—L-lo siento —tartamudeo—. Es que… me tomaste por sorpresa, ¿sí? Vamos, hombre, eso no se le hace a una dama.
El tipo se gira y me mira, confundido, pero también furioso. Por un instante, creo que va a pegarme, porque su expresión lo dice todo. Pero en lugar de eso, me sujeta la muñeca con fuerza y se inclina hacia mi oído. —Te has vuelto completamente loca, Zara —susurra. Mi cara debe ser un poema ahora mismo —. Vas a pagar por la humillación que me hiciste pasar hoy, ¿entiendes? Ahora ponte recta y sonríe. Es lo único que queda después del espectáculo que montaste. Quiero responder, pero él me toma de la mano y me obliga a mirar al frente. Lo hago, aunque entrecierro los ojos por la incomodidad de los flashes que no dejan de cegarnos. De repente, la gente empieza a aplaudir y a darnos felicitaciones que, en lugar de emocionarme, me hacen sentir incómoda. Sí, esto es, sin duda, una puta boda. Me acabo de casar. Acabo de dar el "sí". Y no tengo la menor idea de cómo pasó, si lo último que recuerdo es estar muriéndome de vértigo frente a la pantalla de mi ordenador. ¿O me morí? No lo sé, pero estoy segura de que estaba allá. Al salir de la iglesia, más personas nos reciben lanzando pétalos de flores. Por un instante, sonrío como una niña pequeña. Diosito, si esto es un sueño antes de ir hacia la luz… gracias, pero no gracias. Devuélveme a mi sitio. —¡Zara! —alguien se me echa encima y me abraza. Me quedo completamente inmóvil—. ¿Qué fue eso de hace un momento? ¡Estuvo épico! La miro. Es una chica, de mi edad o quizá más joven. Viste con estilo, elegante pero juvenil, como alguna vez quise vestirme. Tiene el cabello pelirrojo y es hermosa. ¿Quién es? —Sí… —respondo, perdida—. No sé qué me pasó. —¡Nada de eso! ¡Se lo merecía! —casi está saltando de emoción y mira de reojo al tipo de hace un momento. No está conmigo, está recibiendo felicitaciones—. ¿Sabes lo desgraciado que es ese animal? —¿Animal? —la miro como si tuviera dos cabezas. —Sí, Cole es el animal. Tu ahora marido, por desgracia. No sé qué le viste a ese tipo, qué te hizo aferrarte tanto —rueda los ojos—. Pero lo has conseguido, ¿eh? A la fuerza, pero ese hombre ya es tuyo. ¿Qué carajos? Mis ojos vuelven a saltar hacia ese tal Cole del que habla la pelirroja. Sí, está vestido similar a mí, me besó en el altar, yo llevo un vestido de novia, todos nos felicitan. Eso quiere decir que definitivamente nos casamos. ¿Pero cómo? ¿Quiénes son Zara y Cole? ¿Y lo conseguí a la fuerza? ¡Yo nunca me aferro a nadie! —Oye, si tienen su primera noche, me dices qué tal es en la cama —la chica me da un pequeño golpe en la cadera—. ¡Debe ser un león! —¿Qué? —abro la boca, asombrada—. ¿Te refieres a...? —No te hagas, Zara —me guiña un ojo—. Sé que eres virgen todavía, pero te he enseñado algunos trucos. ¿Cómo sabe que soy virgen? ¡No le cuento mi vida privada a nadie! He estado tan atrapada por el trabajo que no tengo tiempo para las relaciones amorosas. Y aquellos que han salido conmigo se cansaron rápido porque no me acuesto con ellos en la primera cita. ¡No soy una facilona, malditos buitres! Qué orgullosa me siento de mí misma. —Ajá, claro —respondo como si entendiera todo, cuando en realidad sigo completamente perdida e intentando despertar de este sueño—. Oye, ¿quiénes son esos que vienen hacia acá? La chica mira en mi dirección y ve a una señora acompañada de un hombre mayor, ambos acercándose. A su lado va otro individuo. —No seas cruel, Zara. Sé que estás enojada con ellos porque no están de acuerdo con este matrimonio, pero tampoco es para que finjas no conocerlos —me responde la pelirroja, frunciendo el ceño. Si supieras, pelo de fósforo, que en mi perra vida he visto a estas personas. —Hija —el hombre mayor me habla con tono afectuoso, preocupado—. Felicidades, supongo. —Espero que no te arrepientas más adelante, Zara —añade la señora. Qué no me llamo Zara, por Dios. —Ese imbécil no te merece —me dice el individuo, que es muy guapo, pero algo dentro de mí no siente ni la más mínima atracción por él, ni soy capaz de mirarlo con deseo—. Eres una cabeza dura, Zara. Eres el diablo en persona, pero aún así, eres demasiado para ese tipo. Suena bonito. Una familia que parece preocuparse por mí, una extraña. Mis padres nunca tuvieron ese tipo de atenciones conmigo. Algo familiar dentro de mí se remueve y mis labios se mueven por sí solos. —Gracias a todos —respondo. ¿Qué demonios, Tess? Ni siquiera los conoces. —Zara —la voz dura de Cole me pone tensa—. Es hora de irnos. Basta de saludos. —Señor Harrington —el hombre mayor, que supongo es mi padre, se dirige a Cole con tono desdeñoso—. Le pido que no dañe a mi hija. Es inmadura y ha cometido errores, pero... —Ella es quien ha tomado este camino, señor Caldwell —interrumpe mi supuesto esposo con el mismo recelo en la voz—. No me hago responsable de lo que pase de aquí en adelante. Su hija, con sus artimañas, me obligó a llegar hasta este punto, y ustedes lo permitieron. Cole me toma de la mano y me arrastra con él. Me despido con un gesto de mis padres desconocidos, de la pelirroja y del otro hombre a su lado que me miran con preocupación. Si soy Zara, ¿qué demonios has hecho, Zara, para que la gente se enfrente a ti de esa manera tan abierta? De pronto ya estoy dentro de un auto de lujo y casi se me salen los ojos por la opulencia. ¡Madre mía, esto es el cielo! Nunca tuve la oportunidad de subirme a uno, solo al metro, taxis y buses. El tal Cole va al volante con cara de querer matar a alguien y yo voy de lo más tranquila, pero muy perdida. Primero, necesito saber quién soy, por qué estoy en esta situación, y sobre todo, por qué este hombre parece odiarme. Segundo, averiguar sobre mi supuesta familia, sobre esa pelirroja, y tercero, lo más importante, necesito encontrar una manera de regresar a mi mundo, porque este definitivamente no es el mío. A todo esto, ¿en qué ciudad estoy? —¿A dónde vamos? —le pregunto con naturalidad a Cole, y este aprieta la mandíbula. —No te preocupes, que te daré lo que quieres —me espeta con media sonrisa cruel—. Tendrás la mejor noche de bodas, esposa. Respira, Tess, es un sueño. Y no quieres golpear a un extraño en tu sueño, ¿verdad? Pero ya lo hice una vez, y puede haber mil más. Nadie dice que no pueda hacerlo.No puedo creer lo que ven mis ojos. Mi mandíbula casi se desprende al ver la inmensa residencia de lujo frente a mí. ¿Esta es mi casa? ¿La de Zara y Cole?Mi esposo se baja del auto sin molestarse en abrirme la puerta, como hicieron esas amables y desconocidas personas frente a la iglesia. Simplemente ajusta su impecable traje y camina hacia la entrada.¿Con qué tipo de gusano te has casado, Zara? Bajo por mi cuenta, porque no necesito a un bastardo para resolver problemas como este. Sin embargo, termino cayendo al suelo cuando tropiezo con el vestido y los tacones. Es tan grande e incómodo. ¡Qué malditos gustos!—¡Oye! —le grito a Cole— ¿No puedes echarme una mano?Él se voltea y me mira. Con esa expresión de desprecio, parece decirme desde arriba que soy un insecto que debería ser aplastado por su zapato en este mismo instante.—No te mandé a usar ese ridículo vestido —escupe, antes de continuar su camino, dejándome atrás.«Vale, con que esas tenemos. Ya verás.»Me levanto como pue
Me he quedado dormida. Por todos los santos, caí en un sueño de mil años. Ni siquiera me he quitado el vestido de novia, y la oscuridad en la ventana me indica que ya es de noche.Miro a mi alrededor. Sigo aquí, atrapada en un cuerpo que no es mío, en una vida que no me pertenece. ¿Acaso nunca volveré a mi estado original?Me incorporo con desgana, tentada a seguir disfrutando de la suavidad de la cama, pero tengo cosas que averiguar. Me dirijo al baño, inmenso y lujoso, con una bañera gigante, un espejo imponente, una amplia ducha y jabones con lociones de todos los aromas imaginables.Paso una eternidad en el agua, zambulléndome y saliendo a la superficie, jugando con la espuma como una niña con juguetes nuevos.¡Esto es vida!Media hora después, envuelta en una toalla, abro el armario y dejo que mi dedo elija al azar entre los exquisitos vestidos. Debo admitir que Zara tiene un gusto impecable: prendas elegantes, atrevidas y sofisticadas, dignas de una dama de la alta sociedad. Me
Venir a trabajar con hambre, sueño y dolor de cabeza no es la mejor manera de empezar el día. Pero aquí estoy, sirviendo café para mi gruñón jefe. ¿Qué le pasa a ese viejo amargado? Si está muy frío, lo devuelve. Si está muy caliente, también. Si está tibio, lo mismo. ¿Quiere tomar orina o qué?Regreso a su oficina con otro café, forzando la sonrisa mientras lo dejo sobre su escritorio. Me observa a través de sus lentes de pasta oscura, toma un sorbo y, como era de esperarse, frunce el ceño.Aquí vamos de nuevo.—Sabe horrible —dice con calma, y me da un tic en el ojo—. Tráeme otro.Estoy segura de que me odia. Sí, eso debe ser. Tranquila, Tess, respira.—Con todo respeto, señor, pero ya van cinco cafés con este…—¿Me estás cuestionando? —se quita los lentes, y eso solo significa que quiere pelear—. ¿Además de incompetente, atrevida?—Es solo un café. Todo el tiempo que he perdido en esto podría haberlo invertido en trabajo, señor —sueno tan harta que ni me esfuerzo en disimularlo.—A