Romina Aguirre estaba cansada de estas reuniones en casa de su padre, pero no podía dejarlo solo, a fin de cuentas él era su única familia.
- Romina — Rebeca llamó su atención tronando los dedos.
- ¿Qué si ya estas embarazada? Te estás viendo lenta muchacha.
La pregunta de todo el tiempo, aunque ella hacía lo posible por tener un hijo, algo no funcionaba, simplemente no quedaba embarazada.
El estómago se le hizo pequeño, su madrastra sabía que era un tema delicado para ella y aun así le seguía preguntando cada vez que la veía, sin importarle cuanto la lastimaba.
- Rebeca, cuando lo esté yo misma vendré a decirlo.
- Es que ya tienes años casada ¿cuántos son? — dijo tomando un poco de café a su taza— si son como tres años, no puedo creer que seas inútil hasta para lo que prácticamente sucede solo.
Romina se quedó callada, le dolía escuchar todo eso, pero responder sería un círculo sin fin que ya había transitado varias veces.
- Tan poca cosa eres, que ni deseo provocas a tu esposo, no entiendo a Gabriel que haya accedido a casarse contigo, pero bueno — se encogió de hombros— ventaja de nosotros.
- No es eso, solo que…— Romina intentó defenderse.
- De qué te sirven entonces esos ojos tan grandes y el cabello tan largo, que tanto cuidabas si no sirves de otra cosa que no sea de sirvienta.
Romina ya había escuchado todo eso, como se había dedicado al hogar después de casarse y dejó de trabajar para estar siempre al lado de su esposo el gran hombre de negocios Gabriel Osuna, todos la tachaban de mantenida, floja y dejada por mantener un perfil bajo.
Lo que nadie sabía era que Gabriel le había pedido que se alejara del estrés del trabajo y de todo lo que representaba trabajar, y así podría embarazarse pronto, cosa que no había estado funcionando.
- El cabello es igual al de mi madre— dijo regresando a la conversación del presente.
- Si inútil también, pero ella mínimo te tuvo a ti.
Romina tocó su colgante de topacio en forma de gota, que había sido el único recuerdo que le quedó de ella, de su hermosa madre y no pudo detenerse más.
- Rebeca ya es suficiente de insultar a mi madre, ella era una dama no una mujer destruye matrimonios.
Los ojos de Rebeca casi se salían de sus cuencas, nadie tenía por qué decir eso de ella.
- M*****a desgracia…
- Suficiente Romina— la voz de un hombre sorprendió a Romina por la espalda.
Su hermano menor, un completo desastre e irresponsable pero a final de cuentas el heredero de la Cementera Aguirre.
- Hermanita, ya es suficiente, ¿no entiendes que cada uno cumple una función para mejorar el estatus de la familia y tú no estás cumpliendo con tu parte?— estaba acercándose a su madre “para protegerla”, aunque se le dificultaba por lo alcoholizado que estaba— Nuestro padre se esforzó mucho para conseguir ese matrimonio con la familia Osuna y según recuerdo tú estabas enamoradísima de Gabriel.— aclaró mientras parpadeaba repetidamente para poder mejorar su vista borrosa.
Romina apretó las manos.
- Es que esta niña no sabe hacer otra cosa que dar disgustos a su familia.
- A papá, querida madre — dijo Axel agregando más sal a la herida.
- ¿No estarás seca? Tengo una conocida que su sobr…
- Me voy.— Fue todo lo que dijo Romina, no entendía por qué seguía regresando una y otra vez , si sabía que no iba a sacar nada bueno.
Mientras caminaba por el pasillo a la puerta principal, alcanzó a escuchar como Axel seguía diciendo insultos, y seguro eso quería ya que había alzado la voz.
- Espero que sirva de algo madre, ese bulto debería mínimo amarrarlo bien con un hijo, pero de mueble no pasa…
Un instante después se escucharon carcajadas de ambos, Romina estaba cansada de soportar todo eso.
En su camioneta después de relajarse un poco decidió llamar a Aranza, la única amiga que le quedaba, después de aislarse para ser la esposa perfecta para Gabriel.
- Amiga, ¿qué paso?— Le preguntó Aranza que al descolgar escuchó los sollozos de Romina.
- Lo mismo de siempre, la reunión familiar, lo que me da más rabia es que esta vez no pude ver a papá.
- Por favor Romina, ya te he dicho hasta el cansancio que no debes ir, que ellos solo que quieren ver mal.
- Lo sé, en verdad — le responde Romina— pero me aferro a que en algún momento conoceré al hombre del que se enamoró mi madre, en algún momento debo ver algo del amor, bondad y compasión que decía mi mamá en sus diarios.
- Amiga, que hayas leído unos libritos llenos de cursilerías no quiere decir que sean verdad.
- Quiero creer que sí lo son, ¿podemos vernos?— Romina quería cambiar de tema siempre terminaban discutiendo cuando hablaban de su familia.
- Claro, te mandaré la dirección de un nuevo lugar, en cuanto termine con unos pendientes me voy para allá. Tranquila por favor.
Romina se despidió y esperó a leer la dirección para ponerla en el gps de su camioneta, necesitaba hablar con Aranza.
Realmente estaba agradecida de que ella permaneciera a su lado, ya que con ella y Gabriel no se sentía tan sola en el mundo.
En el camino se puso a pensar cómo siempre después de la reunión mensual, terminaba llamando a su amiga, era como un ángel que estaba a la espera de que la necesitara para rescatarla.
Llegó al lugar, parecía un pequeño bar, un poco oscuro pero se veía interesante, las mesas dispersas pero todas llenas, tuvo que sentarse en la barra a esperar.
- ¿Desea tomar algo? — un chico del bar le estaba tomando pedido.
A Romina le dio vergüenza estar ahí sin consumir así que pidió un refresco con hielos, el muchacho sonrió y se fue a traer lo que había pedido.
El tiempo pasaba y Aranza no llegaba, seguro tuvo complicaciones¸ pensó Romina
- Se está tardando demasiado, ya tiene más de una hora que la espero.
Intentó levantarse, pero al querer hacerlo, las piernas no le respondieron se sentían pesadas y ella torpe, y después de pensar eso todo se puso en negro.
- Gabriel ¿cómo vas con los tiempos de construcción del almacén de los Ortega?- Bien padre, de hecho estamos adelantados y probablemente tengamos todo antes de fin de mes.Gabriel esperaba una felicitación de su padre había modificado todo el proceso de construcción para hacerlo más rentable y logró adelantarlo un mes completo en la construcción, sin sacrificar la calidad, obviamente.Roberto Osuna, un hombre hecho a la vieja escuela, fuerte y reacio a los cambios, era el dueño de las constructoras más grandes y prestigiosas del país, su placa distintiva en cada construcción o edificio era garantía de excelente calidad y seguridad.Él estaba orgulloso de todo lo que había construido en su vida, ahora era momento del siguiente paso, así que lo único que le hacía falta era un nieto, y ya estaba cansado de esperar.- ¿Y para cuando me darás una noticia mejor?— esperaba que su hijo entendiera la importancia de tener un legado, el dinero ya no era algo importante, de eso tenía mucho.-
Gritos, era todo lo que alcanzaba a ubicar Romina pero ¿de quién?, le pesaba todo el cuerpo y tenía mucha sed, su boca parecía un papel y su lengua una lija, no podía moverse aunque tenía frio, si bastante frio, con mucho esfuerzo se puso algo que le ayudara a cubrirse el cuerpo.Espera, su mente poco a poco se iba despertando, ¿de quién eran esos gritos?, en ese instante todas las alarmas se encendieron, Gabriel, quien estaba gritando era él.Romina abrió los ojos para encontrarse en una habitación, que desconocía por completo, ¿qué hacía ella ahí? Después enfocó a su amado esposo, que estaba frente a ella furioso.- Maldita mujer— gritaba— ¿cómo me hiciste esto? Acaso eres idiota, por eso te comportabas tan modosita ¿verdad? Aquí sacabas tu verdadero yo.Ella aún no entendía de qué hablaba, hasta que lo vio, estaba en una cama completamente desnuda junto a un hombre que jamás había visto antes.La sangre se le fue al suelo, y una sudoración comenzó en sus manos, ¿qué estaba pasan
Después de pensarlo durante unos minutos Romina le llama a Aranza su amiga y confidente, un tono, dos, tres, sin respuesta.Comenzaba a desesperarse pero por mientras que esperaba para volverla a llamar, decidió salir en la camioneta del jardín frontal de los Osuna, suficiente había tenido con que su propio esposo la hubiera corrido frente a Mary, como para permitir que la corriera con la seguridad del lugar.En una calle a unas cuadras de la mansión, volvió a llamar en varias ocasiones a Aranza, pero seguía sin responder, antes de darse por vencida después de la décima llamada mejor le dejó un correo de voz.“Amiga imagino que estás ocupada — sollozos eran el sonido de fondo entre cada palabra que Romina pronunciaba— en cuanto escuches este audio, por favor, por favor comunícate, te necesito más que nunca”Romina colgó y se fue directamente a casa de su padre, esperaba poder quedarse ahí solo un tiempo para pensar cómo hacer comprender a Gabriel que todo había sido un malentendido.A
Un instante después de asegurarse que Romina no tendría nada lo que aferrarse, y su única opción sería regresar a él arrastrándose pidiendo perdón, Gabriel comenzó a tomar, botella tras botella fue modificando y alejando la poca cordura que le quedaba.No la perdonaría, pensó, pero sí que la dejaría suplicar.Lloraría y pediría una y otra vez por su perdón, para mantener todo lo que él le había dado, para que su familia no la odiara más y pudieran mantenerse a flote con su pequeña empresa, para que la volviera a querer siquiera un poco, de vez en cuando y saciara su necesidad.El sentimiento de complacencia lo invadió así tenía que suceder, sólo era cuestión de tiempo y estaba seguro que no sería tanto, ya le había cerrado todas las puertas familia, dinero y transporte, poco a poco el sol se fue ocultando en el horizonte y así como la luz disminuía el enojo y orgullo herido de él aumentaba. - ¿Por qué no vuelves? — Gritó lleno de desesperación — No puedes hacer esto bien, tienes qu
Romina camina por horas, perdiendo la noción del tiempo, recordando cómo su vida había pasado de ser feliz, en su matrimonio con el hombre que amaba y desear ser madre para completar su bella familia, una sin el maltrato de su madrastra y su hermano, a estar sola sin nadie más a quien recurrir.De un instante a otro siente cómo se moja.— Demonios. - Romina sale corriendo a refugiarse en el primer restaurante que mira abierto, ya había oscurecido y no se había dado cuenta.Al entrar se sienta para disfrutar del cambio tan notorio del frio del agua a lo templado del lugar, aunque tiene hambre trata de evitar que el olor a comida la invada, cosa inútil ya que su estómago le avisa que no ha comido en todo el día y necesita algo.En el asiento revisa su bolso, junta monedas, todas las que encuentra hasta que completa para un café, da gracias internamente.Una mesera muy amable la atiende y le trae su pedido además de una pequeña toalla para que se seque.- Muchas gracias Evelyn— le dic
Ese mismo día pero en la noche Romina estaba esperando a su gran amiga Aranza, le había pedido que se vieran en el restaurante en el que conoció a Evelyn, estaba tan agradecida con ella, jamás podría pagarle que la ayudara incluso sin conocerla. El día les había transcurrido rápidamente, más que nada Romina se había desahogado, platicándole en más de una forma la historia enrevesada que recordaba, mínimo la parte que sí recordaba. Evelyn le había dicho que todo estaba muy raro y que no era normal, Romina estaba de acuerdo con ella, pero ya que Aranza llegara, estaba segura que la ayudaría podrían dar con la respuesta a todo este embrollo, o eso creía ella. - ¡Romina!— Aranza iba entrando al restaurante, elegante e impoluta como siempre. Romina corrió a abrazarla sentía que habían pasado años desde la última vez que la había visto, cuando en realidad era menos de una semana. La vida podía cambiar en un instante bien lo había comprobado ella. - Amiga, gracias por estar aquí. — le
Romina ya tenía más de una semana sintiéndose rara, aunque se había hecho sorda cuando Evelyn le pedía que fuera al doctor a revisarse después de tener ese incidente en el trabajo, ya no podía posponerlo. - Sólo quería esperar a que me pagaran Eve. - Pues me lo hubieras dicho— Evelyn estaba molesta, podría tener algo grave y todo se lo estaba dejando al tiempo. — Tengo dinero ahorrado, la salud es algo importante Mina. En las dos semanas que llevaban se habían hecho muy unidas así que los nombres de ambas se habían vuelto diminutivos. Yo te acompaño, no quiero que salgas después con que se te atravesó algo y no llegaste. La consulta llegó y Romina entró sola con al doctora, nunca le habían gustado los hospitales y los evitaba todo lo posible, pero ahora ya no podría evitarlos, ahora los necesitaba, salió con un sobre en las manos, estaba asombrada con la nueva noticia, con su nueva realidad y una cara sin expresión, y un pensamiento ¿ Qué debía hacer ahora? Evelyn se levantó al v
Aranza estaba emocionada, todo el esfuerzo que había hecho por fin estaba siendo recompensado y ella se encargaría que así fuera, estaba en las oficinas de la constructora Osuna, la más importante del país, y pensar que próximamente ella sería la dueña de todo esto. El corazón se le había acelerado un segundo, por fin tendría lo que se merecía. - ¿Señorita Cervantes? — le llamaba la recepcionista de Gabriel. - Sí, dígame— Aranza se levantó del sillón. - El señor Osuna ya puede verla, adelante. Aranza estaba emocionada, pero todo eso debía desaparecer para darle paso a su siguiente cara. - Gabriel— la voz tímida e insegura que siempre utilizaba para conseguir lo que quería entraba en juego. - ¿Aranza? — Gabriel estaba sorprendido, al escuchar el apellido nunca lo relaciono con ella— ¿Qué haces aquí? - ¿Puedo pasar? — Aranza debía mantener un perfil bajo, hacerle pensar que era el quien mandaba. - Claro adelante siéntate — Gabriel se levantó en dirección al bar que tenía en la o