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Capítulo 10. Gabriel ¿Lo sabe?

Aranza había manejado casi una hora,  ¿dónde diablos vivía Romina?  En ese punto le daba miedo hasta bajarse del auto, seguramente se lo iban a desmantelar en lo que estaba con su amiga.

Pero bueno, pensó también, valdrá la pena verla llorar o algo por el estilo, un auto era lo de menos ahora que tenía dentro de su vientre al primogénito de Gabriel Osuna.

Se sentía pletórica ante todo lo que sabía que llegaría a su vida, sin dudarlo más Aranza bajó del auto directo a la puerta que le indicaba la dirección, que tortura tres pisos de escaleras.

¿No podía vivir en la punta de un cerro? Pues esto era bastante cercano. Por fin había llegado.

— Amiga pasa, que bueno verte— Romina la recibió con un abrazo y un beso para hacerla  pasar.

— ¿Aquí vives? — El lugar era del tamaño de una caja de zapatos, perfecto para una ratita como Romina, la barra de su energía iba aumentando, ver todo eso la motivaba a seguir.

— Sí  vivo con Eve.

— O que bien, es un lindo… lugar. — Dijo Aranza al mismo tiempo que pensaba esto es al dos por uno.

— Sí está muy bonito. — Romina estaba tan acostumbrada a esa clase de comentarios de parte de Aranza que ni las palabras o el tono de voz la sorprendían, para ella, Aranza solo era así.

— Gracias, siéntate ya te llevo un jugo.

— Bueno, y ¿qué me cuentas de nuevo? Lamento no poder ayudarte aún, pero las tarjetas y las deudas me están comiendo.

Romina ya había llegado a su lado y había puesto dos vasos de jugo en la pequeña mesa, la tomó de la mano para que viera que todo estaba bien.

— Amiga no te preocupes, todo está bien, estoy maravillosamente de hecho.

— En verdad, ¿por qué cuéntame?

— Primero tú, dime que novedades tienes.

— Nada solo que mi vida se ha vuelto una rutina, trabajo y casa, aburrido.

— Tus papás ¿ya están mejor?

— Van mejorando poco a poco.

Aranza le había pedido una gran cantidad de dinero a Romina meses atrás con la excusa que sus padres estaban muy enfermos y el tratamiento tenía que ser inmediato.

Pero Mina se había quedado con el pendiente. Después de todo, la vida cambiaba de un segundo a otro.

— Me alegro mucho.

— Pero dime ¿cuáles son tus novedades?— no puede ser tan feliz en la miseria seguía pensando Aranza.

Romina cambió su rostro y se llenó de ilusión, por fin podría decirle a su gran amiga su secreto.

— Amiga, estoy embarazada, ¡por fin! ¿No es increíble?

— Felici…— Aranza se quedó a medias la rabia le atoró el resto de la palabra en la garganta.

Para aparentar tomó el vaso de jugo y comenzó a beber. Su mente comenzó a correr mil por hora, si Gabriel se enteraba del embarazo de Romina la dejaría de lado y regresaría con ella, eso no podía pasar, no podía arrebatarle lo que  tanto esfuerzo le había costado conseguir y ya era suyo, Aranza creía ganado ese derecho que sentía que Gabriel fuera suyo.

— Gabriel ¿Lo sabe?

Romina negó, dejando que sus miedos salieran a flote en su expresión facial.

— Se lo iba a decir pero…

— ¡No! — Gritó Aranza más alto de lo normal interrumpiéndola a media frase— No — repitió un poco más tranquila— ¿Por qué se lo dirías? Él te sacó de su vida y no quiso escucharte, no se lo merece.

Aranza decía todo lo que se le venía a la mente, sólo quería alejarla de Gabriel.

— Lo sé, pero a pesar de todo quise darle una oportunidad, y fui a verlo.

Aranza recordó lo que Gabriel había dicho anteriormente, que le había restregado a Romina lo que se merecía, entonces no había ido bien, bueno no para Romina.

— ¿Qué pasó? — Deseaba escucharlo de ella.

— Pues lo que debía pasar supongo— Romina se encogió de hombros— sólo me ofendió y me dijo cosas horribles.

— Pues no se lo digas, Romina, no se lo merece.— Declaró Aranza.

— Lo sé y eso es lo que haré, mantendré a mi bebé conmigo, sin decirle a nadie, gracias por entenderme, sabía que podía contar contigo.

Romina le da un abrazo que la reconforta, ella era su única relación con su vida pasada.

— Siempre, amiga siempre, pero dime, ¿dónde te vas a atender?

— En un hospital de seguridad pública, mi ginecóloga me dijo que todo estaba muy bien, que sólo tomara unos multivitamínicos.

— Qué bueno, y que alivio, oye y ¿cómo se llama tu doctora?

— Es la ginecóloga Elisa Contreras, es una mujer ya grande, con mucha experiencia.

— Qué bueno para que no anden haciendo experimentos contigo.

Aranza se acerca y le dice.

— Lamento que lo hayas perdido todo amiga, de verdad.

— No te preocupes amiga.

Romina no veía la verdadera intensión de Aranza, pero ¿cómo iba a desconfiar a fin de cuentas era su amiga?

— Sinceramente no sé cómo estás en una pieza después de todo lo que te ha pasado y en tan poco tiempo, espero no me mientas diciéndome que estas bien. — esa era una pequeña entrada para que confesara lo devastada que debería estar en ese momento. — sabes que estoy aquí para ti.

Aranza tenía la esperanza que con un poco de motivación la coraza que se había armado Romina a su alrededor se reventaría y saldría a flote la mujer rota, la mujer deshecha, la mujer que quería ver.

— No miento— Romina era sincera con ella— Aunque perdí mucho, sé que gané mucho más, mírame Aranza, ¿cuándo me habías visto tan radiante? Me emociona despertar e incluso ir a trabajar, tengo una motivación para seguir adelante y eso amiga, es todo lo que necesito para ser feliz.

Aranza sonreía estáticamente al mismo tiempo que se repetía mentalmente “m*****a, m*****a, m*****a ni arrebatándole todo deja sus estupideces de lado”

El teléfono de Romina sonó, era la alarma avisándole que ya tenía que irse a trabajar.

— Amiga, lamento mucho que sea tan poco tiempo, pero no quiero llegar tarde. — se levantó para tomar su bolso y llaves se había arreglado con anterioridad.

— No te preocupes entiendo, ¿quieres que te lleve?

— No gracias me sirve caminar, es bueno para oxigenarse.

Bajaron los tres niveles de escaleras y después Romina se despidió de su amiga, dejándola furiosa y frustrada ¿Qué más tenía que hacer Aranza para romperla?

***

En el restaurante después de terminar su turno, Romina lo único que deseaba era llegar a casa y dormir, poder dejarse llevar por Morfeo sería un deleite.

— Eve ya terminé de limpiar ¿te falta mucho?— Evelyn y Romina siempre se iban solas,  a las dos de la madrugada la calle estaba un poco oscura.

— ¡Aun me falta Mina!— le gritó Evelyn desde la cocina— una media hora más yo creo.

Para Romina eso era demasiado tiempo, con lo cansada que estaba y el sueño que traía quedaría dormida en medio del piso en menos de cinco minutos.

— Me iré sola, ya no aguanto.

Sin esperar respuesta de parte de Eve, Romina salió caminado, iba tranquila hasta que en una curva alguien le cerró el camino amenazándola.

— Dame todo lo que traigas. — le gritó el desconocido.

Romina tiro su bolso, pero  entre las sombras el ladrón alcanzó a ver el brillo del collar  de Romina.

— El collar también, bonita. Rápido— Ordenó.

Romina se llevó las manos al collar, ese no se lo daría, no el recuerdo de su mamá. El ladrón se acercó de manera amenazante, pero antes de llegar a dañarla, un cuerpo grande y fuerte intervino entre ellos dos, protegiéndola.

¿Quién era ese hombre que estaba luchando por protegerla?

Alana Aguilar

¿ Quién creen que sea este misterioso hombre?

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