La oficina de Natalia estaba decorada con tonos neutros y toques minimalistas, lo justo para un ambiente profesional, pero acogedor. Delia se encontraba sentada frente a su amiga, jugando con un bolígrafo mientras los últimos ecos de su conversación sobre Simón se desvanecían. Natalia respiró hondo, intentando sacudirse cualquier residuo de incomodidad tras la confesión de Simón. Sin embargo, la pausa fue efímera. Delia, con una sonrisa traviesa que siempre anunciaba una pregunta incómoda, ladeó la cabeza. —Entonces... ¿Keiden y tú ya lo hicieron? —dijo, lanzando la bomba sin previo aviso.El bolígrafo quedó suspendido en el aire, y Natalia sintió un leve calor en las mejillas. La pregunta la tomó por sorpresa, pero no del todo. Conociendo a Delia, había estado esperando algo así, aunque no tan directo. Sin embargo, la sensación que se instaló en su estómago no era tan fácil de identificar. "¿Qué es esto? ¿Emoción o incomodidad? No, emoción, por supuesto que es emoción," se cor
—Natalia, ¿qué estás haciendo? —Keiden suspiró pesadamente cuando ella comenzó a mirar las noticias en su propio teléfono. Ella tomó el aparato con manos temblorosas, ignorando las protestas de Keiden y buscó la noticia que él le había mostrado momentos atrás. A medida que leía, su ceño se fruncía más y más. **"La empresaria con un harén inverso"**, decía el titular de un artículo. Otro, más directo, proclamaba: **"El secreto de Natalia Huntington: Cómo tener a varios hombres a tus pies".** Según la nota, ella era la viva imagen de una mujer moderna y poderosa que había logrado tener a varios hombres a sus pies: Simón Cáceres, su todavía prometido Daniel Alves, y ahora Keiden Donovan. —¿Un harén inverso? —murmuró Natalia, con incredulidad y algo de enojo—. Esto es absurdo… —Deja de leer eso, Natalia. Son basura —Keiden intentó tomarle el teléfono, pero ella giró ligeramente para evitarlo, inmersa en el siguiente artículo. —No puedo evitarlo —respondió sin levantar la vista—
Astrid se levantó, tomando su bolso con movimientos bruscos. Pero Daniel se puso de pie rápidamente, impidiéndole la salida. —Astrid, espera, esto no es verdad. —¿No es verdad? —preguntó ella, girándose para enfrentarlo. Sus ojos ahora estaban llenos de una mezcla de confusión y dolor—. Entonces, ¿qué es? Daniel apretó los puños, consciente de la mirada expectante de la periodista. No quería exponer la verdad de Natalia y la naturaleza de esa relación en aquel momento, pero estaba desesperado. —Ese compromiso... es falso. La periodista, ahora en éxtasis, se inclinó hacia él. —¿Entonces confirmas que no hubo un compromiso real? —sus ojos brillaban, ansiosos de información—. ¿Por qué no se ha anunciado públicamente? Astrid lo miró con incredulidad. —¿Cómo esperas que te crea después de esto? —gritó, con el rostro enrojecido de ira—. ¡Es algo que debiste haberme contado, Daniel! —Astrid, por favor, dame un momento para explicarlo —suplicó él, alzando las manos. Ella se ac
La mansión de los Huntington estaba silenciosa cuando Natalia entró, mientras el eco de sus tacones resonaban en el mármol del vestíbulo. La cálida luz de las lámparas acentuaba el aire acogedor de la casa, pero ella se sentía atrapada en su propio torbellino emocional. Antes de que pudiera llegar al salón, su madre apareció desde la cocina con una taza de té en la mano. —Natalia, ¿qué haces aquí? —preguntó con el ceño fruncido, dejando la taza sobre la mesa. Su padre no tardó en unirse a ellas, observándola con la misma curiosidad. —¿No se suponía que dejarías a Nathan todo el fin de semana para pasar tiempo con Keiden? —añadió él, cruzándose de brazos—. Además, Nathan ya está dormido. Natalia suspiró, sintiendo el peso de la preocupación de sus padres. —Cambió un poco el plan. Solo... necesitaba un lugar tranquilo —respondió con evasivas, dirigiéndose hacia el sofá. —¿Qué pasó? —preguntó su madre, sentándose a su lado con una mirada inquisitiva. Natalia se llevó una ma
Natalia miró la horrorosa escena delante de sus ojos sin poder darle crédito. Isabella había golpeado su nariz contra la pared y de ella había salido un potente chorro de sangre que llegó hasta el suelo, justo en el momento en que Simón Cáceres entró a la sala. Habían tenido una discusión, e Isabella, aprovechando escuchar la voz de Simón, decidió quedar como la víctima delante de él, como siempre hacía. —¿Pero qué diablos hiciste? —volcó su ira hacia ella, acorralandola contra la pared y apretando su cuello—. Mujer cruel y despiadada. ¿La golpeaste? ¡Habla ahora, m*****a sea! Su voz era estremecedora y filosa, haciendo que los oídos de Natalia zumbaran. Su mirada era aún peor, era de un profundo odio que la decepcionó por completo, haciéndola temblar de miedo. —¡No tengo nada que ver en esto! —exclamó ella, armándose de valor. Isabella era su hermana menor y el gran amor de Simón desde hacía años, Natalia solo era la esposa sustituta y él la había odiado por eso por mucho tie
Simón tiró el inhalador hacia ella con desprecio. Natalia lo tomó con manos temblorosas, luchando por respirar mientras él la observaba con una mueca de disgusto.—Isabella se va a quedar aquí —dijo Simón con frialdad, cruzándose de brazos—. Y tú... tú te vas. No tienes nada que hacer en esta casa.Natalia lo miró con incredulidad, sus ojos grandes y húmedos por la falta de aire y el dolor. Finalmente logró inhalar y, aunque todavía jadeaba, encontró el valor para contestar.—Esta es... mi casa... —su voz apenas era audible—. Soy tu esposa aún. Merezco… respeto.Simón soltó una risa corta, cruel.—¿Mi esposa? ¡Por favor, Natalia! —se inclinó hacia ella con una mirada de desdén y una sonrisa sarcástica—. Jamás fuiste mi mujer. No tienes ningún derecho a pedir respeto.Natalia sintió cómo un nudo se formaba en su garganta, pero no de pena, sino de rabia. Lo miró fijamente, reuniendo cada pizca de coraje que le quedaba.—Ya estuvimos juntos... íntimamente —dijo con voz trémula, pero firm
Natalia escuchaba las risas y los murmullos provenientes de la sala. Le parecía increíble que, después de todo lo que acababa de pasar, hubiera algo que celebrar. Bajó las escaleras lentamente, todavía con el peso de la humillación a cuestas, pero sintiendo una creciente determinación.Al llegar, vio a la madre de Simón y a la tía Cristina, ambas rodeando a Isabella con sonrisas resplandecientes, como si hubieran recibido a una estrella de cine. Todas reían y conversaban alegremente, pero cuando notaron la presencia de Natalia, sus sonrisas se desvanecieron al instante.—Miren quién decidió aparecer —dijo la madre de Simón con una sonrisa venenosa—. La desvergonzada de Natalia.—La desvergonzada aquí no soy yo —respondió Natalia, su voz era temblorosa pero firme—. Es esa mujer —señaló a Isabella—, la amante de mi marido. ¿Cómo pueden tenerla aquí como si fuera una invitada de honor?La madre de Simón bufó, cruzándose de brazos mientras la tía asintió con una expresión severa.—La ún
Dentro de la casa, las risas y conversaciones continuaban. Las mujeres Cáceres parecían seguir celebrando como si nada hubiera pasado, indiferentes al sufrimiento de Natalia. Nelly, la madre de Simón, hablaba con su hermana Celia, su tono despectivo como siempre.—¿Quién crees que se arrepentirá primero? —preguntó Nelly, lanzando una mirada rápida hacia la puerta del jardín, donde había visto desaparecer a Natalia.Celia, que estaba acomodando su chal con delicadeza, levantó una ceja y sonrió con ironía.—Seguramente la señora Cáceres —respondió, refiriéndose a Natalia con tono burlón—. Pobre tonta, creyó que podía hacerle frente a Simón. Va a arrepentirse de haberlo desafiado. No sabe lo que es quedarse sola.Nelly soltó una risita fría y se cruzó de brazos.—Claro que se arrepentirá. Siempre lo hacen. Esa mujer no tiene más que aire en la cabeza. Pensó que podría atar a mi hijo con su “amor”. —Lo dijo con un tono de desprecio absoluto—. Ya veremos cuánto le dura esa valentía. Las