Un instante después de asegurarse que Romina no tendría nada lo que aferrarse, y su única opción sería regresar a él arrastrándose pidiendo perdón, Gabriel comenzó a tomar, botella tras botella fue modificando y alejando la poca cordura que le quedaba.
No la perdonaría, pensó, pero sí que la dejaría suplicar.
Lloraría y pediría una y otra vez por su perdón, para mantener todo lo que él le había dado, para que su familia no la odiara más y pudieran mantenerse a flote con su pequeña empresa, para que la volviera a querer siquiera un poco, de vez en cuando y saciara su necesidad.
El sentimiento de complacencia lo invadió así tenía que suceder, sólo era cuestión de tiempo y estaba seguro que no sería tanto, ya le había cerrado todas las puertas familia, dinero y transporte, poco a poco el sol se fue ocultando en el horizonte y así como la luz disminuía el enojo y orgullo herido de él aumentaba.
- ¿Por qué no vuelves? — Gritó lleno de desesperación — No puedes hacer esto bien, tienes que volver — repetía su orgullo estaba lastimado, jamás lo habían traicionado, y ella no sería la primera y salir limpia ante eso.
En la puerta alcanzó a vislumbrar una sombra, dibujaba el cuerpo de una mujer, Gabriel pensó que por fin había regresado a suplicar y sufrir todo lo que se merecía, pero al enfocar mejor la vista se encontró con alguien diferente.
- ¿Gabriel?— preguntó Aranza— ¿Estás bien? ¿Dónde está Romina? Estoy preocupada por ella , su línea no responde y tengo todo el día sin saber de ella.
Aranza se acercó poco a poco nivelando la situación, se acercaba delicadamente, haciendo que la tela del vestido lanzara destellos de luz.
- ¿Romina?— Gabriel aún estaba confundido, pero lo que atraía su atención era la mujer de fuego que se acercaba a él poco a poco, ese vestido era la tentación clara y explícita para cualquier hombre.
- No Gabriel, soy Aranza.
Ella se agachó delante de él dejándole una vista privilegiada de su escote, cosa que Gabriel no dejó de observar por ningún instante.
- ¿Dónde está mi amiga Gabriel? ¿Qué pasó? — la cara de inocencia ancló a Gabriel en un vaivén de locura entre su rostro y su pecho.
- Ella se fue, la corrí, ya no está. — las frases no eran claras del todo pero aun así se alcanzaban a comprender.
- ¿Qué te hizo?— la pregunta de Aranza tomó por sorpresa a Gabriel, por fin alguien que lo entendía.
- Ella… otro… engaño… — Gabriel estaba cada vez más ido simplemente su cuerpo le pedía dormir un poco.
- Te enteraste entonces — confirmó Aranza— descubriste su aventura, lo lamento.—le acarició el rostro para que sintiera su apoyo.
El shot de rabia que se multiplicó en Gabriel fue suficiente para que se despertara.
La cara tímida, el carácter avergonzado de Aranza por aceptar que ella ya lo sabía, confirmaba que de la boca de Romina salían sólo mentiras, pero se iba a arrepentir, de eso se encargaría él.
- ¿Qué sabes de eso?
- ¿Yo? — Aranza se movió incómoda, aún estaba agachada y ya se estaba cansando de esa postura, — ¿podemos sentarnos? Después de todo no es tan sencillo lo que tengo para decir.
Ella deliberadamente lo toma de la mano para guiarlo a un sillón que estaba a un lado, y se sienta muy cerca de él, demasiado para lo que se consideraría prudente.
- Ella tiene con esto unos meses— empezó con tono de voz inseguro y poco audible — se sentía mal por no poder quedar embarazada, así que quería conseguirlo a cualquier precio.
- Estaba dispuesta a engañarme con algo así, ¿hacerme criar el bastardo de otro?
- Entiendo lo que dices, pero ella es mi amiga. — Aranza se acercó un poco más mirándolo a los ojos— Aunque no la justifico, entiendo por qué lo hizo, no quería divorciarse.
- ¿Me engañó porque no quería perderme? — cada vez las excusas se ponían más estúpidas.
- Sí, aunque no entiendo cómo pudo buscar en otro lugar lo que tenía en su casa de sobra, es que mírate— hizo una pausa dramática— ¿qué mujer en su sano juicio no te querría? Yo se lo dije, pero ella insistió que sólo quería tu dinero, que nada más le importaba, que eres fácil de engañar, lo lamento pero eso decía, no entiendo,— la voz delicada y aguda de ella había regresado— Gabriel eres guapo, inteligente y fuerte, eres todo un hombre, cualquier mujer estaría encantada de estar contigo, ella no sé qué pensó.
Un subidón de adrenalina le dio un poco de lucidez a Gabriel, la necesaria para comprender los halagos de Aranza y el engaño premeditado de Romina.
Lo había querido engañar, quería que fuera su benefactor y engañarlo cuantas veces se le antojara, tanta insistencia por tener un hijo, para ella solo era una garantía de no quedarse sin nada, pues ahora justamente así se iba a quedar.
A Gabriel Osuna, nadie lo dejaba o lo traicionaba y se iba con las manos limpias, tendría que pagar, sin dinero, familia ni casa, lo único que ella tenía era a su amiga.
- Si yo fuera ella, jamás me alejaría… — la frase quedó a medias, Aranza decide no continuar.
Se levanta del sillón para alejarse, no podía dejar que la viera después de tal desliz por su parte, pero Gabriel la toma del brazo impidiendo que se alejara.
El comienzo podría ser— piensa Gabriel— dejarla sin su única amiga, que se quedara sola, la destruiría y podía disfrutar en el proceso, el plan perfecto.
Sin pensarlo mucho se abalanzó a Aranza besándola apasionadamente, instantes después ella le responde en igual medida, los besos se transforman el algo más y las manos de ambos deshacen los límites que separan un cuerpo de otro.
La ropa comienza a estorbar y el acto a consumarse desesperada y apacionadamente, al llegar al punto final de éste, el último pensamiento de Gabriel para con Romina es:
“Vez perra, nadie desprecia a Gabriel, espero aprendas tu lección, te quedarás sola de eso me encargo yo”
Sin más Gabriel se deja ir en la inconciencia, lleno de placer. Sin saber que no solo él estaba avanzando en un plan secreto, sino que era parte de otro totalmente desconocido para él.
Romina camina por horas, perdiendo la noción del tiempo, recordando cómo su vida había pasado de ser feliz, en su matrimonio con el hombre que amaba y desear ser madre para completar su bella familia, una sin el maltrato de su madrastra y su hermano, a estar sola sin nadie más a quien recurrir.De un instante a otro siente cómo se moja.— Demonios. - Romina sale corriendo a refugiarse en el primer restaurante que mira abierto, ya había oscurecido y no se había dado cuenta.Al entrar se sienta para disfrutar del cambio tan notorio del frio del agua a lo templado del lugar, aunque tiene hambre trata de evitar que el olor a comida la invada, cosa inútil ya que su estómago le avisa que no ha comido en todo el día y necesita algo.En el asiento revisa su bolso, junta monedas, todas las que encuentra hasta que completa para un café, da gracias internamente.Una mesera muy amable la atiende y le trae su pedido además de una pequeña toalla para que se seque.- Muchas gracias Evelyn— le dic
Ese mismo día pero en la noche Romina estaba esperando a su gran amiga Aranza, le había pedido que se vieran en el restaurante en el que conoció a Evelyn, estaba tan agradecida con ella, jamás podría pagarle que la ayudara incluso sin conocerla. El día les había transcurrido rápidamente, más que nada Romina se había desahogado, platicándole en más de una forma la historia enrevesada que recordaba, mínimo la parte que sí recordaba. Evelyn le había dicho que todo estaba muy raro y que no era normal, Romina estaba de acuerdo con ella, pero ya que Aranza llegara, estaba segura que la ayudaría podrían dar con la respuesta a todo este embrollo, o eso creía ella. - ¡Romina!— Aranza iba entrando al restaurante, elegante e impoluta como siempre. Romina corrió a abrazarla sentía que habían pasado años desde la última vez que la había visto, cuando en realidad era menos de una semana. La vida podía cambiar en un instante bien lo había comprobado ella. - Amiga, gracias por estar aquí. — le
Romina ya tenía más de una semana sintiéndose rara, aunque se había hecho sorda cuando Evelyn le pedía que fuera al doctor a revisarse después de tener ese incidente en el trabajo, ya no podía posponerlo. - Sólo quería esperar a que me pagaran Eve. - Pues me lo hubieras dicho— Evelyn estaba molesta, podría tener algo grave y todo se lo estaba dejando al tiempo. — Tengo dinero ahorrado, la salud es algo importante Mina. En las dos semanas que llevaban se habían hecho muy unidas así que los nombres de ambas se habían vuelto diminutivos. Yo te acompaño, no quiero que salgas después con que se te atravesó algo y no llegaste. La consulta llegó y Romina entró sola con al doctora, nunca le habían gustado los hospitales y los evitaba todo lo posible, pero ahora ya no podría evitarlos, ahora los necesitaba, salió con un sobre en las manos, estaba asombrada con la nueva noticia, con su nueva realidad y una cara sin expresión, y un pensamiento ¿ Qué debía hacer ahora? Evelyn se levantó al v
Aranza estaba emocionada, todo el esfuerzo que había hecho por fin estaba siendo recompensado y ella se encargaría que así fuera, estaba en las oficinas de la constructora Osuna, la más importante del país, y pensar que próximamente ella sería la dueña de todo esto. El corazón se le había acelerado un segundo, por fin tendría lo que se merecía. - ¿Señorita Cervantes? — le llamaba la recepcionista de Gabriel. - Sí, dígame— Aranza se levantó del sillón. - El señor Osuna ya puede verla, adelante. Aranza estaba emocionada, pero todo eso debía desaparecer para darle paso a su siguiente cara. - Gabriel— la voz tímida e insegura que siempre utilizaba para conseguir lo que quería entraba en juego. - ¿Aranza? — Gabriel estaba sorprendido, al escuchar el apellido nunca lo relaciono con ella— ¿Qué haces aquí? - ¿Puedo pasar? — Aranza debía mantener un perfil bajo, hacerle pensar que era el quien mandaba. - Claro adelante siéntate — Gabriel se levantó en dirección al bar que tenía en la o
Aranza había manejado casi una hora, ¿dónde diablos vivía Romina? En ese punto le daba miedo hasta bajarse del auto, seguramente se lo iban a desmantelar en lo que estaba con su amiga. Pero bueno, pensó también, valdrá la pena verla llorar o algo por el estilo, un auto era lo de menos ahora que tenía dentro de su vientre al primogénito de Gabriel Osuna. Se sentía pletórica ante todo lo que sabía que llegaría a su vida, sin dudarlo más Aranza bajó del auto directo a la puerta que le indicaba la dirección, que tortura tres pisos de escaleras. ¿No podía vivir en la punta de un cerro? Pues esto era bastante cercano. Por fin había llegado. — Amiga pasa, que bueno verte— Romina la recibió con un abrazo y un beso para hacerla pasar. — ¿Aquí vives? — El lugar era del tamaño de una caja de zapatos, perfecto para una ratita como Romina, la barra de su energía iba aumentando, ver todo eso la motivaba a seguir. — Sí vivo con Eve. — O que bien, es un lindo… lugar. — Dijo Aranza al mismo
Romina estaba impresionada por los agiles movimientos del hombre que la estaba protegiendo, era rápido para interceptar cada uno de los ataques del ladrón, entre las sombras ella alcanzaba a vislumbrar sus fuertes brazos y los movimientos estratégicos para no ser lastimado.Ella estaba en completo silencio, preguntándose, ¿Cómo podría agradecer ese gesto de parte de un desconocido?El hombre terminó dando un golpe en el abdomen del agresor haciendo que se doblara del dolor soltando el bolso de Romina.La mole de músculos se agachó para recogerlo y dárselo a la dueña, al enfocar la vista más detenidamente, ella se quedó encantada con un par de ojos color aguamarina, profundos y brillantes, un rostro completamente atractivo, que la hizo soltar el aire que no sabía que estaba reteniendo.— ¿Estás bien? — Dijo el hombre, quien al estar tan cerca Romina, ella pudo reconocer como su apuesto cliente frecuente el restaurante.— Si, muchas gracias — fue todo lo que pudo expresar Romina, ya qu
Ya había arreglado la cama y se había puesto una pijama sensual, estaba en su habitación así que podría volverlo loco de deseo unos días hasta que fuera prudente comenzar de nuevo su vida sexual.Aranza sonrió ante la idea, y al ver a la bebé que por fin se había dormido, agradeció en silencio a la señora que había contratado para cuidarla, una cosa era ser su madre y otra muy distinta desgastarse en mantenerla viva.Aranza no sabía que escuchar a un bebé llorar iba a ser tan irritante, pero ¿es que esas cosas pequeñas no se cansaban nunca? esperaba que al cambiarse a vivir con Gabriel pudiera dormir en el otro extremo de la casa y descansar de tanto llanto y quejido.De repente se escucharon golpes en la puerta, era él. Se acomodó, quería que la viera vulnerable, así podría despertarle el instinto de protección. — Adelante— Aranza estaba desarreglada y sin maquillar, quería lucir como toda una madre primeriza abnegada y sobre todo dedicada a su familia.— ¿Aranza? — Gabriel se que
Con el cuerpo sin fuerza pero con el alma desgarrada y con todas las ganas de tener justicia, Romina se encaminó con la ayuda de Evelyn a la comandancia del área, necesitaba demandar las irregularidades del hospital, su hija debía estar con ella y haría lo necesario para que así fuera.No sabía si ella era la primera o cuántas mujeres más tenían el mismo dolor que ella sentía, Dios tal vez eran años de tantas irregularidades, y estaban indemnes, ¿Qué hacían con los bebes si estaban vivos?¿Podrían tener la frialdad de venderlos? Si estaban muertos ¿para qué los querían?Horas después de haber llegado, sin que nadie se las escuchara cuando pedían que las atendieran, un oficial de policía se acerca a ellas.—Diga que necesita. — el aspecto del policía era brusco, y su rostro decía más que su boca, estaba harto de estar ahí y no pensaba ocultarlo.— Vengo a poner una demanda— Romina estaba débil pero firme en su decisión, necesitaba como mínimo despedirse de su amada hija, de su pequeña