Entonces, su inusual situación no era producto de un sueño, todo lo que estaba pasando formaba parte del mundo real. Al llegar a esa conclusión, Aelina no lo pensó demasiado. En su reino existía la magia, y ella misma poseía poderes. Sin embargo, los viajes en el tiempo eran impensables, hasta ahora. Su madre, posiblemente, tenía secretos que no le había revelado en vida, y esta extraña situación era la causa.
«¿Mi madre poseía la magia para controlar el tiempo?», se preguntó, tocando su collar mientras las doncellas le quitaban el vestido de casa para ponerle uno más apropiado para la visita. —¡Su alteza, no podemos perder más tiempo! —exclamó Dorotea, apresurada. Aelina recordaba aquel día como si fuera ayer. Su padre, el Rey Theodor, la había convocado a la sala del trono. Allí, ante su asombrada mirada, se erguía la imponente figura de Valdimir, el Rey Alfa de los hombres lobo esperando pedir su mano en matrimonio. Minutos después, cuando ya estaba lista, Aelina fue acompañada por sus doncellas, viendo cómo su palacio estaba hermoso y lleno de vida, justo como hace diez años. En el fondo de su ser, se obligó a no llorar mientras caminaba, porque sabía que, dentro de una década, la mayoría de esas personas estarían muertas cuando el Rey Lobo viniera a conquistar su reino de la forma más violenta jamás vista. Así pues, cuando llegó al salón del trono, ahí estaba de pie al lado de su padre, el causante de toda la destrucción del futuro al que ella, por causas del destino, había logrado escapar. El villano de su propia historia era un hombre alto e imponente, con una constitución musculosa y rasgos simétricos. Su cabello oscuro lo llevaba corto, y sus ojos de un inusual color ámbar brillaban con una intensidad sobrenatural. Tenía un aura de poder y ferocidad que hizo estremecer a Aelina. —Hija mía —dijo su padre con voz grave—. Te presento al recién coronado Rey Alfa Valdimir del reino de Kolgrim. «Ya lo conozco muy bien, padre. Ese hombre nos matará a todos dentro de diez años... Es un demonio, una bestia», pensó Aelina sin poder evitar que sus piernas temblaran bajo su vestido ante la presencia del que técnicamente sería su verdugo y el de su reino. Sin embargo, ella no dijo nada y se mantuvo en silencio, escuchando a su padre: —Hemos llegado a un acuerdo con el Rey Alfa Valdimir. Para preservar la paz entre nuestro reino humano y el reino de lobos, decidimos que te unirás a él en matrimonio, así nuestros reinos serán uno solo. En aquel entonces, Aelina, de dieciocho años, había rechazado su propuesta con indignación, negándose a ser una pieza de cambio en su juego de poder. Recordaba que el maquinador rey aceptó el rechazo, pero después de eso, vengativo, le declaró la guerra a su reino hasta llevarlo a la perdición. «Todo fue mi culpa...», pensó Aelina, comprendiendo ahora que rechazar a ese lobo solo trajo destrucción y muerte. Pero con el conocimiento del futuro que ahora tenía, su corazón se estremeció de miedo. Fue por eso que, temblando, extendió su mano hacia el Rey Lobo, diciendo: —Es un honor desposar a su majestad... Aelina vio cómo el rey Valdimir se acercaba a ella y, con una sonrisa torcida en sus labios, sujetaba su mano y la besaba con lo que ella percibió como lujuria contenida. —Perfecto... —fue lo único que dijo, con una sonrisa que erizó el vello de la nuca a la princesa. Una parte de ella quería gritar, luchar y resistirse con todas sus fuerzas. Pero otra parte, más sabia, comprendía que esta era su oportunidad de cambiar el curso de los acontecimientos. Así que, con el corazón encogido y la valentía ardiendo en sus venas, aceptó su destino. «Cambiaré el futuro...», pensó Aelina, llenándose de un valor que no sabía que tenía. El sendero que se abría ante ella era oscuro e incierto, pero ardía en su pecho la llama de la esperanza. Cumpliría su deseo de tener otra oportunidad, costase lo que costase.Tras aceptar su destino, Aelina contempló cómo su padre impartía órdenes para que se oficiara la ceremonia de inmediato. La princesa, atónita, no lograba creerlo, pues pensaba que la boda se realizaría días después, luego de los preparativos habituales. Por ello, balbució confundida:—Pero, padre, ¿tan pronto? —inquirió, aunque en su mente anhelaba: «Quiero disfrutar de mi segunda oportunidad tan solo unos cuantos días más». Sin embargo, se guardó estas palabras para sí misma.Al escuchar a su hija, el rey Theodor le dirigió una mirada severa que no admitía réplicas. Con un chasquido de dedos, dos sirvientes aparecieron con un espejo de cuerpo entero que su progenitor utilizaba para crear su magia, ya que, al igual que ella, poseía la Magia de Espejo. Esta consistía en crear portales mágicos a través de cualquier superficie que reflejara, como espejos, agua o metal pulido. Tal hechizo permitía viajar instantáneamente, atrapar enemigos dentro de los reflejos o incluso presenciar evento
El semblante de Valdimir, el rey de los hombres lobo, permanecía impasible e inamovible, su rostro que parecía haber sido tallado con esmero en mármol, no dejaba entrever la más mínima emoción. Sus ojos ambarinos, fríos como el hielo invernal, no reflejaban nada mientras pronunciaba los votos nupciales con una voz grave y distante que resonaba en el silencio sepulcral del salón.Se notaba a simple vista, como no había ni un atisbo de atracción carnal o deseo en el monarca al desposar a la princesa humana Aelina. Esto la desconcertaba demasiado, pues cuando él le besó la mano en el instante que ella aceptó su propuesta de matrimonio, la joven pudo jurar que vio lujuria ardiendo en su mirada al tocarla. Pero ahora, actuaba con la indiferencia y el entusiasmo de un erudito realizando un papeleo rutinario.Entonces, cuando llegó el momento del intercambio de anillos, las manos de Aelina temblaban de forma incontrolable. Por más que deseaba mostrarse valiente, la presencia imponente del Re
Mientras el carruaje avanzaba traqueteante por los caminos lejos de su hogar, Aelina no pudo evitar mirar con nostalgia a través de la pequeña ventanilla. Aunque la noche había extendido su manto oscuro sobre el paisaje, eso no le importó, pues podía recrear con facilidad en su mente los frondosos bosques que antaño rodeaban el amado palacio que ahora se desdibujaba a la distancia. Un leve suspiro escapó de sus labios al dejar atrás los confines del bosque.Poco a poco, la capital fue tomando forma ante sus ojos a medida que se alejaban de la ciudad real. Diez años en el futuro, toda esa área se convertiría en un paisaje de ruinas humeantes, con las casas calcinadas y los ciudadanos masacrados o reducidos a cautivos por la despiadada mano de Valdimir. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Aelina al revivir aquellos funestos recuerdos. Finalmente, al cruzar las imponentes puertas de la gran muralla que protegía el reino, la joven reina tragó saliva con dificultad, consciente de qu
«¿Qué me hará este lobo, me va a matar? No... no creo, cálmate Aelina, conserva la calma, quizás no es nada malo, posiblemente mis deberes de reina tendrán algo que ver con ser su esposa trofeo, o algo parecido...», pensó desesperadamente, mirando una vez más a Valdimir, quien había regresado su atención al libro. Sin embargo, sin alzar la mirada, le espetó con sequedad:—Deja de mirarme.—Lo lamento —respondió ella, tragando saliva con dificultad ante el tono autoritario de su voz, mientras desviaba la vista hacia su regazo, donde se percató de que sus manos temblaban incontrolablemente por los nervios.De esa manera, el resto del viaje transcurrió en un silencio tenso, cada uno sumido en sus propios pensamientos inquietantes. Sin nada más que hacer, Aelina contemplaba distraídamente el anillo de oro que adornaba su dedo anular, símbolo de las cadenas que ahora la ataban a aquel hombre frío y despiadado. ¿Habría alguna manera de descubrir los secretos que se ocultaban tras esa coraza
Tras atravesar el patio delantero, Aelina esperaba encontrar algún jardín o elemento que hiciera el lugar más acogedor a la vista, pero la entrada del palacio le recordó más bien a una decrépita trinchera. No había nada bello, sólo charcos de lodo y hombres lobo entrenando con fiereza, con sus pieles perladas de sudor mientras blandían sus armas con movimientos letales.«Uno de ellos seguramente fue quien me asesinó hace diez años en el futuro», pensó Aelina con un escalofrío, colocando una de sus manos de manera inconsciente en su estómago, mientras los observaba recelosa sin dejar de caminar. Finalmente, al llegar a las robustas puertas de madera, estas se abrieron de par en par ante ellos, dejando al descubierto el oscuro interior del castillo. Valdimir se adentró sin mirar atrás ni una sola vez.—Sígueme —ordenó con su típica sequedad y frialdad, sin siquiera voltearse a verificar que ella lo estuviera haciendo.Aelina tragó saliva con dificultad y aceleró el paso para no perderl
Con el pecho agitado y el corazón latiéndole con violencia, Aelina dio un paso vacilante hacia el imponente espejo de marco dorado que se erguía ante ella como un posible portal a otra dimensión. Su rostro pálido y algo ojeroso reflejaba el miedo que la invadía, mientras que detrás de ella, Valdimir, ese terrible Rey Lobo, permanecía inmóvil, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho musculoso, esperando impaciente a que ella cumpliera sus órdenes con la desesperación reflejada en sus ojos color ámbar.«Está bien, está bien, lobo atractivo pero asesino, ya haré lo que me pides», pensó Aelina tragando saliva con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta. Con manos temblorosas, colocó sus palmas sobre la fría superficie cristalina del espejo.Emitiendo un suspiro, la joven cerró los ojos concentrándose en invocar su magia, pero algo en su interior la detenía. En esta ocasión sentía como un nudo se formó en su estómago mientras intentaba reunir la energía necesaria para
Cuando Valdimir escuchó que el rey humano le había mentido, la furia lo invadió como una oleada abrasadora. Sus fosas nasales se dilataron mientras apretaba los puños con tanta fuerza que los nudillos se tornaron blancos, tratando de contener la rabia que amenazaba con estallar en cualquier momento. Aelina, inconscientemente, retrocedió un paso y contuvo el aliento cuando vio destellar sus ojos ambarinos, temiendo haber desatado la ira del temible Rey de los Hombres Lobo.Como instinto de supervivencia, la joven corrió despavorida hacia la puerta, buscando una vía de escape, pero cuando llegó, esta se encontraba cerrada a llave. La chica comenzó a mover la perilla insistentemente, lanzando miradas furtivas hacia atrás, observando cómo Valdimir, en un arrebato iracundo, dejaba escapar un rugido bestial que hizo estremecer los muros de piedra y descargaba su puño contra el espejo con una fuerza demoledora.Aelina abrió sus ojos de par en par y luego dio un respingo cubriéndose instintiva
Con un andar solemne, Valdimir guio a Aelina a través de los lúgubres corredores de piedra del palacio. Ella no podía evitar sentir una extraña vibración en aquel lugar, como si las mismas paredes exhalasen una energía sombría y opresiva. Todo a su alrededor transmitía un ambiente frío y distante, similar al propio semblante impasible de su Rey. Incluso el cielo, visible a través de las ventanas que flanqueaban el pasillo, lucía amenazante, cubierto por densas nubes grises que presagiaban la inminente llegada de la lluvia.Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Aelina al considerar que quizás el reino entero, incluido el clima, se alimentaba de la oscura esencia de su gobernante lupino. Y así, el camino transcurrió en un silencio tenso, únicamente roto por el eco de sus pasos sobre el suelo de piedra. En esta ocasión, ella apresuró su andar para situarse a la par de Valdimir, deseando preguntarle cómo era posible que un licántropo poseyera magia, eso jamás se había visto ¿será posi