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Ese horrendo día quedará grabado a fuego en la memoria de Aelina para siempre. Las tropas del Rey Alfa Valdimir, el temible monarca de los hombres lobo, habían sitiado el castillo mientras su reino yacía en ruinas. En su hogar, el palacio real, la muerte y la destrucción impregnaban cada rincón con su hedor asfixiante, acechando a la princesa con cada paso que daba.En medio de su desesperada lucha por sobrevivir, Aelina empuñó la espada de su padre con manos inexpertas. Pero fue en vano. En un instante fatídico, la hoja afilada de un soldado enemigo, un hombre lobo, atravesó su carne, hiriéndola de muerte.—¡Ahh! —gimió la princesa, bajando su mirada borrosa hacia el estómago, donde la sangre burbujeaba a caudales. Su vestido se teñía de carmesí a una velocidad aterradora, y sus piernas cedieron, incapaces de sostenerla.Aelina cayó al suelo, golpeándose la cabeza en el proceso. Mientras su sangre se derramaba sobre las frías baldosas, Aelina cogió con manos temblorosas el collar de
Entonces, su inusual situación no era producto de un sueño, todo lo que estaba pasando formaba parte del mundo real. Al llegar a esa conclusión, Aelina no lo pensó demasiado. En su reino existía la magia, y ella misma poseía poderes. Sin embargo, los viajes en el tiempo eran impensables, hasta ahora. Su madre, posiblemente, tenía secretos que no le había revelado en vida, y esta extraña situación era la causa.«¿Mi madre poseía la magia para controlar el tiempo?», se preguntó, tocando su collar mientras las doncellas le quitaban el vestido de casa para ponerle uno más apropiado para la visita.—¡Su alteza, no podemos perder más tiempo! —exclamó Dorotea, apresurada.Aelina recordaba aquel día como si fuera ayer. Su padre, el Rey Theodor, la había convocado a la sala del trono. Allí, ante su asombrada mirada, se erguía la imponente figura de Valdimir, el Rey Alfa de los hombres lobo esperando pedir su mano en matrimonio. Minutos después, cuando ya estaba lista, Aelina fue acompañada por
Tras aceptar su destino, Aelina contempló cómo su padre impartía órdenes para que se oficiara la ceremonia de inmediato. La princesa, atónita, no lograba creerlo, pues pensaba que la boda se realizaría días después, luego de los preparativos habituales. Por ello, balbució confundida:—Pero, padre, ¿tan pronto? —inquirió, aunque en su mente anhelaba: «Quiero disfrutar de mi segunda oportunidad tan solo unos cuantos días más». Sin embargo, se guardó estas palabras para sí misma.Al escuchar a su hija, el rey Theodor le dirigió una mirada severa que no admitía réplicas. Con un chasquido de dedos, dos sirvientes aparecieron con un espejo de cuerpo entero que su progenitor utilizaba para crear su magia, ya que, al igual que ella, poseía la Magia de Espejo. Esta consistía en crear portales mágicos a través de cualquier superficie que reflejara, como espejos, agua o metal pulido. Tal hechizo permitía viajar instantáneamente, atrapar enemigos dentro de los reflejos o incluso presenciar evento
El semblante de Valdimir, el rey de los hombres lobo, permanecía impasible e inamovible, su rostro que parecía haber sido tallado con esmero en mármol, no dejaba entrever la más mínima emoción. Sus ojos ambarinos, fríos como el hielo invernal, no reflejaban nada mientras pronunciaba los votos nupciales con una voz grave y distante que resonaba en el silencio sepulcral del salón.Se notaba a simple vista, como no había ni un atisbo de atracción carnal o deseo en el monarca al desposar a la princesa humana Aelina. Esto la desconcertaba demasiado, pues cuando él le besó la mano en el instante que ella aceptó su propuesta de matrimonio, la joven pudo jurar que vio lujuria ardiendo en su mirada al tocarla. Pero ahora, actuaba con la indiferencia y el entusiasmo de un erudito realizando un papeleo rutinario.Entonces, cuando llegó el momento del intercambio de anillos, las manos de Aelina temblaban de forma incontrolable. Por más que deseaba mostrarse valiente, la presencia imponente del Re
Mientras el carruaje avanzaba traqueteante por los caminos lejos de su hogar, Aelina no pudo evitar mirar con nostalgia a través de la pequeña ventanilla. Aunque la noche había extendido su manto oscuro sobre el paisaje, eso no le importó, pues podía recrear con facilidad en su mente los frondosos bosques que antaño rodeaban el amado palacio que ahora se desdibujaba a la distancia. Un leve suspiro escapó de sus labios al dejar atrás los confines del bosque.Poco a poco, la capital fue tomando forma ante sus ojos a medida que se alejaban de la ciudad real. Diez años en el futuro, toda esa área se convertiría en un paisaje de ruinas humeantes, con las casas calcinadas y los ciudadanos masacrados o reducidos a cautivos por la despiadada mano de Valdimir. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Aelina al revivir aquellos funestos recuerdos. Finalmente, al cruzar las imponentes puertas de la gran muralla que protegía el reino, la joven reina tragó saliva con dificultad, consciente de qu
«¿Qué me hará este lobo, me va a matar? No... no creo, cálmate Aelina, conserva la calma, quizás no es nada malo, posiblemente mis deberes de reina tendrán algo que ver con ser su esposa trofeo, o algo parecido...», pensó desesperadamente, mirando una vez más a Valdimir, quien había regresado su atención al libro. Sin embargo, sin alzar la mirada, le espetó con sequedad:—Deja de mirarme.—Lo lamento —respondió ella, tragando saliva con dificultad ante el tono autoritario de su voz, mientras desviaba la vista hacia su regazo, donde se percató de que sus manos temblaban incontrolablemente por los nervios.De esa manera, el resto del viaje transcurrió en un silencio tenso, cada uno sumido en sus propios pensamientos inquietantes. Sin nada más que hacer, Aelina contemplaba distraídamente el anillo de oro que adornaba su dedo anular, símbolo de las cadenas que ahora la ataban a aquel hombre frío y despiadado. ¿Habría alguna manera de descubrir los secretos que se ocultaban tras esa coraza
Tras atravesar el patio delantero, Aelina esperaba encontrar algún jardín o elemento que hiciera el lugar más acogedor a la vista, pero la entrada del palacio le recordó más bien a una decrépita trinchera. No había nada bello, sólo charcos de lodo y hombres lobo entrenando con fiereza, con sus pieles perladas de sudor mientras blandían sus armas con movimientos letales.«Uno de ellos seguramente fue quien me asesinó hace diez años en el futuro», pensó Aelina con un escalofrío, colocando una de sus manos de manera inconsciente en su estómago, mientras los observaba recelosa sin dejar de caminar. Finalmente, al llegar a las robustas puertas de madera, estas se abrieron de par en par ante ellos, dejando al descubierto el oscuro interior del castillo. Valdimir se adentró sin mirar atrás ni una sola vez.—Sígueme —ordenó con su típica sequedad y frialdad, sin siquiera voltearse a verificar que ella lo estuviera haciendo.Aelina tragó saliva con dificultad y aceleró el paso para no perderl
Con el pecho agitado y el corazón latiéndole con violencia, Aelina dio un paso vacilante hacia el imponente espejo de marco dorado que se erguía ante ella como un posible portal a otra dimensión. Su rostro pálido y algo ojeroso reflejaba el miedo que la invadía, mientras que detrás de ella, Valdimir, ese terrible Rey Lobo, permanecía inmóvil, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho musculoso, esperando impaciente a que ella cumpliera sus órdenes con la desesperación reflejada en sus ojos color ámbar.«Está bien, está bien, lobo atractivo pero asesino, ya haré lo que me pides», pensó Aelina tragando saliva con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta. Con manos temblorosas, colocó sus palmas sobre la fría superficie cristalina del espejo.Emitiendo un suspiro, la joven cerró los ojos concentrándose en invocar su magia, pero algo en su interior la detenía. En esta ocasión sentía como un nudo se formó en su estómago mientras intentaba reunir la energía necesaria para