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El Bora negro circulaba por la carretera de cuota 54D a unos decentes 80 km por hora. A la altura de Ciudad Guzmán los ocupantes hicieron una parada. Entraron a una tienda de autoservicio y compraron algunas botellas de agua, una cajetilla de cigarrillos y algunas golosinas.

La sensación térmica iba en aumento a medida que se acercaban a la costa y Victoria Greco iba con la ventanilla del copiloto abajo y, como si el aire del exterior no fuera suficiente, llevaba un abanico, que agitaba constantemente para refrescarse.

— Ya casi llegamos – anunció Derek ante la creciente impaciencia de Victoria.

— Te rogare que no me dirijas la palabra, ¿Entendido? – contestó ella con hosquedad.

— ¡Que simpática es usted! – dijo Derek riendo.

— Cuando regrese a Italia le diré al Conde que te quisiste propasar conmigo. Te aseguró que puedo hacer que te cort

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