Gritos, era todo lo que alcanzaba a ubicar Romina pero ¿de quién?, le pesaba todo el cuerpo y tenía mucha sed, su boca parecía un papel y su lengua una lija, no podía moverse aunque tenía frio, si bastante frio, con mucho esfuerzo se puso algo que le ayudara a cubrirse el cuerpo.
Espera, su mente poco a poco se iba despertando, ¿de quién eran esos gritos?, en ese instante todas las alarmas se encendieron, Gabriel, quien estaba gritando era él.
Romina abrió los ojos para encontrarse en una habitación, que desconocía por completo, ¿qué hacía ella ahí? Después enfocó a su amado esposo, que estaba frente a ella furioso.
- M*****a mujer— gritaba— ¿cómo me hiciste esto? Acaso eres idiota, por eso te comportabas tan modosita ¿verdad? Aquí sacabas tu verdadero yo.
Ella aún no entendía de qué hablaba, hasta que lo vio, estaba en una cama completamente desnuda junto a un hombre que jamás había visto antes.
La sangre se le fue al suelo, y una sudoración comenzó en sus manos, ¿qué estaba pasando?
- Amor te lo puedo explicar. — dijo ella aunque realmente no podía.
¿Qué iba a decirle? Que no sabía cómo había llegado ahí, iba a pedirle que la ayudara a saber cómo se había despertado desnuda en una cama de hotel, para ella tampoco tenía sentido.
- ¿Qué me vas a explicar ¿ lo fácil que eres? ¿O lo poco creativa? En un hotel tan cercano a casa Romina, eres definitivamente una idiota.
Ella se levantó y comenzó a vestirse, al mismo tiempo que lloraba.
- Por favor dame un segundo, lo podemos arreglar. — le suplicaba por un poco de compasión, sabía cómo lucia esto pero ella no había hecho nada, aunque tampoco lo recordaba.
- ¡¿Explicar?! Solo es necesario un segundo para saber que sucedió aquí, ¿pensabas hacerme criar al hijo de otro?— pregunto con desprecio.
- No jamás, ¡yo te amo! Créeme por favor, sé lo que parece pero…
- Pero nada, sabes la cantidad de problemas que he tenido por tu culpa, por tu existencia, casarme contigo fue el peor error de mi vida, y no sabía cuándo iba a dejar de pagarlo, pero por lo visto me la estás poniendo fácil.
- No digas eso, me lastimas, estamos casados— le pedía ya casi sin fuerza, por el daño que le hacían sus palabras.
Romina no podía creer lo que estaba sucediendo ¿de qué se trataba todo esto? Pero no podía perder a su esposo, su único apoyo y el hombre de su vida.
- ¡Te amo! ¡te amo!— era lo único que alcanzaba a repetir.
- Por lo visto no soy el único a quien amas, demonios Romina si me sentía hasta culpable por no desearte, por no quererte y por necesitar estar lejos de ti , y mira— dijo apuntando a su alrededor— por fin sé el motivo de esa reticencia a estar contigo, a mí no me gustan los animales, y tu eso eres, una perra.
Romina se acercó a él, necesitaba hacerlo comprender, que el supiera que estaba equivocado, él había sido el único en toda su vida, y quería que así siguiera siendo hasta su ultimo día de vida, el amor perfecto.
En un intento de tomar su mano, él la empujó con más fuerza de la necesaria y ella terminó dándose con la cabeza en la pared e hincada.
—No me toques, me das asco. — Le grito Gabriel al mismo tiempo que se limpiaba la mano con que la había tocado en la ropa. — tendré que tirar esto también, que lamentable.
Él estaba quejándose por la ropa y no porque su matrimonio de tres años estaba desquebrajándose a pedazos.
- Pero te voy a dejar sin nada ¿entiendes? Así como viniste así te vas, con una mano delante y otra detrás, nadie le ve la cara a Gabriel Osuna y menos una mujerzuela como tú.
- Gabriel por favor por favor. — Seguía pidiendo ella. — sólo un minuto, solo eso dame.
- Ya tuviste tres años perrita ya no te daré un segundo más. Espera la demanda de divorcio por que será rápida, la firmas y ya no quiero problemas.
- No por favor— si se divorciaban su familia podría tener graves problemas. — por favor Gabriel hablemos.
- Quiero el divorcio Romina y por tu bien espero lo hagas fácil, aunque para tu información tomé fotografías y videos no tienes nada que hacer contra eso.
Sin decir más, Gabriel se dio media vuelta para irse, mientras tanto, ella se dio cuenta que el hombre que la acompañaba, ya se había ido ¿en qué momento? No supo, pero ahorita su esposo era más importante.
Ella tomó su bolso y se puso los zapatos para buscar desesperadamente el perdón de Gabriel. Lo buscó pero no había dado con él, se subió a su camioneta y se dirigió directamente a su casa, la mansión Osuna donde ambos vivían.
En el camino intentó recordar que había sucedido, pero solo llegaban a ella sombras confusas y difuminadas que no tenían sentido, lo último que recordaba era haber ido a casa de su padre y después a un pequeño bar a esperar a Ariana, tomar un refresco y después, después de eso despertar por los gritos de Gabriel, algo no estaba bien y tenía que decírselo, tenía que creerle.
Al llegar dejó mal acomodada la camioneta y corrió a abrir la puerta de la casa pero tenía seguro interno, Romina golpeó la puerta con desesperación, hasta que mucho tiempo después alguien abrió del otro lado pero dejó la cadena interna puesta.
- Mary — dijo alegre Romina— Mary ábreme por favor, necesito hablar con Gabriel.
- No podemos señora— la cara de incomodidad y tristeza delataba a la mujer.
- ¿Cómo?
- No podemos abrirle, ni dejar que esté aquí.
- Pero necesito hablar con mi esposo, Mary esta es mi casa.
- No — Se escuchó dentro de la casa.
Instantes después Mary abrió la puerta por completo para dejar en la entrada a un grande, orgulloso y fuerte Gabriel Osuna, digno jefe de la mansión.
- ¿Cómo? Amor…
- No— la interrumpió — Ésta no es tu casa, ni yo soy tu amor, vete y no vuelvas, nada de lo que hay aquí te pertenece, todo es mío y yo decido que tú no eres más que una intrusa.
- Gabriel por favor— Romina estaba a punto de llorar de nuevo, su rostro lo sentía hinchado y los ojos le escocían pero no podía evitar seguir llorando.
- ¡Lárgaatee!— Gritó él— o llamaré a seguridad. — Después cerró la puerta en la cara de Romina dejándola sola.
¿Qué haría ahora?
Después de pensarlo durante unos minutos Romina le llama a Aranza su amiga y confidente, un tono, dos, tres, sin respuesta.Comenzaba a desesperarse pero por mientras que esperaba para volverla a llamar, decidió salir en la camioneta del jardín frontal de los Osuna, suficiente había tenido con que su propio esposo la hubiera corrido frente a Mary, como para permitir que la corriera con la seguridad del lugar.En una calle a unas cuadras de la mansión, volvió a llamar en varias ocasiones a Aranza, pero seguía sin responder, antes de darse por vencida después de la décima llamada mejor le dejó un correo de voz.“Amiga imagino que estás ocupada — sollozos eran el sonido de fondo entre cada palabra que Romina pronunciaba— en cuanto escuches este audio, por favor, por favor comunícate, te necesito más que nunca”Romina colgó y se fue directamente a casa de su padre, esperaba poder quedarse ahí solo un tiempo para pensar cómo hacer comprender a Gabriel que todo había sido un malentendido.A
Un instante después de asegurarse que Romina no tendría nada lo que aferrarse, y su única opción sería regresar a él arrastrándose pidiendo perdón, Gabriel comenzó a tomar, botella tras botella fue modificando y alejando la poca cordura que le quedaba.No la perdonaría, pensó, pero sí que la dejaría suplicar.Lloraría y pediría una y otra vez por su perdón, para mantener todo lo que él le había dado, para que su familia no la odiara más y pudieran mantenerse a flote con su pequeña empresa, para que la volviera a querer siquiera un poco, de vez en cuando y saciara su necesidad.El sentimiento de complacencia lo invadió así tenía que suceder, sólo era cuestión de tiempo y estaba seguro que no sería tanto, ya le había cerrado todas las puertas familia, dinero y transporte, poco a poco el sol se fue ocultando en el horizonte y así como la luz disminuía el enojo y orgullo herido de él aumentaba. - ¿Por qué no vuelves? — Gritó lleno de desesperación — No puedes hacer esto bien, tienes qu
Romina camina por horas, perdiendo la noción del tiempo, recordando cómo su vida había pasado de ser feliz, en su matrimonio con el hombre que amaba y desear ser madre para completar su bella familia, una sin el maltrato de su madrastra y su hermano, a estar sola sin nadie más a quien recurrir.De un instante a otro siente cómo se moja.— Demonios. - Romina sale corriendo a refugiarse en el primer restaurante que mira abierto, ya había oscurecido y no se había dado cuenta.Al entrar se sienta para disfrutar del cambio tan notorio del frio del agua a lo templado del lugar, aunque tiene hambre trata de evitar que el olor a comida la invada, cosa inútil ya que su estómago le avisa que no ha comido en todo el día y necesita algo.En el asiento revisa su bolso, junta monedas, todas las que encuentra hasta que completa para un café, da gracias internamente.Una mesera muy amable la atiende y le trae su pedido además de una pequeña toalla para que se seque.- Muchas gracias Evelyn— le dic
Ese mismo día pero en la noche Romina estaba esperando a su gran amiga Aranza, le había pedido que se vieran en el restaurante en el que conoció a Evelyn, estaba tan agradecida con ella, jamás podría pagarle que la ayudara incluso sin conocerla. El día les había transcurrido rápidamente, más que nada Romina se había desahogado, platicándole en más de una forma la historia enrevesada que recordaba, mínimo la parte que sí recordaba. Evelyn le había dicho que todo estaba muy raro y que no era normal, Romina estaba de acuerdo con ella, pero ya que Aranza llegara, estaba segura que la ayudaría podrían dar con la respuesta a todo este embrollo, o eso creía ella. - ¡Romina!— Aranza iba entrando al restaurante, elegante e impoluta como siempre. Romina corrió a abrazarla sentía que habían pasado años desde la última vez que la había visto, cuando en realidad era menos de una semana. La vida podía cambiar en un instante bien lo había comprobado ella. - Amiga, gracias por estar aquí. — le
Romina ya tenía más de una semana sintiéndose rara, aunque se había hecho sorda cuando Evelyn le pedía que fuera al doctor a revisarse después de tener ese incidente en el trabajo, ya no podía posponerlo. - Sólo quería esperar a que me pagaran Eve. - Pues me lo hubieras dicho— Evelyn estaba molesta, podría tener algo grave y todo se lo estaba dejando al tiempo. — Tengo dinero ahorrado, la salud es algo importante Mina. En las dos semanas que llevaban se habían hecho muy unidas así que los nombres de ambas se habían vuelto diminutivos. Yo te acompaño, no quiero que salgas después con que se te atravesó algo y no llegaste. La consulta llegó y Romina entró sola con al doctora, nunca le habían gustado los hospitales y los evitaba todo lo posible, pero ahora ya no podría evitarlos, ahora los necesitaba, salió con un sobre en las manos, estaba asombrada con la nueva noticia, con su nueva realidad y una cara sin expresión, y un pensamiento ¿ Qué debía hacer ahora? Evelyn se levantó al v
Aranza estaba emocionada, todo el esfuerzo que había hecho por fin estaba siendo recompensado y ella se encargaría que así fuera, estaba en las oficinas de la constructora Osuna, la más importante del país, y pensar que próximamente ella sería la dueña de todo esto. El corazón se le había acelerado un segundo, por fin tendría lo que se merecía. - ¿Señorita Cervantes? — le llamaba la recepcionista de Gabriel. - Sí, dígame— Aranza se levantó del sillón. - El señor Osuna ya puede verla, adelante. Aranza estaba emocionada, pero todo eso debía desaparecer para darle paso a su siguiente cara. - Gabriel— la voz tímida e insegura que siempre utilizaba para conseguir lo que quería entraba en juego. - ¿Aranza? — Gabriel estaba sorprendido, al escuchar el apellido nunca lo relaciono con ella— ¿Qué haces aquí? - ¿Puedo pasar? — Aranza debía mantener un perfil bajo, hacerle pensar que era el quien mandaba. - Claro adelante siéntate — Gabriel se levantó en dirección al bar que tenía en la o
Aranza había manejado casi una hora, ¿dónde diablos vivía Romina? En ese punto le daba miedo hasta bajarse del auto, seguramente se lo iban a desmantelar en lo que estaba con su amiga. Pero bueno, pensó también, valdrá la pena verla llorar o algo por el estilo, un auto era lo de menos ahora que tenía dentro de su vientre al primogénito de Gabriel Osuna. Se sentía pletórica ante todo lo que sabía que llegaría a su vida, sin dudarlo más Aranza bajó del auto directo a la puerta que le indicaba la dirección, que tortura tres pisos de escaleras. ¿No podía vivir en la punta de un cerro? Pues esto era bastante cercano. Por fin había llegado. — Amiga pasa, que bueno verte— Romina la recibió con un abrazo y un beso para hacerla pasar. — ¿Aquí vives? — El lugar era del tamaño de una caja de zapatos, perfecto para una ratita como Romina, la barra de su energía iba aumentando, ver todo eso la motivaba a seguir. — Sí vivo con Eve. — O que bien, es un lindo… lugar. — Dijo Aranza al mismo
Romina estaba impresionada por los agiles movimientos del hombre que la estaba protegiendo, era rápido para interceptar cada uno de los ataques del ladrón, entre las sombras ella alcanzaba a vislumbrar sus fuertes brazos y los movimientos estratégicos para no ser lastimado.Ella estaba en completo silencio, preguntándose, ¿Cómo podría agradecer ese gesto de parte de un desconocido?El hombre terminó dando un golpe en el abdomen del agresor haciendo que se doblara del dolor soltando el bolso de Romina.La mole de músculos se agachó para recogerlo y dárselo a la dueña, al enfocar la vista más detenidamente, ella se quedó encantada con un par de ojos color aguamarina, profundos y brillantes, un rostro completamente atractivo, que la hizo soltar el aire que no sabía que estaba reteniendo.— ¿Estás bien? — Dijo el hombre, quien al estar tan cerca Romina, ella pudo reconocer como su apuesto cliente frecuente el restaurante.— Si, muchas gracias — fue todo lo que pudo expresar Romina, ya qu