Se adentraron al bar buscando alguna mesa para ocuparla y permanecer en el bar, al menos hasta que Hikaru pudiera acercarse a “Tora no me”.
— ¡Lo ves, Masato-kun, lo logré! —celebró Hikaru sentándose frente a una de las mesas del bar.
— ¿Quién es Tora no me? —Cuestionó Masato curioso, observando a los chicos que atendían las mesas—, ¿qué no es Inoue? —preguntó mirando hacia Rai, que entregaba unas bebidas a una mesa.
— ¿Inoue? —Cuestionó Hikaru desconcertado—, ¿lo conoces?
— ¡Sí, es Inoue Rai-kun! —Dijo Masato identificando al
Pasaban de las once de la mañana cuando Hikaru abrió los ojos. Recorrió la cama de Daisuke con su mano, buscando el cuerpo del chico con quien había tenido sexo durante la madrugada, sin tener éxito. Se enderezó para buscarlo con la mirada. Escuchó la voz de Daisuke, parecía charlar con alguien. Se apresuró a levantarse de la cama; buscó su ropa y sintió escalofríos, recordó que su ropa se había quedado botada en algún lugar de la sala de Daisuke, recorrió la habitación del muchacho buscando qué ponerse, abrió el armario y cogió la primera playera que encontró. Se la colocó dándose cuenta que aquella prenda le llegaba a medio muslo, y el comienzo de las mangas le llegaban unos centímetros por debajo del hombro; comenzó a reírse, al contemplarse en el espejo.Abrió ligeramente la puerta de l
Hayato llegó puntual, espero a que Hikaru abriera la puerta del apartamento para dejarlo ingresar. Le miró de pies a cabeza, aún estaba arreglándose tal y como a él le gustaba, un traje de seda de corte chino que a sus ojos le hacía lucir completamente devorable. Se mordisqueó el labio inferior nada más verlo. Hikaru sudó frío.— ¿Estás listo ya? —preguntó Hayato cerrando la puerta detrás de sí.—Aún no, me falta colocarme el prendedor que quieres que use —dijo visiblemente incómodo.Hayato le jaló hacia sí y le besó apasionadamente. Hikaru correspondió el beso, y rodeó con sus brazos el cuello del yakuza, quie
Hikaru permanecía recostado sobre la amplia mesa de madera finamente tallada; su respiración era aún agitada, y acariciaba su cuerpo con lentitud. “Jun” le miraba con una sonrisa retorcida, emitió una risita que llamó la atención del chico, quien se volvió a mirarlo.—Ha sido genial… —dijo Hikaru, aún jadeante—. Me has hecho gritar mucho, me duele la garganta…El muchacho comenzó a reír, le miró sentarse sobre la mesa con las piernas abiertas, su respiración aún era agitada, y su piel aterciopelada se encontraba aperlada por las diminutas gotas de sudor.—Me ha encantado —respondió con sonrisa lasciva—. Si no te molesta, me gust
Hikaru se escabulló del club Rainbow de Hayato, sin que este se percatara del momento en que el chico pudo salir. Encontró a Rai en su huida por las calles de Nichō, parecía aturdido cuando aquel chico le abordó en la calle.— ¿Satō-san? —Cuestionó Rai comenzando a dar palmadas en los hombros de Hikaru.—Rai-kun… —atinó a responder Hikaru volviendo en sí.— ¡Te ves terrible!, ¿qué ocurrió? —Insistió Rai luciendo preocupado.—Quiero irme a casa, necesito un taxi; fui a una reunión con unos amigos de mi familia… —explicó con mirada perdida el chico.Rai se apresuró a detener un taxi y ayudar a Hikaru a subirse al mismo.— ¿A dónde van? —Cuestionó el taxista.—Omotesando Hills… —musitó Hikaru de forma
Un par de días habían pasado cuando Hikaru escuchó su móvil sonar. Se estremeció entre los brazos de Daisuke, quien le besaba el cuello y el mentón mientras lo embestía sobre la cama.— ¿Debes responder? —cuestionó Daisuke entre jadeos.—Después… ah… —gimió sacudiendo su cadera, logrando que Daisuke se aferrara con fuerza a su cadera profundizando aquellas estocadas.El móvil volvió a sonar, con esa era la tercera vez que sonaba. Hikaru suspiró fastidiado. Tomó el móvil con su mano derecha y observó el número, no tenía contacto. Recordó que “Jun” le llamaría, empujó a Daisuke contra el colchón de la cama, con el dedo índice de su mano derecha hizo seña de que guardase silencio. Daisuke le miró desconcertado y aún excitado en su
Kentarō aguardaba visiblemente nervioso frente al Advocates Café, cuidando que nadie que lo ubicara le hubiera visto ahí. Hikaru llegó cinco minutos antes del tiempo fijado; notó el alivio en el rostro de “Jun” conforme él se acercaba.— ¡Qué bueno que llegas! —exclamó el muchacho.—Lo imagino —dijo Hikaru notando la paranoia del hombre frente a él—. Conozco un hotel donde podemos charlar, ¿está bien?— ¿Puede ser lejos de Shinjuku, por favor? —pidió con ansiedad el muchacho.—Claro, ¿en Love Hotel Hill[9] está bien? —preguntó Hikaru para confirmar con Kentarō. El muchacho asintió en silencio, sin dejar de cuidar las personas que iban y venían a su alrededor.Hikaru tragó con dificultad, estaba nervioso por la actit
Gastaron cerca de tres horas recorriendo la zona comercial. Kentarō parecía divertirse entrando en almacenes y probando golosinas. Hikaru le observaba curioso, para él vagar por centros comerciales y andar comiendo golosinas era algo común, sobre todo cuando se encontraba con amigos de infancia o compañeros con los que congeniaba. No podía negarlo, aquella actitud de “Jun” y lo que podía interpretar de la llamada telefónica estaban llenándolo de curiosidad.—Te invito a cenar, Kentarō-kun —dijo Hikaru con amplia sonrisa. El muchacho le miró desconcertado y volvió su mirada a su alrededor—. Tranquilo, dudo que alguien aquí te conozca, sólo relájate.Kentarō asintió. Relajó sus hombros, y caminó junto a Hikaru con normalidad. Estaba oscureciendo y las calles comenzaban a llenarse de gente que iba y venía de un lugar a
Kentarō se apresuró a ducharse y vestirse desde las siete de la mañana, procuró no hacer ruido para permitirle a Hikaru descansar lo más posible. Debía volver a sus obligaciones, su exabrupto telefónico del día anterior le había dado la libertad de saltárselas por una noche, pero no podía darse muchos lujos, al menos, no aún, pensaba…Se acercó de nuevo al chico, sacudió su cabello con su mano y besó sus labios despertándolo.— ¿Qué ocurre, Ken-kun? —Cuestionó adormilado el chico.—Debo irme ya. El tiempo pagado es hasta las diez de la mañana, Hikaru, duerme un poco más —dijo levantándose.— ¿Qué hora es? —Preguntó curioso.—Las siete.— ¡Qué horror! —Se quejó con flojera—, y si mejor te que