Michael salió del hospital una semana después de que la policía por fin realizará una exhaustiva revisión en él laberinto subterráneo de la casa de Isola. Decomisaron todo lo que había dentro, desde las armas y las municiones, hasta el equipo médico y medicamentos controlados y de alto riesgo almacenados allí. Recuperaron al menos media docena de cadáveres dentro, algunos ya en avanzado estado de descomposición y otros más ni siquiera pudieron ser encontrados en su totalidad. Aquella propiedad quedaba al resguardó del gobierno francés, que mantenía las cintas prohibitivas por el momento, pero que en el futuro quizá decidiera darle un nuevo uso.
Michael miraba las noticias, desde donde una corresponsal delgaducha y pecosa decía que la casa de Isola se había vinculado a la Familia Di Tella y que aquello era solo uno de sus muchos centr
— Usted es tan patético – dijo la voz en la oscuridad.El Conde Di Tella estaba atado en la oscuridad y escuchaba su respiración jadeante y entrecortada como única ambientación en el lugar. La escena le recordó a cuando mantuvo cautiva a Victoria Greco en un lugar muy similar. Sentía su propia sangre caliente correr desde algún punto fracturado en su cráneo hasta el suelo. El goteó leve, pero constante, le hacía pensar que, si no salía de allí pronto, moriría desangrado, tal y como había dejado morir a muchos de sus rivales cautivos en el pasado. Pensó en su hija, Alexandra, y de pronto, se sintió más tranquilo, casi tanto como si hubiera tomado una de sus pastillas para dormir.— Así, que después de todo abandona el negocio – dijo de nuevo la voz. El Conde se esforzó en identificar de quien se
El oleaje mojaba los pies de Rosella. Estaba sentada en la arena y llevaba un sombrero de palma para cubrirse del intenso sol. A corta distancia, una colonia de leones marinos tomaba el sol sobre las rocas. Embarazada de siete meses, tocó su abultado vientre por encima de la delgada blusa.— Tu papá llegará pronto – le dijo al bebé no nato mientras acariciaba su vientre con movimientos suaves y generosos.Levantó la mirada y lo vio acercarse, venía a pie cargando una bolsa de compras. Ella lo vio y sonrío sintiéndose tan enamorada como no recordaba haberlo estado en toda su vida. Le encantaba contemplarlo con el imponente arco de Cabo San Lucas de fondo. Pensó que se veía como en el último sueño que habían compartido juntos hacia tiempo atrás. Y se veía mejor que antes, más guapo, más joven y más fuerte.
Eran las 9 de la mañana. El sol asomaba por las ventanas de los complejos hoteleros de la Bahía de Cabo San Lucas, en México. La brisa marina viajaba a través del aire esparciendo su delicado aroma y frescura a los visitantes del Breathless de Los Cabos, uno de los mejores hoteles de todo el puerto. La vista se antojaba deliciosa desde una de las altas habitaciones en las que el Famoso Arco del Fin del mundo parecía una estatuilla que podría tomarse solo con la fuerza de los dedos. Distintas embarcaciones decoraban el paisaje; la mayoría de ellas con fines turísticos. Era la época vacacional y la ciudad gozaba de un momento cumbre en cuanto a la afluencia de turistas se refiere. El clima era agradable y en el ambiente flotaba la tranquilidad de la vida citadina de los locales, quienes ofrecían artesanías, hospitalidad y buena comida a los despreocupados visitantes. Abajo, al nivel de la playa, se podía ver un grupo de niños construyendo castillos de arena y,
Lucas Valdez había llegado a Los Cabos poco después del anochecer. No tenía idea donde podría encontrarse el sospechoso al que buscaba; todo lo que sabía es que se hallaba muy cerca de él.Valdez, de 45 años, había nacido en España. Su desgraciada suerte lo había llevado a caer en tratos con la Mafia Italiana desde muy joven. Pese a todo, se había ganado su lugar en la organización a base de esfuerzo y dedicación, o al menos, eso solía decirle Leone Bellini, su jefe inmediato. Él hubiera preferido no viajar tan lejos para ir tras la pista de un desgraciado como Sebastián Costa, pero como dijo el propio Leone, no había nadie más en condiciones de hacerlo.Valdez tenía cierta aprehensión a volar y había sufrido muchísimo durante las 22 horas de viaje que lo llevaron hasta el paradisiaco destino. Aún
La luz del sol formaba una línea en la pared parecida a una enorme cicatriz. En la Suite Presidencial del Breathless las persianas estaban echadas, pero ya se podía ver con claridad aun dentro de la mediana oscuridad de la habitación. Costa abrió los ojos. Sentía una pesadez en ellos como si sus parpados estuvieran hechos de plomo. Tenía dolor de cabeza y se sentía como si hubiera bebido demasiado la noche anterior, tanto así, que tardó unos instantes en reconocer su habitación. La mujer a su lado, aún demasiado adormilada para caer en la cuenta de donde se encontraba, se removió en la cama dándole la espalda, abrió brevemente los ojos, se removió una vez más y volvió a dormirse. Costa se levantó y se sentó al borde de la cama durante unos instantes, se froto las sienes como lo haría alguien aquejado de fuertes migrañas y se esforzó en recordar los detalles desde el momento en que había visto a la chica hasta el momento actual. Tras un breve ejercicio mental,
Rosella Bellini bajó del avión a las 12:06 pm. Se dirigió rápidamente a la sala donde se vería con Sebastián Costa a su llegada. La Terminal 2 para llegadas Internacionales estaba atestada de personas procedentes de Europa. Rosella buscó entre la multitud, pero no había indicio alguno de su amigo. Llevaba dos pesadas maletas que le dificultaban aún más la tarea. Sabía, de antemano, que el Aeropuerto no se encontraba en Cabo San Lucas, sino en la ciudad vecina de San José del Cabo, unos 30 km de su destino final. Intentó llamar sin éxito al móvil de Costa, y tras agotar el tiempo máximo de espera que ella misma se había autoimpuesto, decidió salir y tomar algún servicio de taxi que pudiera llevarla al Breathless de Los Cabos. Alta y guapa como era, recibió algunos piropos de parte de los nacionales, algunos más educados que otros. Rosella no comprendía muy bien el español, pero si alcanzó a descifrar algunas palabras que le disgustaron. Mientras salía, pensó en llamar
Lucas Valdez se encontraba disfrutando sus “vacaciones obligadas” delante del Arco del Fin del Mundo. Había contratado un paquete local que lo llevaría desde la bahía hasta la mítica formación rocosa. Vestido únicamente con unos bermudas, descalzo, sentía la calidez del sol por todo el cuerpo. Nunca, ni en su más tierna infancia, se imaginó estar en un lugar así. Las circunstancias que lo habían llevado a trabajar para la mafia habían sido tan desafortunadas como lo era su situación actual. Leone Bellini le había encomendado viajar hasta donde se ocultaba Sebastián Costa. Fue tarea fácil para el jefe, pensaba Valdez, pues hacia algún tiempo que tenía intervenido el teléfono de su mujer, y podía leer sus mensajes, escuchar sus llamadas y hasta grabarlas, desde luego también saber su localización. Bellini ha
Había anochecido y mientras Lucas Valdez llegaba a la sala de urgencias, Sebastián Costa se encontraba en la terraza de la Suite Presidencial. Rosella Bellini y él habían pasado parte del día allí mismo mientras ella dibujaba en silencio un retrato a carboncillo del Arco del Fin del Mundo. El dibujo es increíble le había dicho Costa, tienes un talento nato para el dibujo, Rosy.Rosella se encontraba dentro de la habitación dando los últimos detalles a su dibujo. Durante su época como estudiante de arte había aprendido muchas técnicas de pintura, pero hacerlo a lápiz era su favorito, decía que se conservaba más la esencia del dibujo y que le hacía recordar el instante mismo en que lo había dibujado - es como poner una parte de mí en cada dibujo - solía decir - solo Dios puede dotar de tan bellos colores los paisajes, es por eso que prefier