No puedo creer lo que ven mis ojos. Mi mandíbula casi se desprende al ver la inmensa residencia de lujo frente a mí. ¿Esta es mi casa? ¿La de Zara y Cole?
Mi esposo se baja del auto sin molestarse en abrirme la puerta, como hicieron esas amables y desconocidas personas frente a la iglesia. Simplemente ajusta su impecable traje y camina hacia la entrada. ¿Con qué tipo de gusano te has casado, Zara? Bajo por mi cuenta, porque no necesito a un bastardo para resolver problemas como este. Sin embargo, termino cayendo al suelo cuando tropiezo con el vestido y los tacones. Es tan grande e incómodo. ¡Qué malditos gustos! —¡Oye! —le grito a Cole— ¿No puedes echarme una mano? Él se voltea y me mira. Con esa expresión de desprecio, parece decirme desde arriba que soy un insecto que debería ser aplastado por su zapato en este mismo instante. —No te mandé a usar ese ridículo vestido —escupe, antes de continuar su camino, dejándome atrás. «Vale, con que esas tenemos. Ya verás.» Me levanto como puedo y lo sigo. Ya ha desaparecido tras una gran puerta. Esta se cierra de golpe, estampándose contra mi rostro antes de que pueda entrar. Cálmate, Tess, ya te las vas a cobrar. Respiro hondo y trato de mantener la calma. Empujo la puerta y entro, abriendo los ojos como nunca al ver los alrededores. ¡Qué belleza de lugar! Lujo, más y más lujo. Muebles de cuero y piel, una chimenea, cuadros hermosos, caros floreros y muchas otras cosas que me dejan sin palabras. Nunca quiero despertar de este sueño. Es el mejor que he tenido hasta ahora. No hay deudores, no hay un jefe gruñón, no hay escasez, y aunque tengo que soportar estos comportamientos de un desconocido, no es como si me afectara. Soy Tess Winslow, no Zara Caldwell. —Señora, por aquí —me dice una mujer. Y para no mostrar que estoy más perdida que en un laberinto, asiento en silencio y la sigo. Qué vergüenza, mi vestido se ha ensuciado, y es tan bonito. Subimos por unas hermosas escaleras de mármol brillante hasta llegar a un pasillo. Hay tantas habitaciones, tantas cosas bonitas, que me siento como una niña en una tienda de juguetes. —Este es el dormitorio principal, señora. Ya está preparado —me informa la mujer antes de retirarse. Entro con la seguridad de quien ya se siente en casa, sin titubeos ni vergüenza. Pero si no fuera porque realmente sí me siento como en casa ajena, hubiera soltado un grito. El dormitorio principal es amplio y lujoso, con un vestidor grande y un baño privado. ¿Aquí me voy a quedar? ¡Esto no puede ser real! —¿Ya estás contenta? —La sonrisa se me borra del rostro al escuchar la voz de mi ahora esposo detrás de mí—. Imagino que sí, ¿no? Conseguiste lo que querías, casarte conmigo aunque no te amo. De verdad, no entiendo la magnitud de tu asquerosa obsesión conmigo. Un momento, espera, espera... ¿Así le habla a su esposa en su primer día de casados? Me doy la vuelta y lo enfrento. Pero casi se me salen los ojos al ver que ya no lleva saco ni camisa, solo los pantalones de vestir. Cierra la puerta detrás de él, y yo trago saliva. —Bien, vamos a terminar con esto rápido. No esperes un trato sutil ni decoraciones ridículas —dice, acercándose peligrosamente—. No sabes el esfuerzo sobrehumano que haré para tocarte hoy, Zara. ¿Siquiera piensas en Felicity? ¿Lo que podría sentir ella? ¿Y ahora quién es esa? Cada segundo que pasa, las cosas se complican más. Lo que sí sé es que este tipo odia profundamente a su esposa, su mirada y su tono lo dicen todo. Pero si es así, debe haber un motivo. Siempre hay una razón para todo. —¿Ahora te volviste muda o qué? —Cole me toma de los hombros de una forma nada amable—. ¡Di algo, demonios! Me empuja contra la cama sin dejarme responder. La furia crece en sus ojos, y entonces lo veo llevar las manos hacia su cinturón. Vamos, el hombre está como quiere, guapo y de buen cuerpo, ¿pero esto no es demasiado? —Si me tocas, de aquí sales sin pito —sentencio, señalándolo con el dedo. —¿Qué? —Cole me mira confundido, pero más enojado que nada. —No pienso acostarme contigo —declaro, levantándome de la cama y alejándome hacia la cabecera—. ¿Quién te crees que soy, idiota? ¡No te atrevas a ponerme un dedo encima! Cole se ríe después de unos segundos, procesando lo que acaba de ocurrir. Se revuelca el cabello con frustración y se restriega la cara con una mano. Desde aquí huelo su irritación. —Esto debe ser una broma de mal gusto —murmura—. ¿Crees que estoy para estos jueguitos tuyos? Haciéndote la digna no va a llamar mi atención, entiéndelo. Sé que te mueres por quitarte la ropa y abrirme las piernas, así ha sido siempre. —Creo que quien va a morir ahora mismo eres tú si no te alejas de mí —tomo un florero que veo sobre un mueble y lo coloco delante de mi pecho—. Vamos, papito, si eres tan hombre, acércate. Soy capaz de abrirte la cabeza en dos si intentas forzarme. Cole se queda desconcertado, mirándome como si no fuera yo, sino otra persona, y en cierto modo, así es. No sé cómo solía actuar Zara frente a él, si era tonta solo porque estaba enamorada o si siempre tuvo este carácter. Ni siquiera tengo modales como esta gente. Es fácil que sospechen de mí, y necesito hacer algo para mejorar eso. —De verdad estás completamente loca —responde Cole, mirándome fijamente—. Sigue con tus vanos esfuerzos de llamar mi atención. No vas a lograr nada, ni aunque ahora estemos casados. Me da la espalda y sale de la habitación, estrellando la puerta como si la pobre madera tuviera la culpa. Suspiro aliviada y dejo el jarrón de vuelta en su sitio. Ni loca iba a usar algo tan caro para desperdiciarlo en ese tipejo que ya me cae mal. Ahora que estoy sola, sonrío ampliamente y salto a la cama. Gimo de placer al sentir lo suave que es, lo cómodo y blando del colchón. Esta es la vida que me merezco. Nada de estar en aquellas cuatro paredes frías de ese apartamento de mala muerte. Alguien toca a la puerta y gruño. No quiero ver a nadie porque no conozco a nadie y todavía no sé cómo debo actuar. —Señora, su equipaje ha llegado —me avisan. Por su voz, reconozco que es la misma mujer que me trajo hasta aquí. Salto de la cama y abro la puerta con una sonrisa. No tengo más que hacer que esto. —Que lo hagan pasar —digo. —Sí, señora. Bien, he acertado. Creo que dar órdenes es lo mío. Mi vocación, ¿no? Me sorprendo cuando empiezan a entrar sirvientas con el supuesto equipaje. Son muchas maletas, de esas gigantes. Y ellas no solo las meten en mi habitación, sino que desempacan todo y lo organizan meticulosamente en el vestidor inmenso que es solo para mí. Lo hacen rápido, pero de manera organizada y eficiente. Al terminar de dejar todo en su lugar, perfectamente ordenado, me hacen una reverencia y se marchan. Su trato es tan respetuoso que me cuesta creer aún que esto me esté pasando a mí. Ojeo todo lo que han colocado en el vestidor y mis ojos brillan. ¿Todo esto es de Zara? O sea, mío. Vestidos, joyas, tacones, zapatos, perfumes y demás cosméticos. Abro un cajón y me encuentro con un diario. Es de Zara, tiene su nombre en la portada. Tal vez me ayude en algo, pero cuando intento abrirlo, me topo con que tiene candado. ¿Y qué creen? No sé dónde está la m*****a llave. Lo dejo en su lugar y me ubico en el centro de la habitación con las manos en las caderas, mirando una vez más a mi alrededor. Estoy casada, esta es mi nueva vida, ¿y qué queda por hacer aparte de averiguar cómo y por qué terminé aquí? ¡Pues disfrutar al máximo todo lo que pueda!.Me he quedado dormida. Por todos los santos, caí en un sueño de mil años. Ni siquiera me he quitado el vestido de novia, y la oscuridad en la ventana me indica que ya es de noche.Miro a mi alrededor. Sigo aquí, atrapada en un cuerpo que no es mío, en una vida que no me pertenece. ¿Acaso nunca volveré a mi estado original?Me incorporo con desgana, tentada a seguir disfrutando de la suavidad de la cama, pero tengo cosas que averiguar. Me dirijo al baño, inmenso y lujoso, con una bañera gigante, un espejo imponente, una amplia ducha y jabones con lociones de todos los aromas imaginables.Paso una eternidad en el agua, zambulléndome y saliendo a la superficie, jugando con la espuma como una niña con juguetes nuevos.¡Esto es vida!Media hora después, envuelta en una toalla, abro el armario y dejo que mi dedo elija al azar entre los exquisitos vestidos. Debo admitir que Zara tiene un gusto impecable: prendas elegantes, atrevidas y sofisticadas, dignas de una dama de la alta sociedad. Me
Me he quedado de piedra con todo lo que Nora me ha contado. Ni en un millón de años me lo hubiera imaginado. ¿Dónde diablos me he metido? Zara era una perra malvada y ahora estoy atrapada en su cuerpo.Nora me ha explicado que Felicity ha sido la novia de Cole desde hace tiempo y que yo, es decir, Zara, fui la intrusa que se metió entre ellos, obligándolo a casarse conmigo.Entonces, no es su amante, es su novia... y está embarazada. Aquí la amante soy yo, aunque lleve el título de esposa. ¿Esto no se está volviendo demasiado turbio? ¡Dios mío, qué le pasaba a Zara!Ahora entiendo por qué todos la odian, y con razón. Zara no ha sido precisamente un modelo a seguir, y ahora me toca pagar las consecuencias. Para colmo, desconozco todo sobre su vida, y si empiezo a preguntar, van a tratarme de loca o sospechar que algo anda mal. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora?—¿Señora? —Nora me observa con extrañeza mientras yo me muerdo las uñas de la ansiedad—. Está actuando un poco extraño últi
—¿Qué demonios tienes en la cabeza? ¿Estás loca? —gruñe Cole, con el rostro tenso de ira—. ¡Deja de actuar como una estúpida, Zara!Ignoro su furia mientras ladeo la cabeza de un lado a otro, tratando de sacarme el agua de los oídos. No vale la pena discutir con él. No ahora. Bastante frustrada estoy ya por no haber logrado nada.—¡Te estoy hablando! —me agarra del brazo y me obliga a ponerme de pie con un movimiento brusco. Un quejido escapa de mis labios por la fuerza de su agarre. Tengo frío hasta en los huesos y los músculos siguen agarrotados, torpes, como si mi propio cuerpo se negara a reaccionar—. ¿Vas a seguir ignorándome? ¡No sabes nadar y aun así te lanzaste a la piscina como si nada!Lo miro en silencio, paralizada. ¿No sé nadar? ¿Zara no sabe nadar? Por eso no pude moverme en el agua. Mi cuerpo no respondió, la memoria muscular se negó a actuar. Realmente me estaba suicidando.Cole me suelta con asco y se pasa la mano por el cabello mojado, resoplando con frustración. Su
No dormí en toda la noche. Di vueltas en la cama una y otra vez, incapaz de relajarme, pese a que el colchón era el más cómodo que jamás había probado. ¿Pero cómo iba a dormir después del enfrentamiento con ese tipo?Ahora estoy aquí, frente al espejo, observando las ojeras que oscurecen este rostro impecable. No. Es inaceptable permitirme imperfecciones. Zara se cuidaba minuciosamente: su piel, su figura, cada mínimo detalle. Yo debo hacer lo mismo.Iris llegará en cualquier momento, así que me apresuro a tomar un baño con agua tibia. Un lujo que jamás tuve en mi vida como Tess. Antes, cada mañana, me tocaba ducharme con agua helada. Y cuando hacía demasiado frío, debía calentarla en el fogón.Soy Zara ahora. Y por muchas razones, debería apreciar esta nueva vida. No más miserias, no más sufrimientos. Debería sentirme agradecida. Debería afrontarlo con una mente positiva.Después del baño, escojo uno de esos vestidos elegantes y seductores que cuelgan en el armario. Son el tipo de ro
—¿Ni siquiera me recuerdas? —Iris insiste, repitiendo la misma pregunta por enésima vez—. ¿De verdad, Zari? Tienes que acordarte al menos de algo...—No lo recuerdo —la interrumpo antes de que siga—. Le pregunté a Nora por alguien cercano y me dijo que eras tú. Necesito tu ayuda, Iris. No puedo salir ahí afuera sin saber quién soy.—Espera, espera... —Se pone de pie, llevándose las manos a la cabeza mientras empieza a dar vueltas—. O sea, que eres mi amiga, la misma loca Zara Caldwell, pero no recuerdas nada de lo que hiciste, de lo que eres ni lo que sentías. ¿Es eso?—Exacto.Iris jadea, como si le acabara de soltar la noticia más impactante del mundo. Yo solo dejo escapar un suspiro. Dramática es poco para describirla.—Entonces... —me mira con los ojos brillantes—. Eso quiere decir que no recuerdas al bastardo de Cole ni lo que sentías por él.—Bingo.—¡Es maravilloso! —chilla, volviendo a sentarse a mi lado—. ¿Te das cuenta de lo increíble que es esto? Zara, estabas tan obsesiona
POV: Cole Harrington—Felicidades, es una hermosa niña —anuncia la obstetra con una sonrisa cálida—. Está creciendo fuerte y saludable.Sonrío al instante y miro a Felicity, quien me devuelve la mirada con la misma felicidad reflejada en sus ojos mientras acaricia su vientre.—Mi amor, nuestra bebé… —susurra con la voz temblorosa de emoción—. La que tanto deseaba.—Los sueños se hacen realidad —le acaricio la mejilla con ternura antes de dirigir la vista a la pantalla, donde la imagen en blanco y negro de nuestra hija palpita con vida—. Pensaremos en un nombre hermoso para ella. Quiero que se parezca a ti.—Y yo quiero que tenga tus ojos —ronronea con dulzura.Nos quedamos ahí, contemplando la pequeña vida que se mueve en la pantalla, con el sonido rítmico de su corazón llenando laa sala. Es un instante que grabo en mi memoria, sintiendo una dicha inmensa. Ya quiero que pasen estos cinco meses para sostenerla entre mis brazos y verla crecer.Al salir de la clínica, mientras conduzco d
POV: Zara Caldwell Después de que Iris me cuenta la trágica historia de Zara, necesito salir de la habitación y tomar aire. Tengo que despejar mi mente y asimilar todo. Antes de irme, le dejo claro que no quiero que nadie sepa de mi supuesta amnesia, dándole mil excusas para justificarlo.No me cuesta convencerla. Cuando se trata de Zara, Iris asiente como un perro obediente. Además, está más feliz de lo normal, probablemente porque ya no persigo a Cole ni recuerdo lo que la antigua Zara sentía por él.Trata de ponerme al día en todo, mostrándose comprensiva con mi situación. Cuando menciono que quiero ir a la piscina, casi le da un infarto. Me recuerda la fobia de Zara al agua, pero le aseguro que lo he olvidado todo, así que no hay problema.No pienso privarme de disfrutar estos lujos solo por un miedo que pertenece a otra persona. Esa era ella, no yo. Al final, logro convencerla. Al verme tranquila y sin signos de paranoia, termina relajándose.—Dios, pero qué guapos todos —exclam
Tal como mi rostro se giró con el impacto, el de esta mujer sufre el mismo destino cuando le devuelvo el golpe en la mejilla. Un chasquido seco resuena en el aire. Iris jadea detrás de mí, atónita, pero Felicity… Felicity no parece sorprendida en lo más mínimo. Casi diría que lo esperaba. Víbora. Todo esto era parte de su plan. —¿Cómo te atreves? —me espeta la mujer, fulminándome con la mirada. Sus ojos arden de furia, y la marca roja de mi palma resalta en su piel—. ¿¡Cómo pudiste hacerme esto!? —Tú me pegaste primero —respondo sin inmutarme—. Solo hice lo justo. Me pegas, te pego. —¡Lo hice porque estabas molestando a Felicity! —grita, la rabia nublándole el juicio. Ahora todo encaja. Si es la hermana de Cole, no es de extrañar su actitud. —¿Tienes pruebas de que la estaba molestando? —inquiero con los brazos cruzados, sin apartar la vista de ella—. Porque, hasta donde recuerdo, fue ella quien se acercó, soltando comentarios que no me interesaban en lo más mínimo. Si quiere