Leone Bellini llegó a la casa de Beth tan rápido como pudo; aceleró y consiguió que algunos conductores le pitaran debido a su imprudencia. Cuando llego estaba sudando, un tanto por el calor, pero aún más por el nerviosismo que sentía. Sacó un pañuelo del bolsillo de su pantalón y se secó la fina capa de sudor que perlaba su frente. Miró al otro lado de la calle, descendió del auto y se acercó con cautela. Acercándose sigilosamente llegó hasta el pórtico, dudando si debía tocar la puerta. Finalmente, no lo hizo y retrocedió de vuelta a la calle. Levantó la vista, hacia las ventanas; estaba atento por si alguien se asomaba, pero nadie apareció. Beth está muerta adentro – fue la idea que le paso por la cabeza – Nadie ha venido a verla – pensó después con un asomo de sonrisa en sus labios.
Rosella se quedó meditando en todas las desgracias que habían llegado a su vida. Como una bola de nieve, estás, parecían haberse acumulado durante años, incluso décadas, y de un momento a otro habían decidido embestirla con furia. Lloró. No pudo evitarlo. Las lágrimas le escocían los ojos, como si hasta estas, parecieran decididas a infringirle aún más dolor. Dos horas más tarde, y después de recibir el parte médico, se hallaba en la casa de Beth. Fue a recoger algunas cosas, había decidido que se quedaría en la sala del hospital a tiempo completo. Así era menos probable que Leone pudiera hacerle algún daño, pues el hospital ofrecía seguridad, al menos de manera relativa. Por supuesto también quería estar al pendiente del estado de salud de Beth y, además se sentía con la obligación moral de cuidar de Esmeralda. Antes de partir de vuelta al hospital, ordenó sus pertenencias en una pequeña maleta, su ropa, sus zapatos y algunos accesorios típicos
“La calma antecede a la tormenta”. ¿Cuantas veces no hemos escuchado esa frase en algún programa de TV, en algún libro o de la boca de alguna persona cercana? La frase encierra algo de cierto, con la salvedad de que nunca se especifica si esta calma será duradera o no, o si la tormenta será tan violenta que no nos permitirá ver la luz del sol en mucho tiempo.Durante el tiempo que Victoria Greco y Sebastián Costa estuvieron juntos, ambos se sintieron bien, al menos, la imagen que proyectaban, era la de una pareja enamorada y sin muchos problemas en la vida. Victoria ¿Fingía? Con toda seguridad muchas cosas sí, pero pudo descubrir que, para su sorpresa, aun sentía algo palpitante dentro de ella cada vez que él le acariciaba y le besaba. Aquello era mil veces mejor que estar en los brazos del decrépito y despreciable Conde. Ella era una mujer muy joven aún (cum
Sebastián Costa caminaba con los dos chicos de regreso a la playa. Se habían alejado un poco después de la clase de surf para comprar comida y bebida. La conversación durante el trayecto había sido animada y divertida, pero de pronto, las risas se detuvieron y un silencio sepulcral pareció apoderarse de toda la bahía.Tres hombres cubiertos con pasamontañas y gruesos chalecos antibalas estaban frente al bungalow y el campamento provisional de los chicos. Los hombres habían descendido de una camioneta todo terreno que parecía sacada de una película de acción. Dos de ellos portaban armas largas de alto calibre y el tercero agitaba en el aire un arma más pequeña.Costa sentía su corazón latir con fuerza, el calor parecía haber aumentado de golpe y las entrañas le palpitaban debido a la adrenalina. Sintió sus s
La noticia de la muerte de Victoria Greco tardó varios días en llegar a los oídos del Conde Di Tella. Cuando los hombres que había contratado con el fin de fingir el rapto aparecieron, no encontraron más que una playa vacía. La camioneta que decía: Forense, estaba terminando de levantar los cuerpos de los hombres abatidos. Al contrario de los hombres que acompañaron a Ezequiel Martínez, ellos, habían cercado la zona sigilosamente y para cuando dieron con el lugar donde se supone se hallaba la doctora Greco, hasta las huellas de la batalla que había tenido lugar ya estaban desapareciendo.El hombre había contado a Leone Bellini lo siguiente:Cuando llegamos no quedaba mucho que ver, los forenses estaban terminando de levantar los cuerpos. Había solo una patrulla de policía en el lugar y decidimos que no era conveniente acercarnos demasiado. Oculté mi arm
Leone Bellini trasmitió la noticia de la muerte del doctor Costa, con cierto agrado, a la que, legalmente, aún era su mujer.Rosella lloró amargamente su perdida (y sintió también pena y admiración por la forma que Victoria había muerto). Se sentía cayendo en un pozo sin fondo, se había quedado sola y a merced de lo que Leone decidiera hacer con ella. Costa era su aliado, su cómplice y su amigo. Estaba sola. Desamparada. Y profundamente devastada. Beth aún no recobraba la conciencia y los pronósticos sobre una posible mejoría eran cada día más desalentadores, lo cual contribuía solo a aumentar su dolor.Antes de enterarse de la muerte de Costa, ella se había esforzado por ser un apoyo para Esmeralda. Ambas habían desarrollado un fuerte vínculo entre sí. Pero ahora, Esmeralda parecía más optimista y fuerte que la propi
Cuatro meses después de los hechos ocurridos en la tercera parte...Alexandra Di Tella iba a bordo del elegante MSC Sinfonia, un crucero con destino a las Islas Griegas, que había zarpado desde Venecia. El crucero era una enorme embarcación de cinco estrellas, tenía capacidad para 2223 personas, un total de 783 camarotes, 10 cubiertas y 4 piscinas.Alexandra viajaba con su novio, Michael. Se habían conocido hace poco y era el primer viaje a gran escala que realizaban juntos. Podría estar con él, ahora mismo, en la ducha, de no ser porque se sentía indispuesta para hacer cualquier cosa que no fuera permanecer acostada. Se tocaba el vientre constantemente, como quien sufre cólicos intestinales. Había tomado ya una pastilla de venta libre, pero parecía no estar surtiendo efecto en lo absoluto.Michael salió de la ducha con una toalla alrededor de la cintura. C
A las nueve de la noche el salón Versalles del MSC Sinfonia comenzó a llenarse de gente, el cartel en el exterior anunciaba el baile: “MSC Sinfonia les da la bienvenida al gran baile de aniversario”. “El grupo Coreográfico de MSC presentará hoy su show sorpresa” – decía más abajo. Era uno de esos eventos que se venden como apoyo a damnificados de desastres, pero la realidad es que la mayor parte de las ganancias iban a parar casi siempre a los abultados bolsillos de los organizadores y patrocinadores.La marquesina en el exterior del lujoso Salón Versalles tenía grabado un breve itinerario con letras amarillas que lastimaban la vista. En cada centelleó de luz, los nombres del equipo coreográfico de MSC Sinfonia iban apareciendo: Grace Davis, Howard Campbell, Ashley Meyer, Guillen Fraga, Ana Paris, Adán Vega…Alexandra caminaba sujeta al brazo de Michael, ib
De vuelta en su camarote, el hombre que todos sus compañeros conocían como Adán Vega se recostó, se quitó los zapatos y dedicó unos minutos a relajarse; cerró los ojos y luego se incorporó, rebuscó en el pequeño mueble que tenía a lado y sacó una pequeña libreta, la abrió y comenzó a escribir. Era su diario personal. Escribió el acontecimiento del día y lo dejo a un lado. Casi estaba por amanecer y comenzaba a sentir el cansancio. No había dormido nada en casi 24 horas. Entonces, apenas sus parpados se juntaron, recordó el besó de Alexandra, un besó que había sido tan dulce e inocente y, además, sorpresivo. Este pensamiento se apartó rápidamente y casi pudo sentir una punzada de dolor al recordar a Victoria y en la forma en como ella, había dado su vida por defenderle. Tenía que vengar su muerte y