Ryū esperó un par de días para llamar a la madre de Daisuke, y explicarle lo que había sucedido; sabía a la perfección que su amigo no le avisaría a su familia, por temor a que lo juzgaran; tenía que ser claro con la señora, lo último que quería era ver a su amigo herido también por su familia. Se aseguró de hacer llegar las cosas de Hikaru a Higa Hayato junto con Yū, era preciso hacerlo para evitar que el chico tuviera que ir por sus cosas y volvieran a verse las caras.
— ¿Estás seguro que sólo con esto basta? —le preguntó Yū.
—No hay mucho más que podamos hacer por ahora; sólo estar ahí para Dai —le dijo esbozando una ligera sonrisa—. No podemos armar un pleito donde Daisuke ya pidió distancia.
Yū asintió molesto.
—Mayu está con él casi todo el tiempo desde ay
Llegó al departamento de Daisuke cerca de las cuatro de la tarde; lucía desaliñado y agotado, pero tenía que habar con el muchacho; tenía que convencerlo de ir a ver a su amigo al hospital, quizás así Hikaru hiciera un esfuerzo extra por reaccionar. Se detuvo un par de minutos frente a la puerta sin decidirse a tocar el timbre, talló su rostro con ambas manos hasta escuchar la voz de una mujer detrás de él.— ¿Se le ofrece algo?—Buenas tardes —saludó realizando una ligera reverencia—; estoy aquí para ver a Hirano-kun —explicó—. Es importante.— ¿Con Daisuke? —Preguntó la mujer sorprendida—, ¿y él no está?—No lo sé, no me he asegurado de ello —admitió nervioso.La mujer se acercó para dar un par de golpesillos sobre la puerta. El m
Daisuke no podía determinar qué era peor, el hecho de ir enterándose de a poco de todas las cosas que Hikaru había estado haciendo incluso cuando se suponía que estaban juntos; o el hecho de saber que no podía volver a ver su rostro de nuevo, a besar aquella blanca piel aterciopelada a la que también sus manos se sentían atraídas de forma poderosa. Tembló de nuevo, sintiendo aquellas terribles ganas de llorar que le invadían bastante seguido en las últimas dos semanas. Casi no había salido del apartamento en el que vivieran juntos durante poco más de un año; tiempo en el que compartieron alegrías y lágrimas, en el que así como discutían se amaron con intensidad…Se encogió sobre la cama abrazando sus piernas, sin poder evitar que el llanto se apoderara de él por completo.— ¿Por qué?... &mdas
Comenzó a retomar sus actividades poco a poco; primero la universidad, ya que sólo había perdido unas cuantas semanas de estudios al final del verano, y debía ponerse al día. Había días en los que le costaba trabajo desde levantarse; días en los que permanecer en silencio, recordando a Hikaru, y las noches llorándole, iban disminuyendo conforme las semanas fueron transcurriendo. La llegada del invierno fue como dar pasos hacia atrás en el estado de ánimo del muchacho, haciendo que sólo saliera del apartamento para ir a la universidad o al trabajo, lloraba y maldecía a menudo, y recibir visitas era algo que le sacaba de ese estado por unas cuantas horas.Volver a trabajar en el Mitsu no aka fue lo que logró reanimarlo, la convivencia con Rai, Ren y Ryū lograba sacarlo de aquella monotonía en la que se había sumido cuando comenzó a salir del apartament
Su nuevo apartamento era un lugar más bien pequeño; en el que, en realidad, no cabía más que un sillón de dos plazas; su cama, arrinconada contra uno de los muros; una pequeña mesa, que la haría de escritorio también, y el amplio librero que solía llenar de libros, materiales, discos y películas. El resto de los muebles que solía tener su familia decidió guardarlos para cuando el muchacho decidiera mudarse a algún lugar más amplio.Caminó hasta la ventana y se asomó para ver a la gente en el exterior ir y venir, como si quisiera hipnotizarse con aquello. Suspiró de forma ruidosa. Caminó hasta la mesa y colocó una hoja sobre la misma, buscó un bolígrafo, y comenzó a escribir aquella carta de despedida que Ryū le hubiera animado a escribir. Observó aquel bolígrafo en su mano, y desviaba su mirada hacia aquella ho
No mucha gente se encontraba dentro del cementerio de Aoyama, y menos bajo esas condiciones climatológicas.Un cielo grisáceo repleto de espesas nubes cubría esa tarde la ciudad de Tokio; la lluvia caía con intensidad. Podía escucharse el constante siseo de la lluvia al caer y chocar sobre el suelo, y los monumentos de piedra. Un muchacho de mediana estatura avanzaba a través de los innumerables monumentos. El grueso abrigo negro que le cubría daba la sensación de que su estructura física era más gruesa de lo que en realidad es. Su piel blanca se ve aún más pálida. Su cabello negro mojado se pega a la piel de su rostro haciéndole lucir como si estuviera enfermo. En su mano derecha sostenía un paraguas rojo cerrado, y en la izquierda llevaba empuñada una fina cadena de oro, de la que colgaban un par de anillos con una inscripci&oa
Tokio, tres años atrás.Era una tarde común y corriente de sábado en Shinjuku, atravesar la avenida era toda una faena por la cantidad de gente que a esas horas se encontraba trasladándose hacia algún lugar, llámese trabajo, restaurantes, centros comerciales… Gente iba y venía. Y justo ese día tenía que ocurrírsele ir tarde a su primer día de trabajo. Trasladarse en hora pico entre las calles de Kabukichō no era fácil, y menos cuando ya ibas con retraso. Hirano Daisuke corría entre la gente con la mayor habilidad que podía, tratando de no chocar con las personas que iban a contraflujo.Su atlética estructura y su 1.70 de estatura, le permitían dar amplias zancadas; y poder librarse de golpear, o ser golp
Daisuke llegó a casa de sus padres cerca de las 4:30 de la madrugada. Todo estaba en absoluto silencio. Se adentró procurando avanzar hasta su habitación en silencio y sin encender luz alguna. Cerró la puerta detrás de sí, se desnudó y se tumbó sobre la cama completamente extenuado. Suspiró. Recordó aquel extraño encuentro con el sujeto que, tras tropezar y caer al suelo junto con él, le prestó aquel paraguas rojo: Satō Hikaru…Cerró sus ojos. Podía verlo en su mente… aquellas finas facciones en su rostro; esos expresivos ojos marrones, que lucían tonalidades naranjas por las luces a su alrededor; el cabello oscuro empapado por completo, y pegado a su rostro; su blanca piel aterciopelada… Trató de obligarse a dormir, intentó concentrarse en qu
Pasaban de las doce del mediodía, Hikaru apenas estaba levantándose completamente desnudo, de su cómoda cama. Se estiró y abrió las cortinas de par en par, se asomó a través de la ventana de su habitación en su lujoso apartamento, desde el que podía contemplar el constante ajetreo en la exclusiva zona comercial de Omotesando Hills.—Deberías venir, y recostarte de nuevo, Hikaru-chan—dijo, en tono seductor, un muchacho de blanca piel, estructura atlética y músculos marcados, de cabello corto teñido de negro azabache, haciendo a un lado la sábana que cubría la parte baja de su cuerpo; dejando a la vista la poderosa erección que tenía—; te aseguro que aquí va a ponerse mejor… Hikaru giró la cabeza para mirarle, aquella pose le hizo sonreír. Se relamió los labios; y comenzó a avanzar hacia él de f