Con el pecho agitado y el corazón latiéndole con violencia, Aelina dio un paso vacilante hacia el imponente espejo de marco dorado que se erguía ante ella como un posible portal a otra dimensión. Su rostro pálido y algo ojeroso reflejaba el miedo que la invadía, mientras que detrás de ella, Valdimir, ese terrible Rey Lobo, permanecía inmóvil, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho musculoso, esperando impaciente a que ella cumpliera sus órdenes con la desesperación reflejada en sus ojos color ámbar.«Está bien, está bien, lobo atractivo pero asesino, ya haré lo que me pides», pensó Aelina tragando saliva con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta. Con manos temblorosas, colocó sus palmas sobre la fría superficie cristalina del espejo.Emitiendo un suspiro, la joven cerró los ojos concentrándose en invocar su magia, pero algo en su interior la detenía. En esta ocasión sentía como un nudo se formó en su estómago mientras intentaba reunir la energía necesaria para
Cuando Valdimir escuchó que el rey humano le había mentido, la furia lo invadió como una oleada abrasadora. Sus fosas nasales se dilataron mientras apretaba los puños con tanta fuerza que los nudillos se tornaron blancos, tratando de contener la rabia que amenazaba con estallar en cualquier momento. Aelina, inconscientemente, retrocedió un paso y contuvo el aliento cuando vio destellar sus ojos ambarinos, temiendo haber desatado la ira del temible Rey de los Hombres Lobo.Como instinto de supervivencia, la joven corrió despavorida hacia la puerta, buscando una vía de escape, pero cuando llegó, esta se encontraba cerrada a llave. La chica comenzó a mover la perilla insistentemente, lanzando miradas furtivas hacia atrás, observando cómo Valdimir, en un arrebato iracundo, dejaba escapar un rugido bestial que hizo estremecer los muros de piedra y descargaba su puño contra el espejo con una fuerza demoledora.Aelina abrió sus ojos de par en par y luego dio un respingo cubriéndose instintiva
Con un andar solemne, Valdimir guio a Aelina a través de los lúgubres corredores de piedra del palacio. Ella no podía evitar sentir una extraña vibración en aquel lugar, como si las mismas paredes exhalasen una energía sombría y opresiva. Todo a su alrededor transmitía un ambiente frío y distante, similar al propio semblante impasible de su Rey. Incluso el cielo, visible a través de las ventanas que flanqueaban el pasillo, lucía amenazante, cubierto por densas nubes grises que presagiaban la inminente llegada de la lluvia.Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Aelina al considerar que quizás el reino entero, incluido el clima, se alimentaba de la oscura esencia de su gobernante lupino. Y así, el camino transcurrió en un silencio tenso, únicamente roto por el eco de sus pasos sobre el suelo de piedra. En esta ocasión, ella apresuró su andar para situarse a la par de Valdimir, deseando preguntarle cómo era posible que un licántropo poseyera magia, eso jamás se había visto ¿será posi
—Si no puedes servirme con tu magia —comenzó a decir Valdimir, aprisionando a Aelina contra la pared con su cuerpo— entonces tendré que encontrar otro uso para ti —susurró con voz grave, esbozando una sonrisa depredadora al percibir la ola de miedo que emanaba de la joven—. De lo contrario, ya no me serás de utilidad... y no querrás saber el destino de lo que no me es útil.—Lo que no te es útil, lo matas... —murmuró Aelina, las palabras escapando de sus labios en un hilo de voz.La sonrisa de Valdimir se ensanchó levemente y, mientras la observaba con una pizca de extrañeza, asintió con la cabeza en señal de aceptación.—Así es, vaya... Apenas me conoces... ¿y ya puedes leerme la mente, acaso ese es otro de tus poderes? —susurró Valdimir, su mirada reflejando por primera vez un atisbo de intriga genuina hacia la joven humana.«¡Ya te conocí en mi otra vida, y sé que eres un monstruo!» gritó Aelina en pensamientos, pero no se atrevió a pronunciar tales palabras en voz alta. En su lugar
Valdimir clavó su mirada ambarina, fría como el oro fundido, en Aelina. La joven se encontraba acorralada contra el muro, su espalda presionada contra la roca fría y oscura de ese castillo. Su cuerpo menudo temblaba, el pulso acelerado revelando su temor ante la imponente presencia del Rey Lobo.Una sonrisa enigmática, casi depredadora, curvó los labios de Valdimir mientras acortaba aún más la distancia que los separaba con movimientos lentos y deliberados, similar a un depredador acechando a su presa. Aelina contuvo el aliento, sus pulmones ardiendo, cuando él alzó una mano con dedos largos y esbeltos. Con delicadeza inesperada, volvió una vez más a tocar su cabello, enredando un mechón de sus oscuras hebras entre sus dedos. La joven tragó saliva, el roce inconsciente de los nudillos de Valdimir contra su mejilla erizando su piel. Ella quería creer que no era voluntario que, mientras él le tocaba esos mechones de cabello, no se percataba que también le estaba acariciando una mejilla.
Con un movimiento fluido, Valdimir envolvió los cabellos brillantes en su puño, extinguiendo el resplandor mágico como si hubiera sofocado una pequeña llama. Aelina abrió sus ojos al ver cómo hizo eso, se notaba que no era la primera vez que descubría el poder de alguien por su cabello. Acto seguido, se alejó de Aelina, permitiéndole respirar con mayor libertad, aunque la confusión y el desconcierto seguían arremolinándose en su interior cuando él permaneció ahí robándole su espacio personal hace segundos atrás.La joven observó al Rey Lobo, incapaz de discernir si debía sentirse aliviada o aterrorizada porque, al parecer, Valdimir había confiado en sus palabras cuando ella le dijo que realmente no lo desobedeció por gusto, sino por inexperiencia. Por un lado, parecía haber despertado el interés de su esposo impuesto, lo cual podría mantenerla con vida por más tiempo. Pero por otro, el prospecto de ser utilizada por sus poderes desconocidos y explotada como un objeto era igual de atemo
La joven reina se abrazó a sí misma, frotando sus brazos desnudos en un intento para quitarse el escalofrió que sintió mientras miraba disimuladamente de lado a lado en busca de una salida. No le agradó eso de quedarse encerrada.—¿No... me darás de comer?Valdimir arqueó una ceja, respondiéndole con una expresión burlona:—¿Qué clase de esposo no le da de comer a su mujer? Dentro de poco vendrán a traerte algo de comer y las ropas que utilizarás, más adecuadas para mi reino —El tono que usó fue tan irónico y seco que Aelina pudo sentirlo incluso si hubiese sido sorda o ciega.—Los esposos no estrangulan a sus esposas ni le arrancan el cabello —murmuró la chica mirándolo de reojo, su voz cargada de resentimiento—. Dejarme morir de hambre y con un solo vestido como si fuera tu prisionera no suena algo descabellado.Cuando ella dijo eso, Valdimir esbozó una risa que Aelina no pudo descifrar si era espontánea, natural o irónica. Pero tan rápido como llegó, se fue, en el instante que él vo
Aelina había devorado con avidez cada bocado que le trajeron, aunque al principio pensó en dejar parte de la comida para más tarde, terminó devorando con deleite el último pedazo de pan, la última jugosa fruta y el último trozo de carne asada que reposaban en la bandeja. Hacía ya dos largos y penosos años en su sombrío futuro que ella no comía así de bien. Debido a la interminable guerra y al implacable asedio sobre su reino, los exquisitos manjares que debía degustar una princesa se habían vuelto escasos. Podría decirse que, debido a la desesperante situación, ella se estaba alimentando como una humilde plebeya. Pero ahora, en su nueva y extraña realidad, volvía a comer no como una princesa, sino como una reina, así que debía aprovechar al máximo esa codiciada oportunidad que le brindaba su presente, viviendo en el pasado.Fue entonces que, después de limpiar con una servilleta los últimos restos de comida de la comisura de sus labios, Aelina posó su mirada pensativa en la ventana. Un