucciones de Alexander, y me siento como un pequeño grano de arroz en medio de caviar, no encajo en nada de aquí, pero él prometió que ayudaría a mi bebé, eso es lo único que necesito en estos momentos, apoyo para las quimioterapias.La puerta se abre y entra una chica de servicio, es morena y ojos esmeralda que contrastan de una manera maravillosa con el color de su piel, me mira y sonríe, trae en manos una enorme caja con un moño dorado, la coloca sobre la mesa y hace una ligera reverencia como si fuera de la realeza, cosa que no la veo necesaria.—El señor ha ordenado que esto es suyo, para la cena de hoy —dice—. Su amiga vendr&aCapítulo 9
HANS La rabia me consume, no lo puedo evitar ¿por qué mierda me siento de este modo? Es como si me estuvieran clavando mil navajas en el pecho, como si Gris me importara tanto como desde el primer momento en el que la vi, no me doy cuenta de lo que hago hasta que entramos a la biblioteca de mi padre, cierro la puerta y como un hambreado o falta de amor, me abalanzo sobre ella y la beso. Joder, estoy besando a la mujer que me rompió el corazón, la que solo jugó con mis sentimientos, la que me engañó y solo me buscó por mi dinero, me cabrea tanto lo que me dijo mi madre que la estrecho contra mi cuerpo, ella accede a abrir su boca y le meto la lengua hasta la garganta, no entiendo nada, no sé por qué lo hago, solo la beso como en el pasado. Mis manos viajan por sus caderas y estrujo sus nalgas. —Dylan… Huele bien, paso mi atención a su cuello, y luego a sus pechos. —Dylan, detente —me empuja con sus manos y no accedo—.
GRIS —Es un hijo de p**a, eso es lo que es —replica Prim caminando de un lado a otro, con la rabia consumiendo su sistema. Miro por la ventana, la noche es fría y no dejo de pensar una y otra vez en lo ocurrido hace dos horas, las palabras que me dijo Dylan rompieron algo en mi pecho que no me puedo quitar, la agonía de la incertidumbre me hace querer volver al pasado. —¡Es que ni siquiera puedo creer lo que te dijo! Trago duro, me odia, Cindy le mintió y lo peor es que antes de consultarme las cosas prefirió hacerle caso a su madre como un niño pequeño, se convirtió en su títere y tal vez Alexander tiene razón, Dyaln es un monstruo. No hay regreso. Paso dos dedos por mis labios y la huella de los suyos me pica, me besó como lo hacía en el pasado, lo pero es que sentí lo mismo y eso no resulta ser nada bueno en estos momentos. —Es un idiota, no puedo creer que no reconozca a Oliver, es su viva imagen —sigue P
GRIS No dejo de mover mis manos con impaciencia, estando frente a Alexander al hablar sobre estos temas es una cosa, pero frente a un nuevo desconocido… es otra historia. Sus ojos grises me sonríen y creo que he de parecer un fenómeno porque suelta una pequeña risilla que hace que quiera salir corriendo. —No me mires así, Griselda —dice con voz ronca—. No soy un monstruo y tampoco un violador. —Yo no dije eso —replico. Alexander había tenido la grandiosa idea de encerrarnos en su oficina para conocernos mejor. —Pero tú mirada lo dice todo y no eres una buena mentirosa. Me quedo callada, es amable, apuesto y hasta ahora me siento cómoda con su presencia, a excepción del hecho de que me hable solo para molestar a Hans. —Vamos, tenemos que conocernos mejor si vamos a ser prometidos —me guiña un ojo haciendo que mis mejillas se sientan calientes. —Pero eso no es cierto. —Pero es lo que ten