Comenzó a retomar sus actividades poco a poco; primero la universidad, ya que sólo había perdido unas cuantas semanas de estudios al final del verano, y debía ponerse al día. Había días en los que le costaba trabajo desde levantarse; días en los que permanecer en silencio, recordando a Hikaru, y las noches llorándole, iban disminuyendo conforme las semanas fueron transcurriendo. La llegada del invierno fue como dar pasos hacia atrás en el estado de ánimo del muchacho, haciendo que sólo saliera del apartamento para ir a la universidad o al trabajo, lloraba y maldecía a menudo, y recibir visitas era algo que le sacaba de ese estado por unas cuantas horas.
Volver a trabajar en el Mitsu no aka fue lo que logró reanimarlo, la convivencia con Rai, Ren y Ryū lograba sacarlo de aquella monotonía en la que se había sumido cuando comenzó a salir del apartament
Su nuevo apartamento era un lugar más bien pequeño; en el que, en realidad, no cabía más que un sillón de dos plazas; su cama, arrinconada contra uno de los muros; una pequeña mesa, que la haría de escritorio también, y el amplio librero que solía llenar de libros, materiales, discos y películas. El resto de los muebles que solía tener su familia decidió guardarlos para cuando el muchacho decidiera mudarse a algún lugar más amplio.Caminó hasta la ventana y se asomó para ver a la gente en el exterior ir y venir, como si quisiera hipnotizarse con aquello. Suspiró de forma ruidosa. Caminó hasta la mesa y colocó una hoja sobre la misma, buscó un bolígrafo, y comenzó a escribir aquella carta de despedida que Ryū le hubiera animado a escribir. Observó aquel bolígrafo en su mano, y desviaba su mirada hacia aquella ho
No mucha gente se encontraba dentro del cementerio de Aoyama, y menos bajo esas condiciones climatológicas.Un cielo grisáceo repleto de espesas nubes cubría esa tarde la ciudad de Tokio; la lluvia caía con intensidad. Podía escucharse el constante siseo de la lluvia al caer y chocar sobre el suelo, y los monumentos de piedra. Un muchacho de mediana estatura avanzaba a través de los innumerables monumentos. El grueso abrigo negro que le cubría daba la sensación de que su estructura física era más gruesa de lo que en realidad es. Su piel blanca se ve aún más pálida. Su cabello negro mojado se pega a la piel de su rostro haciéndole lucir como si estuviera enfermo. En su mano derecha sostenía un paraguas rojo cerrado, y en la izquierda llevaba empuñada una fina cadena de oro, de la que colgaban un par de anillos con una inscripci&oa
Tokio, tres años atrás.Era una tarde común y corriente de sábado en Shinjuku, atravesar la avenida era toda una faena por la cantidad de gente que a esas horas se encontraba trasladándose hacia algún lugar, llámese trabajo, restaurantes, centros comerciales… Gente iba y venía. Y justo ese día tenía que ocurrírsele ir tarde a su primer día de trabajo. Trasladarse en hora pico entre las calles de Kabukichō no era fácil, y menos cuando ya ibas con retraso. Hirano Daisuke corría entre la gente con la mayor habilidad que podía, tratando de no chocar con las personas que iban a contraflujo.Su atlética estructura y su 1.70 de estatura, le permitían dar amplias zancadas; y poder librarse de golpear, o ser golp
Daisuke llegó a casa de sus padres cerca de las 4:30 de la madrugada. Todo estaba en absoluto silencio. Se adentró procurando avanzar hasta su habitación en silencio y sin encender luz alguna. Cerró la puerta detrás de sí, se desnudó y se tumbó sobre la cama completamente extenuado. Suspiró. Recordó aquel extraño encuentro con el sujeto que, tras tropezar y caer al suelo junto con él, le prestó aquel paraguas rojo: Satō Hikaru…Cerró sus ojos. Podía verlo en su mente… aquellas finas facciones en su rostro; esos expresivos ojos marrones, que lucían tonalidades naranjas por las luces a su alrededor; el cabello oscuro empapado por completo, y pegado a su rostro; su blanca piel aterciopelada… Trató de obligarse a dormir, intentó concentrarse en qu
Pasaban de las doce del mediodía, Hikaru apenas estaba levantándose completamente desnudo, de su cómoda cama. Se estiró y abrió las cortinas de par en par, se asomó a través de la ventana de su habitación en su lujoso apartamento, desde el que podía contemplar el constante ajetreo en la exclusiva zona comercial de Omotesando Hills.—Deberías venir, y recostarte de nuevo, Hikaru-chan—dijo, en tono seductor, un muchacho de blanca piel, estructura atlética y músculos marcados, de cabello corto teñido de negro azabache, haciendo a un lado la sábana que cubría la parte baja de su cuerpo; dejando a la vista la poderosa erección que tenía—; te aseguro que aquí va a ponerse mejor… Hikaru giró la cabeza para mirarle, aquella pose le hizo sonreír. Se relamió los labios; y comenzó a avanzar hacia él de f
Pasaban de las cuatro de la tarde cuando Daisuke salió de la casa de su familia para ir a Kabukichō, y dar una vuelta por el lugar que aquel extraño sujeto le había dicho, para devolver el dichoso paraguas rojo. Por un lado, quería sólo olvidarse de la incomodidad que aquel tipo le había hecho sentir, pero al mismo tiempo sentía una extraña curiosidad que hacía que quisiera ir y encontrarle.—Satō Hikaru… —musitó para sí, mientras avanzaba por las calles de Kabukichō, acercándose a Nichō—. Advocates Café —dijo deteniéndose en la acera de enfrente del lugar, aún se encontraba cerrado, pero era bien sabido que ese lugar tenía bastante ambiente en Nichō. Suspiró. Continuó su camino para regresar a Kabukichō y perder un poco de tiempo ah
Se adentraron al bar buscando alguna mesa para ocuparla y permanecer en el bar, al menos hasta que Hikaru pudiera acercarse a “Tora no me”.— ¡Lo ves, Masato-kun, lo logré! —celebró Hikaru sentándose frente a una de las mesas del bar.— ¿Quién es Tora no me? —Cuestionó Masato curioso, observando a los chicos que atendían las mesas—, ¿qué no es Inoue? —preguntó mirando hacia Rai, que entregaba unas bebidas a una mesa.— ¿Inoue? —Cuestionó Hikaru desconcertado—, ¿lo conoces?— ¡Sí, es Inoue Rai-kun! —Dijo Masato identificando al
Pasaban de las once de la mañana cuando Hikaru abrió los ojos. Recorrió la cama de Daisuke con su mano, buscando el cuerpo del chico con quien había tenido sexo durante la madrugada, sin tener éxito. Se enderezó para buscarlo con la mirada. Escuchó la voz de Daisuke, parecía charlar con alguien. Se apresuró a levantarse de la cama; buscó su ropa y sintió escalofríos, recordó que su ropa se había quedado botada en algún lugar de la sala de Daisuke, recorrió la habitación del muchacho buscando qué ponerse, abrió el armario y cogió la primera playera que encontró. Se la colocó dándose cuenta que aquella prenda le llegaba a medio muslo, y el comienzo de las mangas le llegaban unos centímetros por debajo del hombro; comenzó a reírse, al contemplarse en el espejo.Abrió ligeramente la puerta de l