Romina camina por horas, perdiendo la noción del tiempo, recordando cómo su vida había pasado de ser feliz, en su matrimonio con el hombre que amaba y desear ser madre para completar su bella familia, una sin el maltrato de su madrastra y su hermano, a estar sola sin nadie más a quien recurrir.
De un instante a otro siente cómo se moja.
— Demonios. - Romina sale corriendo a refugiarse en el primer restaurante que mira abierto, ya había oscurecido y no se había dado cuenta.
Al entrar se sienta para disfrutar del cambio tan notorio del frio del agua a lo templado del lugar, aunque tiene hambre trata de evitar que el olor a comida la invada, cosa inútil ya que su estómago le avisa que no ha comido en todo el día y necesita algo.
En el asiento revisa su bolso, junta monedas, todas las que encuentra hasta que completa para un café, da gracias internamente.
Una mesera muy amable la atiende y le trae su pedido además de una pequeña toalla para que se seque.
- Muchas gracias Evelyn— le dice Romina leyendo la tarjeta que trae en el uniforme.
- De nada cualquier cosa me avisas estaré por aquí. — se va a seguir atendiendo mesas.
Ella asiente y continúa tomando el café que le sabe a gloria. Llama de nuevo a Aranza, necesita saber si puede quedarse con ella siquiera lo que resta de esta noche. Pero igual que las veces anteriores sale el buzón de voz.
Romina decide acomodarse un poco y descansar, después volverá a llamar a su amiga.
- Disculpa, disculpa. — Evelyn la estaba moviendo, ¿qué pasaba?
- Dime, lo siento— no sabía qué había hecho pero se disculparía no quería irse de ahí, no aún.
- Te quedaste dormida, y ya es el cambio de turno, si te quedas tendrás que consumir de nuevo.
Romina se puso roja, se había dado cuenta de lo que había estado contando para solo un café, tendría que irse, ya no tenía nada de dinero con ella.
- Bueno, entonces me voy. — Romina toma su bolso y resignada se mueve pero Evelyn le pide se detenga.
- Si me esperas cinco minutos podrías acompañarme a desayunar.
Romina se sorprende, una parte de ella se emociona pero otra le dice que es demasiado bueno para ser verdad.
- ¿Por qué lo harías?
- Porque entre guerreras nos podemos reconocer, espera ya vuelvo.
Ella se queda paralizada, sin saber qué más responder, sin saber que decir. Pero en ese momento no tenía más opciones.
Efectivamente cinco minutos después Evelyn había regresado con otra ropa y su uniforme en una mochila.
- Vamos, es aquí cerca.
- Gracias.
- No lo menciones, hay deudas que se tienen que pagar.
Romina se quedó confundida y Evelyn continuó al mismo tiempo que la guiaba por un camino que no conocía.
- Hace unos años yo también estaba como tú, desesperada y con muchos problemas encima.
- Pero los voy a resolver. — Romina estaba dolida que eso por fuerte que sonara era solo la verdad.
- Lo sé, todas podemos— Evelyn le sonrió — pero es mejor cuando recibimos un poco de ayuda.
Evelyn se detiene para subir por unas escaleras, hasta que llega al tercer piso, al abrir Romina mira que es un mono espacio, un cuarto amplio que hace la función de habitación, cocina, comedor, todo en uno.
- No será mucho pero es honesto. — Evelyn la deja pasar.
- ¿Por qué haces esto? No me conoces.
Evelyn enciende la cafetera y comienza a cocinar.
- Déjame adivinar— le pide Evelyn— tienes ropa muy elegante, eso indica que es cara, pero batallaste para comprar un café, aunque traes un bolso que podría costar la renta de este departamento varios meses y el teléfono de última generación.
- Y eso que te dice— la i***a Romina a continuar resignada y sentándose en una silla cerca de la cocina.
- Que no sé qué tipo de problema tienes pero muy probablemente es de no retorno.
- Y tu como puedes ver todo eso.
La cara segura de Evelyn cambió por un instante a preocupación, pero la ocultó para mantener el sentimiento de miedo bajo las alfombras de su mente.
- Porque igual que tu yo de un momento a otro, lo perdí todo y alguien me ayudó mucho, verte me hizo pensar que es algo que tengo que regresar, ¿no crees?
- Sí, claro. — Romina en este punto no sabía si debía continuar o dejar el tema así que se quedó en silencio.
- Mira, nada en el mundo da más miedo que estar sola, o por lo menos sentirse sola, no te preocupes, te puedes quedar a descansar aquí, ¿ya hablaste con algún familiar o amigo?
- Aún no puedo contactarme con una amiga— ignoró deliberadamente la parte del familiar, su padre aun no estaría dispuesto a escucharla después que su madrastra le llenara la cabeza de ideas.
- Espero te conteste, sino, pues ya sabes aquí está mi pequeña casa Romina.
Después de eso se dedicaron a desayunar y descansar un poco, daría tiempo a Aranza para que se despertara y pudiera verla.
Por otro lado en la oficina de Gabriel, Aranza estaba abriendo los ojos, llena de satisfacción, después de tanto tiempo a la sombra, por fin se había quitado a Romina de encima, podría tener lo que se merecía, solo era cuestión de tener un poco de paciencia más.
Se estaba auto felicitando, el hacer que uno de sus ex hiciera de amante y le avisara de manera anónima a Gabriel había sido maravilloso.
Después hacerse la amiga preocupada había sido el toque perfecto para cerrar con broche de oro al confirmar todo lo que la cabeza de Gabriel y las imágenes del hotel habían armado.
Por más que Romina se esforzara por que le creyera Gabriel, después de todo lo que habían hecho la noche anterior ya sería de ella, y no pensaba soltarlo.
Encendió el teléfono e instantes después comenzó a vibrar, era ella, se puso el vestido dejando su ropa interior de recuerdo de la noche y respondió después de cerrar la puerta tras ella.
- Hola — susurró.
- Amiga, imagino que te desperté, ¿podemos vernos? ¿Tenías el teléfono apagado?
- Lo siento me dormí y no me di cuenta que se había descargado, voy prendiéndolo. ¿Estás bien?
- No mucho, pero ¿podemos vernos? — volvió a preguntar Romina.
- Claro ahorita estoy un poco ocupada pero nos vemos más tarde.
- Si yo te mando la dirección. Gracias. Sabía que podía contar contigo. — le dijo Romina antes de colgar.
- Si claro.
Fue toda la respuesta que dio Aranza, tendría un espectáculo en primera fila y no lo dejaría pasar por nada.
Ese mismo día pero en la noche Romina estaba esperando a su gran amiga Aranza, le había pedido que se vieran en el restaurante en el que conoció a Evelyn, estaba tan agradecida con ella, jamás podría pagarle que la ayudara incluso sin conocerla. El día les había transcurrido rápidamente, más que nada Romina se había desahogado, platicándole en más de una forma la historia enrevesada que recordaba, mínimo la parte que sí recordaba. Evelyn le había dicho que todo estaba muy raro y que no era normal, Romina estaba de acuerdo con ella, pero ya que Aranza llegara, estaba segura que la ayudaría podrían dar con la respuesta a todo este embrollo, o eso creía ella. - ¡Romina!— Aranza iba entrando al restaurante, elegante e impoluta como siempre. Romina corrió a abrazarla sentía que habían pasado años desde la última vez que la había visto, cuando en realidad era menos de una semana. La vida podía cambiar en un instante bien lo había comprobado ella. - Amiga, gracias por estar aquí. — le
Romina ya tenía más de una semana sintiéndose rara, aunque se había hecho sorda cuando Evelyn le pedía que fuera al doctor a revisarse después de tener ese incidente en el trabajo, ya no podía posponerlo. - Sólo quería esperar a que me pagaran Eve. - Pues me lo hubieras dicho— Evelyn estaba molesta, podría tener algo grave y todo se lo estaba dejando al tiempo. — Tengo dinero ahorrado, la salud es algo importante Mina. En las dos semanas que llevaban se habían hecho muy unidas así que los nombres de ambas se habían vuelto diminutivos. Yo te acompaño, no quiero que salgas después con que se te atravesó algo y no llegaste. La consulta llegó y Romina entró sola con al doctora, nunca le habían gustado los hospitales y los evitaba todo lo posible, pero ahora ya no podría evitarlos, ahora los necesitaba, salió con un sobre en las manos, estaba asombrada con la nueva noticia, con su nueva realidad y una cara sin expresión, y un pensamiento ¿ Qué debía hacer ahora? Evelyn se levantó al v
Aranza estaba emocionada, todo el esfuerzo que había hecho por fin estaba siendo recompensado y ella se encargaría que así fuera, estaba en las oficinas de la constructora Osuna, la más importante del país, y pensar que próximamente ella sería la dueña de todo esto. El corazón se le había acelerado un segundo, por fin tendría lo que se merecía. - ¿Señorita Cervantes? — le llamaba la recepcionista de Gabriel. - Sí, dígame— Aranza se levantó del sillón. - El señor Osuna ya puede verla, adelante. Aranza estaba emocionada, pero todo eso debía desaparecer para darle paso a su siguiente cara. - Gabriel— la voz tímida e insegura que siempre utilizaba para conseguir lo que quería entraba en juego. - ¿Aranza? — Gabriel estaba sorprendido, al escuchar el apellido nunca lo relaciono con ella— ¿Qué haces aquí? - ¿Puedo pasar? — Aranza debía mantener un perfil bajo, hacerle pensar que era el quien mandaba. - Claro adelante siéntate — Gabriel se levantó en dirección al bar que tenía en la o
Aranza había manejado casi una hora, ¿dónde diablos vivía Romina? En ese punto le daba miedo hasta bajarse del auto, seguramente se lo iban a desmantelar en lo que estaba con su amiga. Pero bueno, pensó también, valdrá la pena verla llorar o algo por el estilo, un auto era lo de menos ahora que tenía dentro de su vientre al primogénito de Gabriel Osuna. Se sentía pletórica ante todo lo que sabía que llegaría a su vida, sin dudarlo más Aranza bajó del auto directo a la puerta que le indicaba la dirección, que tortura tres pisos de escaleras. ¿No podía vivir en la punta de un cerro? Pues esto era bastante cercano. Por fin había llegado. — Amiga pasa, que bueno verte— Romina la recibió con un abrazo y un beso para hacerla pasar. — ¿Aquí vives? — El lugar era del tamaño de una caja de zapatos, perfecto para una ratita como Romina, la barra de su energía iba aumentando, ver todo eso la motivaba a seguir. — Sí vivo con Eve. — O que bien, es un lindo… lugar. — Dijo Aranza al mismo
Romina estaba impresionada por los agiles movimientos del hombre que la estaba protegiendo, era rápido para interceptar cada uno de los ataques del ladrón, entre las sombras ella alcanzaba a vislumbrar sus fuertes brazos y los movimientos estratégicos para no ser lastimado.Ella estaba en completo silencio, preguntándose, ¿Cómo podría agradecer ese gesto de parte de un desconocido?El hombre terminó dando un golpe en el abdomen del agresor haciendo que se doblara del dolor soltando el bolso de Romina.La mole de músculos se agachó para recogerlo y dárselo a la dueña, al enfocar la vista más detenidamente, ella se quedó encantada con un par de ojos color aguamarina, profundos y brillantes, un rostro completamente atractivo, que la hizo soltar el aire que no sabía que estaba reteniendo.— ¿Estás bien? — Dijo el hombre, quien al estar tan cerca Romina, ella pudo reconocer como su apuesto cliente frecuente el restaurante.— Si, muchas gracias — fue todo lo que pudo expresar Romina, ya qu
Ya había arreglado la cama y se había puesto una pijama sensual, estaba en su habitación así que podría volverlo loco de deseo unos días hasta que fuera prudente comenzar de nuevo su vida sexual.Aranza sonrió ante la idea, y al ver a la bebé que por fin se había dormido, agradeció en silencio a la señora que había contratado para cuidarla, una cosa era ser su madre y otra muy distinta desgastarse en mantenerla viva.Aranza no sabía que escuchar a un bebé llorar iba a ser tan irritante, pero ¿es que esas cosas pequeñas no se cansaban nunca? esperaba que al cambiarse a vivir con Gabriel pudiera dormir en el otro extremo de la casa y descansar de tanto llanto y quejido.De repente se escucharon golpes en la puerta, era él. Se acomodó, quería que la viera vulnerable, así podría despertarle el instinto de protección. — Adelante— Aranza estaba desarreglada y sin maquillar, quería lucir como toda una madre primeriza abnegada y sobre todo dedicada a su familia.— ¿Aranza? — Gabriel se que
Con el cuerpo sin fuerza pero con el alma desgarrada y con todas las ganas de tener justicia, Romina se encaminó con la ayuda de Evelyn a la comandancia del área, necesitaba demandar las irregularidades del hospital, su hija debía estar con ella y haría lo necesario para que así fuera.No sabía si ella era la primera o cuántas mujeres más tenían el mismo dolor que ella sentía, Dios tal vez eran años de tantas irregularidades, y estaban indemnes, ¿Qué hacían con los bebes si estaban vivos?¿Podrían tener la frialdad de venderlos? Si estaban muertos ¿para qué los querían?Horas después de haber llegado, sin que nadie se las escuchara cuando pedían que las atendieran, un oficial de policía se acerca a ellas.—Diga que necesita. — el aspecto del policía era brusco, y su rostro decía más que su boca, estaba harto de estar ahí y no pensaba ocultarlo.— Vengo a poner una demanda— Romina estaba débil pero firme en su decisión, necesitaba como mínimo despedirse de su amada hija, de su pequeña
Emir había ido varios días a la cafetería dónde trabajaba Romina, pero ella ya no había regresado, tenía entendido según su investigador que ella ya había tenido a su bebé pero deseaba verla.Él no había sido consiente del apego que había desarrollado con el pasar de los meses, se sentía en paz sólo con el hecho de saber que podría verla una hora en silencio, en su ambiente, siendo sólo un espectador.Su tranquilidad emocional se conformaba con eso, verla feliz le dejaba soñar con un universo alterno en el que si su esposa no lo hubiera conocido, podría haber sido feliz como ella.Llena de vida y plena,—Pero no.Su mente lo contradijo regresándolo a la realidad, su esposa Alegra había muerto junto a su pequeña hija y eso era culpa sólo de él.Su corazón recibió el golpe de realidad como siempre, tratando de sobreponerse a una losa pesada que lo aplastaba con la intención de deshacerlo en mil pedazos.— Señor Palacios. — su asistente y mano derecha había llegado.— Dime. — Por fin