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I. "El paraguas rojo"

Tokio, tres años atrás.

Era una tarde común y corriente de sábado en Shinjuku, atravesar la avenida era toda una faena por la cantidad de gente que a esas horas se encontraba trasladándose hacia algún lugar, llámese trabajo, restaurantes, centros comerciales… Gente iba y venía. Y justo ese día tenía que ocurrírsele ir tarde a su primer día de trabajo. Trasladarse en hora pico entre las calles de Kabukichō no era fácil, y menos cuando ya ibas con retraso. Hirano Daisuke corría entre la gente con la mayor habilidad que podía, tratando de no chocar con las personas que iban a contraflujo.

Su atlética estructura y su 1.70 de estatura, le permitían dar amplias zancadas; y poder librarse de golpear, o ser golpeado por alguien, con agilidad. Parecería que comenzaría a llover en cualquier momento.

— ¡Daisuke, apúrate! —escuchó la voz de Ryūnosuke, su amigo de infancia y quien le había ayudado a conseguir el trabajo al que se dirigía.

— ¿Falta mucho? —cuestionó Daisuke con expresión angustiosa.

—Es aquí —dijo Ryū deteniéndose de golpe frente a la entrada de un bar. Daisuke no pudo evitar estrellarse contra la amplia espalda de su amigo, sin poder meter las manos siquiera.

— ¿Aquí? —cuestionó sobando su rostro. Levantó su mirada para ver el nombre del establecimiento en el que a partir de ahí, sería su sitio de trabajo por las tardes y noches, al menos hasta que volviera a clases.

—Sí, es aquí. Por favor, Daisuke, sólo limítate a seguir las instrucciones que Masutā[1] dé, no cuestiones nada —dijo su amigo clavando sus ojos oscuros en los suyos, con actitud amenazadora—. Y por lo que más quieras, jamás, jamás, les sigas el hilo a los clientes. Limítate a cumplir y ya.

—Tranquilízate, Ryū… —pidió Daisuke con retorcida sonrisa—. No voy a hacer que pierdas tu empleo. De verdad agradezco me hayas ayudado a conseguirlo.

Aquella sonrisa confiada de Daisuke lograba desesperar a Ryū, sólo suspiró; agitó el lacio cabello negro de Daisuke y se adentró al local. Al principio le costó trabajo adaptar su mirada a la poca iluminación en el interior del bar, dio un par de pasos dentro del lugar; era un local medianamente amplio, con algunas mesas repartidas, con algunas sillas sencillas.

— ¡Ya era hora! —protestó con voz aguda un hombre de complexión delgada y unos treinta y pico; su largo cabello rojizo estaba sujetado en una coleta, el flequillo enmarcaba las finas facciones de su rostro. Estaba detrás del amplio mostrador, vestía una camisa blanca formal y un chaleco negro satinado que hacía juego con el pantalón.

—Lo sentimos, Masutā —pidió Ryū haciendo una prolongada reverencia.

—Ya, ya… —pidió aquel hombre haciendo ademanes con su mano derecha—. ¿Es Dai-chan?

—Sí, él es Daisuke —respondió Ryū. Daisuke realizó la debida prolongada reverencia.

—Hirano Daisuke —se introdujo a sí mismo.

—Dai-chan —respondió aquel hombre—. Bienvenido, espero que Ryū-kun te haya contado cómo son las cosas aquí.

—Sí, lo hizo Masutā —respondió Daisuke con amplia sonrisa.

—Mi nombre es Hiroshi Kazuto —dijo finalmente con amable expresión.

—Mucho gusto, Hiroshi-sama, por favor cuide de mí —respondió Daisuke haciendo una reverencia de nuevo.

— ¡Sin formalidades, Dai-chan! —Exclamó divertido Kazuto—, eres tan lindo…

Ryū miró de refilón a su amigo, quien sonrió ante el comentario, agradeciéndolo con un simple movimiento de su cabeza.

—Ahora, vayan a ponerse sus uniformes. Por cierto Dai-chan, se les entregan dos uniformes, y ustedes son responsables de los mismos —anunció Kazuto volviéndose hacia la repisa que tenía detrás con botellas de distintas clases de licores, y copas exhibidas.

— ¡Sí, Masutā! —respondió el chico con entusiasmo.

Ryū y Daisuke entraron al cuarto para empleados, que servía también de vestidor y bodega. Ryū le entregó a su amigo la llave de uno de los casilleros, y se acercó a una mesa donde Kazuto había dejado los uniformes para Daisuke. Los tomó con sus manos y se los entregó. Daisuke los examinó cuidadosamente.

—Debes usarlos, y siempre tiene que quedarse uno aquí; bueno, eso es lo que yo te sugiero… —dijo Ryū comenzando a cambiarse de ropa.

Daisuke sonrió. Abrió “su” casillero y comenzó a cambiarse de ropa, guardó ahí su ropa y las cosas que llevaba en los bolsillos: un peine, un cepillo dental y un paquete de pañuelos desechables. Ryū le miró con curiosidad.

— ¿Pañuelos? —preguntó el chico acercándose al casillero de su amigo y tomando entre sus manos aquel paquete nuevo de pañuelos desechables.

—Por lo que pudiera ofrecerse, Ryū. No subestimes a los pañuelos desechables —se burló Daisuke terminando de vestirse—. Listo, ¿debe usarse así, verdad?

—Sí, parece que Masutā es bueno comprando ropa. Como sea, parece que le agradaste, de todas formas, “Dai-chan” —dijo imitando la voz de su jefe—, no abuses.

—No te preocupes, Ryū-kun, no lo haré. Y yo no haría eso estando aquí —dijo, haciendo referencia a la imitación de Masutā.

Ryū comenzó a reír a carcajadas, dio un par de palmadas sobre la espalda de su amigo y comenzó a caminar hacia la puerta.

—Debemos darnos prisa, se va a abrir pronto y debemos estar listos —dijo Ryū abriendo la puerta y saliendo a través de ella.

Daisuke le siguió. Atravesaron de nuevo aquel angosto y oscuro pasillo hacia la parte posterior de la barra, donde Kazuto comenzaba a acomodar copas. El lugar lucía más bien oscuro, las pocas luces que había en el local iluminaban poco y en tonos rojizos y naranjas, para “darle calidez” al lugar.

— ¡Qué bueno que ya están listos! —Exclamó mirándolos—, Rai acaba de llegar, lo mandé a revisar la entrada, pero cuando llegue todavía tiene que ir a cambiarse; así que, durante ese tiempo son sólo ustedes dos. Ryū-kun, ve a abrir la puerta, Dai-chan vas a ayudarle a Ryū-kun a atender mesas hasta que Rai llegue, ¿de acuerdo?, cuando eso pase vas a venirte a ayudarme a mí —ordenó con amabilidad Kazuto. Daisuke sonrió y asintió entusiasmado.

Ryū corrió a abrir el local, para permitir la entrada de los clientes, Kazuto explicaba rápidamente a Daisuke algunos detalles sobre cómo tratar a algunos clientes habituales del lugar, sin salir “raspado” en el intento. Daisuke prestaba atención a las indicaciones de Masutā para poder acatarlas y cumplir con su labor sin problemas.

No parecía ser una tarde muy complicada. Había dos clientes habituales sentados en la barra, uno conversaba con Masutā sobre sus líos amorosos; mientras el otro bebía tranquilamente disfrutando del ambiente en el lugar. Un par de mesas estaban ocupadas, la primera sólo tenía una pareja gay que conversaba susurrando, y estaba siendo atendida por Ryū; y la segunda, que le tocó atender a Daisuke, una mesa con un pequeño grupo de amigos que estaban de juerga, preparándose para ir a uno de los mejores lugares de Nichō.

Ya que el bar de Kazuto Hiroshi estaba a unas cuantas calles de Nichō, solía ser frecuentado por muchos homosexuales que estaban en busca de “calentar motores” antes de la diversión. Si bien no era precisamente un bar de corte gay; era, en su mayoría, frecuentado por homosexuales, y por muchos oficinistas que trabajaban en las cercanías.

De pronto, entró con prisas un muchacho de unos 20 años, con una estatura de 1.80 aproximadamente, su cuerpo era atlético, su piel blanca relucía aún más por lo oscuro de su cabello. Atravesó el lugar y se adentró en aquel pasillo que Ryū y Daisuke hubieran recorrido para ir a cambiarse.

—Es Rai —dijo Ryū, respondiendo a la expresión interrogante en el rostro de su amigo.

—Ya veo. Eso significa que debo ir detrás de la barra, ¿cierto? —cuestionó curioso.

—Espera que Rai salga, y no hagas caso a sus tonterías, puede parecer atolondrado pero es un buen tipo.

—Entiendo… —musitó Daisuke tomando con sus manos una bandeja que sostenía unos tragos que le habían pedido en la mesa que estaba atendiendo.

Rai salió de prisa, ya uniformado, recibió un par de indicaciones de Masutā y salió a atender mesas, para relevar a Dasiuke, quien iría detrás de la barra para auxiliar a Kazuto, tal y como éste lo había organizado todo desde un inicio. Daisuke permaneció detrás de la barra aprendiendo a preparar bebidas y a servirlas de forma correcta, siguiendo de forma cuidadosa las instrucciones de su jefe. Era disciplinado en el trabajo.

La afluencia en el lugar fue incrementándose conforme se acercaba la media noche, y comenzó a descender pasadas las dos de la madrugada. Hora en la que Kazuto iba a su oficina para “hacer cuentas” y dejaba el resto en manos de sus chicos. Rai pasó detrás de la barra, mientras Daisuke volvió a atender mesas.

A las 3 de la madrugada, Kazuto salió de su oficina para dar la instrucción de cerrar el lugar, y que comenzaran las labores de limpieza.  Ryū y Rai se organizaron de prisa para poder salir antes. Ryū jaló a Daisuke y le indicó que se encargara de limpiar las mesas y colocar las sillas encima, “patas arriba”.

Ryū fue el primero en terminar su labor de limpieza, corrió a cambiarse de ropa para poder ir a casa. Daisuke terminó sus labores y caminó despacio al “salón de empleados” para cambiarse de ropa y volver a casa. Ryū le miró con curiosidad.

— ¿No tienes ganas de volver a tu casa? —cuestionó su amigo apresurándose a cerrar su casillero y caminar a la puerta.

—Está lloviendo, no puedo tener prisa, Ryū —se quejó el chico comenzando a cambiarse de ropa. Pero tu ve a casa, nos vemos en la tarde aquí, ya no voy a perderme como ayer —celebró Daisuke.

—Eso espero, ¿trajiste paraguas?

—No, pero no te preocupes; igualmente no creo tardarme tanto en llegar a casa.

—Si tú dices… —dijo saliendo a través de la puerta— ¡Hasta mañana! —se despidió en voz alta.

— ¡Hasta mañana! —se escuchó la voz de Rai, que entraba al pasillo.

— ¡Buen trabajo hoy, descansa Ryū-kun! —respondió Kazuto aún detrás de la barra.

Rai ingresó a la sala donde Daisuke terminaba de cambiarse de ropa. Sonrió con amabilidad.

—No nos han presentado, soy Inoue Rai, mucho gusto en conocerte —dijo con amable expresión.

—Mucho gusto, soy Hirano Daisuke —respondió el chico.

—Se ve que Masutā va a explotarte bastante, será mejor que te prepares —dijo entre risas comenzando a desvestirse para cambiarse de ropa.

—Será mejor que lo haga —respondió riendo—. Te veo en unas horas, Inoue-san.

— ¡Rai; sólo llámame Rai, Dai-kun! —pidió aquel muchacho con insistencia.

—De acuerdo, Rai-kun; hasta más tarde.

— ¡Claro!, nos vemos en la tarde.

Daisuke salió de la sala, atravesó el pasillo y se despidió de su jefe. Salió del lugar, miró al cielo, aún llovía, aunque parecía que escamparía pronto. Apresuró el paso, a esas horas aún había bastante gente en las calles de Kabukichō.

La constante caída de gotas de lluvia, estaba empapándolo por completo, cubrió la parte superior de sus ojos con su mano derecha a modo de visera;  comenzó a correr tratando de esquivar lo mejor que podía a las personas que cruzaban su camino, hasta topar de frente con un muchacho flacucho de débil apariencia, cayendo ambos de forma estrepitosa al suelo mojado. Daisuke se levantó deprisa y se apresuró a verificar que la persona con la que había chocado se encontrase bien.

—Discúlpeme, por favor. ¿Está usted bien? —cuestionó el chico con angustia marcada en la voz.

Aquel muchacho se incorporó con dificultad, retiró el cabello empapado que le cubría el rostro pegándose a la piel y volvió su mirada acerada a Daisuke.

—Sí, aunque no es buen clima para andar corriendo por la acera —respondió acercándose a Daisuke para examinarlo—. Estás completamente mojado; ten, te presto mi paraguas —dijo levantando del suelo aquella sombrilla roja que había caído junto con ellos, Daisuke tomó la sombrilla sin dejar de mirar a aquel extraño chico que le estaba “prestando” el paraguas.

—Pero, ¿y usted? —Cuestionó desconcertado—; además yo no sé quién es usted, ¿cómo puedo devolvérselo? —preguntó aún más confundido.

—Ah, pues yo soy Satō Hikaru, y puedes encontrarmetodas las tardes en el Advocates Café[2], a partir de las seis —respondió con extraña insistencia. Daisuke dio un pequeño paso atrás y le miró con ligera desconfianza.

Hikaru sonrió, comenzando a juguetear con aquellos mechones de cabello mojado que habían estado pegados en su rostro.

—Creo que es mejor que no lo acepte, pero gracias de todas formas —dijo Daisuke apenado.

—No seas ridículo, sigue lloviendo, y por lo que veo no va a parar. Yo no vivo tan lejos, y además mis amigos traen auto. Llévatelo, ya habrá oportunidad de que me lo devuelvas —insistió Hikaru con tono seductor—; y será un placer volver a verte…

—Debo irme, gracias —dijo dando media vuelta y siguiendo su camino con prisa.

Hikaru le vio desaparecer entre los pequeños grupos de gente que a esas horas aún vagaban en Shinjuku, más bien en el área de Nichō. Sonrió y miró con curiosidad a aquel muchacho. Iba a encontrarse de nuevo con él, era sí o sí, no había más opciones; además, todo lo que se proponía Satō Hikaru era algo que solía conseguir con o sin ayuda…

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[!] Masutā es la adaptación al japonés de la palabra inglesa Master, y es el dueño de un bar o un café.

[2] Advocates Café es un café-bar gay en el barrio de Shinjuku en Tokio.

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