[Gay] Hikaru...
[Gay] Hikaru...
Por: Saga Zuster
Prólogo

No mucha gente se encontraba dentro del cementerio de Aoyama, y menos bajo esas condiciones climatológicas.Un cielo grisáceo repleto de espesas nubes cubría esa tarde la ciudad de Tokio; la lluvia caía con intensidad. Podía escucharse el constante siseo de la lluvia al caer y chocar sobre el suelo, y los monumentos de piedra. Un muchacho de mediana estatura avanzaba a través de los innumerables monumentos. El grueso abrigo negro que le cubría daba la sensación de que su estructura física era más gruesa de lo que en realidad es. Su piel blanca se ve aún más pálida. Su cabello negro mojado se pega a la piel de su rostro haciéndole lucir como si estuviera enfermo. En su mano derecha sostenía un paraguas rojo cerrado, y en la izquierda llevaba empuñada una fina cadena de oro, de la que colgaban un par de anillos con una inscripción.

La expresión de su rostro era sombría; las largas ojeras que enmarcaban sus ojos pardos, denotaban la falta de sueño que le había estado asechando; y su triste mirada, dejaba ver que la razón de su angustia, se encontraba en ese lugar. Caminaba con determinación hasta detenerse frente a un monumento de piedra, en el que puede leerse un nombre: “佐藤光” (Satō Hikaru). Bajó su mirada al suelo, colocó el paraguas junto al monumento, y colocó la cadena con los anillos sobre el mismo.

Suspiró profundamente y comenzó a decir:

—Ha pasado un año desde que te fuiste de este mundo, y de mi vida de paso. Estoy aquí, ante tu tumba, vengo a decirte que aún te extraño; que aún me hace falta tu aroma en mi casa, el sonido de tu voz, o de tus pasos inquietos de un lado a otro.

Decirte que me odio, por no haber podido evitar amarte de la manera en que lo hice, y lo sigo haciendo. Decirte, que no sé qué me diste para tenerme hecho un idiota.

Darte las gracias por mostrarme que puedo ser capaz de cambiar si me lo propongo, y de ser mejor persona también. Hikaru… tantas cosas han pasado en este año. Me mudé hace una semana, no podía seguir viviendo en la misma casa. He vuelto a tener una buena relación con mi familia, no fue fácil, pero me han apoyado tanto… —suspiró aquel joven llevándose una mano al rostro para limpiar sus ojos empañados—. Este año me ha dejado saber muchas cosas que me ocultaste, Hikaru; cosas que encubriste bastante bien, que me he enterado a cuentagotas y cada ocasión es como una puñalada, que va perforándome el alma misma.

A veces quisiera odiarte; hay días en los que juro que hubiera preferido jamás haberte conocido, y enseguida me arrepiento. No había podido deshacerme de tus cosas sino hasta hace un par de semanas, con lo de la mudanza y todo eso, ya que en mi nuevo apartamento no caben tantas cosas. Aún conservo esa camisa de seda que tanto adoraste; iba a tirarla, pero al verla no pude, y me aferré a ella. Usé el anillo que me obsequiaste hasta hoy por la mañana, te lo devuelvo, junto con este paraguas rojo que inició el desastre. No planeo volver por aquí, lo lamento; esta es la última vez que voy a hacer este ejercicio masoquista.

El chico introdujo su mano en el bolsillo derecho de su grueso abrigo de lana negro. Extrajo de ahí un sobre cerrado, en el que el muchacho había escrito el nombre del destinatario de forma pulcra. Colocó aquel sobre blanco encima del monumento, sin impedir que las constantes gotas de lluvia lo mojaran hasta empaparlo.

—Sé que no puedes leerla ya, y quizás si pudieras leerla no te gustaría su contenido; tal vez podrías pensar que no tiene caso que la haya escrito, pero te equivocas, para mí ha tenido una importancia enorme. No es muy larga, debo decirte. La verdad me costó mucho trabajo atreverme a escribirla, le di muchas vueltas a la idea en mi cabeza, pero hablar con Ryū me ayudó a decidirme. No estaba seguro de venir hoy a dejar todo esto, porque habían anunciado bastante lluvia; pero de todas formas no es como que puedes darle un uso ahora, ¿verdad?

Suspiró. Miró a su alrededor, la lluvia comenzaba a escampar, y de a poco la temperatura volvía a levantar. Elevó su mirada al cielo. Suspiró de nuevo.

—Hasta siempre, Hikaru. Gracias por lo que vivimos en esa realidad alterna que creaste para mí. No puedo odiarte por más que lo intente, y ya voy a dejar de intentarlo. Voy a caminar hacia adelante, y no voy a mirar atrás. Debo irme ya, debo volver al trabajo, y no quiero estar entre tanta gente en la estación. Adiós, Hikaru.

Suspiró por última vez, acarició aquel nombre grabado en el monumento de piedra, un par de lágrimas recorrieron sus mejillas. Se apresuró a limpiarlas con la manga de su abrigo. Dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso, por el mismo camino que había utilizado para llegar hasta ahí.

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