Romina estaba impresionada por los agiles movimientos del hombre que la estaba protegiendo, era rápido para interceptar cada uno de los ataques del ladrón, entre las sombras ella alcanzaba a vislumbrar sus fuertes brazos y los movimientos estratégicos para no ser lastimado.
Ella estaba en completo silencio, preguntándose, ¿Cómo podría agradecer ese gesto de parte de un desconocido?
El hombre terminó dando un golpe en el abdomen del agresor haciendo que se doblara del dolor soltando el bolso de Romina.
La mole de músculos se agachó para recogerlo y dárselo a la dueña, al enfocar la vista más detenidamente, ella se quedó encantada con un par de ojos color aguamarina, profundos y brillantes, un rostro completamente atractivo, que la hizo soltar el aire que no sabía que estaba reteniendo.
— ¿Estás bien? — Dijo el hombre, quien al estar tan cerca Romina, ella pudo reconocer como su apuesto cliente frecuente el restaurante.
— Si, muchas gracias — fue todo lo que pudo expresar Romina, ya que se había quedado prendada del profundo sonido de su voz.
— Sólo ten más cuidado. — fue todo lo que dijo él dándose media vuelta para retirarse.
Sin darse cuenta ella se acercó para tomarlo del brazo—Quiero agradecerte.
Emir se soltó de su muñeca, suficiente había hecho en intervenir en su vida, cuando lo único que había pretendido era observarla desde la distancia, pero tenía que mantenerse firme en su decisión.
— Haz lo que te pedí entonces. — Sin decir más ese imponente hombre se perdió entre las sombras dejándola sola de nuevo.
Después de esa noche Romina intentó acercarse un poco más a ese enigmático y protector hombre, pero no pudo obtener más que movimientos de cabeza respondiendo sus preguntas, bloqueando todos sus intentos de crear una amistad, hasta que ella se dio por vencida.
Los meses transcurrían sin inconvenientes Romina estaba feliz, por fin se acercaba el día de conocer a su pequeña princesa, porque sí ya sabía que sería una niña y se llamaría Ángela como su madre.
Estaba en el restaurante y entre cada uno de los servicios se sobaba la panza, estaba gigante, su nena cada día más inquieta y Romina más desesperada por conocerla al fin.
— Apenas son las siete— se quejó Eve.
— Estás más desesperada tú que yo. — dijo pasando a su lado a dejar unas bandejas sucias en la parte de atrás.
Romina no le había contado del intento de asalto a su amiga para no preocuparla, pero al no hacerlo Evelyn tampoco sabía que ése hombre que venía todas las noches la había salvado y a la vez le había puesto un alto a cualquier intento de acercamiento de su parte.
— Obviamente, el hombre misterioso, me encanta. — Evelyn apenas podía creer que Romina no se hubiera acercado más a él.
Desde que su amiga había empezado a trabajar ahí, él había llegado un día y ya no se había ido, siempre puntual, siempre a la misma hora, y siempre, siempre atendido solo por Romina.
Por donde lo vieran olía a amor o a acoso, pensó Eve después.
Se puso a trabajar pero de una escuchó un grito muy fuerte.
— ¡Eve! ¡Eve! — era Romina.
— ¿Qué pasa? — fue todo lo que alcanzó a preguntar al ver a su amiga llena de agua y doblada de dolor.
— Ya…Viene…
El jefe de ambas don Samuel llamó un taxi, pero al momento de Romina subir Don Samuel tomó de la mano a Evelyn.
— Hija no me dejes el lugar tirado, no me puedo quedar solo.
— Pero, don Samuel. — Evelyn estaba preocupada por su amiga.
— ¡Ya! — Gritó Romina— No te preocupes Eve yo puedo,… ya que termines vas a vernos.
En ese momento Romina tenía la cara roja y estaba sudada pero tenía una sonrisa que irradiaba alegría a todos a su alrededor.
— Bueno ve, ya te alcanzo.
El camino fue largo y tormentoso, el tráfico los había atorado en un cuello de botella que se veía casi imposible de librar. Bocinas tocando desesperadas, acelerones y frenadas que lo único que hacían era intensificar su dolor.
— ¡Ahh! Uff Uff —Romina estaba respirando entre contracciones.
— Señora por favor— le pedía el taxista— aguánteme hasta que lleguemos al hospital.
— ¡ahh! ¿Cómo? Uff, uff— Romina apenas podía creer lo que el hombre le decía.
— Si señora lo acabo de mandar lavar.
Lo veía por el espejo retrovisor y deseaba tener fuerza suficiente para bajarse e irse andando hasta el hospital. Pero por lo que le estaba doliendo, no iba a llegar lejos.
Romina no sabía si reír o llorar, con todo ese tráfico seguramente Ángela llegaría al mundo en el taxi, aunque estaba recién lavado, se dijo para tranquilizarse antes que otra contracción la atravesara por completo.
Y así fue como Romina llegó al hospital, con un taxista agradecido de no tener que lavar el auto de nuevo y una mujer primeriza en una camilla, la doctora Contreras estaba en la entrada lista para recibirla.
— Romina niña, todavía te faltan unas semanas.
— Ángela ya no quiere esperar. ¡Ahh! ¡Ya viene!— gritaba Romina por las contracciones.
— Hagámoslo posible entonces.
La doctora se puso a atender y cuidar a Romina y a su bebé, fueron horas intensas, el parto se complicó más de lo previsto y Romina ya estaba sin fuerza, ya no podía más.
— Un intento más Romina, tu puedes, ya casi terminas. — le pidió la ginecóloga.
— Sí.
El esfuerzo final, se dijo Romina, sólo un último intento y ella estará conmigo, estará a mi lado, se repetía como una especie de mantra para obtener valor de algún lado.
— Ahh— El dolor era intenso, pero por su bebé lo haría las veces necesarias.
De un instante a otro ese dolor en el vientre desapareció, esa presión que sentía que la iba a partir en dos se había desvanecido, como por obra de magia ya no estaba.
Entre la conciencia e inconciencia, Romina alcanzó a escuchar fuerte y claro el llanto de su linda nena, de su maravillosa Ángela.
Bienvenida al mundo mi bella hija, fue el último pensamiento que tuvo Romina antes de quedar inconsciente.
A su alrededor se escuchaba.
— Rápido se desangra, es una hemorragia, — la ginecóloga con otros doctores más hacían todo lo posible por salvarle la vida a la mujer que acababa de convertirse en madre.
Romina estaba confundida, poco a poco abrió los ojos, aunque no enfocaba muy bien.
— Mina por fin despiertas. – Evelyn estaba a su lado.
— Ángela, ¿Dónde está?— Fue lo primero que Romina preguntó.
— Mina… yo… ammm…— Evelyn estaba llena de dudas, no sabía cómo decirle lo que había sucedido a su amiga.
— Eve, Ángela. — Romina intentó levantarse rápido para buscarla pero solo le provocó vértigo, tuvo que volverse a recostar.
— Romina— la doctora había llegado— tengo algo que decirte.
Ella volteó a verla directamente a los ojos.
— Tu bebé…
— Si ¿dónde está? Por favor doctora.
— Tu bebé, Romina lo lamento mucho, pero nació sin vida.
Romina comenzó a negar con la cabeza, inmediatamente después comenzó a gritar de manera gutural, como si su alma saliera en ese grito combinado con llanto y lamento, doloroso y desgarrador.
— ¡Olanzapina ya!— gritó la doctora.
Después de ese pinchazo Romina sintió su cuerpo pesado y sus ojos se cerraron en contra de su voluntad.
— Te vamos a cuidar Romina no te preocupes. — le susurraba la doctora en el oído.
Ya había arreglado la cama y se había puesto una pijama sensual, estaba en su habitación así que podría volverlo loco de deseo unos días hasta que fuera prudente comenzar de nuevo su vida sexual.Aranza sonrió ante la idea, y al ver a la bebé que por fin se había dormido, agradeció en silencio a la señora que había contratado para cuidarla, una cosa era ser su madre y otra muy distinta desgastarse en mantenerla viva.Aranza no sabía que escuchar a un bebé llorar iba a ser tan irritante, pero ¿es que esas cosas pequeñas no se cansaban nunca? esperaba que al cambiarse a vivir con Gabriel pudiera dormir en el otro extremo de la casa y descansar de tanto llanto y quejido.De repente se escucharon golpes en la puerta, era él. Se acomodó, quería que la viera vulnerable, así podría despertarle el instinto de protección. — Adelante— Aranza estaba desarreglada y sin maquillar, quería lucir como toda una madre primeriza abnegada y sobre todo dedicada a su familia.— ¿Aranza? — Gabriel se que
Con el cuerpo sin fuerza pero con el alma desgarrada y con todas las ganas de tener justicia, Romina se encaminó con la ayuda de Evelyn a la comandancia del área, necesitaba demandar las irregularidades del hospital, su hija debía estar con ella y haría lo necesario para que así fuera.No sabía si ella era la primera o cuántas mujeres más tenían el mismo dolor que ella sentía, Dios tal vez eran años de tantas irregularidades, y estaban indemnes, ¿Qué hacían con los bebes si estaban vivos?¿Podrían tener la frialdad de venderlos? Si estaban muertos ¿para qué los querían?Horas después de haber llegado, sin que nadie se las escuchara cuando pedían que las atendieran, un oficial de policía se acerca a ellas.—Diga que necesita. — el aspecto del policía era brusco, y su rostro decía más que su boca, estaba harto de estar ahí y no pensaba ocultarlo.— Vengo a poner una demanda— Romina estaba débil pero firme en su decisión, necesitaba como mínimo despedirse de su amada hija, de su pequeña
Emir había ido varios días a la cafetería dónde trabajaba Romina, pero ella ya no había regresado, tenía entendido según su investigador que ella ya había tenido a su bebé pero deseaba verla.Él no había sido consiente del apego que había desarrollado con el pasar de los meses, se sentía en paz sólo con el hecho de saber que podría verla una hora en silencio, en su ambiente, siendo sólo un espectador.Su tranquilidad emocional se conformaba con eso, verla feliz le dejaba soñar con un universo alterno en el que si su esposa no lo hubiera conocido, podría haber sido feliz como ella.Llena de vida y plena,—Pero no.Su mente lo contradijo regresándolo a la realidad, su esposa Alegra había muerto junto a su pequeña hija y eso era culpa sólo de él.Su corazón recibió el golpe de realidad como siempre, tratando de sobreponerse a una losa pesada que lo aplastaba con la intención de deshacerlo en mil pedazos.— Señor Palacios. — su asistente y mano derecha había llegado.— Dime. — Por fin
Gabriel está en la habitación de Aranza, pero más que nada, observa a la pequeña criatura que duerme plácidamente en su cuna decorada con pequeños animalitos.— Gabriel— lo llama Aranza— ¿ya decidiste el nombre que le pondremos a nuestra hija?Aranza sabía que al ponerle el nombre a una criatura tan pequeña inmediatamente se crea una conexión inconsciente, y eso era lo que ella quería provocar en él.Que se enamorara de la niña de tal manera que ya no supiera que hacer si no la tenía, y con ella venia incluida su madre, siempre era así.— Aún no lo decido. — Gabriel sentía que las manos le quemaban de ansiedad por cargarla, porque muy en el fondo sabía que ella era parte de él, pero debía mantenerse cuerdo, tranquilo y calculador.Después de ver el resultado, el sabría qué hacer. Tenía cientos de ideas para poder convivir y ayudar en el buen crecimiento de esa pequeña, muchas historias que contar y sobre todo muchos abrazos para darle, pero necesitaba tener la certeza que sí era
La tensión estaba tan densa que podría ser cortada con una mano, cada uno de los presentes estaba defendiendo su punto antes esta situación.— Repítelo—Dijo Roberto escrupulosamente— ¿Quién eres?Aranza no podía pasar desapercibida la mirada de odio que recibía de Roberto pero tenía que mantener su papel, indistintamente en algún momento todo lo que era de ese señor, seria de su hija y ahí ella sería una mujer libre, todo era cuestión de tener paciencia y una estrategia.— Me…. Llamo— Hizo un alto para mantener la imagen de sumisión ante ese hombre— Aranza Cervantes, y soy la mamá de su nieta— quería mantener presente que relación tenían.— Y quiero saber, señora— Roberto no podía evitar que la palabra se le atorara en la garganta— ¿cómo quedó embarazada de mi hijo?- El idiota pensó.— Fue… algo que solo pasó-.ella quitó su mirada para dirigirla al piso.— Papá es muy grosero que preguntes esas cosas, ya basta de estar avergonzándola— ¿Basta? Tú a mí no me dices basta, mocoso inút
Aranza estaba viendo su vestido, aunque no era lo que realmente hubiera deseado para un momento como ese, tenía claro que para cumplir con su meta tendría que hacer alguna clase de concesiones y ésta sería una de ellas.Después de pensar tanto en muchas formas de salir adelante, quien le iba a decir que el momento para hacerlo sería uno que no había estado buscando, bueno pues así sucedió, bueno no exactamente pero bueno, se dijo lo importante aquí era el vestido ¿Verdad?El vestido que estaba vistiendo ella en ese momento era largo hasta el piso con escote en V en la parte del pecho, tirantes delgados, el estilo era pegado al cuerpo hasta la cintura para que a partir de ahí se hiciera más amplio tipo corte A.Era un estilo clásico, sencillo y romántico. Perfecto para la ocasión.Aranza sabía que se veía guapa, nadie lo podría negar, su cabello estaba recogido en un moño bajo con unos cuantos mechones sueltos alrededor de su rostro.La imagen que le regresaba el espejo le gustaba, un
— Ahora señor Gabriel Osuna puede firmar en ambas hojas pero del lado izquierdo por favor.Gabriel tomó la pluma estaba nervioso, la duda de lo que estaba a punto de hacer lo estaba siguiendo desde el momento en que miró todo como algo real, algo que estaba sucediendo.La mujer que tenía a un lado no era lo que él había esperado como esposa, que broma era esta, que de dos matrimonios a ninguna de las dos esposas la había elegido él, todo era una vorágine de situaciones en las que él escogía a que menos lo afectara. ¡Ja! No me vengas a hacerte la victima ahora, su conciencia se burlaba de él, porque a pesar de no amar a ninguna de las dos mujeres, si notaba la diferencia entre ambas.Aranza no lo había visto más de un segundo antes de entretenerse en el montón de estupideces que había comprado su asistente para que fuera un “ambiente adecuado” para la ocasión.Pero Romina en cambio, el día de la boda se había comportado como si nada de lo que estuviera a su alrededor importara en ni
Emir estaba destrozado al ver a Romina tan mal, odiaba dar este tipo de noticias pero tenía que continuar, lo siguiente seguro era un momento de esperanza entre tanta incertidumbre.— Romina hay algo más, investigué que aunque no sé nombres, tengo entendido que tu bebé nació con vida, tal como mencionaste, mi investigador realizo una investigación con personal de salud que estaba de guardia esa misma fecha.— Te lo dije, pero nadie parecía creerme— Romina sentía que una de las tantas rocas que estaban presionando su corazón se levantaba para permitirle mantenerse viva un día más.— Yo sí lo hice, Romina — Le aclara Emir. — Por lo mismo estoy haciendo todo lo posible para que la recuperes, llegó a este mundo viva y llena de amor, aquí es donde debe estar a tu lado.— Ahorita iré a exigirles que me regresen a mi niña. — Ella impulsada por el deseo de recuperar a su hija se levantó en dirección de la puerta, pero Emir que se encontraba de ese lado la detuvo, con delicadeza para no lastim