Su primer día de trabajo, una noche lluviosa, un tropiezo y un paraguas rojo cambiarán el destino de Daisuke al conocer a Hikaru, un chico con adicción a los problemas y al ; quien desde que notó la mirada de Daisuke, se enamoró de él, ¿será capaz de dejar atrás su vida de excesos?
Leer másSu nuevo apartamento era un lugar más bien pequeño; en el que, en realidad, no cabía más que un sillón de dos plazas; su cama, arrinconada contra uno de los muros; una pequeña mesa, que la haría de escritorio también, y el amplio librero que solía llenar de libros, materiales, discos y películas. El resto de los muebles que solía tener su familia decidió guardarlos para cuando el muchacho decidiera mudarse a algún lugar más amplio.Caminó hasta la ventana y se asomó para ver a la gente en el exterior ir y venir, como si quisiera hipnotizarse con aquello. Suspiró de forma ruidosa. Caminó hasta la mesa y colocó una hoja sobre la misma, buscó un bolígrafo, y comenzó a escribir aquella carta de despedida que Ryū le hubiera animado a escribir. Observó aquel bolígrafo en su mano, y desviaba su mirada hacia aquella ho
Comenzó a retomar sus actividades poco a poco; primero la universidad, ya que sólo había perdido unas cuantas semanas de estudios al final del verano, y debía ponerse al día. Había días en los que le costaba trabajo desde levantarse; días en los que permanecer en silencio, recordando a Hikaru, y las noches llorándole, iban disminuyendo conforme las semanas fueron transcurriendo. La llegada del invierno fue como dar pasos hacia atrás en el estado de ánimo del muchacho, haciendo que sólo saliera del apartamento para ir a la universidad o al trabajo, lloraba y maldecía a menudo, y recibir visitas era algo que le sacaba de ese estado por unas cuantas horas.Volver a trabajar en el Mitsu no aka fue lo que logró reanimarlo, la convivencia con Rai, Ren y Ryū lograba sacarlo de aquella monotonía en la que se había sumido cuando comenzó a salir del apartament
Daisuke no podía determinar qué era peor, el hecho de ir enterándose de a poco de todas las cosas que Hikaru había estado haciendo incluso cuando se suponía que estaban juntos; o el hecho de saber que no podía volver a ver su rostro de nuevo, a besar aquella blanca piel aterciopelada a la que también sus manos se sentían atraídas de forma poderosa. Tembló de nuevo, sintiendo aquellas terribles ganas de llorar que le invadían bastante seguido en las últimas dos semanas. Casi no había salido del apartamento en el que vivieran juntos durante poco más de un año; tiempo en el que compartieron alegrías y lágrimas, en el que así como discutían se amaron con intensidad…Se encogió sobre la cama abrazando sus piernas, sin poder evitar que el llanto se apoderara de él por completo.— ¿Por qué?... &mdas
Llegó al departamento de Daisuke cerca de las cuatro de la tarde; lucía desaliñado y agotado, pero tenía que habar con el muchacho; tenía que convencerlo de ir a ver a su amigo al hospital, quizás así Hikaru hiciera un esfuerzo extra por reaccionar. Se detuvo un par de minutos frente a la puerta sin decidirse a tocar el timbre, talló su rostro con ambas manos hasta escuchar la voz de una mujer detrás de él.— ¿Se le ofrece algo?—Buenas tardes —saludó realizando una ligera reverencia—; estoy aquí para ver a Hirano-kun —explicó—. Es importante.— ¿Con Daisuke? —Preguntó la mujer sorprendida—, ¿y él no está?—No lo sé, no me he asegurado de ello —admitió nervioso.La mujer se acercó para dar un par de golpesillos sobre la puerta. El m
Ryū esperó un par de días para llamar a la madre de Daisuke, y explicarle lo que había sucedido; sabía a la perfección que su amigo no le avisaría a su familia, por temor a que lo juzgaran; tenía que ser claro con la señora, lo último que quería era ver a su amigo herido también por su familia. Se aseguró de hacer llegar las cosas de Hikaru a Higa Hayato junto con Yū, era preciso hacerlo para evitar que el chico tuviera que ir por sus cosas y volvieran a verse las caras.— ¿Estás seguro que sólo con esto basta? —le preguntó Yū.—No hay mucho más que podamos hacer por ahora; sólo estar ahí para Dai —le dijo esbozando una ligera sonrisa—. No podemos armar un pleito donde Daisuke ya pidió distancia.Yū asintió molesto.—Mayu está con él casi todo el tiempo desde ay
El último día en Fujisawa y Enoshima recorrieron un poco más de la isla, y por la tarde nadaron en el mar un poco. No querían quemarse demasiado bajo el sol; por lo que se dedicaron a recorrer más lugares bajo techo que al aire libre.Volvieron a Tokio pasadas las seis de la tarde, había sido un viaje que habían disfrutado, y que le confirmaba a Hikaru que su amante quería estar a su lado, y eso le llenaba de felicidad. Sabía que las siguientes semanas se les complicarían por la universidad y las consultas médicas de Daisuke, a las que él no tenía tiempo para acompañarlo, ya que debía presentar exámenes; y, de alguna forma, era volver de a poco a esa rutina que habían podido mantener durante el otoño y parte del invierno.Tenía demasiadas cosas que solucionar, y debía ir haciéndolo antes de que todos sus “problemitas&r
Ryū permaneció en el departamento de Daisuke poco más de una semana después que Hikaru volvió a vivir ahí. La convivencia era extraña; de alguna manera el chico se sentía incómodo por la constante presencia del amigo de infancia de su amante, quien sólo estaba ahí para velar por la salud y seguridad del mismo. Daisuke estaba al tanto de que la presencia de Ryū tenía incómodo a Hikaru; él mismo no se sentía con plena libertad de tocarlo y besarlo a sus anchas, pero quería evitarse más conflictos. Conocía a Ryū de sobra, sabía que él mismo regresaría a su apartamento cuando se sintiera más tranquilo; sólo era cuestión de esperar.Hikaru iba y venia de la universidad acompañado por el escolta que Hayato le había puesto; y en muchas ocasiones Shinichirō se sumaba, bajo el pretexto de cuidar del chico.
Hayato salió de su habitación, pasadas las diez de la mañana, lucía desvelado; y aquella marca sobre su rostro, que la noche anterior era roja, comenzaba a tomar un color más bien morado. Frotaba su mano sobre su mejilla derecha tratando de masajearla y ver si el dolor aminoraba, aunque fuera sólo un poco. Llegó al amplio comedor, y se sentó frente a la enorme mesa de madera tallada, y aguardó a que Ayako le atendiera. Katō se acercó a él luciendo preocupado; eso era extraño, sobre todo viniendo de él. Arqueó una ceja y le miró interrogante.—Satō-sama llegó esta mañana —le anunció—. Lucía bastante perturbado, debo decir. Al principio no sabía qué pensar, pero Shinichirō-sama llamó hace una hora para preguntar si Satō-sama estaba aquí, le escuché aliviado al responderle que así era; y m
Hikaru permaneció en la casa de Hayato por tres días. Días, en los que casi no hablaba, y comía casi por la fuerza. Estaba apático, sabía que Hayato iba muy en serio; y lo último que buscaría, sería una confrontación con el grupo Higa.Al cuarto día, salió de la habitación, vistiendo sólo su bata de baño. Entró a la cocina, donde Ayako se encontraba revisando la lista de víveres que se enviarían a comprar. La chica le miró conmovida por verle en ese estado.— ¿Puedo comer algo? —dijo el chico casi en su suspiro.—Por supuesto, Satō-sama —le dijo la chica acercando una silla, invitándolo a tomar asiento frente a la mesa.El chico esbozó una ligera sonrisa forzada. Se sentó sobre aquella silla y esperó a que la chica le sirviera. Comió en silencio, con la mirada