Me he quedado dormida. Por todos los santos, caí en un sueño de mil años. Ni siquiera me he quitado el vestido de novia, y la oscuridad en la ventana me indica que ya es de noche.
Miro a mi alrededor. Sigo aquí, atrapada en un cuerpo que no es mío, en una vida que no me pertenece. ¿Acaso nunca volveré a mi estado original? Me incorporo con desgana, tentada a seguir disfrutando de la suavidad de la cama, pero tengo cosas que averiguar. Me dirijo al baño, inmenso y lujoso, con una bañera gigante, un espejo imponente, una amplia ducha y jabones con lociones de todos los aromas imaginables. Paso una eternidad en el agua, zambulléndome y saliendo a la superficie, jugando con la espuma como una niña con juguetes nuevos. ¡Esto es vida! Media hora después, envuelta en una toalla, abro el armario y dejo que mi dedo elija al azar entre los exquisitos vestidos. Debo admitir que Zara tiene un gusto impecable: prendas elegantes, atrevidas y sofisticadas, dignas de una dama de la alta sociedad. Me encanta. Finalmente, escojo un vestido verde musgo de tirantes finos, con un diseño asimétrico y delicados volantes. Ajusto la cintura con un lazo lateral que realza la figura—bueno, la de Zara—y lo combino con sandalias nude de tacón bajo, cuyas tiras delgadas se entrelazan alrededor de mis tobillos. Me miro en el espejo y contengo el aliento. Mi cabello cae en ondas sobre los hombros, mis ojos parecen más brillantes que nunca. Dios... Zara es hermosa. No entiendo cómo su esposo la odia. Es bellísima. Miro el anillo en mi dedo anular y frunzo el ceño con disgusto. Nunca imaginé que algo tan aterrador como el matrimonio llegaría a mi vida. Y ahora que estoy casada, mi esposo resulta ser guapo... pero quiere matarme. Tal vez debería divorciarme antes de que termine cometiendo un suicidio involuntario por culpa de ese hombre. Salgo de la habitación y observo el pasillo. No hay nadie y no tengo idea de hacia dónde ir. Este lugar es enorme, me siento fuera de lugar e incómoda, pero nada de eso me impedirá disfrutar de lo que ahora me pertenece. Después de todo, me he casado con un hombre exageradamente rico. Camino sin rumbo por el corredor hasta que unas voces llaman mi atención. Provienen del piso de abajo. Sigo el sonido y llego a las escaleras. Parece haber varias personas reunidas; son muchas las conversaciones entrelazadas. Pero... ¿qué voy a decirles? ¿Cómo debo actuar? No tengo la menor idea. Estoy perdida. Pero qué más da. Vamos a improvisar. Bajo escalón por escalón, tratando de no hacer ruido. Al llegar abajo, veo sirvientes yendo y viniendo con platos, colocando la mesa mientras varias personas charlan alrededor. Mi supuesto marido está allí. A su lado hay una mujer hermosa, de rasgos angelicales, con el cabello rubio cayendo en ondas sobre sus hombros. Se frota ligeramente el vientre mientras ríe. Frente a ellos, un hombre y una mujer mayores la observan con evidente fascinación. Otra mujer, de expresión más seria, asiente a cada cosa que dicen. ¿Por dónde demonios empiezo? "¡Hola, buenas noches, familia!" No, demasiado exagerado. "¿Buenas noches? ¿Me puedo unir?" No, muy descarado. Además, ya estoy casada, formo parte de esta casa. No tengo que pedir permiso. ¿O simplemente me siento sin decir nada? ¡No sé qué hacer! —¿Señora? —la sirvienta que me guió hasta mi dormitorio y se encargó de mi equipaje me habla, y yo solo quiero hacerme invisible—. ¿Qué hace ahí? De pronto, las conversaciones cesan y todas las miradas se dirigen hacia mí. Genial. Maravilloso. —Nada. Acabo de despertar, me dolía la cabeza y me quedé dormida —respondo con la mayor naturalidad posible. He visto suficientes novelas, puedo con esto—. ¿Por qué? ¿No puedo estar aquí? «No seas grosera, Tess. Sé más suave». —Oh, no, para nada, señora. No era mi intención —se hace a un lado y me deja pasar. Avanzo hacia el comedor y noto que ahora todos están callados. La misma mirada de odio que mi esposo me lanzó en la boda la tienen los presentes en la mesa. ¿Qué les pasa a esta gente? Me da igual si me miran mal. He soportado deudores que incluso intentaron golpearme, insultos, regaños, hambre, frío. Soy inmune a las malas energías. —Buenas noches —digo con tranquilidad—. Espero que no sea una molestia que me una a la mesa. —Desvergonzada —murmura una mujer de cabello negro y expresión seria, que se parece mucho a Cole. ¿Qué tiene esta tipa conmigo? —No eres bienvenida —responde la señora mayor, con evidente desdén—, pero no nos queda otra opción que dejarte sentar. Ahora eres parte de la familia. —Ay, qué considerada —mi tono rezuma veneno, y no lo puedo evitar. Capto muy bien las indirectas y sé cuándo no le caigo bien a alguien. —Por favor, tengamos una cena en paz —interviene el hombre en la cabecera. Por el parecido que comparten con Cole, deduzco que son sus padres y su hermana, pero la rubia… no tengo idea de quién es. Tampoco me importa. La cena es servida, y todos empiezan a comer. Hago un esfuerzo por disimular mi asombro al ver lo que hay en mi plato. Filete. ¿Hace cuánto que no pruebo carne? Se me hace la boca agua. Miro de reojo cómo comen los demás. Usan los cubiertos con elegancia, y yo intento imitarlos para no levantar sospechas. Definitivamente necesito clases de etiqueta… y de comportamiento, porque a veces se me escapa lo salvaje sin poder evitarlo. —Eh... —titubea la chica rubia, mirando la comida con evidente incomodidad. —¿Qué pasa, Felicity? —Cole frunce el ceño, la preocupación marcada en su rostro. Así que ella es Felicity… ¿Pero por qué Zara debería tener consideración con ella? No entiendo nada. —Es que… el olor de la comida me causa... ya sabes —se lleva una mano a la boca y pone cara de asco—. Lo siento, Cole. —No te preocupes, es normal. ¿Qué deseas comer? Ordenaré que te preparen algo aparte —insiste él con ternura, centrando toda su atención en ella. Aprovecho ese momento para devorar mi comida. Dios, esto es un manjar. —No, no es necesario. No quiero incomodar a... —levanta la mirada y me observa directamente. Yo solo la miro, confundida—. Tu esposa está aquí, no es correcto. —¿Yo qué? —espeto, sin entender a qué se refiere—. Si no puedes comer esto, que te preparen otra cosa. ¿Qué tiene que ver conmigo? Dios, qué gente tan complicada. La comida está exquisita, lo mejor que he probado en la vida. Deberían pasar hambre como la que yo sufrí para que aprendan a valorar lo que tienen en la mesa. Sigo comiendo, sin importarme nada más a mi alrededor. ¿Para qué esforzarme en ser alguien que no soy? Al diablo. —No tengas miedo, Felicity, esa mujer no te hará nada mientras yo esté aquí —dice Cole, rodeándola con un brazo protector. Luego me lanza una mirada de odio, como si esperara que me lanzara sobre ella en cualquier momento—. Si se atreve a tocarte, se las verá conmigo. La ira me hierve en las venas. —¿El señor aquí presente no dijo que quería una cena en paz? ¿Por qué demonios buscas pelea? —dejo los cubiertos sobre la mesa con un golpe seco—. ¿Acaso me has visto hacerle algo? No busques, hombre, porque de verdad me vas a encontrar. Me levanto de la mesa, haciendo rechinar la silla contra el suelo antes de darme la vuelta y subir a mi habitación. Me arruinaron la cena. "Tu esposa está aquí, no es correcto", repito en mi cabeza con una mueca de burla. ¿Qué le pasa a esa tonta? ¿Acaso le hice algo para que se haga la víctima delante de todos? Pelo de fósforo. Pensé que me caería bien porque es bonita, pero es como una piedra en el zapato. Molesta. Aunque la comida estaba deliciosa, ya no tengo ganas de seguir comiendo. Esa gente es despreciable. Me miran como si fuera un insecto, mientras que a la pelo de escoba esa la tratan como si fuera de oro. Que se jodan, no los necesito. Me dejo caer en la cama, mi única aliada de ahora en adelante. Justo en ese momento, la sirvienta de antes entra con una bandeja. —Señora, le he traído el postre —dice con amabilidad. Es la única que me trata bien—. Vi que no terminó su cena. ¿Le gustaría comer esto? No se preocupe, he memorizado sus platillos preferidos. Me incorporo con los ojos brillantes y sonrío. La mujer destapa la bandeja y me recibe un postre de fresa. Casi babeo. —Gracias... —me detengo, incómoda por no saber su nombre. —Nora —responde ella con una sonrisa comprensiva. —Gracias, Nora —le tomo el plato y tarareo de felicidad al probarlo. ¡Está riquísimo! —Sobre la señorita Felicity... —Ah, ¿quién es esa irritante chica? Dios, qué fastidiosa —respondo sin pensar y enseguida me arrepiento. Esta lengua mía. Nora se ríe y niega con la cabeza. —Entiendo que esto es muy difícil para usted, señora. Nunca le caerá bien la señorita Felicity, y es normal. A ninguna mujer le caería bien la amante de su marido. Casi me atraganto con el postre. Toso ruidosamente y me doy golpes en el pecho con el puño. ¿Qué carajo acaba de decir? Miro a Nora, que me observa con preocupación. —¿Qué dijiste? —inquiero, molesta—. ¿Amante? —Señora… —Nora frunce el ceño, confusa—. Sí. Felicity es la amante de su esposo. Además, está embarazada. Por eso no pudo probar la cena. ¿Qué m****a es esto? ¿Cole tenía amante?.Me he quedado de piedra con todo lo que Nora me ha contado. Ni en un millón de años me lo hubiera imaginado. ¿Dónde diablos me he metido? Zara era una perra malvada y ahora estoy atrapada en su cuerpo.Nora me ha explicado que Felicity ha sido la novia de Cole desde hace tiempo y que yo, es decir, Zara, fui la intrusa que se metió entre ellos, obligándolo a casarse conmigo.Entonces, no es su amante, es su novia... y está embarazada. Aquí la amante soy yo, aunque lleve el título de esposa. ¿Esto no se está volviendo demasiado turbio? ¡Dios mío, qué le pasaba a Zara!Ahora entiendo por qué todos la odian, y con razón. Zara no ha sido precisamente un modelo a seguir, y ahora me toca pagar las consecuencias. Para colmo, desconozco todo sobre su vida, y si empiezo a preguntar, van a tratarme de loca o sospechar que algo anda mal. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora?—¿Señora? —Nora me observa con extrañeza mientras yo me muerdo las uñas de la ansiedad—. Está actuando un poco extraño últi
—¿Qué demonios tienes en la cabeza? ¿Estás loca? —gruñe Cole, con el rostro tenso de ira—. ¡Deja de actuar como una estúpida, Zara!Ignoro su furia mientras ladeo la cabeza de un lado a otro, tratando de sacarme el agua de los oídos. No vale la pena discutir con él. No ahora. Bastante frustrada estoy ya por no haber logrado nada.—¡Te estoy hablando! —me agarra del brazo y me obliga a ponerme de pie con un movimiento brusco. Un quejido escapa de mis labios por la fuerza de su agarre. Tengo frío hasta en los huesos y los músculos siguen agarrotados, torpes, como si mi propio cuerpo se negara a reaccionar—. ¿Vas a seguir ignorándome? ¡No sabes nadar y aun así te lanzaste a la piscina como si nada!Lo miro en silencio, paralizada. ¿No sé nadar? ¿Zara no sabe nadar? Por eso no pude moverme en el agua. Mi cuerpo no respondió, la memoria muscular se negó a actuar. Realmente me estaba suicidando.Cole me suelta con asco y se pasa la mano por el cabello mojado, resoplando con frustración. Su
No dormí en toda la noche. Di vueltas en la cama una y otra vez, incapaz de relajarme, pese a que el colchón era el más cómodo que jamás había probado. ¿Pero cómo iba a dormir después del enfrentamiento con ese tipo?Ahora estoy aquí, frente al espejo, observando las ojeras que oscurecen este rostro impecable. No. Es inaceptable permitirme imperfecciones. Zara se cuidaba minuciosamente: su piel, su figura, cada mínimo detalle. Yo debo hacer lo mismo.Iris llegará en cualquier momento, así que me apresuro a tomar un baño con agua tibia. Un lujo que jamás tuve en mi vida como Tess. Antes, cada mañana, me tocaba ducharme con agua helada. Y cuando hacía demasiado frío, debía calentarla en el fogón.Soy Zara ahora. Y por muchas razones, debería apreciar esta nueva vida. No más miserias, no más sufrimientos. Debería sentirme agradecida. Debería afrontarlo con una mente positiva.Después del baño, escojo uno de esos vestidos elegantes y seductores que cuelgan en el armario. Son el tipo de ro
—¿Ni siquiera me recuerdas? —Iris insiste, repitiendo la misma pregunta por enésima vez—. ¿De verdad, Zari? Tienes que acordarte al menos de algo...—No lo recuerdo —la interrumpo antes de que siga—. Le pregunté a Nora por alguien cercano y me dijo que eras tú. Necesito tu ayuda, Iris. No puedo salir ahí afuera sin saber quién soy.—Espera, espera... —Se pone de pie, llevándose las manos a la cabeza mientras empieza a dar vueltas—. O sea, que eres mi amiga, la misma loca Zara Caldwell, pero no recuerdas nada de lo que hiciste, de lo que eres ni lo que sentías. ¿Es eso?—Exacto.Iris jadea, como si le acabara de soltar la noticia más impactante del mundo. Yo solo dejo escapar un suspiro. Dramática es poco para describirla.—Entonces... —me mira con los ojos brillantes—. Eso quiere decir que no recuerdas al bastardo de Cole ni lo que sentías por él.—Bingo.—¡Es maravilloso! —chilla, volviendo a sentarse a mi lado—. ¿Te das cuenta de lo increíble que es esto? Zara, estabas tan obsesiona
POV: Cole Harrington—Felicidades, es una hermosa niña —anuncia la obstetra con una sonrisa cálida—. Está creciendo fuerte y saludable.Sonrío al instante y miro a Felicity, quien me devuelve la mirada con la misma felicidad reflejada en sus ojos mientras acaricia su vientre.—Mi amor, nuestra bebé… —susurra con la voz temblorosa de emoción—. La que tanto deseaba.—Los sueños se hacen realidad —le acaricio la mejilla con ternura antes de dirigir la vista a la pantalla, donde la imagen en blanco y negro de nuestra hija palpita con vida—. Pensaremos en un nombre hermoso para ella. Quiero que se parezca a ti.—Y yo quiero que tenga tus ojos —ronronea con dulzura.Nos quedamos ahí, contemplando la pequeña vida que se mueve en la pantalla, con el sonido rítmico de su corazón llenando laa sala. Es un instante que grabo en mi memoria, sintiendo una dicha inmensa. Ya quiero que pasen estos cinco meses para sostenerla entre mis brazos y verla crecer.Al salir de la clínica, mientras conduzco d
POV: Zara Caldwell Después de que Iris me cuenta la trágica historia de Zara, necesito salir de la habitación y tomar aire. Tengo que despejar mi mente y asimilar todo. Antes de irme, le dejo claro que no quiero que nadie sepa de mi supuesta amnesia, dándole mil excusas para justificarlo.No me cuesta convencerla. Cuando se trata de Zara, Iris asiente como un perro obediente. Además, está más feliz de lo normal, probablemente porque ya no persigo a Cole ni recuerdo lo que la antigua Zara sentía por él.Trata de ponerme al día en todo, mostrándose comprensiva con mi situación. Cuando menciono que quiero ir a la piscina, casi le da un infarto. Me recuerda la fobia de Zara al agua, pero le aseguro que lo he olvidado todo, así que no hay problema.No pienso privarme de disfrutar estos lujos solo por un miedo que pertenece a otra persona. Esa era ella, no yo. Al final, logro convencerla. Al verme tranquila y sin signos de paranoia, termina relajándose.—Dios, pero qué guapos todos —exclam
Tal como mi rostro se giró con el impacto, el de esta mujer sufre el mismo destino cuando le devuelvo el golpe en la mejilla. Un chasquido seco resuena en el aire. Iris jadea detrás de mí, atónita, pero Felicity… Felicity no parece sorprendida en lo más mínimo. Casi diría que lo esperaba. Víbora. Todo esto era parte de su plan. —¿Cómo te atreves? —me espeta la mujer, fulminándome con la mirada. Sus ojos arden de furia, y la marca roja de mi palma resalta en su piel—. ¿¡Cómo pudiste hacerme esto!? —Tú me pegaste primero —respondo sin inmutarme—. Solo hice lo justo. Me pegas, te pego. —¡Lo hice porque estabas molestando a Felicity! —grita, la rabia nublándole el juicio. Ahora todo encaja. Si es la hermana de Cole, no es de extrañar su actitud. —¿Tienes pruebas de que la estaba molestando? —inquiero con los brazos cruzados, sin apartar la vista de ella—. Porque, hasta donde recuerdo, fue ella quien se acercó, soltando comentarios que no me interesaban en lo más mínimo. Si quiere
POV: Cole Harrington —¿Estás bien? —pregunto con preocupación mientras recuesto a Felicity en la cama con suavidad. Le acomodo una almohada en la espalda para que esté más cómoda—. ¿Todavía te duele la panza?Ella niega en silencio, con el ánimo decaído.—¿Ves por qué te sugerí que te fueras a casa de tus padres? No quiero que pases por esto —insisto, sentándome a su lado—. Tienes que cuidarte por nuestra hija.—No me importa lo que tenga que soportar, no quiero separarme de ti —susurra, tomando mi mano—. Mi amor por ti es más fuerte que esto.—Pero yo no quiero que sufras. Quiero que estés bien.Baja la mirada con tristeza mientras masajea su vientre.—Ella… me odia —murmura—. Golpeó a tu hermana solo por defenderme. No entiendo por qué es tan cruel conmigo si nunca le hice nada.Aprieto los labios con fastidio.—Zara está convencida de que me alejaste de ella, está loca —digo con frustración—. No le hagas caso, nada de lo que diga vale la pena.—Eso intenté, pero… —su cuerpo se est