Rosella Bellini bajó del avión a las 12:06 pm. Se dirigió rápidamente a la sala donde se vería con Sebastián Costa a su llegada. La Terminal 2 para llegadas Internacionales estaba atestada de personas procedentes de Europa. Rosella buscó entre la multitud, pero no había indicio alguno de su amigo. Llevaba dos pesadas maletas que le dificultaban aún más la tarea. Sabía, de antemano, que el Aeropuerto no se encontraba en Cabo San Lucas, sino en la ciudad vecina de San José del Cabo, unos 30 km de su destino final. Intentó llamar sin éxito al móvil de Costa, y tras agotar el tiempo máximo de espera que ella misma se había autoimpuesto, decidió salir y tomar algún servicio de taxi que pudiera llevarla al Breathless de Los Cabos.
Alta y guapa como era, recibió algunos piropos de parte de los nacionales, algunos más educados que otros. Rosella no comprendía muy bien el español, pero si alcanzó a descifrar algunas palabras que le disgustaron.
Mientras salía, pensó en llamar nuevamente a Costa, pero la idea de que su teléfono pudiera estar siendo rastreado de alguna manera, hizo que desistiera.
Rosella ya había viajado sin su marido en otras ocasiones, y gustaba de coleccionar objetos que compraba de cada ciudad que visitaba, en su armario tenía un precioso Kimono japonés verde jade, tenía también un par de trajes típicos de la última vez que estuvo en México, un Vino blanco de edición limitada comprado en España para degustación personal, entre otras cosas. Cuando su marido no la acompañaba, viajaba en compañía de alguna de sus amigas o de su madre; ella (su madre) había muerto hace poco y sus amigas cada vez se distanciaban más, como si ella tuviese alguna enfermedad que temieran contagiarse. Su marido, Leone Bellini no veía con buenos ojos los viajes de su esposa sin un acompañante y le habría prohibido que lo hiciera, así que Rosella tomó el dinero de su cuenta bancaria particular, una cuenta que ella se había esforzado por mantener lejos y secretamente oculta de su marido, y emprendió el viaje primero a Paris, una ciudad que ella amaba y que le traía muy buenos recuerdos de su niñez.
Al tiempo que ella dibujaba a carboncillo la torre Eiffel desde el campo Marte se enteró, gracias a una llamada de su esposo, que una división particularmente violenta de la Familia Di Tella buscaba a Sebastián Costa por haber “desgraciado la vida” de uno de los miembros más poderosos de dicha organización. Y aunque Rosella preguntó en concreto cual había sido la falta, Leone Bellini se había negado a dar más detalles, pues sus superiores le habían prohibido dar más información, incluso a ella. Luego de colgar la llamada, Rosella marcó al móvil de Costa y él le confió que se hallaba en la ciudad de los Cabos en México. Fue así como ella decidió emprender el transoceánico viaje.
Costa había sido amigo de toda la vida de Rosella y de Leone Bellini, pero cayó de la gracia de este último cuando los Di Tella pusieron precio a su cabeza. El matrimonio había tenido discusiones por este hecho, ya que Rosella lo conocía de toda la vida; eran amigos desde épocas más desdichadas para ambos y ella, con el paso del tiempo sentía una necesidad, cada vez más creciente, de estar con él. Podría decirse que la línea de la amistad había sido rebasada y que ella, se sentía verdaderamente atraída hacia él. Enamorada quizá.
Ahora ya en camino al Breathless de Los Cabos, Rosella pensaba en esas cosas y le aterraba la posibilidad de que Leone y sus hombres encontraran a Costa y lo mataran antes de que ella pudiera verlo a los ojos y decirle que lo amaba. ¡Si, lo amaba! Ahora estaba completamente segura de eso.
Nunca había sido una mujer demasiado romántica, ni siquiera estando en la cama con su marido cuando era más joven y estaba muy enamorada de él, pero la personalidad de Sebastián Costa despertaba en ella un interés que nunca antes había experimentado, pensar en él, provocaba en su mente frases tan ridículamente cursis y estúpidas que se sentía avergonzada por ello.
Cuando finalmente llego al Breathless, se quedó maravillada por la majestuosa bahía que se extendía ante sus ojos. El oleaje dejaba una capa de espuma blanca que le hacía pensar, sin ningún motivo aparente que pudiera recordar, en la película de La Sirenita. El Arco del Fin del Mundo parecía devolverle la mirada con su imponente majestuosidad y en lo alto, el sol coronaba una postal de ensueño que quedaría guardada en su mente y corazón por el resto de su vida.
Rosella descendió del taxi, dejando una generosa propina al conductor que le agradeció con una sonrisa amable, entró en la recepción del Hotel y preguntó en un atropellado español, fruto de una traducción rápida vía internet.
— Buenas tardes, busco al señor Sebastián Costa, podría indicarme su número de habitación. Por favor.
La recepcionista, una mujer menuda y entrada en años, hojeaba una revista y apenas le dedicó una mirada, despreciaba a las prostitutas y Rosella le pareció una.
— ¿Quién lo busca?
— Rosella Bellini.
La recepcionista soltó una leve carcajada y dijo:
— ¿Es su nombre real o su nombre de trabajo, señorita?
Rosella se esforzó por comprender la pregunta, pero su limitado conocimiento del idioma local fue evidente.
La recepcionista parecía gozar metiendo en apuros a la que ella pensaba era una prostituta, en opinión de ella, era la ocupación más degradante para una mujer. Podías limpias pisos, fregar platos o incluso cambiar pañales a viejos cascarrabias para ganarte el pan, pero ser prostituta era algo que ella no podía tolerar.
Justo cuando Rosella se disponía a traducir, teléfono en mano, cada una de las palabras de la recepcionista y a pedirle que las repitiera, una voz conocida la llamó desde uno de los elevadores.
— ¡Rosy! ¡Aquí!
Ella miró hacia dónde provenía la voz y en su interior, algo se agito como un maremoto. Sebastián Costa en traje de etiqueta estaba parado a unos cuantos metros de ella y la miraba con sus grandes ojos color miel. Ella se apartó rápidamente de la recepción y fue a su encuentro.
— Hola — dijo ella un tanto eufórica.
Casi habían quedado frente a frente cuando, detrás de Costa y bajando del elevador, advirtió la presencia de una mujer, diminuta y hermosa, mucho más joven que ella, enfundada en un vestido color plata.
La diminuta mujer tomó a Costa de la mano y le dio un beso en la boca como despedida. El beso fue fugaz, pero Rosella sintió una punzada en el corazón, la mujer paso a lado de ella y apenas si le dirigió la mirada, las miradas de ambas se cruzaron solo por un instante. Rosella advirtió que parecía confundida y muy apurada.
— Es un placer verte de nuevo, amiga mía – dijo Costa al tiempo que le daba un cálido y fuerte abrazo.
Ella dudó un momento, pero al poco se entregó al abrazo y se fundieron durante un instante.
— Lamentó mucho no haberte recibido en el aeropuerto, espero puedas disculparme. Estoy dispuesto a llevarte a dar un tour por la ciudad y después podemos ir a comer algo, hay excelentes restaurantes de este lado de la Bahía.
Rosella no pudo ocultar su alegría por verlo y se apresuró a decir:
— Está bien, te disculpo en esta ocasión, pero te costara que me ayudes a subir las maletas. Estoy muerta de cansancio. Ah, y quisiera tomar un baño antes de salir, si no te causa molestias.
Costa sonrío.
— Pero claro – Tomó las maletas y se dirigió al elevador del que acababan de bajar una pareja de ancianos. – Subamos, arriba podrás descansar, tomar una ducha y si no deseas salir, podemos tomar algo arriba, estoy seguro de que hay muchas cosas que querrás preguntarme.
Demasiadas – pensó Rosella y formuló la primera pregunta que vino a su mente. ¿Quién era esa mujer con la que bajaste del elevador? Sabía que, si la hacía, Él advertiría inmediatamente sus intenciones hacia él, pues los celos y el amor son cosas que no se pueden ocultar por mucho tiempo.
Una vez en los amplios espacios de la suite presidencial, Costa le sirvió una copa de vino y ordenó servicio a la habitación. Después de que Rosella se duchara, ella expreso su deseo de querer descansar más que salir a la ciudad, fue así como terminaron tomando los alimentos en el comedor de la suite.
— ¿Qué te ha parecido el viaje? – preguntó Costa
Ella sorbió un poco de vino, hizo una mueca que a Costa le resulto graciosa y habló con voz suave.
— Demasiado Cansado. Los años empiezan a pasarme factura
Costa río, una risa que lleno el amplio espacio de la suite. Una risa agradable a los oídos de ella.
— Vamos Rosy, tú eres toda una trotamundos, eres una expedicionaria autentica, no podrás estar hablando enserio.
Ella también río y habló con tono severo.
— En realidad he venido porque me interesa saber que paso en Roma, Leone no me dijo mucho y por nuestra amistad te pido que confíes en mí y me cuentes que paso.
— ¿Han puesto precio a mi cabeza?, ¿No es así? – atajó él, sorbiendo de su copa
— Si – respondió ella y bajó la mirada — y me temó que no podamos escapar.
— ¿Podamos?
— Si, Podamos, estoy en esto contigo, pero necesito saber qué fue lo que paso.
Lucas Valdez se encontraba disfrutando sus “vacaciones obligadas” delante del Arco del Fin del Mundo. Había contratado un paquete local que lo llevaría desde la bahía hasta la mítica formación rocosa. Vestido únicamente con unos bermudas, descalzo, sentía la calidez del sol por todo el cuerpo. Nunca, ni en su más tierna infancia, se imaginó estar en un lugar así. Las circunstancias que lo habían llevado a trabajar para la mafia habían sido tan desafortunadas como lo era su situación actual. Leone Bellini le había encomendado viajar hasta donde se ocultaba Sebastián Costa. Fue tarea fácil para el jefe, pensaba Valdez, pues hacia algún tiempo que tenía intervenido el teléfono de su mujer, y podía leer sus mensajes, escuchar sus llamadas y hasta grabarlas, desde luego también saber su localización. Bellini ha
Había anochecido y mientras Lucas Valdez llegaba a la sala de urgencias, Sebastián Costa se encontraba en la terraza de la Suite Presidencial. Rosella Bellini y él habían pasado parte del día allí mismo mientras ella dibujaba en silencio un retrato a carboncillo del Arco del Fin del Mundo. El dibujo es increíble le había dicho Costa, tienes un talento nato para el dibujo, Rosy.Rosella se encontraba dentro de la habitación dando los últimos detalles a su dibujo. Durante su época como estudiante de arte había aprendido muchas técnicas de pintura, pero hacerlo a lápiz era su favorito, decía que se conservaba más la esencia del dibujo y que le hacía recordar el instante mismo en que lo había dibujado - es como poner una parte de mí en cada dibujo - solía decir - solo Dios puede dotar de tan bellos colores los paisajes, es por eso que prefier
A pocos metros de la Ciudad del Vaticano, se alza una majestuosa construcción de carácter renacentista. Se trata del castillo Sant Angelo. Iniciado por el emperador Adriano en el año 135 para ser su mausoleo personal y familiar, fue terminado por Antonino Pío en el año 139. El castillo está conectado con la Ciudad del Vaticano por un corredor fortificado, llamado Passetto, de unos 800 metros de longitud. La fortaleza fue el refugio del Papa Clemente VII durante el asedio y saqueo de Roma en el año 1527, que llevaron a cabo las tropas del rey Carlos I de España, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.En un puente con el mismo nombre que se alza sobre el Rio Tiber, Leone Bellini esperaba impaciente, noticias de su hombre de confianza, Lucas Valdez. Hacia una semana ya que había hablado con él, para entonces, le había dicho que buscaría a Sebastián Costa y que har&ia
Situado en el mar, sobre una isla artificial localizada a 270 metros de la playa en el Golfo Pérsico, el Burj Al Arab es una imponente construcción con una altura de 320 metros, un lujoso hotel que hace palidecer a la mayoría de los hoteles que se jactan de ser lujosos alrededor del mundo. Es, además, el único con la categoría de siete estrellas alrededor del globo.Los decorados interiores tienen mármol, terciopelo y hojillas de oro. En el vestíbulo, fuentes de agua danzantes, brillantes colores en el techo, acuarios gigantes y luces multicolores son solo algunas de las cosas a las que Victoria Greco les prestó atención.Con su sorprendente altura y con un total de 56 plantas, Victoria Greco se sintió por un momento empequeñecida. Olvido por un momento, al contemplar la majestuosidad del hotel, la desdichada situación en la que se encontraba.Había reservado
Victoria se sentía inquieta. Durante la noche apenas si había podido dormir un par de horas; dominada por una sensación de peligro inminente apenas comía y casi nunca salía de su habitación.La bulliciosa y majestuosa ciudad le pedía a gritos que saliera, que disfrutara de todo su encanto y que gastara más de la cuenta en sus costosas instalaciones. Ella nunca había estado en Dubái y era una pena visitarlo cuando se hallaba en condición de fugitiva.Mientras tanto, Derek, recorría el hotel de arriba abajo, con la misma atención de un cazador que busca desesperadamente una presa; pero sus ojos no habían vuelto a ver a Victoria desde su llegada al Hotel. Había preguntado por ella y no estaba registrada, era para él, obvio que la mujer había dado un nombre falso al registrarse. La noche era genial y Derek detestaba estar caminando sin sentido, subiendo y
Habían pasado cerca de dos semanas desde que Rosella Bellini llegará a la ciudad, durante este tiempo, ella había reflexionado mucho acerca de cada una de las decisiones en su vida, decisiones, que la habían llevado hasta allí. Cada decisión, por pequeña que sea, siempre influye en nuestras vidas, nos lleva por caminos llenos de gloria, triunfos y nos lleva a conocer personas clave para nuestro propio crecimiento personal, por el contrario, a veces, estos caminos pueden verse ensombrecidos, ennegrecidos, caminos donde nuestros peores miedos pueden tomar formas bastante desagradables y donde, muchas veces, encontramos la muerte de forma estúpida y sin ningún propósito.Rosella se sentía plena y feliz en compañía de Costa. Durante su tiempo juntos, habían hablado muchas noches sobre lo bueno que eran los viejos tiempos y sobre la volatilidad inminente y aplastante del tiempo. Cada
El gobierno de Estados Unidos ha expedido con anterioridad alertas de viaje a sus ciudadanos, con el fin de que no visiten o lo hagan bajo su propio riesgo, determinadas ciudades en México. El municipio de Los Cabos, con todo y su reconocimiento a nivel mundial, sus paradisiacas playas y sus lujosos complejos, no estuvo exentó de violencia y el gobierno norteamericano lo incluyó hace poco en su lista de “zonas rojas”. Aprovechando esta penosa casualidad, Derek, hombre de confianza de Bellini, acudió a las autoridades locales para reportar la “desaparición” de dos “amigos” suyos.Pronto los rostros de Sebastián Costa y Lucas Valdez serian vistos por turistas y locales y, si seguían en la ciudad, sería fácil dar con ellos. Derek se regocijó con este pensamiento y olvido todas sus preocupaciones. No tenía caso tenerlas, no cuando tarde o temprano alguien, en alg&uacut
La oscuridad del sótano parecía colarse dentro de sus entrañas; la sentía recorrer cada centímetro de su debilitado y tembloroso cuerpo. Hacia solo 10 minutos que el hombre corpulento de barba larga había asomado por el umbral de la puerta y la había rociado con una manguera. El agua helada había aumentado sus temblores y el frio se volvía el cómplice cruel de la oscuridad. Se hallaba completamente desnuda y sabía que muy probablemente había cámaras en la habitación; cámaras tan sofisticadas que aun a pesar de la oscuridad podrían transmitir su desnudez a los monitores de quien sabe cuántos hombres. Probablemente el mismo Conde Di Tella estaba en su habitación, recostado, observándola. Se le revolvió el estómago solo de pensarlo y trató en vano de apartar la idea de su cabeza: estaba siendo despojada de su propia intimidad, siendo