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Capítulo 2. Tienes un año.

- Gabriel ¿cómo vas con los tiempos de construcción del almacén de los Ortega?

- Bien padre, de hecho estamos adelantados y probablemente tengamos todo antes de fin de mes.

Gabriel esperaba una felicitación de su padre había modificado todo el proceso de construcción para hacerlo más rentable y logró adelantarlo un mes completo en la construcción, sin sacrificar la calidad, obviamente.

Roberto Osuna, un hombre hecho a la vieja escuela, fuerte y reacio a los cambios, era el dueño de las constructoras más grandes y prestigiosas del país,  su placa distintiva en cada construcción o edificio era garantía de excelente calidad y seguridad.

Él estaba orgulloso de todo lo que había construido en su vida, ahora era momento del siguiente paso, así que lo único que le hacía falta era un nieto, y ya estaba  cansado de esperar.

- ¿Y para cuando me darás una noticia mejor?— esperaba que su hijo entendiera la importancia de tener un legado, el dinero ya no era algo importante, de eso tenía mucho.

- ¿Noticia mejor?— Gabriel se sorprendió por la pregunta, él había mejorado tanto los proyectos como el margen de ganancias ¿y pedía otra cosa?

Hasta que entendió  a lo que se refería, ese maldito asunto regresaba a atormentarlo, no había tenido tregua desde que se había casado con Romina.

- Padre ya te lo he dicho cuando menos lo esperes te traeré la noticia. — no había necesidad de especificar que de lo que hablaban era de que tuviera un hijo.

- Pero no es algo tan difícil hijo— Roberto se levantó del asiento para servirse un trago y darle otro a su hijo, lo que estaba a punto de decirle lo iba a sorprender, pero ya había tenido tiempo suficiente.

Después de darle el vaso, y él acomodarse Roberto continuó:

- Pues por tu propio bien, ojala digas la verdad.

-  ¿De qué estás hablando? — Gabriel se puso a la defensiva, ya conocía a su padre y eso no era augurio de nada bueno.

-  Que ya estoy cansado de esperar, y si no eres tu quien me dé un heredero, se lo pediré a tu hermano.

La carcajada de incredulidad de Gabriel interrumpió el silencio que se había quedado entre los dos.

- ¿Estás jugando verdad?— Gabriel no podía creerlo, Mateo era su hermano menor y nunca había querido la constructora, ni nada que representara responsabilidad alguna.

- No, no lo hago— dijo firme— he estado en contacto con él y últimamente lo veo más centrado, y creo que él también es capaz de llevar a cabo, el papel de mi heredero.

Gabriel se levantó de un impulso. No podía ser cierto.

- Él no está ni en el país, con una mensualidad cualquiera que cubra sus gustos con eso tendrá suficiente para dejarlo todo, él lo va a vender todo en partes en cuanto se canse de jugar a ser responsable, ¡he dado mi vida por la constructora padre!— estaba perdiendo el control.

Gabriel estaba desesperado nunca pensó que esto podría suceder. Comenzó a caminar deseando que todo esto fuera una pesadilla y nada más.

- Pero la constructora es mía— sentenció Roberto.

 Gabriel se detuvo en ese instante, volteando la cara para verlo a los ojos.

- A ver dime — lo retó Roberto— ¿de qué me sirve que le des tu vida si no hay alguien más que la herede después?

- ¡No puedes hacerme esto padre, simplemente no puedes!

- Claro que puedo — comenzó a darle vuelta a los hielos de su whisky tranquilamente— y si no cumples con esto lo haré, te lo di todo — sentenció mirando a Gabriel fríamente a los ojos—casa, empresa, hasta tu esposa la conseguí para ti—enumeró con tono de burla que era innegable— y ni así has podido darme lo único que te he pedido a cambio, ¿no crees que he sido muy paciente al darte tres años?

- Claro ya me lo echarás todo en cara, pero es gracias a mí que la empresa se ha vuelto lo que es— Respondió Gabriel— respecto a Romina, todo sería más sencillo si hubiera elegido yo a mi propia esposa.

- ¿Para qué? ¿Para qué me trajeras a una cualquiera? No Gabriel, el heredero de la constructora no lo gestará una mujer cualquiera, y de eso ya me encargué yo, Romina es una dama, una mujer que sabrá educar a mis nietos.

- Es aburrida y carente de chispa, sensualidad o cualquier otra cosa, no me provoca nada, solo tristeza, es complicado cada vez que tengo que acostarme con ella.

- ¡Pues cierra los ojos! — le gritó Roberto desesperado al ver la actitud de su hijo— porque es la mujer con la que estás casado, imagínate a otra mientras la besas, qué sé yo, lo único es que quiero un nieto y debe estar dentro de un matrimonio ¿Entendido?.

- Pues a ver cuándo lo tienes, porque Romina no… — el tono de incredulidad estaba impregnado en cada palabra.

- Espero que le eches ganas, tienes un año para regresar con un hijo, Gabriel, solo un año, sino olvídate de todo, de ser el heredero de los Osuna e incluso, de que alguna vez tuviste un padre.

Gabriel dejó el vaso que estaba sin tocar en el escritorio importado de su padre, debió costar una fortuna seguramente.

- ¿A esto se reduce todo? A un capricho. — las palabras de Gabriel salían con desprecio e ira el hombre a quien admiro toda su vida lo estaba tratando como poco más que basura, sustituible con otro cualquiera.

- No es un capricho, para ser sinceros, es algo que tienes la obligación de hacer, por ser mi primogénito ¿o conoces una dinastía que se mantuviera firme sin un heredero? O un legado— Roberto levanto las cejas con una sonrisa.

 Conocía a su hijo y era igual que él, no estaría dispuesto a perderlo todo por una condición tan insignificante.

- No estoy de acuerdo— Gabriel estaba negando repetidamente con la cabeza— no lo harías, soy tu primogénito.

- Lo sé, pero en esta vida nadie Gabriel, escúchame bien, nadie es insustituible por lo mismo me aseguré de tener otra opción.

Gabriel se hizo para atrás por el impacto producido por las palabras de su padre. Solo eran piezas de ajedrez.

Se dio media vuelta para alejarse, no podía verlo más tiempo sin desear olvidarse de quién era y  partirle la cara.

Lo enfureció más al escuchar al fondo del pasillo.

- ¡Tienes un año!

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