Tras aceptar su destino, Aelina contempló cómo su padre impartía órdenes para que se oficiara la ceremonia de inmediato. La princesa, atónita, no lograba creerlo, pues pensaba que la boda se realizaría días después, luego de los preparativos habituales. Por ello, balbució confundida:
—Pero, padre, ¿tan pronto? —inquirió, aunque en su mente anhelaba: «Quiero disfrutar de mi segunda oportunidad tan solo unos cuantos días más». Sin embargo, se guardó estas palabras para sí misma.
Al escuchar a su hija, el rey Theodor le dirigió una mirada severa que no admitía réplicas. Con un chasquido de dedos, dos sirvientes aparecieron con un espejo de cuerpo entero que su progenitor utilizaba para crear su magia, ya que, al igual que ella, poseía la Magia de Espejo. Esta consistía en crear portales mágicos a través de cualquier superficie que reflejara, como espejos, agua o metal pulido. Tal hechizo permitía viajar instantáneamente, atrapar enemigos dentro de los reflejos o incluso presenciar eventos en otros lugares. Sin embargo, requería un gran poder que solo el rey y unos cuantos cortesanos podían controlar al cien por ciento.
Aelina recordaba que durante la guerra con el hombre lobo, quien pronto sería su esposo, todos los portadores de magia de su reino lucharon incansablemente para acabar con sus tropas y el Rey mismo. No obstante, conforme transcurrió el tiempo, todos fueron derrotados. El rey Lobo Valdimir poseía una fuerza bélica que hasta ese momento Aelina no comprendía, aunque en ese instante, diez años en el pasado, la princesa sabía que él todavía no era ese rey temible que sería dentro de una década. Para ese tiempo, él apenas había sido coronado recientemente.
Su padre, entonces, comenzó a mover sus manos frente al espejo, logrando que la superficie donde se reflejaba perfectamente comenzara a ondular, como si el reflejo fijo se hubiese transformado en agua, significando que la magia ya estaba realizada. Fue ahí que él pronunció:
—Puede pasar.
Con esas simples palabras del Rey Theodor, un sacerdote de aspecto severo, vestido con una túnica oscura bordada con hilos de plata, apareció atravesando el espejo y se colocó al lado de Valdimir. La princesa comprendió entonces que el rey lobo lo había planeado todo con su padre desde el inicio, para que la boda se oficiara en ese instante.
«Para que alguien pueda atravesar el espejo... es porque ya estuvo aquí en otro momento», pensó Aelina, observando a ese hombre de aspecto misterioso que parecía un sacerdote. «Nunca he visto a este hombre en mi vida, ¿mi padre lo conoce de antes, o vino aquí en algún momento que yo no supe?», se cuestionaba Aelina en el instante en que el rey Theodor declaró:
—Hija mía —comenzó a decir el monarca—, ya no hay vuelta atrás. Este matrimonio unirá nuestros reinos para siempre...
Aelina comprendió con mayor fuerza que diez años atrás, probablemente habría sucedido lo mismo de no haber rechazado al imponente soberano. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al darse cuenta de que el reloj la trajo a ese preciso momento, como si el hecho de haber rechazado al Rey Lobo hubiese significado un castigo de diez años sin escapatoria. Luego, temblando al comprender poco a poco su situación, observó su elegante vestido azul marino bordado con hilo de oro, fue ahí que ella se percató de que era mucho más elaborado de lo habitual.
«No hay duda, si hace diez años hubiese dicho sí, este mismo escenario hubiese ocurrido, pero ¿entonces, si todo estaba planeado, por qué el rey Valdimir y mi padre aceptaron mí no como respuesta en aquel momento?», murmuró para sí misma, sintiendo que ahora tenía más preguntas que respuestas. Sin embargo, siguiendo el curso de los acontecimientos, como si todo estuviera previamente escrito, ella respondió:
—Así es, padre. La unión de nuestros reinos es lo mejor que puede pasar —dijo Aelina, quien sabía mejor que nadie que esa boda era la decisión acertada—. Haré lo que debo por mi reino —agregó la joven, más para sí misma que para su padre o su silencioso futuro esposo, quien ni siquiera la miraba, estaba ahí parado como alguien que no desea estar en un lugar y que está apurado por irse pronto.
Ella no lo haría esperar más. Tragando saliva, se colocó frente al sacerdote con la frente en alto, aunque por dentro se sentía como si estuviera entregando su vida a un demonio. De esa manera, la ceremonia transcurrió en un ambiente lúgubre y opresivo. Casualmente, ya faltaba poco para que anocheciera, así que los sirvientes ya habían comenzado a encender las velas, lo único que ocasionaba que ese furtivo casamiento en el salón del trono luciera más tétrico, como si estuviera lleno de sombras.
—Princesa Aelina —pronunció el sacerdote con voz sepulcral—, ¿aceptas al Rey Alfa Valdimir como tu legítimo esposo?
La aludida clavó su mirada en Valdimir, cuyo semblante pétreo no dejaba traslucir emoción alguna. Ella sentía como si se estuviera casando con una hermosa estatua, porque, aunque detestara aceptarlo, el Rey Lobo era indiscutiblemente atractivo. Sin embargo, Aelina sabía que las criaturas más mortíferas normalmente tenían apariencias majestuosas, y ese Rey no era la excepción. Entonces, luego de suspirar de forma derrotada, reunió todo su valor y respondió con un seco:
—Sí, acepto.
El semblante de Valdimir, el rey de los hombres lobo, permanecía impasible e inamovible, su rostro que parecía haber sido tallado con esmero en mármol, no dejaba entrever la más mínima emoción. Sus ojos ambarinos, fríos como el hielo invernal, no reflejaban nada mientras pronunciaba los votos nupciales con una voz grave y distante que resonaba en el silencio sepulcral del salón.Se notaba a simple vista, como no había ni un atisbo de atracción carnal o deseo en el monarca al desposar a la princesa humana Aelina. Esto la desconcertaba demasiado, pues cuando él le besó la mano en el instante que ella aceptó su propuesta de matrimonio, la joven pudo jurar que vio lujuria ardiendo en su mirada al tocarla. Pero ahora, actuaba con la indiferencia y el entusiasmo de un erudito realizando un papeleo rutinario.Entonces, cuando llegó el momento del intercambio de anillos, las manos de Aelina temblaban de forma incontrolable. Por más que deseaba mostrarse valiente, la presencia imponente del Re
Mientras el carruaje avanzaba traqueteante por los caminos lejos de su hogar, Aelina no pudo evitar mirar con nostalgia a través de la pequeña ventanilla. Aunque la noche había extendido su manto oscuro sobre el paisaje, eso no le importó, pues podía recrear con facilidad en su mente los frondosos bosques que antaño rodeaban el amado palacio que ahora se desdibujaba a la distancia. Un leve suspiro escapó de sus labios al dejar atrás los confines del bosque.Poco a poco, la capital fue tomando forma ante sus ojos a medida que se alejaban de la ciudad real. Diez años en el futuro, toda esa área se convertiría en un paisaje de ruinas humeantes, con las casas calcinadas y los ciudadanos masacrados o reducidos a cautivos por la despiadada mano de Valdimir. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Aelina al revivir aquellos funestos recuerdos. Finalmente, al cruzar las imponentes puertas de la gran muralla que protegía el reino, la joven reina tragó saliva con dificultad, consciente de qu
«¿Qué me hará este lobo, me va a matar? No... no creo, cálmate Aelina, conserva la calma, quizás no es nada malo, posiblemente mis deberes de reina tendrán algo que ver con ser su esposa trofeo, o algo parecido...», pensó desesperadamente, mirando una vez más a Valdimir, quien había regresado su atención al libro. Sin embargo, sin alzar la mirada, le espetó con sequedad:—Deja de mirarme.—Lo lamento —respondió ella, tragando saliva con dificultad ante el tono autoritario de su voz, mientras desviaba la vista hacia su regazo, donde se percató de que sus manos temblaban incontrolablemente por los nervios.De esa manera, el resto del viaje transcurrió en un silencio tenso, cada uno sumido en sus propios pensamientos inquietantes. Sin nada más que hacer, Aelina contemplaba distraídamente el anillo de oro que adornaba su dedo anular, símbolo de las cadenas que ahora la ataban a aquel hombre frío y despiadado. ¿Habría alguna manera de descubrir los secretos que se ocultaban tras esa coraza
Tras atravesar el patio delantero, Aelina esperaba encontrar algún jardín o elemento que hiciera el lugar más acogedor a la vista, pero la entrada del palacio le recordó más bien a una decrépita trinchera. No había nada bello, sólo charcos de lodo y hombres lobo entrenando con fiereza, con sus pieles perladas de sudor mientras blandían sus armas con movimientos letales.«Uno de ellos seguramente fue quien me asesinó hace diez años en el futuro», pensó Aelina con un escalofrío, colocando una de sus manos de manera inconsciente en su estómago, mientras los observaba recelosa sin dejar de caminar. Finalmente, al llegar a las robustas puertas de madera, estas se abrieron de par en par ante ellos, dejando al descubierto el oscuro interior del castillo. Valdimir se adentró sin mirar atrás ni una sola vez.—Sígueme —ordenó con su típica sequedad y frialdad, sin siquiera voltearse a verificar que ella lo estuviera haciendo.Aelina tragó saliva con dificultad y aceleró el paso para no perderl
Con el pecho agitado y el corazón latiéndole con violencia, Aelina dio un paso vacilante hacia el imponente espejo de marco dorado que se erguía ante ella como un posible portal a otra dimensión. Su rostro pálido y algo ojeroso reflejaba el miedo que la invadía, mientras que detrás de ella, Valdimir, ese terrible Rey Lobo, permanecía inmóvil, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho musculoso, esperando impaciente a que ella cumpliera sus órdenes con la desesperación reflejada en sus ojos color ámbar.«Está bien, está bien, lobo atractivo pero asesino, ya haré lo que me pides», pensó Aelina tragando saliva con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta. Con manos temblorosas, colocó sus palmas sobre la fría superficie cristalina del espejo.Emitiendo un suspiro, la joven cerró los ojos concentrándose en invocar su magia, pero algo en su interior la detenía. En esta ocasión sentía como un nudo se formó en su estómago mientras intentaba reunir la energía necesaria para
Cuando Valdimir escuchó que el rey humano le había mentido, la furia lo invadió como una oleada abrasadora. Sus fosas nasales se dilataron mientras apretaba los puños con tanta fuerza que los nudillos se tornaron blancos, tratando de contener la rabia que amenazaba con estallar en cualquier momento. Aelina, inconscientemente, retrocedió un paso y contuvo el aliento cuando vio destellar sus ojos ambarinos, temiendo haber desatado la ira del temible Rey de los Hombres Lobo.Como instinto de supervivencia, la joven corrió despavorida hacia la puerta, buscando una vía de escape, pero cuando llegó, esta se encontraba cerrada a llave. La chica comenzó a mover la perilla insistentemente, lanzando miradas furtivas hacia atrás, observando cómo Valdimir, en un arrebato iracundo, dejaba escapar un rugido bestial que hizo estremecer los muros de piedra y descargaba su puño contra el espejo con una fuerza demoledora.Aelina abrió sus ojos de par en par y luego dio un respingo cubriéndose instintiva
Con un andar solemne, Valdimir guio a Aelina a través de los lúgubres corredores de piedra del palacio. Ella no podía evitar sentir una extraña vibración en aquel lugar, como si las mismas paredes exhalasen una energía sombría y opresiva. Todo a su alrededor transmitía un ambiente frío y distante, similar al propio semblante impasible de su Rey. Incluso el cielo, visible a través de las ventanas que flanqueaban el pasillo, lucía amenazante, cubierto por densas nubes grises que presagiaban la inminente llegada de la lluvia.Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Aelina al considerar que quizás el reino entero, incluido el clima, se alimentaba de la oscura esencia de su gobernante lupino. Y así, el camino transcurrió en un silencio tenso, únicamente roto por el eco de sus pasos sobre el suelo de piedra. En esta ocasión, ella apresuró su andar para situarse a la par de Valdimir, deseando preguntarle cómo era posible que un licántropo poseyera magia, eso jamás se había visto ¿será posi
—Si no puedes servirme con tu magia —comenzó a decir Valdimir, aprisionando a Aelina contra la pared con su cuerpo— entonces tendré que encontrar otro uso para ti —susurró con voz grave, esbozando una sonrisa depredadora al percibir la ola de miedo que emanaba de la joven—. De lo contrario, ya no me serás de utilidad... y no querrás saber el destino de lo que no me es útil.—Lo que no te es útil, lo matas... —murmuró Aelina, las palabras escapando de sus labios en un hilo de voz.La sonrisa de Valdimir se ensanchó levemente y, mientras la observaba con una pizca de extrañeza, asintió con la cabeza en señal de aceptación.—Así es, vaya... Apenas me conoces... ¿y ya puedes leerme la mente, acaso ese es otro de tus poderes? —susurró Valdimir, su mirada reflejando por primera vez un atisbo de intriga genuina hacia la joven humana.«¡Ya te conocí en mi otra vida, y sé que eres un monstruo!» gritó Aelina en pensamientos, pero no se atrevió a pronunciar tales palabras en voz alta. En su lugar